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MISIONEROS EN CAMINO: IV Domingo de Pascua (Jn 10,1-10) - Ciclo A: Ovejas, rebaño, Pastor
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sábado, 14 de mayo de 2011

IV Domingo de Pascua (Jn 10,1-10) - Ciclo A: Ovejas, rebaño, Pastor



Conocemos la parábola de Jesús: ovejas, rebaño, pastor, la escuchamos en estos días de Pascua. Habla de ovejas y rebaños porque se dirigía a una comunidad rural, pastoril, le comprendían perfectamente, sus ovejas, su rebaño eran su todo, lo más querido que quienes le escuchaban.

Pero tal vez, al oír nosotros a Jesús hablar de pastor y de rebaño de ovejas, alguno haya pensado, que para Jesús nosotros somos lo que llamamos, un rebaño. Y es que aunque cada uno nos consideremos como personas, con mis derechos y hasta con mis propiedades, y se enfatice hoy que en nuestras sociedades se protegen nuestros derechos individuales, con mucha frecuencia somos tratados desde diferentes estructuras de poder como rebaño, como corderos, ovejas, o... con otro calificativo, pero en el fondo como masa y los que tienen algún poder dirigen, planifican, gobiernan, imponen con mucha frecuencia modos de vivir, costumbres, modas, productos, que hemos de consumir, asimilar, con más o menos conciencia de dependencia.

Alguien puede también pensar que somos un voto a seducir para sumarlo a la lista de éste o de aquel. Basta ver el entusiasmo con que a veces se celebra a los líderes, a quienes aseguran proteger los puestos de trabajo, los dineros, también a veces el entusiasmo a los que nos ofrecen ocio, espectáculos y diversión.
No vamos ahora a hablar de las masas, de individuos y de sus dirigentes, nuestro mundo es así y no es éste el momento de discutirlo.

Pero en la parábola, que escuchamos hoy, se menciona el rebaño, el pastor, y nos conviene conocer el pensamiento de Jesús, el mensaje que nos trasmite esta página del evangelio de Juan. Aunque seamos muchos, Jesús asegura que nos conoce a cada uno. Son palabras suyas: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo conozco una a una a mis ovejas y ellas me conocen, he venido para que cada una de ellas tengan vida y la tengan abundante”.

La palabra conocer en el lenguaje bíblico tiene un significado de relación personal, de intimidad amorosa y recíproca. Es la relación que quiere tener Jesús con nosotros. Él nos asegura que nos conoce a fondo, ha dado su vida por cada uno y por todos, así nos ama, espera que le conozcamos, que le amemos, nos fiemos de Él y le sigamos, Él nos da su propia vida, su Espíritu, quiere que tengamos vida abundante.

En otra parábola nos dice que “cuando una oveja abandona el redil, sale en su búsqueda, Él deja las demás y cuando la encuentra, con júbilo y afecto la pone sobre sus hombros, la conduce a casa, al redil familiar”.

Si, las ovejas somos nosotros, cada uno y todos. La persona humana es para Él una realidad sagrada, somos hermanos suyos, hijos de Dios, Jesús nos comunica su amor, su Espíritu, por eso merecemos el más profundo respeto. Es la relación que nosotros hemos de buscar en nuestra vida, la relación del respeto, de amistad, de la confianza, del amor, la relación que nos ayuda a vivir, con la que ayudemos a vivir a otros.

Así vivó Jesús, así se dio a conocer, no vaciló en tener amigos, en llorar su muerte, en dejarse conmover por todo tipo de miseria, en curar y aliviar a enfermos, en llevar alegría a los desgraciados. Hizo participes a sus amigos de su intimidad, de sus secretos.

Este es el mensaje de Pascua que venimos escuchando en estos días. Resucitado por el Padre, Jesús nos ha comunicado su Espíritu. Su Espíritu es la vida, el amor que le une al Padre, y nos promete que al poseer nosotros esta vida que nos comunica, un día el Padre nos resucitará como a Él le ha resucitado y que viviremos plenamente nuestra vida en Dios. Sus palabras de hoy son un llamamiento más a comenzar a vivir, ya desde ahora, concientes del Espíritu que nos ha dado, que mora en nosotros, a vivir nuestra vida con Dios y con los hermanos.

En la parábola nos habla de dos modos de ser pastor: el pastor de las ovejas, “el que entra por la puerta del redil” y el mercenario, “el que salta por cualquier otra parte”. Son dos modos de vivir, al mercenario, le importan poco las ovejas, busca ante todo su salario, su propio beneficio, es capaz de engañar con falsas promesas, abandonarlas ante el riesgo de cuidarlas, solo busca su dinero, nada más.

¿Caemos en la cuenta de la grandeza de este mensaje de Jesús? Se trata de sustituir ese mundo sin alma, mercantilista, materialista y mecanizado, alienado, por una familia de hijos de Dios en la que el Jesús del evangelio es el Hermano Mayor, y todos nosotros somos hijos del Padre, es nuestro destino, hemos de prepararnos para él y hacer lo posible por que este “Reino de Dios” se vaya haciendo aquí realidad.

Cuando creamos un clima de respeto mutuo entre toda persona humana, el Reino de Dios se hace más presente entre nosotros, podemos estar seguros de que el Buen Pastor que está entre nosotros. Es la llamada que hoy también recibimos.

Volvamos a la parábola. Para el pastor, su gran preocupación, lo más importante son las ovejas, es el punto central de esta parábola. El rebaño no es una masa informe, confusa, que grita y aplaude y vive sin saber por qué ni para qué. Jesús nos dice que su rebaño somos nosotros, las personas. El pastor las conoce una a una, las llama por su nombre, un día nos va a llamar para vivir siempre plenamente con Él, nadie debe ser explotado por quien no entra por la puerta, por quien es un explotador, un bandido.

Jesús espera de nosotros, de nuestra intimidad con Él, que comprendamos que junto a nosotros hay otras personas con nuestra misma dignidad por las que Él entrega su vida, que viven una vida desgraciada, que hagamos lo posible para que vivan con la dignidad que Dios quiere para todos sus hijos. Lo espera de nosotros, aunque la organización de nuestro mundo lo haga tan difícil. Él lo quiere y espera que hagamos lo que podamos. En esto consiste seguirle. Será la verdadera grandeza de nuestra persona. Es el verdadero sentido de nuestra vida, Él lo quiere.

La figura del pastor bueno con la que Jesús se presenta hoy ante nosotros tiene fuerza para convencernos interiormente y decidirnos a seguirle.

Jesús es el pastor, que un día nos quiere acoger a todos. Este es su mensaje.

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WebJCP | Abril 2007