Trae tu mano…
Tomás, nuestro alter ego, cuántos de nosotros somos Tomás. Cuántos necesitamos pruebas, signos, evidencias,… cuántos no queremos abrirnos a la sencillez de creer en un Dios vivo entre nosotros. ¡Cómo puede ser que Dios esté vivo!
Por coincidencias de la vida, Tomás, el mellizo, no estaba la primera vez que Jesús se aparece a los discípulos, y no quiere creer lo que sus ojos niegan, lo que sus oídos no escucharon, no puede creer lo que sus amigos le decían: «Hemos visto al Señor. Será posible que veáis visiones a estas alturas de la película, no hemos sufrido ya bastante... A ese que llamáis Señor le hemos visto todos clavado en un madero, ese que traía la salvación del mundo, en el que yo tanto creía, ha acabado de la peor de las formas posibles, ajusticiado por el poder romano y religioso judío, siendo motivo de risa y escarnio para los judíos y para los soldados romanos,… Cómo duele el corazón, cómo me duele haber visto a Jesús, ahí sangrando, desfigurado, crucificado, cómo duele este vacío y esta decepción…Señor, tú que parecías el Mesías…, y tuvimos que ser testigos de tu inmolación, todavía conservo en la retina esos clavos que se clavaban en tus brazos y piernas, que a la par se iban introduciéndose en mis entrañas un poco más a cada martillazo que rompía tu cuerpo y te resquebrajaba vivo, todavía puedo oír los sonidos del dolor: el martilleo de los clavos, las risas y juegos de los romanos repartiéndose tus ropas, los sollozos de las mujeres,… todavía siento que puedo verte ahí, pidiendo agua, recibiendo vinagre, todavía me asusto al descubrir una lanza dirigiéndose a tu costado, todavía lloro, Jesús…¿dónde estás? No, no voy a creerme cualquier cosa, no estoy dispuesto a participar de esta ensoñación colectiva, yo no, ya no.
Ocho días más tarde, se produce de nuevo el encuentro. Jesús vuelve para confirmarles que era Él, que ha resucitado. Y se dirige a su amigo Tomás, va directo «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente querido Tomás», imagino que Jesús acarició la cara de Tomás: cree amigo, cree, que si crees todo ese dolor no fue en vano. Tomás, toca mis heridas si es lo que necesitas, sé que son compartidas, trae tu dedo y también tus manos, y hurga en ellas, mételas en mi costado… si necesitabas sentirlas, palparlas, aquí las tienes. Estas mis heridas, son las tuyas, las de cada uno de mis discípulos, las de tantos y tantos hombres y mujeres, estas son las heridas abiertas de un mundo sufriente, de todos los que lloran.
Tomás el incrédulo había puesto una excusa para no creer, una condición imposible, una locura increíble: tocar las heridas de Dios. Y Jesús se atiene a ella con ternura: Trae tu mano Tomás, ¡cómo no te voy a dejarte manosear mis heridas! Dame tu mano y déjate guiar por la mía, ¡qué locura la de Dios que guía la mano del hombre hasta ellas, por si en el último momento nos diera “cosa” la experiencia fuerte de tocarle las entrañas! Guiado por mis manos agujereadas, pasa con ternura tus dedos sobre el borde de la herida en mi pecho. No temas, amigo, yo te guío. Ese es Jesús, está dispuesto a dejarse tocar por nosotros, a que le toquemos las entrañas. Si dejo llevar mi mano hacia ellas, me dejaré tocar las mías, y esa experiencia sanadora será transformadora.
Y qué puede decir Tomás ante esta experiencia: Tú que te dejas tocar tus heridas, que siendo Dios accedes a la descabellada pretensión de dejarte tocar el costado. Tú que me guías la mano hacia ti, ¿Cómo no creer? aunque tenga tantas resistencias internas para creerte, no puedo dejar de saber que Vives, no puedo no reconocerte como Dios, pues nadie más que Dios me hubiera dicho trae la mano, tócame y cree Tomás, cree, cuántas veces te lo tendré que seguir repitiendo.
Ante esa experiencia, Tomás, indefenso, desbancadas todas sus barreras racionales, rotas todas sus protecciones, ya no puede ocultar sus heridas, su decepción, su dolor, ya no quiere aferrarse a su incredulidad. Tomás no puede más que decir: «¡Señor mío y Dios mío!»
HECHOS DE LOS APOSTOLES 2,42 47
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida en común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
I PEDRO 1,3 9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
JUAN 20,19 31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
PRIMERA LECTURA
Lucas habla en los primeros capítulos de Hechos de la vida de la primera comunidad. Pero no hace una crónica histórica, sino otra cosa.
Estos versículos son uno de los sumarios frecuentes tanto en el Tercer Evangelio como en Hechos. Es un género literario bien conocido.
El texto, en su aparente sencillez puede inducir a error. Ello ocurre cuando se toma como una narración de las circunstancias concretas de la vida de los primeros cristianos. Y eso es una equivocación. El autor de Hechos no está contándonos aquí la historia de esos primeros tiempos sino hace una idealización, por lo cual no se ha de tomar al pie de la letra y deprimirse pensando que, de aquellos tiempos a los actuales, sólo hemos decaído. No. La comunidad de Jerusalén tenía parecidos rasgos a las siguientes (cfr. Hc 5,1-1l, sobre todo el v. 4; 6,1 y ss), etc.
El sentido principal del texto es claro que toda comunidad cristiana ha de vivir como se dice en esas líneas: fraternidad, vida de oración, unión, comunidad de bienes, ayuda mutua... Esto sigue siendo igualmente válido lo hicieran o no nuestros predecesores. La visión histórica del mensaje puede producir los mencionados efectos depresivos e impedir que seamos creativos para imaginar las formas actuales que hagan posible vivir hoy lo que siempre ha de vivirse.
SEGUNDA LECTURA
Este escrito es globalmente una exhortación a cristianos que viven entre persecuciones y dificultades y que contiene abundantes alusiones a teología bautismal. El tono es exhortativo.
El autor no es Pedro, sino se trata de una pseudonimia corriente en el NT.
Comienza con una doxología que recuerda el hecho fundamental de la Resurrección, la cual ha producido entre quienes la acepta una vida nueva y una total transformación.
El cristiano vive en esta situación fundamental y ha de ser consciente de ella, aun cuando las circunstancias externas no sean favorables. Más aún, en esos momentos le resultará más necesario concienciar su real ser conseguido en y por Jesucristo. Las pruebas externas servirán para aquilatar su fe. Aquilatarla no tanto ante Dios, que ya lo conoce bien, sino ante uno mismo, la comunidad y los de fuera. Le harán consciente de los posibles fallos y también de los logros en esa vida, provenientes del Señor, de su fuerza activa en nosotros que nos fiamos de Él.
Ciertamente el protagonista es Jesucristo. Persona con la que tenemos contacto no sensible, sino a través de la fe. Los destinatarios de la carta no eran contemporáneos del Señor, sino se parecen a nosotros. Pero de ellos valen los bellos versículos 8 y 9.
Lo que aquí se dice no sirve sólo para cristianos en la privilegiada situación de las primeras generaciones, sino para todos. Lo que era válido para ellos lo sigue siendo para nosotros.
EVANGELIO
1. Aclaraciones al texto
V.19 Día primero de la semana: domingo, día del Señor resucitado.
V.20 Los judíos. No es sinónimo de pueblo judío. La expresión no tiene connotación étnica sino religiosa: judíos que no aceptaban que Jesús fuera el Mesías y el Hijo de Dios. A los judíos se contraponen los discípulos, judíos que reconocían en Jesús al Mesías y al Hijo de Dios.
V.21 Paz a vosotros. Es más que un simple saludo. La paz de Jesús no es la ausencia de guerra, ni el final de una tensión psicológica, ni una sensación de bienestar; es fuerza salvadora, que da entereza al discípulo y lo libera del miedo a las amenazas por su condición de discípulo.
2. Texto
Jesús resucitado en medio de sus discípulos: el mismo Jesús que había sido crucificado y que había muerto.
Jesús está entre sus discípulos para hacerles tomar conciencia de la función que van a tener a partir de ahora: enviados suyos, al igual que él lo ha sido del Padre; enviados con la misma capacidad de perdón que él ha tenido.
Jesús resucitado en medio de sus discípulos para hacerles saber que también pueden creer en él quienes no hayan convivido con él: Dichosos los que crean sin haberme visto.
El autor del cuarto evangelio es consciente de esta posibilidad y por ello mismo ha escrito su evangelio. El final del texto de hoy es la dedicatoria del autor a cuantos creemos en Jesús sin haber convivido con él, sin haberlo visto.
3.Comprensión actualizante
Creemos fundamentados sólidamente en quienes convivieron con Jesús. Sólo ellos podían garantizar que el Jesús resucitado era el mismo Jesús con el que habían convivido y al que habían visto morir.
Ser cristiano es descubrir en Jesús al Hijo de Dios y creer en Él. Ello genera una actitud existencial sin los miedos s radicales humanos; una manera de ser y de vivir distinta; una fuerza vital desbordante. Ser cristiano es una dicha y una inmensa alegría.
Ser cristiano implica mantener viva y operante la presencia de Jesús y del Padre, su gracia, su perdón. Ser cristiano, en definitiva, es ser otro Cristo.
Renacidos a una esperanza viva
En este segundo domingo de Pascua, llamado de la Divina Misericordia, somos invitados a la cercanía de Dios mediante la presencia de su Hijo, que vive para siempre.
Sabemos que uno empieza a ser cristiano no por una teoría, o unas palabras vacías, o un conjunto de normas. No. El encuentro con una persona, Jesucristo, es el inicio de esta apasionante aventura de ser seguidor de Jesucristo, muerto y resucitado, que pasó haciendo el bien.
Descubrimos en Él, que la misericordia de Dios no es una farsa, o una burla al hombre, todo lo contrario. En Cristo se nos ha mostrado no sólo qué pasos hay que dar, sino también hacia dónde nos conducen esos pasos, es decir la meta de nuestro itinerario de fe en Jesús. Dios Padre nos ha mostrado la esperanza viva a la que hemos renacido por medio de la resurrección de Cristo. Una esperanza de la que participamos por el bautismo y la fe en Cristo, ya aquí en este mundo, pero una esperanza que sólo al final de nuestros días, en la presencia definitiva de nuestro Padre Dios, podremos disfrutar en toda su amplitud, sin recortes ni sobresaltos.
Un encuentro que transforma toda la vida
Al Dios que nos habla en Jesucristo, le respondemos por la fe. Creemos en Jesús. Queremos que esa fe en su persona impregne y oriente los diversos ámbitos y dimensiones de nuestra propia vida. Que nada en nosotros quede al margen de este encuentro, de esta relación con el resucitado. Creer en Él es sinónimo de tener vida. Ojala que no nos conformemos con una vida mediocre, anodina, sin color ni calor. Jesucristo es la respuesta a nuestros anhelos de vida plena y real.
El encuentro de Jesús con sus discípulos vemos como provoca la paz, el perdón, la alegría, el envío del Espíritu Santo. La presencia del resucitado hace posible esto y mucho más: la unidad, la caridad, el testimonio de la propia vida…
Comunidades cristianas que favorecen el encuentro con Jesucristo
Somos invitados a ese encuentro con Jesús. Encuentro personal sí, pero también comunitario. Es en el grupo de los que creen en Jesús, donde es posible ese encuentro con él, a través de la Palabra, la Caridad, la celebración de la Fe, la Oración, la comunión de vida. Un encuentro que ensancha nuestras posibilidades vitales, nuestros horizontes necesitados de sentido.
Hagamos de nuestras comunidades cristianas, parroquiales, diocesanas un ámbito propicio de encuentro fundante con el Resucitado. La relación estrecha y permanente con Él es el motor y la brújula de nuestra andadura como discípulos y testigos de Jesucristo, en este tiempo, en el aquí y ahora.
Para actuar en nombre de Jesús ya sea a través de la Caridad, o de la celebración de los Sacramentos, o del anuncio de la Palabra, o de la unidad entre nosotros, es necesario que estemos con él. Actuar en nombre de Jesús, pero sin olvidarlo a Él. Estar con Él, unidos a Él para actuar como Él, desde Él.
No pongamos obstáculos a la acción de Dios en nosotros. Hoy en este día, en el que en Roma, es beatificado el Papa Juan Pablo II, podemos recordar muchas de sus palabras, pero que mejor que traer a nuestra memoria la invitación que hizo a todos a contar con Cristo, siempre, sin temor alguno: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid, y aun de par en par, las puertas a Cristo!” (Homilía del Papa Juan Pablo II en el comienzo de su Pontificado, 22 de octubre de 1978). Dejemos vía libre a la acción del Espíritu de Jesucristo en nosotros. Que Él haga de nosotros, de nuestras comunidades, unos testigos convencidos y gozosos, que se mueven confiados en un amor que no tiene fin, y que se nos ha mostrado en Jesucristo.
Hablar de Cristo al hombre real y concreto
En ocasiones pueden asaltarnos las dudas como a Tomás, o a veces tendemos a idealizar tanto la vida comunitaria y eclesial, como las mismas características de la sociedad y la cultura en la que vivimos. El encuentro con el resucitado nos ayuda a despejar las dudas, desde la confianza en Él. Y además purifica nuestra mirada para que seamos sinceros y realistas en nuestros análisis y valoraciones, y podamos por un lado, definir cómo es la persona a la que hoy debemos anunciarle a Cristo, y por otro, como hacer este anuncio para que esa persona descubra en toda su riqueza a Cristo, que llama al hombre a una existencia plena, a través de la relación de fe con Él.
Sigamos celebrando la Eucaristía. Damos gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Que la participación en la mesa pascual fortalezca nuestra fe en Jesús, y nos lleve a continuar su misión en esta sociedad.
-La afirmación de Jesús puede sorprender. Deseamos ver, comprender, conocer… sin embargo, Jesús nos pide que nos fiemos de Él independientemente de nuestras ideas. El seguimiento de Jesús no configura una ideología. ¿Cómo seguimos a Jesús, desde el corazón o desde la cabeza?
-Juan añade una nueva Bienaventuranza a las tradicionales y la conclusión de ésta es que los que crean así tendrán vida eterna. La fe se tiene que basar en la confianza interpersonal, esa misma que nos hace abrir nuestro corazón a los amigos. Como la relación con nuestros amigos, la fe en Jesús se purificará con el tiempo.
Dios misericordioso, tú has resucitado de entre los muertos a tu Hijo muy amado, Jesucristo. Infunde en nosotros la fuerza del Espíritu, para que permanezcamos unidos en el amor, y estemos dispuestos a ser evangelio tuyo en medio de las personas que pones a nuestro lado a cada momento.
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Sentados a tu mesa, Señor, ponemos ante ti, nuestras dudas y certezas, nuestras idas y venidas de tu lado, nuestros gozos y sinsabores, nuestros trabajos y decepciones. Renueva en nosotros, con la fuerza de tu Espíritu, nuestra fe en ti. Danos siempre tu Cuerpo y Sangre Señor, hasta que un día podamos contemplarte cara a cara por siempre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
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Te damos gracias, Padre, Dios misericordioso, porque en tu Hijo Jesucristo,
nos has mostrado la esperanza definitiva a la que tú nos llamas.
Tú has resucitado a Jesús, Señor nuestro, de la muerte,
y por la fe en él, quieres que tengamos vida abundante.
Ayúdanos, Señor, a contemplar nuestras comunidades cristianas con ojos de Pascua, que las huellas de la Pasión y de las muertes diarias no oculten la vida nueva, que tú nos ofreces en Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación.
Que las dificultades, sufrimientos, divisiones y desánimos nos lleven a un seguimiento más fiel, a una fe más auténtica, a un testimonio más vivo y gozoso de Jesucristo, vida y esperanza nuestra, dejándonos animar y renovar por tu Santo Espíritu.
Señor, Ilumina nuestro caminar en pos tuyo,
para que ofrezcamos a los hombres y mujeres de este tiempo,
los frutos del encuentro contigo, ya resucitado.
Que experimenten la paz, la unidad y la alegría de vivir desde ti en este mundo hasta que llegue el momento de gozar en tu presencia,
de forma ya plena de la esperanza viva
a la que nos has hecho nacer de nuevo por medio de tu Pascua.
------------------------------------
Gracias, Señor, por alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, nuestra paz. Te pedimos que nos ayudes para que este Pan de vida que hemos recibido nos empuje a a vivir según tu Palabra, y así podamos ser reconocidos por nuestros hermanos, como hijos tuyos, como discípulos de tu Hijo Jesús, por nuestra vida de fe y caridad, de esperanza y de unidad, de paz y alegría. Por Jesucristo, nuestro Señor.
MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a esta eucaristía, a este encuentro con el Señor Jesús, muerto y resucitado, en este domingo del tiempo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia. Dios Padre nos ha mostrado su misericordia hacia nosotros de una forma palpable: a través de su Hijo Jesús.
Queremos participar de esta vida resucitada. Como comunidad de discípulos de Jesús, el Espíritu del Señor nos reúne, para tener vida en Él, y poder dar después razón de nuestra esperanza.
Que en medio de la vida diaria, y en nombre del Señor Jesús, mostremos los frutos de la Pascua: la fe, la unidad, la caridad, el perdón, el gozo y la paz.
SALUDO
Hermanos: Que la misericordia de Dios Padre, la vida nueva de Cristo Resucitado y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
ACTO PENITENCIAL
Dios en su gran misericordia nos ha hecho hijos suyos a través de su Hijo Jesucristo. Miramos ahora con serenidad nuestra vida y reconocemos nuestros pecados. Confiando en su amor fiel le pedimos perdón.
- Porque dudamos de tu presencia a nuestro lado. Señor, ten piedad.
- Porque en ocasiones separamos la comunión contigo de la unión con los hermanos y de la caridad. Cristo, ten piedad.
- Porque no testimoniamos la esperanza viva que eres Tú. Señor, ten piedad
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
La vida de la primera comunidad cristiana gira en torno a la escucha de la enseñanza de los apóstoles, la vida en común, la caridad, la eucaristía, la oración. Cada uno de estos aspectos de la vida eclesial está animado por el Espíritu de Jesús. Cristo está en el origen de la vida en común, de la vida de fe. Pero también es camino y meta de la vida cristiana: somos llamados a dar testimonio de Jesús, muerto y resucitado.
SALMO RESPONSORIAL (Sal. 117)
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Dios Padre, por medio de la resurrección de Cristo, ha hecho posible que nosotros participemos de esa esperanza viva, de esa vida nueva. Aquí está el fundamento de nuestra fe, y por eso también la razón de la alabanza a Dios, y de nuestro gozo, aun en medio de dificultades. La fe en Jesucristo resucitado se convierte en medio de salvación
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
La presencia del Señor resucitado en medio de sus discípulos, fortalece su fe. Su cercanía los llena de alegría, y reciben su paz. Creer en él es tener vida. Serán ellos, sus discípulos, la comunidad eclesial, los continuadores de la misión de Jesús en medio del mundo. Para ello la fuerza del Espíritu Santo les animará y guiará en esta tarea.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Dios Padre, en su Hijo Jesucristo, nos llama para ser testigos y discípulos de su Reino. Le presentamos con confianza nuestras suplicas. Diremos: Danos tu Espíritu, Señor.
-Por la Iglesia, para que guiada por la fe en Jesucristo y animada por esta esperanza viva ayude a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a participar de la vida nueva que Dios Padre nos ofrece en Cristo resucitado. Oremos.
-Por los que rigen los destinos de los pueblos para que tengan en cuenta en sus programas y acciones el desarrollo integral y los derechos de todos los trabajadores. Oremos.
-Por los que viven agobiados, por aquellos que sufren la violencia en sus distintas manifestaciones, por los que no tienen un trabajo digno, por los que sufren por el olvido de los demás, para que en su vida se muestra la vida nueva de la Pascua de Cristo. Oremos
-Por todos los que estamos participando, en esta Eucaristía, para que no vivamos ajenos a los problemas de los que nos rodean. Para que nuestra fe en Jesús nos empuje a vivir unidos en su nombre y a ser continuadores de su misión. Oremos.
Oración: Padre y Dios nuestro atiende nuestras súplicas. Ayúdanos a abrir de par en par las puertas de nuestra vida a tu Hijo Jesucristo, porque sólo en él está la vida auténtica y la paz que no se agota. Él que vive y reina por los siglos de los siglos
Entrada: Alegre la mañana; Aleluya, aleluya, es la fiesta del Señor; Canta con júbilo, del casete "Cantos para participar y vivir la Misa"; Jesús, nuestra Pascua (1 CLN 216).
(Si se hace la aspersión del agua, pueden utilizarse cantos como A las fuentes de agua viva o el canto Un solo Señor de Deiss).
Salmo: Este es el día en que actuó el Señor (eligiendo la estrofa que más corresponda al día).
Aleluya: Aleluya gregoriano pascual
Ofertorio: Resucitó el Señor (1 CLN 205).
Santo: 1 CLN 1 8.
Paz: Cristo es nuestra paz, del disco "Viviremos con El".
Comunión: El Señor nos ha reunido junto a El, de Kairoi; Danos un corazón (1 CLN 718); Tan cerca de mí, de Luis Alfredo Díaz; Creo en Jesús, del disco "Dios libertador".
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
Por coincidencias de la vida, Tomás, el mellizo, no estaba la primera vez que Jesús se aparece a los discípulos, y no quiere creer lo que sus ojos niegan, lo que sus oídos no escucharon, no puede creer lo que sus amigos le decían: «Hemos visto al Señor. Será posible que veáis visiones a estas alturas de la película, no hemos sufrido ya bastante... A ese que llamáis Señor le hemos visto todos clavado en un madero, ese que traía la salvación del mundo, en el que yo tanto creía, ha acabado de la peor de las formas posibles, ajusticiado por el poder romano y religioso judío, siendo motivo de risa y escarnio para los judíos y para los soldados romanos,… Cómo duele el corazón, cómo me duele haber visto a Jesús, ahí sangrando, desfigurado, crucificado, cómo duele este vacío y esta decepción…Señor, tú que parecías el Mesías…, y tuvimos que ser testigos de tu inmolación, todavía conservo en la retina esos clavos que se clavaban en tus brazos y piernas, que a la par se iban introduciéndose en mis entrañas un poco más a cada martillazo que rompía tu cuerpo y te resquebrajaba vivo, todavía puedo oír los sonidos del dolor: el martilleo de los clavos, las risas y juegos de los romanos repartiéndose tus ropas, los sollozos de las mujeres,… todavía siento que puedo verte ahí, pidiendo agua, recibiendo vinagre, todavía me asusto al descubrir una lanza dirigiéndose a tu costado, todavía lloro, Jesús…¿dónde estás? No, no voy a creerme cualquier cosa, no estoy dispuesto a participar de esta ensoñación colectiva, yo no, ya no.
Ocho días más tarde, se produce de nuevo el encuentro. Jesús vuelve para confirmarles que era Él, que ha resucitado. Y se dirige a su amigo Tomás, va directo «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente querido Tomás», imagino que Jesús acarició la cara de Tomás: cree amigo, cree, que si crees todo ese dolor no fue en vano. Tomás, toca mis heridas si es lo que necesitas, sé que son compartidas, trae tu dedo y también tus manos, y hurga en ellas, mételas en mi costado… si necesitabas sentirlas, palparlas, aquí las tienes. Estas mis heridas, son las tuyas, las de cada uno de mis discípulos, las de tantos y tantos hombres y mujeres, estas son las heridas abiertas de un mundo sufriente, de todos los que lloran.
Tomás el incrédulo había puesto una excusa para no creer, una condición imposible, una locura increíble: tocar las heridas de Dios. Y Jesús se atiene a ella con ternura: Trae tu mano Tomás, ¡cómo no te voy a dejarte manosear mis heridas! Dame tu mano y déjate guiar por la mía, ¡qué locura la de Dios que guía la mano del hombre hasta ellas, por si en el último momento nos diera “cosa” la experiencia fuerte de tocarle las entrañas! Guiado por mis manos agujereadas, pasa con ternura tus dedos sobre el borde de la herida en mi pecho. No temas, amigo, yo te guío. Ese es Jesús, está dispuesto a dejarse tocar por nosotros, a que le toquemos las entrañas. Si dejo llevar mi mano hacia ellas, me dejaré tocar las mías, y esa experiencia sanadora será transformadora.
Y qué puede decir Tomás ante esta experiencia: Tú que te dejas tocar tus heridas, que siendo Dios accedes a la descabellada pretensión de dejarte tocar el costado. Tú que me guías la mano hacia ti, ¿Cómo no creer? aunque tenga tantas resistencias internas para creerte, no puedo dejar de saber que Vives, no puedo no reconocerte como Dios, pues nadie más que Dios me hubiera dicho trae la mano, tócame y cree Tomás, cree, cuántas veces te lo tendré que seguir repitiendo.
Ante esa experiencia, Tomás, indefenso, desbancadas todas sus barreras racionales, rotas todas sus protecciones, ya no puede ocultar sus heridas, su decepción, su dolor, ya no quiere aferrarse a su incredulidad. Tomás no puede más que decir: «¡Señor mío y Dios mío!»
ELENA GASCÓN
elena@dabar.net
elena@dabar.net
DIOS HABLA
HECHOS DE LOS APOSTOLES 2,42 47
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida en común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
I PEDRO 1,3 9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
JUAN 20,19 31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
EXEGESIS
PRIMERA LECTURA
Lucas habla en los primeros capítulos de Hechos de la vida de la primera comunidad. Pero no hace una crónica histórica, sino otra cosa.
Estos versículos son uno de los sumarios frecuentes tanto en el Tercer Evangelio como en Hechos. Es un género literario bien conocido.
El texto, en su aparente sencillez puede inducir a error. Ello ocurre cuando se toma como una narración de las circunstancias concretas de la vida de los primeros cristianos. Y eso es una equivocación. El autor de Hechos no está contándonos aquí la historia de esos primeros tiempos sino hace una idealización, por lo cual no se ha de tomar al pie de la letra y deprimirse pensando que, de aquellos tiempos a los actuales, sólo hemos decaído. No. La comunidad de Jerusalén tenía parecidos rasgos a las siguientes (cfr. Hc 5,1-1l, sobre todo el v. 4; 6,1 y ss), etc.
El sentido principal del texto es claro que toda comunidad cristiana ha de vivir como se dice en esas líneas: fraternidad, vida de oración, unión, comunidad de bienes, ayuda mutua... Esto sigue siendo igualmente válido lo hicieran o no nuestros predecesores. La visión histórica del mensaje puede producir los mencionados efectos depresivos e impedir que seamos creativos para imaginar las formas actuales que hagan posible vivir hoy lo que siempre ha de vivirse.
FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net
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SEGUNDA LECTURA
Este escrito es globalmente una exhortación a cristianos que viven entre persecuciones y dificultades y que contiene abundantes alusiones a teología bautismal. El tono es exhortativo.
El autor no es Pedro, sino se trata de una pseudonimia corriente en el NT.
Comienza con una doxología que recuerda el hecho fundamental de la Resurrección, la cual ha producido entre quienes la acepta una vida nueva y una total transformación.
El cristiano vive en esta situación fundamental y ha de ser consciente de ella, aun cuando las circunstancias externas no sean favorables. Más aún, en esos momentos le resultará más necesario concienciar su real ser conseguido en y por Jesucristo. Las pruebas externas servirán para aquilatar su fe. Aquilatarla no tanto ante Dios, que ya lo conoce bien, sino ante uno mismo, la comunidad y los de fuera. Le harán consciente de los posibles fallos y también de los logros en esa vida, provenientes del Señor, de su fuerza activa en nosotros que nos fiamos de Él.
Ciertamente el protagonista es Jesucristo. Persona con la que tenemos contacto no sensible, sino a través de la fe. Los destinatarios de la carta no eran contemporáneos del Señor, sino se parecen a nosotros. Pero de ellos valen los bellos versículos 8 y 9.
Lo que aquí se dice no sirve sólo para cristianos en la privilegiada situación de las primeras generaciones, sino para todos. Lo que era válido para ellos lo sigue siendo para nosotros.
FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net
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EVANGELIO
1. Aclaraciones al texto
V.19 Día primero de la semana: domingo, día del Señor resucitado.
V.20 Los judíos. No es sinónimo de pueblo judío. La expresión no tiene connotación étnica sino religiosa: judíos que no aceptaban que Jesús fuera el Mesías y el Hijo de Dios. A los judíos se contraponen los discípulos, judíos que reconocían en Jesús al Mesías y al Hijo de Dios.
V.21 Paz a vosotros. Es más que un simple saludo. La paz de Jesús no es la ausencia de guerra, ni el final de una tensión psicológica, ni una sensación de bienestar; es fuerza salvadora, que da entereza al discípulo y lo libera del miedo a las amenazas por su condición de discípulo.
2. Texto
Jesús resucitado en medio de sus discípulos: el mismo Jesús que había sido crucificado y que había muerto.
Jesús está entre sus discípulos para hacerles tomar conciencia de la función que van a tener a partir de ahora: enviados suyos, al igual que él lo ha sido del Padre; enviados con la misma capacidad de perdón que él ha tenido.
Jesús resucitado en medio de sus discípulos para hacerles saber que también pueden creer en él quienes no hayan convivido con él: Dichosos los que crean sin haberme visto.
El autor del cuarto evangelio es consciente de esta posibilidad y por ello mismo ha escrito su evangelio. El final del texto de hoy es la dedicatoria del autor a cuantos creemos en Jesús sin haber convivido con él, sin haberlo visto.
3.Comprensión actualizante
Creemos fundamentados sólidamente en quienes convivieron con Jesús. Sólo ellos podían garantizar que el Jesús resucitado era el mismo Jesús con el que habían convivido y al que habían visto morir.
Ser cristiano es descubrir en Jesús al Hijo de Dios y creer en Él. Ello genera una actitud existencial sin los miedos s radicales humanos; una manera de ser y de vivir distinta; una fuerza vital desbordante. Ser cristiano es una dicha y una inmensa alegría.
Ser cristiano implica mantener viva y operante la presencia de Jesús y del Padre, su gracia, su perdón. Ser cristiano, en definitiva, es ser otro Cristo.
ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net
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NOTAS PARA LA HOMILIA
RECONOCIENDO AL RESUCITADO AL “COMPARTIR” SU VIDA
RECONOCIENDO AL RESUCITADO AL “COMPARTIR” SU VIDA
Renacidos a una esperanza viva
En este segundo domingo de Pascua, llamado de la Divina Misericordia, somos invitados a la cercanía de Dios mediante la presencia de su Hijo, que vive para siempre.
Sabemos que uno empieza a ser cristiano no por una teoría, o unas palabras vacías, o un conjunto de normas. No. El encuentro con una persona, Jesucristo, es el inicio de esta apasionante aventura de ser seguidor de Jesucristo, muerto y resucitado, que pasó haciendo el bien.
Descubrimos en Él, que la misericordia de Dios no es una farsa, o una burla al hombre, todo lo contrario. En Cristo se nos ha mostrado no sólo qué pasos hay que dar, sino también hacia dónde nos conducen esos pasos, es decir la meta de nuestro itinerario de fe en Jesús. Dios Padre nos ha mostrado la esperanza viva a la que hemos renacido por medio de la resurrección de Cristo. Una esperanza de la que participamos por el bautismo y la fe en Cristo, ya aquí en este mundo, pero una esperanza que sólo al final de nuestros días, en la presencia definitiva de nuestro Padre Dios, podremos disfrutar en toda su amplitud, sin recortes ni sobresaltos.
Un encuentro que transforma toda la vida
Al Dios que nos habla en Jesucristo, le respondemos por la fe. Creemos en Jesús. Queremos que esa fe en su persona impregne y oriente los diversos ámbitos y dimensiones de nuestra propia vida. Que nada en nosotros quede al margen de este encuentro, de esta relación con el resucitado. Creer en Él es sinónimo de tener vida. Ojala que no nos conformemos con una vida mediocre, anodina, sin color ni calor. Jesucristo es la respuesta a nuestros anhelos de vida plena y real.
El encuentro de Jesús con sus discípulos vemos como provoca la paz, el perdón, la alegría, el envío del Espíritu Santo. La presencia del resucitado hace posible esto y mucho más: la unidad, la caridad, el testimonio de la propia vida…
Comunidades cristianas que favorecen el encuentro con Jesucristo
Somos invitados a ese encuentro con Jesús. Encuentro personal sí, pero también comunitario. Es en el grupo de los que creen en Jesús, donde es posible ese encuentro con él, a través de la Palabra, la Caridad, la celebración de la Fe, la Oración, la comunión de vida. Un encuentro que ensancha nuestras posibilidades vitales, nuestros horizontes necesitados de sentido.
Hagamos de nuestras comunidades cristianas, parroquiales, diocesanas un ámbito propicio de encuentro fundante con el Resucitado. La relación estrecha y permanente con Él es el motor y la brújula de nuestra andadura como discípulos y testigos de Jesucristo, en este tiempo, en el aquí y ahora.
Para actuar en nombre de Jesús ya sea a través de la Caridad, o de la celebración de los Sacramentos, o del anuncio de la Palabra, o de la unidad entre nosotros, es necesario que estemos con él. Actuar en nombre de Jesús, pero sin olvidarlo a Él. Estar con Él, unidos a Él para actuar como Él, desde Él.
No pongamos obstáculos a la acción de Dios en nosotros. Hoy en este día, en el que en Roma, es beatificado el Papa Juan Pablo II, podemos recordar muchas de sus palabras, pero que mejor que traer a nuestra memoria la invitación que hizo a todos a contar con Cristo, siempre, sin temor alguno: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid, y aun de par en par, las puertas a Cristo!” (Homilía del Papa Juan Pablo II en el comienzo de su Pontificado, 22 de octubre de 1978). Dejemos vía libre a la acción del Espíritu de Jesucristo en nosotros. Que Él haga de nosotros, de nuestras comunidades, unos testigos convencidos y gozosos, que se mueven confiados en un amor que no tiene fin, y que se nos ha mostrado en Jesucristo.
Hablar de Cristo al hombre real y concreto
En ocasiones pueden asaltarnos las dudas como a Tomás, o a veces tendemos a idealizar tanto la vida comunitaria y eclesial, como las mismas características de la sociedad y la cultura en la que vivimos. El encuentro con el resucitado nos ayuda a despejar las dudas, desde la confianza en Él. Y además purifica nuestra mirada para que seamos sinceros y realistas en nuestros análisis y valoraciones, y podamos por un lado, definir cómo es la persona a la que hoy debemos anunciarle a Cristo, y por otro, como hacer este anuncio para que esa persona descubra en toda su riqueza a Cristo, que llama al hombre a una existencia plena, a través de la relación de fe con Él.
Sigamos celebrando la Eucaristía. Damos gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Que la participación en la mesa pascual fortalezca nuestra fe en Jesús, y nos lleve a continuar su misión en esta sociedad.
JESÚS GRACIA LOSILLA
jesus@dabar.net
jesus@dabar.net
PARA CONSIDERAR Y REFLEXIONAR EN GRUPOS
Dichosos los que crean sin haber visto
(Jn 20, 29b)
Dichosos los que crean sin haber visto
(Jn 20, 29b)
Preguntas y cuestiones
-La afirmación de Jesús puede sorprender. Deseamos ver, comprender, conocer… sin embargo, Jesús nos pide que nos fiemos de Él independientemente de nuestras ideas. El seguimiento de Jesús no configura una ideología. ¿Cómo seguimos a Jesús, desde el corazón o desde la cabeza?
-Juan añade una nueva Bienaventuranza a las tradicionales y la conclusión de ésta es que los que crean así tendrán vida eterna. La fe se tiene que basar en la confianza interpersonal, esa misma que nos hace abrir nuestro corazón a los amigos. Como la relación con nuestros amigos, la fe en Jesús se purificará con el tiempo.
PARA LA ORACION
Dios misericordioso, tú has resucitado de entre los muertos a tu Hijo muy amado, Jesucristo. Infunde en nosotros la fuerza del Espíritu, para que permanezcamos unidos en el amor, y estemos dispuestos a ser evangelio tuyo en medio de las personas que pones a nuestro lado a cada momento.
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Sentados a tu mesa, Señor, ponemos ante ti, nuestras dudas y certezas, nuestras idas y venidas de tu lado, nuestros gozos y sinsabores, nuestros trabajos y decepciones. Renueva en nosotros, con la fuerza de tu Espíritu, nuestra fe en ti. Danos siempre tu Cuerpo y Sangre Señor, hasta que un día podamos contemplarte cara a cara por siempre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
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Te damos gracias, Padre, Dios misericordioso, porque en tu Hijo Jesucristo,
nos has mostrado la esperanza definitiva a la que tú nos llamas.
Tú has resucitado a Jesús, Señor nuestro, de la muerte,
y por la fe en él, quieres que tengamos vida abundante.
Ayúdanos, Señor, a contemplar nuestras comunidades cristianas con ojos de Pascua, que las huellas de la Pasión y de las muertes diarias no oculten la vida nueva, que tú nos ofreces en Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación.
Que las dificultades, sufrimientos, divisiones y desánimos nos lleven a un seguimiento más fiel, a una fe más auténtica, a un testimonio más vivo y gozoso de Jesucristo, vida y esperanza nuestra, dejándonos animar y renovar por tu Santo Espíritu.
Señor, Ilumina nuestro caminar en pos tuyo,
para que ofrezcamos a los hombres y mujeres de este tiempo,
los frutos del encuentro contigo, ya resucitado.
Que experimenten la paz, la unidad y la alegría de vivir desde ti en este mundo hasta que llegue el momento de gozar en tu presencia,
de forma ya plena de la esperanza viva
a la que nos has hecho nacer de nuevo por medio de tu Pascua.
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Gracias, Señor, por alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, nuestra paz. Te pedimos que nos ayudes para que este Pan de vida que hemos recibido nos empuje a a vivir según tu Palabra, y así podamos ser reconocidos por nuestros hermanos, como hijos tuyos, como discípulos de tu Hijo Jesús, por nuestra vida de fe y caridad, de esperanza y de unidad, de paz y alegría. Por Jesucristo, nuestro Señor.
LA MISA DE HOY
MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a esta eucaristía, a este encuentro con el Señor Jesús, muerto y resucitado, en este domingo del tiempo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia. Dios Padre nos ha mostrado su misericordia hacia nosotros de una forma palpable: a través de su Hijo Jesús.
Queremos participar de esta vida resucitada. Como comunidad de discípulos de Jesús, el Espíritu del Señor nos reúne, para tener vida en Él, y poder dar después razón de nuestra esperanza.
Que en medio de la vida diaria, y en nombre del Señor Jesús, mostremos los frutos de la Pascua: la fe, la unidad, la caridad, el perdón, el gozo y la paz.
SALUDO
Hermanos: Que la misericordia de Dios Padre, la vida nueva de Cristo Resucitado y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
ACTO PENITENCIAL
Dios en su gran misericordia nos ha hecho hijos suyos a través de su Hijo Jesucristo. Miramos ahora con serenidad nuestra vida y reconocemos nuestros pecados. Confiando en su amor fiel le pedimos perdón.
- Porque dudamos de tu presencia a nuestro lado. Señor, ten piedad.
- Porque en ocasiones separamos la comunión contigo de la unión con los hermanos y de la caridad. Cristo, ten piedad.
- Porque no testimoniamos la esperanza viva que eres Tú. Señor, ten piedad
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
La vida de la primera comunidad cristiana gira en torno a la escucha de la enseñanza de los apóstoles, la vida en común, la caridad, la eucaristía, la oración. Cada uno de estos aspectos de la vida eclesial está animado por el Espíritu de Jesús. Cristo está en el origen de la vida en común, de la vida de fe. Pero también es camino y meta de la vida cristiana: somos llamados a dar testimonio de Jesús, muerto y resucitado.
SALMO RESPONSORIAL (Sal. 117)
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Dios Padre, por medio de la resurrección de Cristo, ha hecho posible que nosotros participemos de esa esperanza viva, de esa vida nueva. Aquí está el fundamento de nuestra fe, y por eso también la razón de la alabanza a Dios, y de nuestro gozo, aun en medio de dificultades. La fe en Jesucristo resucitado se convierte en medio de salvación
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
La presencia del Señor resucitado en medio de sus discípulos, fortalece su fe. Su cercanía los llena de alegría, y reciben su paz. Creer en él es tener vida. Serán ellos, sus discípulos, la comunidad eclesial, los continuadores de la misión de Jesús en medio del mundo. Para ello la fuerza del Espíritu Santo les animará y guiará en esta tarea.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Dios Padre, en su Hijo Jesucristo, nos llama para ser testigos y discípulos de su Reino. Le presentamos con confianza nuestras suplicas. Diremos: Danos tu Espíritu, Señor.
-Por la Iglesia, para que guiada por la fe en Jesucristo y animada por esta esperanza viva ayude a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a participar de la vida nueva que Dios Padre nos ofrece en Cristo resucitado. Oremos.
-Por los que rigen los destinos de los pueblos para que tengan en cuenta en sus programas y acciones el desarrollo integral y los derechos de todos los trabajadores. Oremos.
-Por los que viven agobiados, por aquellos que sufren la violencia en sus distintas manifestaciones, por los que no tienen un trabajo digno, por los que sufren por el olvido de los demás, para que en su vida se muestra la vida nueva de la Pascua de Cristo. Oremos
-Por todos los que estamos participando, en esta Eucaristía, para que no vivamos ajenos a los problemas de los que nos rodean. Para que nuestra fe en Jesús nos empuje a vivir unidos en su nombre y a ser continuadores de su misión. Oremos.
Oración: Padre y Dios nuestro atiende nuestras súplicas. Ayúdanos a abrir de par en par las puertas de nuestra vida a tu Hijo Jesucristo, porque sólo en él está la vida auténtica y la paz que no se agota. Él que vive y reina por los siglos de los siglos
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada: Alegre la mañana; Aleluya, aleluya, es la fiesta del Señor; Canta con júbilo, del casete "Cantos para participar y vivir la Misa"; Jesús, nuestra Pascua (1 CLN 216).
(Si se hace la aspersión del agua, pueden utilizarse cantos como A las fuentes de agua viva o el canto Un solo Señor de Deiss).
Salmo: Este es el día en que actuó el Señor (eligiendo la estrofa que más corresponda al día).
Aleluya: Aleluya gregoriano pascual
Ofertorio: Resucitó el Señor (1 CLN 205).
Santo: 1 CLN 1 8.
Paz: Cristo es nuestra paz, del disco "Viviremos con El".
Comunión: El Señor nos ha reunido junto a El, de Kairoi; Danos un corazón (1 CLN 718); Tan cerca de mí, de Luis Alfredo Díaz; Creo en Jesús, del disco "Dios libertador".
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
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