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MISIONEROS EN CAMINO: IV Domingo de Cuaresma (Jn 9,1-41) - Ciclo A: LA LUZ DEL BAUTISMO
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viernes, 1 de abril de 2011

IV Domingo de Cuaresma (Jn 9,1-41) - Ciclo A: LA LUZ DEL BAUTISMO


1. La luz y la fe del bautismo. Este cuarto domingo de cuaresma continúa el tema bautismal iniciado el domingo anterior. Jesús es la luz que ilumina al hombre, "peregrino en tinieblas" (prefacio) y representado en el ciego de nacimiento (evang.). El bautismo cristiano, sacramento de la fe, es iluminación de toda la persona: espíritu y corazón, sentimientos y conducta. Por eso el iluminado por Cristo, es decir el bautizado, ha de caminar en la vida como hijo de la luz (24 lect.). Es la actitud propia del que ha sido ungid-o por el Espíritu, como David (1ª lect.).
La estructura interna del relato evangélico de hoy manifiesta una consumada maestría narrativa. Su intención, más que constatar un milagro de Jesús, es describirnos un proceso de fe en Cristo, luz del mundo, Mesías e Hijo de Dios. Se nana aquí la historia de un hombre que va pasando de su ceguera física a la visión de la luz, y de ésta a la iluminación de la fe en Cristo.

Pero el proceso descrito es doble y en dirección inversa. Un itinerario de ida y vuelta. El ciego de nacimiento avanza desde una situación de absoluta dependencia física a la total autonomía del que ve, y desde su ignorancia religiosa a la liberación interior de la fe. En cambio los fariseos, sus jueces, retroceden en su conocimiento de Dios, se obstinan en su incredulidad respecto de Cristo y se convierten en videntes ciegos.

La historia se desarrolla conforme a estas etapas básicas:

1. Curación del ciego de nacimiento por Jesús, lo que avala a Cristo como luz del mundo.

2. Discusión del curado con los fariseos sobre el suceso, a base de interrogatorios.

3. Profesión de fe del ex-ciego, a quien se le revela Jesús.

4. Obstinación y condena final de los fariseos por Jesús.


2. Dos lecturas complementarias del suceso. La sanción del ciego de nacimiento puede leerse desde diversos ángulos que mutuamente se completan: el estrictamente bíblico y el sacramental, que viene a enriquecer al anterior.

a) Los aspectos bíblicos de la narración que nos ocupa son: la proclamación de la mesianidad y divinidad de Jesús que es la luz del mundo y el Mesías (o Hijo del hombre); el signo y anuncio fáctico del reino de Dios y de la liberación del hombre; el antagonismo, juicio y triunfo de la luz sobre las tinieblas, de la visión sobre la ceguera, de la fe sobre la incredulidad; así como la polémica y enfrentamiento de Jesús con los judíos, tan en consonancia con el cuarto evangelio, en donde el término "judíos" designa sobre todo a los jefes religiosos del pueblo.

Cristo aparece una vez más y conscientemente como piedra de tropiezo y bandera discutida, para evidenciar la actitud de los corazones y el juicio de Dios: opción por la luz o las tinieblas, la fe o la incredulidad, las buenas o las malas obras.

b) La perspectiva sacramental del relato está presente ya desde el principio en el arte cristiano de las catacumbas. La escena del ciego de nacimiento aparece hasta siete veces, y casi siempre como ilustración del bautismo. La tonalidad bautismal que desde antiguo, tanto en los comentarios de los Padres como en la liturgia eclesial, se dio a este evangelio traslada al sacramento del bautismo la condición de signo de la luz, que es Cristo. Es decir, se contempla al primero de los sacramentos de la iniciación cristiana como iluminación de la ceguera congénita del ser humano por medio de la fe en Cristo Jesús, luz del mundo, Mesías e hijo de Dios.

La practica pastoral de la Iglesia asumió, pues, este evangelio (como otros) desde la oración de la comunidad de fe. Y sabido es que la "forma de orar expresa la norma de fe". Así, más allá de su estricto contenido exegético o bíblico se enriqueció el texto añadiéndole una referencia sacramental
al bautismo, muy acorde con el evangelio de Juan y basada en los detalles del estanque, el agua, el lavado y el efecto de la luz en los nuevos ojos del ciego de nacimiento.


3. "Caminad como hijos de la luz". Hasta tal punto es la luz un signo bautismal que antiguamente los catecúmenos, una vez bautizados, pasaban a la categoría de "iluminados". En este sentido hay que entender la exhortación moral que san Pablo hace hoy a los creyentes: Caminad como hijos de la luz (2° lect.).

A base de contraponer luz y tinieblas, es decir conducta cristiana y pagana, justicia y pecado, el después y el antes del bautismo, Pablo exhorta a los cristianos a caminar como hijos de la luz, que es Dios manifestado en Cristo. Pues si en otro tiempo éramos tinieblas, ahora somos luz en el Señor. Luz que han de ver los demás en nosotros por los frutos de la misma que son: bondad, justicia y verdad. Imagen acorde con nuestra condición, sin ruptura entre el ser y el actuar, entre la fe y las obras.

En este día de cuaresma hemos de renovarnos en la luz de nuestro bautismo, comienzo de nuestro seguimiento de Cristo. Él dijo de sí mismo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tiene la luz de la vida. Y añadió, refiriéndose a sus discípulos: Vosotros sois la luz del mundo. Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

Hoy es ocasión de pedir al Señor que cure nuestra ceguera, para que comencemos a ver todo de manera diferente. Si no caen las escamas de nuestros ojos, como de los de Pablo de Tarso, Agustín de nipona y todos los convertidos de la historia, seguiremos en nuestra ceguera de supuestos videntes. Que Cristo abra nuestros ojos a la luz de los valores evangélicos: la vida y el amor, el trabajo y la justicia, la convivencia y la solidaridad con los hermanos, para renovarnos en nuestra opción bautismal.


Hoy te bendecimos, Padre, por la luz de nuestro bautismo,

esa luz de la fe en Cristo que iluminó toda nuestra vida.



No permitas que volvamos a ser ciegos que creen ver,

pero no distinguen los colores de tu presencia en el mundo.


Quita, Señor, las escamas de nuestros ojos en tinieblas.

Ayúdanos a dar el paso definitivo de la incredulidad a la fe,

de nuestra ceguera congénita a la iluminación de Cristo,

de nuestro egoísmo tenebroso a la luz esplendorosa del amor.


Queremos caminar como hijos de la luz,

estrenar ojos nuevos,

ver a los demás como hijos tuyos y hermanos nuestros,

y aparecer ante ellos rebosando bondad, justicia y verdad. Amén.

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WebJCP | Abril 2007