Domingo de Ramos - Por EUNTES
Año A – Domingo 17.4.2011
Isaías 50,4-7 / Salmo 21 / Filipenses 2,6-11
Mateo 21,1-11: para la bendición de los ramos
Mateo 26,14-27,66: Evangelio de la Pasión.
Reflexiones
Año A – Domingo 17.4.2011
Isaías 50,4-7 / Salmo 21 / Filipenses 2,6-11
Mateo 21,1-11: para la bendición de los ramos
Mateo 26,14-27,66: Evangelio de la Pasión.
Reflexiones
En el pórtico de ingreso a la Semana Santa, que hoy comienza (Evangelio), hay una pregunta: “¿Quién es este?” (Mt 21,10). Se lo preguntaba la gente de la ciudad, alborotada, cuando Jesús entró en Jerusalén, entre los aplausos de los simpatizantes, sentado no sobre un caballo de guerra o de carrera, sino sobre una borrica alquilada… Ese ingreso fue un acontecimiento misionero, una epifanía de Jesús ante la gente. Un momento de triunfo efímero, justamente de un solo día; pero al menos sirvió para suscitar algunas preguntas sobre la identidad de Jesús. La gente tenía una respuesta precisa: «Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea» (Mt 21,11). Es una respuesta verdadera, aunque en sus labios sonaba bastante efímera, a juzgar por los comportamientos que adoptó los días siguientes. Era preferible un deseo sincero de profundizar en la identidad de ese sorprendente profeta de Nazaret. Este era el deseo expreso de algunos peregrinos griegos, que llegaron a Jerusalén y dijeron a Felipe: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12,21).
Las respuestas a la pregunta inicial las encontramos en varios textos de esta Semana especial. Una primera respuesta la da Jesús mismo, provocado por la petición de esos griegos: Él es el grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto (cf Jn 12,24). Él es el Maestro que invita a todos a seguirle para compartir su destino (cf Jn 12,26); Él es el Señor que puede afirmar: “Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). El destino universal de su muerte en la cruz, levantado de la tierra, está claramente indicado también en las variantes de los códigos antiguos: atraeré ‘todo’, ‘a todos los hombres’, ‘a cada hombre’… Su salvación es ofrecida, como un don, para todos los que, con corazón sincero, “mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37), es decir, para aquellos que, con fe, compasión, amor, miran a Cristo elevado en la cruz (cf Núm 21,8; Zac 12,10). Esta es la situación sorprendente del centurión romano y de los otros soldados paganos, que, al ver lo que pasaba, decían: “Realmente este era Hijo de Dios”. (Mt 27,54). «Jesús es realmente el Hijo de Dios, justamente porque se ha quedado en la Cruz en lugar de bajar (cf Mt 27,40.42); y mientras los judíos lo rechazan, los paganos lo reconocen. Los paganos ven lo que los judíos no ven» (Bruno Maggioni).
La clave para entender quién es este Hijo de Dios, que se hace trigo, que muere en la Cruz para atraer a todos hacia sí, nos la ofrece el evangelista Juan en la Última Cena de Jesús con sus discípulos: “Los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Es la declaración de un amor extremo, universal en el espacio y en el tiempo. Palabras que invitan a vivir la Semana Santa en dimensión universal, contemplando y anunciando a un Dios en la cruz por todos. S. Daniel Comboni había comprendido la necesidad de que sus misioneros se formasen en esta contemplación y lo encarecía en su Regla: «Fomentarán en sí esta disposición esencialísima (espíritu de sacrificio) teniendo siempre los ojos fijos en Jesucristo, amándolo tiernamente y procurando entender cada vez mejor qué significa un Dios muerto en la cruz por la salvación de las almas» (Escritos, n. 2721).
La larga narración (Evangelio) de la condena y ejecución de un inocente va mucho más allá de los acontecimientos normales: contiene la ‘Buena Noticia’ de Cristo Salvador, muerto y resucitado, que los misioneros de la Iglesia llevan por el mundo entero. De este núcleo central del Evangelio brotan opciones y actitudes fundamentales para los discípulos. Menciono una entre muchas: el rechazo de la violencia y del uso de las armas, como lo enseña Jesús a Pedro: «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá» (v. 52). Una palabra emblemática para los cristianos, que ya el apologista Tertuliano (III s.) comentaba así: “Desarmando a Pedro, Jesús ha quitado las armas de la mano a cada soldado”.
El canto del Siervo (I lectura) y, sobre todo, el himno cristológico de los Filipenses (II lectura) muestran el ciclo completo de ese Dios-hombre en la cruz: su preexistencia divina, su despojamiento voluntario, su humillación hasta la cruz, la glorificación con el nombre de Señor, ante el cual toda rodilla se ha de doblar, “para gloria de Dios Padre” (v. 11). La gloria del Padre es la meta a la que tiende toda la actividad misionera de la Iglesia. Además de la obediencia filial, el himno de los Filipenses «nos muestra también el aspecto de solidaridad con los hermanos: Cristo se ha hecho semejante a los hombres, ha asumido nuestra condición humilde; e incluso se ha hecho solidario con las personas más criminales, con los condenados a morir en la cruz» (A. Vanhoye).
El mensaje de la Pasión, aunque supone siempre una tarea cuesta arriba, es capaz de realizar el prodigio de transformar el corazón y la vida de las personas. En efecto, ante la Pasión de Jesús, nadie es un mero espectador. Cada uno es actor, juega un papel, hoy, en la Pasión que Jesús sigue viviendo en su Cuerpo místico, dentro de la familia humana. Descartados los papeles de personajes negativos (Judas, Pilato, jefes de los sacerdotes, sanedrín, muchedumbre que se deja manipular…), podemos escoger entre el papel de: Simón el Cirineo (v. 32), esposa de Pilato (v. 19), centurión (v. 54), piadosas mujeres, Magdalena, María, Juan, José de Arimatea, Nicodemo…(*) El papel más coherente con el cristiano, y en particular con el misionero, es el del Cirineo, solidario con los crucificados de la historia, portador de la salvación realizada por Jesús.
(*) “Cristo tomó sobre sí mismo la causa del hombre. Hoy renuevo este llamamiento a la nueva generación a dar testimonio con la fuerza suave y luminosa de la verdad, para que a los hombres y mujeres del tercer milenio no les falte el modelo más auténtico: Jesucristo”.
- 17/4: Beata Catalina Tekakwitha (1656-1680), virgen, indígena de Quebec (Canadá); es la primera beata ‘piel roja’ de América que sube al honor de los altares (1980).
- 18/4: Recuerdo de la apertura de la I Conferencia Afroasiática en Bandung (Indonesia, 1955), con miras a la independencia e identidad de los Países del Tercer Mundo.
- 19/4: Aniversario de la elección del Papa Benedicto XVI (2005).
- 20/4: S. Marcelino (+374), obispo: nació en África y, junto con sus dos compañeros Vicente y Donino, fue un valiente evangelizador en el sur de Francia.
- 21/4: S. Anselmo de Aosta (1033-1109), doctor de la Iglesia, monje benedictino y abad de Le Bec (Normandía); nombrado obispo de Canterbury, luchó y sufrió por la libertad de la Iglesia en Inglaterra.
- 21/4: En 1957 Pío XII publicó la encíclica misionera Fidei Donum, sobre la situación de las misiones católicas, particularmente en África, lanzando un fuerte llamado al compromiso misionero también por parte del clero diocesano.
- 23/4: S. Jorge (s. IV, en Palestina), santo popular por la lucha contra el dragón; mártir venerado desde la antigüedad por las Iglesias de Oriente y de Occidente.
- 23/4: S. Adalberto (Vojtech), obispo de Praga y mártir (956-997), intrépido misionero en Polonia y en medio de otros pueblos eslavos.
Las respuestas a la pregunta inicial las encontramos en varios textos de esta Semana especial. Una primera respuesta la da Jesús mismo, provocado por la petición de esos griegos: Él es el grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto (cf Jn 12,24). Él es el Maestro que invita a todos a seguirle para compartir su destino (cf Jn 12,26); Él es el Señor que puede afirmar: “Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). El destino universal de su muerte en la cruz, levantado de la tierra, está claramente indicado también en las variantes de los códigos antiguos: atraeré ‘todo’, ‘a todos los hombres’, ‘a cada hombre’… Su salvación es ofrecida, como un don, para todos los que, con corazón sincero, “mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37), es decir, para aquellos que, con fe, compasión, amor, miran a Cristo elevado en la cruz (cf Núm 21,8; Zac 12,10). Esta es la situación sorprendente del centurión romano y de los otros soldados paganos, que, al ver lo que pasaba, decían: “Realmente este era Hijo de Dios”. (Mt 27,54). «Jesús es realmente el Hijo de Dios, justamente porque se ha quedado en la Cruz en lugar de bajar (cf Mt 27,40.42); y mientras los judíos lo rechazan, los paganos lo reconocen. Los paganos ven lo que los judíos no ven» (Bruno Maggioni).
La clave para entender quién es este Hijo de Dios, que se hace trigo, que muere en la Cruz para atraer a todos hacia sí, nos la ofrece el evangelista Juan en la Última Cena de Jesús con sus discípulos: “Los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Es la declaración de un amor extremo, universal en el espacio y en el tiempo. Palabras que invitan a vivir la Semana Santa en dimensión universal, contemplando y anunciando a un Dios en la cruz por todos. S. Daniel Comboni había comprendido la necesidad de que sus misioneros se formasen en esta contemplación y lo encarecía en su Regla: «Fomentarán en sí esta disposición esencialísima (espíritu de sacrificio) teniendo siempre los ojos fijos en Jesucristo, amándolo tiernamente y procurando entender cada vez mejor qué significa un Dios muerto en la cruz por la salvación de las almas» (Escritos, n. 2721).
La larga narración (Evangelio) de la condena y ejecución de un inocente va mucho más allá de los acontecimientos normales: contiene la ‘Buena Noticia’ de Cristo Salvador, muerto y resucitado, que los misioneros de la Iglesia llevan por el mundo entero. De este núcleo central del Evangelio brotan opciones y actitudes fundamentales para los discípulos. Menciono una entre muchas: el rechazo de la violencia y del uso de las armas, como lo enseña Jesús a Pedro: «Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá» (v. 52). Una palabra emblemática para los cristianos, que ya el apologista Tertuliano (III s.) comentaba así: “Desarmando a Pedro, Jesús ha quitado las armas de la mano a cada soldado”.
El canto del Siervo (I lectura) y, sobre todo, el himno cristológico de los Filipenses (II lectura) muestran el ciclo completo de ese Dios-hombre en la cruz: su preexistencia divina, su despojamiento voluntario, su humillación hasta la cruz, la glorificación con el nombre de Señor, ante el cual toda rodilla se ha de doblar, “para gloria de Dios Padre” (v. 11). La gloria del Padre es la meta a la que tiende toda la actividad misionera de la Iglesia. Además de la obediencia filial, el himno de los Filipenses «nos muestra también el aspecto de solidaridad con los hermanos: Cristo se ha hecho semejante a los hombres, ha asumido nuestra condición humilde; e incluso se ha hecho solidario con las personas más criminales, con los condenados a morir en la cruz» (A. Vanhoye).
El mensaje de la Pasión, aunque supone siempre una tarea cuesta arriba, es capaz de realizar el prodigio de transformar el corazón y la vida de las personas. En efecto, ante la Pasión de Jesús, nadie es un mero espectador. Cada uno es actor, juega un papel, hoy, en la Pasión que Jesús sigue viviendo en su Cuerpo místico, dentro de la familia humana. Descartados los papeles de personajes negativos (Judas, Pilato, jefes de los sacerdotes, sanedrín, muchedumbre que se deja manipular…), podemos escoger entre el papel de: Simón el Cirineo (v. 32), esposa de Pilato (v. 19), centurión (v. 54), piadosas mujeres, Magdalena, María, Juan, José de Arimatea, Nicodemo…(*) El papel más coherente con el cristiano, y en particular con el misionero, es el del Cirineo, solidario con los crucificados de la historia, portador de la salvación realizada por Jesús.
Palabra del Papa
(*) “Cristo tomó sobre sí mismo la causa del hombre. Hoy renuevo este llamamiento a la nueva generación a dar testimonio con la fuerza suave y luminosa de la verdad, para que a los hombres y mujeres del tercer milenio no les falte el modelo más auténtico: Jesucristo”.
Benedicto XVI
Angelus en el Domingo de Ramos, 28.3.2010
Angelus en el Domingo de Ramos, 28.3.2010
Siguiendo los pasos de los Misioneros
- 17/4: Beata Catalina Tekakwitha (1656-1680), virgen, indígena de Quebec (Canadá); es la primera beata ‘piel roja’ de América que sube al honor de los altares (1980).
- 18/4: Recuerdo de la apertura de la I Conferencia Afroasiática en Bandung (Indonesia, 1955), con miras a la independencia e identidad de los Países del Tercer Mundo.
- 19/4: Aniversario de la elección del Papa Benedicto XVI (2005).
- 20/4: S. Marcelino (+374), obispo: nació en África y, junto con sus dos compañeros Vicente y Donino, fue un valiente evangelizador en el sur de Francia.
- 21/4: S. Anselmo de Aosta (1033-1109), doctor de la Iglesia, monje benedictino y abad de Le Bec (Normandía); nombrado obispo de Canterbury, luchó y sufrió por la libertad de la Iglesia en Inglaterra.
- 21/4: En 1957 Pío XII publicó la encíclica misionera Fidei Donum, sobre la situación de las misiones católicas, particularmente en África, lanzando un fuerte llamado al compromiso misionero también por parte del clero diocesano.
- 23/4: S. Jorge (s. IV, en Palestina), santo popular por la lucha contra el dragón; mártir venerado desde la antigüedad por las Iglesias de Oriente y de Occidente.
- 23/4: S. Adalberto (Vojtech), obispo de Praga y mártir (956-997), intrépido misionero en Polonia y en medio de otros pueblos eslavos.
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