II Domingo de Pascua (Jn 20,19-31) - Ciclo A
1.- Hubo un tiempo en que esta palabra y lo que significa, se puso de moda entre muchos jóvenes entusiastas. Soñaron vivir juntos en un piso común, siguiendo el espíritu que el texto de la primera lectura del presente domingo describe. Algunos precavidos, ensayaron pasando un corto periodo juntos, en un piso que les pudieron dejar. La idea de resucitar la primera comunidad cristiana, que el libro de los Hechos de los Apóstoles describe, simple a primera vista, ilusionó a muchos. En general, estas pruebas duraron poco. Pienso yo que la causa del aparente fracaso, se debió a creerse que eran singulares, a querer hacer por sistema todo diferente, a empezar por pretender poner en común las propiedades, antes que los corazones y sentimientos y a no someterse a sincero y periódico examen. Decía aparente, porque entre los que se juntaban, la mayor parte de ellos pretendían con sinceridad ser fieles a las inspiraciones del Maestro y ponerlas en práctica con signos actuales, aunque estuvieran privados de espectacularidad, aunque exigieran mucha humildad. Y, al comprobar que en este invento no lo conseguían, derivaron a comunidades que aun siendo modernas, habían sido probadas por la adversidad y templadas por la oración, el ayuno y la limosna (generosidad) cimientos estos que no pueden faltar en ningún proyecto y realización.
2.- Pero, mis queridos jóvenes lectores, no os desaniméis nunca. Puede uno reconocer su incapacidad y su experiencia escarmentada y, no obstante, volver a empezar, constituyéndose con generosidad, sinceridad y esperanza, en lo que yo llamo “comunidad fluctuante”. El agua de un lago de alta montaña es maravillosa y su paisaje encantador, pero la corriente de un arroyo o riachuelo, que baja raudo, transparente y poblado de truchas o salmones, es asombrosamente bella. Así son vuestros proyectos, cuando surgen de una respuesta a un Dios que tiene asignado para cada uno un papel en el “gran teatro del mundo”. Vuestras reuniones, vuestras empresas, vuestras incorporaciones a ONGs de confianza, pueden ser el primer paso para acercaros al casting de la santidad.
3.- En la lectura evangélica podríamos distinguir dos partes o aspectos. Os advierto para empezar, que observéis que en esta narración, como en otras, se señala que ocurrió en domingo, que en aquel tiempo se le llamaba el día del sol, pero que el fiel recordaba que era el de la Resurrección. De aquí que entonces y ahora, lo debemos distinguir y diferenciar de los otros días de la semana. El Señor resucitado les saluda y les ofrece un regalo: les concede la potestad de perdonar. Tal vez hoy deberíamos decir de indultar. Os lo advierto, porque observaréis que algunos dicen: yo no tengo porqué ir a contar nada a ningún cura, me entiendo directamente con Dios. Allá ellos. Imagino que es algo así como si uno dijera que cuando le ponen una multa, acude directamente al Jefe de Estado para que se la quite. Otro, más realista, se procurará un contacto personal con alguna autoridad del “correspondiente organismo de tráfico” para solicitar su condonación. Imaginaos que esa tal persona gozase de poder de hacerlo y, para más inri, se tratase de un familiar íntimo. ¡Qué gozada! Remacho el clavo. Jesús da poder de perdonar al pecador, no de ponerle multas.
4.- En la segunda parte aparece el hecho de la ausencia primero, y la presencia después, de Tomás. Tengo la impresión de que en el grupo de los Apóstoles, después de los tres predilectos, Pedro, Juan y Santiago, ocupaba un lugar preeminente este “científico” e intermediario compañero. Lo llamo así porque se le menciona en seis o siete ocasiones y porque su actitud en este episodio, es característica del investigador, que para ser fiel a su labor exige pruebas. Fiel a su idiosincrasia, arrancó del Maestro una bienaventuranza que tal vez había olvidado durante sus andanzas por tierras galileas. Sí, felices los pobres, los perseguidos, los desafortunados… Pero felices también los que se arriesgan a aceptar la Fe, que no es moco de pavo. La Fe, no lo olvidéis, no es evidencia, estar seguro, tener pruebas de laboratorio. La Fe es estar convencido y arriesgarlo todo, incluso la vida, si es preciso.
2.- Pero, mis queridos jóvenes lectores, no os desaniméis nunca. Puede uno reconocer su incapacidad y su experiencia escarmentada y, no obstante, volver a empezar, constituyéndose con generosidad, sinceridad y esperanza, en lo que yo llamo “comunidad fluctuante”. El agua de un lago de alta montaña es maravillosa y su paisaje encantador, pero la corriente de un arroyo o riachuelo, que baja raudo, transparente y poblado de truchas o salmones, es asombrosamente bella. Así son vuestros proyectos, cuando surgen de una respuesta a un Dios que tiene asignado para cada uno un papel en el “gran teatro del mundo”. Vuestras reuniones, vuestras empresas, vuestras incorporaciones a ONGs de confianza, pueden ser el primer paso para acercaros al casting de la santidad.
3.- En la lectura evangélica podríamos distinguir dos partes o aspectos. Os advierto para empezar, que observéis que en esta narración, como en otras, se señala que ocurrió en domingo, que en aquel tiempo se le llamaba el día del sol, pero que el fiel recordaba que era el de la Resurrección. De aquí que entonces y ahora, lo debemos distinguir y diferenciar de los otros días de la semana. El Señor resucitado les saluda y les ofrece un regalo: les concede la potestad de perdonar. Tal vez hoy deberíamos decir de indultar. Os lo advierto, porque observaréis que algunos dicen: yo no tengo porqué ir a contar nada a ningún cura, me entiendo directamente con Dios. Allá ellos. Imagino que es algo así como si uno dijera que cuando le ponen una multa, acude directamente al Jefe de Estado para que se la quite. Otro, más realista, se procurará un contacto personal con alguna autoridad del “correspondiente organismo de tráfico” para solicitar su condonación. Imaginaos que esa tal persona gozase de poder de hacerlo y, para más inri, se tratase de un familiar íntimo. ¡Qué gozada! Remacho el clavo. Jesús da poder de perdonar al pecador, no de ponerle multas.
4.- En la segunda parte aparece el hecho de la ausencia primero, y la presencia después, de Tomás. Tengo la impresión de que en el grupo de los Apóstoles, después de los tres predilectos, Pedro, Juan y Santiago, ocupaba un lugar preeminente este “científico” e intermediario compañero. Lo llamo así porque se le menciona en seis o siete ocasiones y porque su actitud en este episodio, es característica del investigador, que para ser fiel a su labor exige pruebas. Fiel a su idiosincrasia, arrancó del Maestro una bienaventuranza que tal vez había olvidado durante sus andanzas por tierras galileas. Sí, felices los pobres, los perseguidos, los desafortunados… Pero felices también los que se arriesgan a aceptar la Fe, que no es moco de pavo. La Fe, no lo olvidéis, no es evidencia, estar seguro, tener pruebas de laboratorio. La Fe es estar convencido y arriesgarlo todo, incluso la vida, si es preciso.
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