Por Javier Leoz
Paz a vosotros, y cuando los discípulos escuchan estas palabras de los labios de Jesús, se quedan consternados: estaban las puertas cerradas; Cristo había muerto y…no sabían muy bien a qué atenerse. Sí; habían llegado noticias de que, algunos de ellos, habían visto el sepulcro vacío, que unas mujeres se habían hecho eco de la noticia…y, de repente, el Señor les convierte en portavoces y heraldos de la paz de Dios. ¡ASI TAMBIÉN OS ENVIO YO!
1.- Celebramos en este domingo la fiesta de la Divina Misericordia instituida por el recordado Papa Juan Pablo II un tiempo antes de morir. Y, en el marco de esta festividad, en medio de la claridad y esplendor de la Pascua, nos sentimos unidos a toda la Iglesia que –en Roma- beatifica su persona y su obra, su empeño evangelizador y sus ansias de paz. A partir de hoy tenemos más motivos para creer y esperar en Dios. Dios hace obras grandes y, además, las realiza en personas que han compartido hasta no hace mucho tiempo (5 años) una gran parte de nuestra vida.
Hoy damos gracias a Dios porque la beatificación del Papa Juan Pablo II es una llamada a luchar, tal y cómo él lo hizo, por la dignidad del hombre y la búsqueda de la paz. ¡Cómo no recordar aquellos encuentros en Asís intentando aunar esfuerzos de todas las creencias en favor de la paz!
2.- Al celebrar este Domingo de la Divina Misericordia, nos fijamos en el corazón de Dios. Un corazón que se desborda en amor y ternura hacia la humanidad. Juan Pablo II, momentos antes de expirar, rezó con la siguiente oración “Jesús, en Ti confío”. Esta fiesta no es un domingo más ni mucho menos. Es saber y confiar que Dios, más que juez, es un Padre que hace fiesta y abre de par en par las puertas del cielo para aquellos hijos que regresan de caminos perdidos o de senderos cargados de angustias, soledades, comodidades o traiciones.
3. ¡Paz a vosotros! Sigue resonando, esas ansias del recordado Papa Juan Pablo II, a lo largo de sus más de 100 viajes apostólicos realizados por todo el mundo. ¿Habrán servido de algo? Por supuesto que sí. Las generaciones que hemos tenido oportunidad de conocerle y, con motivo de su beatificación, de actualizar su memoria no podemos menos que dar gracias a Dios porque fue un Papa entregado a la causa del amor y de la paz. Porque, entre otras cosas, instó a aliviar las necesidades de los demás desde las posibilidades de cada persona sensible al evangelio.
4.- Con el evangelio de este segundo domingo de Pascua proclamamos como lo repetía tantas veces Juan Pablo II “Es todavía más urgente proclamar, con voz decidida, que sólo la paz es el camino para construir una sociedad más justa y solidaria” ¡Hombres y mujeres del tercer milenio! Dejadme que os repita: ¡abrid el corazón a Cristo crucificado y resucitado, que viene ofreciendo la paz! Donde entra Cristo resucitado, con Él entra la verdadera paz. SS. Juan Pablo II
1.- Celebramos en este domingo la fiesta de la Divina Misericordia instituida por el recordado Papa Juan Pablo II un tiempo antes de morir. Y, en el marco de esta festividad, en medio de la claridad y esplendor de la Pascua, nos sentimos unidos a toda la Iglesia que –en Roma- beatifica su persona y su obra, su empeño evangelizador y sus ansias de paz. A partir de hoy tenemos más motivos para creer y esperar en Dios. Dios hace obras grandes y, además, las realiza en personas que han compartido hasta no hace mucho tiempo (5 años) una gran parte de nuestra vida.
Hoy damos gracias a Dios porque la beatificación del Papa Juan Pablo II es una llamada a luchar, tal y cómo él lo hizo, por la dignidad del hombre y la búsqueda de la paz. ¡Cómo no recordar aquellos encuentros en Asís intentando aunar esfuerzos de todas las creencias en favor de la paz!
2.- Al celebrar este Domingo de la Divina Misericordia, nos fijamos en el corazón de Dios. Un corazón que se desborda en amor y ternura hacia la humanidad. Juan Pablo II, momentos antes de expirar, rezó con la siguiente oración “Jesús, en Ti confío”. Esta fiesta no es un domingo más ni mucho menos. Es saber y confiar que Dios, más que juez, es un Padre que hace fiesta y abre de par en par las puertas del cielo para aquellos hijos que regresan de caminos perdidos o de senderos cargados de angustias, soledades, comodidades o traiciones.
3. ¡Paz a vosotros! Sigue resonando, esas ansias del recordado Papa Juan Pablo II, a lo largo de sus más de 100 viajes apostólicos realizados por todo el mundo. ¿Habrán servido de algo? Por supuesto que sí. Las generaciones que hemos tenido oportunidad de conocerle y, con motivo de su beatificación, de actualizar su memoria no podemos menos que dar gracias a Dios porque fue un Papa entregado a la causa del amor y de la paz. Porque, entre otras cosas, instó a aliviar las necesidades de los demás desde las posibilidades de cada persona sensible al evangelio.
4.- Con el evangelio de este segundo domingo de Pascua proclamamos como lo repetía tantas veces Juan Pablo II “Es todavía más urgente proclamar, con voz decidida, que sólo la paz es el camino para construir una sociedad más justa y solidaria” ¡Hombres y mujeres del tercer milenio! Dejadme que os repita: ¡abrid el corazón a Cristo crucificado y resucitado, que viene ofreciendo la paz! Donde entra Cristo resucitado, con Él entra la verdadera paz. SS. Juan Pablo II
5.- PORTAVOZ DE TU PAZ, SEÑOR
Sin miedo a los nuevos retos
y con las puertas bien abiertas
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Con alegría y alejándome de la tristeza
sintiéndome llamado y comprometido
empujado y urgido a dar razón de Ti
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Sabiendo que, con tu aliento,
no temeré tormenta alguna
ni huracán alguno detendrá mi valor
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Si como Tomás, pido pruebas de tu existencia
muéstrame tu rostro por la fuerza de la Eucaristía
y, si como Tomás, no creo sino después de ver
hazme saber que, Tú Señor, caminas a mi lado
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Y si las dificultades asoman en el horizonte
que, Tú Señor, despejes con tu poder
aquello que entorpece mi labor de mensajero
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Porque en Ti confío
Porque en Ti espero
Y, de tu misericordia, agradezco tus desvelos
Y, de tu misericordia, espero tus caricias
Y, de tu misericordia, añoro tu abrazo
Y, de tu misericordia, deseo la paz verdadera
la paz que Tú sólo das
la paz que, sin Ti,
no la puede alcanzar el mundo
Amén.
Sin miedo a los nuevos retos
y con las puertas bien abiertas
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Con alegría y alejándome de la tristeza
sintiéndome llamado y comprometido
empujado y urgido a dar razón de Ti
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Sabiendo que, con tu aliento,
no temeré tormenta alguna
ni huracán alguno detendrá mi valor
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Si como Tomás, pido pruebas de tu existencia
muéstrame tu rostro por la fuerza de la Eucaristía
y, si como Tomás, no creo sino después de ver
hazme saber que, Tú Señor, caminas a mi lado
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Y si las dificultades asoman en el horizonte
que, Tú Señor, despejes con tu poder
aquello que entorpece mi labor de mensajero
¡POR TU PAZ, SEÑOR!
Porque en Ti confío
Porque en Ti espero
Y, de tu misericordia, agradezco tus desvelos
Y, de tu misericordia, espero tus caricias
Y, de tu misericordia, añoro tu abrazo
Y, de tu misericordia, deseo la paz verdadera
la paz que Tú sólo das
la paz que, sin Ti,
no la puede alcanzar el mundo
Amén.
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