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MISIONEROS EN CAMINO: III Domingo de Pascua (Lc 24,13-35) - Ciclo A: INTERPRETAR LOS HECHOS
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domingo, 8 de mayo de 2011

III Domingo de Pascua (Lc 24,13-35) - Ciclo A: INTERPRETAR LOS HECHOS



1.-Muy queridos amigos:

Aparece, hoy en la escena del Evangelio, la presentación de la Historia de Dios explicada por el mismo resucitado. Ha acontecido que su realización ha sido bastante distinta y muy distante a la historia tal y como la pensaron aquellos discípulos que iba a suceder.
De esta manera, la primera invitación que nos dirige el Señor en este día es para que tú y yo pensemos, en esa muy frecuente no adecuación, del proyecto de Dios con nuestros proyectos.

Y es que son demasiadas las ocasiones en que nuestro egoísmo nos hace pensar al revés, ya que tú y yo nos apegamos a nuestras ideas y a nuestro entendimiento, el cual las más de las veces se encuentra embotado. Nuestro esfuerzo por comprender las cosas a nuestra propia manera subsiste, generalmente, queriendo que el plan de Dios coincida con el nuestro.

Se trata de un pecado de este y de todos los tiempos: la pretensión del hombre de querer que el Evangelio se adecúe a nuestra vida, y no que nuestra vida se adecúe al Evangelio.

2.- En estas circunstancias de nuestras pretensiones, siempre nos hará falta que sea Dios el que camine a nuestro lado y que sea Él mismo quien venga a explicarnos detenidamente la realización de su plan de salvación en nuestra propia vida. Solamente así, nosotros podremos comprender sus insondables misterios, los cuales se siguen manifestando en nuestra existencia, aún a costa de no coincidir con nuestros bocetos, y de hasta llegar a provocar molestias en muchos de nosotros.

3.- La tentación de aquellos testarudos discípulos de Emaús,… es cierto,… pero también la de los diez apóstoles, y también la de santo Tomás el así llamado incrédulo, la de aquellas mujeres, la del jóven rico del evangelio, y la de todos nosotros junto con el Israel de aquel entonces, así como también había sucedido con Judas Iscariote, consiste en esa nuestra osadía de exigirle a Dios que su pensamiento coincida con nuestros pensamientos, querer que la realidad y la voluntad divinas se adecúen a nuestra estructura mental, y con ello que su sabiduría conincida con la sinrazón de muchos de nuestros pensamientos.

Ojalá que nosotros le diéramos por un momento la oportunidad a Dios, para que nos haga comprender esa su sabiduría que supera nuestra razón humana, y sobretodo, que todos nosotros no nos precipitemos, como lo hizo Judas Iscariote, a querer obtener lo que pretendemos aún a costa de entregar a nuestro Maestro.

¡Nosotros esperábamos que las cosas sucedieran de esta manera!... En realidad esta frase expresa lo que ha sido nuestra historia.

4.- ¿Sabes? Cuando era niño, ¡no hace mucho tiempo en realidad!, recuerdo que la catequista que nos preparaba para que recibiéramos la Sagrada Comunión, nos enseñaba las verdades de la fe con una pedagogía bastante elaborada. Entre sus muchos recursos utilizados recuerdo que en no pocas ocasiones se solía sentar con nosotros en la banqueta y contarnos algunas narraciones con las que nos abría el entendimiento para que así captáramos las profundidades de las enseñanzas de Dios.

Su método fue siempre eficaz. En lo personal, recuerdo con muy especial afecto algunas de aquellas narraciones.

5.- En una ocasión nos contó que... “En lo alto de una montaña nacieron tres pequeños pinos, los cuales en tanto que iban creciendo platicaban amenamente, de forma especial durante las apacibles noches iluminadas por el reflejo de la luna.

Una de esas noches, cuando todavía estaba tierna su consistencia y su existencia, el tema de su charla versó sobre las expectativas que tenían hacia el futuro. ¿Qué iban a ser de grandes? Cada uno de ellos expresaba sonriente y animadamente sus ilusiones.

Decía el primero de ellos: cuando llegue a la edad mayor, yo quiero que mi madera sea útil para construir el aposento de un Rey. ¡Sí! Mi más grande anhelo es residir en un palacio rodeado de oro, con aromas y fragancias exóticas, y que mis finas maderas se conviertan a través del trabajo de un artista, en el majestuoso lecho en el que descanse algún Rey poderoso de las naciones.

Mientras tanto, el segundo de los pinos, a la luz de las estrellas que lucían en todo lo alto manifestaba sus deseos hacia el futuro aparentemente lejano: Pues yo me quiero convertir en un gran navío que surque las aguas de las mares-océanos más importantes del mundo. Quiero convertirme en una gran embarcación que acalle en los grandes puertos del mundo, que pueda conocer todas las geografías y todas las gentes posibles, y que mi tripulación esté compuesta por las gentes más afamadas de la tierra: grandes conquistadores, aventureros o colonizadores.

Finalmente, el tercero de los pinos, pensaba que él se estaba guardando posiblemente la mejor de las sorpresas en cuanto a los anhelos infantiles se refiere, de tal manera que cuando le tocó su turno: exclamó con solemnidad y decoro: pues yo, mis queridos fratelos consavianos siempre he soñado en que mis maderas sean utilizadas para construir un púlpito magistral desde el cual los más grandes oradores del mundo expresen los mejores y más memorables discursos, yo quiero ser una tribuna para que los hombres más persuasivos del universo expresen algunos mensajes bastante bien estudiados como para que queden grabados en el consciente colectivo para toda la posteridad, pienso en esos magníficos filósofos, que dicen que existen en la Grecia memorable o en la Roma Imperial. ¡Qué gran honor, para mí convertirme en el podium de los hombres más elocuentes!

Y así,... soñaban aquellos tres pinos que dirigían hacia el cielo las puntas de sus ramas, así como sus ilusiones y plegarias. El primero quería ser un aposento real, el segundo quería ser un gran navío y el tercero, nada más y nada menos, que quería ser un púlpito para la estudiada sabiduría de los hombres.

Y al pasar el tiempo, fueron creciendo, y con su crecimiento llegó el tiempo oportuno en que el leñador cumpliera con sus labores. Una tarde del Otoño, se confundió con la melodía del bosque el golpeteo del acero. Cada aseste del hacha se perdía en el horizonte entre los cantos de las aves, los silbidos del viento y el movimiento de las hojas. Y los tres pinos fueron a dar al aserradero, confundiéndose entre tantos y tantos maderos que habían sido talados con antelación y que estaban esperando un comprador.

Y, poco a poco, fueron llegando diferentes hombres provenientes de diversas provincias a aquel aserradero a comprar la madera que ellos necesitaban.

El primero de los pinos fue comprado, junto con otros muchos más, por un hombre de Belén que, sin duda era el que tenía más prisa, puesto que necesitaba de la madera suficiente, con la cual poder elaborar algunos de los muebles de su casa, y para hacer un poco más grande el establo, ya que aquel censo al que habían sido convocados todos los israelitas, le iba a llenar las habitaciones de su posada y, además necesitaría de más pasto para alimentar a las vacas que le proveían de leche, a los burros que rentaría para los traslados, y al buey que utilizaría en la próxima temporada en que se barbechara la tierra. Y así sucedió con el primero de los pinos que terminó, casi en su totalidad, colocado como un contenedor de la paja de aquel establo en las afueras silenciosas de Belén.

El segundo de los pinos fue comprado por un hombre de Cafarnaum, un hombre llamado Juan o Jonás, el cual tenía como oficio el ser pescador. Sus ahorros de tantos y tantos años, al fin le habían dado la posibilidad de fabricar una barca que les heredaría a sus hijos, los cuales aunque eran todavía pequeños, sin lugar a dudas seguirían con el oficio que aquel Padre tenía. Si Zebedeo el padre de Santiago y Juan ya les había hecho una barca a sus pequeños hijos, él tambièn les heredaría una barca y el oficio de pesacadores a sus hijos. ¡Claro que sí! Simón el mayorcito y el pequeño Andrés serían pescadores al igual que su padre, ¡No faltaba más!, puesto que el Lago de Cafarnaum era lo suficientemente generoso como para que pudieran vivir cuando él ya no estuviera a su lado. Y de esta manera el segundo pino terminó convertido en una modesta barca que durante muchos años iba a surcar aquel lago de Galilea hacia Genesaret, de Genesaret hacia Cafarnaum y de Cafarnaum otra vez hacia Galilea.

Por último, le llegó el turno al tercero de los pinos, el cual fue comprado por un centurión romano, puesto que el emperador César Augusto había decretado que las diferentes provincias se proveyeran de las cruces suficientes como para que se mantuviera un mejor orden en el imperio, ya que los zelotas y los sicarios, estaban provocando demasiadas revueltas en los caminos y en las montañas. Y así, aquel tercer pino se convirtió en un patíbulo más que iba a ser almacenado esperando que algún sedicioso fuera condenado a muerte, y allí permaneció durante muchos años esperando a sus ajusticiados para convertirse en un instrumento de persuasión colectiva y de disuasión social.

6.- Queridos amigos:

Recuerdo que todos los niños escuchábamos atentamente sentados en la banqueta y con la cara entre las manos. Todos teníamos los ojos inmensamente abiertos esperando el desenlace de la narrativa. Y aquella catequista tranquilamente después de darle un sorbo a un vaso de agua, concluyó:

“Queridos niños: ustedes pensarán que aquellos pinitos cuando crecieron no llegaron a cumplir con sus ideales y anhelos, y que Dios no les escuchó en sus deseos, pero están muy equivocados”.

“Y esto es lo más importante de todo: Dios siempre escucha nuestra oración y lo que Él nos da supera en mucho todo aquello que nosotros le estamos pidiendo.

“Resulta que, el primer pino no llegó a ser el aposento de un rey con corona de oro y diamantes, pero ese pino que terminó convertido en la madera que contenía la paja de un establo, y que fue muy útil para aquella noche de la navidad en que San José y la Virgen María no encontraron posada para que naciera el Hijo del Dios Altísimo, y de esa manera aquel pino que esperaba ser el lecho de un rey, se convirtió en una humilde cuna para recostar allí al Niño Dios, al Rey del Cielo y de todo el Universo que quiso nacer en ese establo.

“Ustedes piensan que el segundo pino tampoco obtuvo lo que le pedía a Dios en sus oraciones, pero ustedes se equivocan. ¿Se acuerdan que le pedía a Dios ser una gran embarcación y conocer así los mares oceanos y terminó siendo la barca para unos pescadores de un lago? Pues, en la realidad aquella barca fue la embarcación más importante que ha existido en la historia, puesto que fue en esa barca en donde el Señor nos concedió las pescas milagrosas, en esa barca Él llamó a Simón, a quien llamó Pedro y a Andrés su hermano; y junto con ellos a Santiago y a Juan, y desde esa embarcación Él predicó muchas veces a la gente cuando ellos estaban en la costa agolpados, y esa barca es la imagen de esta nuestra Iglesia que sigue conduciendo el sucesor de san Pedro, el Vicario de Cristo en la tierra: el Papa.

“Y ¿Qué piensan ustedes sobre el tercero de los pinos, el más pequeño de los tres? ¿El que quería ser un púlpito para los grandes filósofos? Pareciera que le fue muy mal al pobre, puesto que lejos de ser un púlpito terminó siendo una grotesca cruz para castigar a los malhechores,… pero en la realidad, ese tercer pino se convirtió en el púlpito más hermoso que ha existido, no fue un púlpito para grandes discursos de los sabios del mundo, pero esa cruz se convirtió en el púlpito más importante de la historia, puesto que desde allí se nos ha dado el más bello de los mensajes en la entrega generosa del Hijo de Dios, y desde esa cruz se pronunciaron las siete palabras más hermosas en los mismísimos labios de Cristo, el Hijo de Dios”.

7.- Gentil amigo:

Todavía resuena como si fuese ayer el eco en mis tímpanos de sus últimas palabras antes de concluir nuestra sesión:

“ Queridos niños, nunca se les olvide: cuando piensen que las cosas no han salido como ustedes las pidieron, quiero que recuerden que Dios tendrá siempre un proyecto mejor del que ustedes han pensado. Recuerden: Dios jamás se equivoca”.

“Nosotros esperábamos que Dios actuara así”... –han mencionado los discípulos de Emaús y mencionamos todos nosotros- ¡Pero resulta que las cosas se han desarrollado de una forma que no entendemos!

Necesitamos pedirle a Dios que nos explique cada una de las escenas difíciles de nuestra vida para que así las comprendamos con la luz cristiana.

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WebJCP | Abril 2007