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sábado, 12 de marzo de 2011

Palabra para la Misión: Las tentaciones de Jesús y del misionero


Publicado por EUNTES

I Domingo de Cuaresma / Año A – Domingo 13.3.2011
Génesis 2,7-9; 3,1-7 / Salmo 50 / Romanos 5,12-19
Mateo 4,1-11

Reflexiones

La celebración de la Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, vuelve a proponer con fuerza los temas fundamentales de la salvación, y, por tanto, de la misión: la primacía de Dios, su plan de amor para el hombre, la redención que se nos ofrece en el sacrificio de Cristo, la lucha permanente entre pecado y vida de gracia, las relaciones de fraternidad y de respeto que el hombre debe tener con sus semejantes y con la creación... Son temas vitales que no atañen solamente a los cristianos, sino a todo ser humano.

Las tentaciones de Jesús (Evangelio) son otra forma de epifanía o manifestación de su personalidad espiritual. Junto con las Bienaventuranzas, también las tentaciones son elementos autobiográficos que ayudan a comprender al personaje Jesús: sus preferencias, criterios, opciones, renuncias, métodos. El jardín del Edén (I lectura) y el desierto (Evangelio) son dos escenarios llenos de presencia divina: es justamente en ese jardín donde “el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo”, convirtiéndolo “en ser vivo” (v. 7); y es al desierto a donde Jesús fue llevado por el Espíritu, “para ser tentado por el diablo” (v. 1). Con su astucia, el tentador había conseguido alcanzar cierto resultado con la caída del primer Adán, pero, nos asegura S. Pablo (II lectura), la revancha de Dios ha sido más fuerte, con el derroche de gracia de Cristo, el nuevo Adán, que alcanzó a todos.


Algunos, en nombre de una falsa misericordia o pudor, pretenden devaluar la carga de las tentaciones a las que Cristo se enfrentó realmente; las consideran indignas o imposibles para el Hijo de Dios. En cambio, para Jesús fueron verdaderas tentaciones, no un juego-ficción; verdaderas pruebas, así como lo son para el cristiano y para la Iglesia. “Si Cristo no hubiese vivido la tentación como verdadera tentación, si la tentación no hubiese significado nada para Él, hombre y Mesías, su reacción no podría ser un ejemplo para nosotros, porque no tendría nada que ver con la nuestra. Es ejemplar solamente si, habiéndose enfrentado realmente a la tentación, Él la superó desde dentro. No nos interesa una comedia o un ejercicio estilístico!” (C. Duquoc). Jesús ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado; por tanto, puede ayudar a los que se ven probados (cfr Heb 2,18; 4,15).


Realmente Jesús se interrogó sobre las posibles opciones de método y de camino para realizar su misión de Mesías. Los caminos posibles eran por lo menos tres: el provecho, el prestigio, el poder. Las tres con un denominador común: la instrumentalización de las cosas, de Dios y del hombre. Cada una de las tres tentaciones representa un modelo de mesías: - 1. un “reformador social” (o sea, el provecho: convertir las piedras en pan para sí y para todos hubiera garantizado un éxito popular); - 2. un “Mesías milagrero” (el prestigio: un gesto aparatoso, aun a costa de manipular a Dios, hubiera asegurado espectacularidad; - 3. un “Mesías con poder” (el poder: basado sobre el dominio de las personas y de las cosas).


Son tres modelos de mesías -falsos, o por lo menos, ambiguos- que amenazan también la misión de los discípulos y de la Iglesia en cada tiempo y lugar. A veces se ha creído que poder, dinero, dominio, super-activismo, supuesta superioridad étnica o cultural… fueran caminos evangélicos y apostólicos. Para el misionero son tentaciones permanentes. Lleno de la fuerza del Espíritu, Jesús supera las tentaciones: opta por la Palabra de Dios, que es el único alimento capaz de saciar totalmente el corazón del hombre (v. 4); se fía del Padre y de su plan (v. 7); escoge respetar la primacía de Dios, el único que es digno de recibir la reverente adoración del hombre (v. 10). A la consecución de estos objetivos tiende también la práctica cuaresmal del ayuno, de la oración y de la limosna. Si estas prácticas se viven con un espíritu de compartir y de misión, contribuyen grandemente a esa moderación y sobriedad, que son caminos irrenunciables para la salvación de la humanidad. (*) Las tentaciones de Jesús eran como “tres atajos para no pasar por la cruz” (Fulton Sheen), pero Jesús acepta la cruz, con amor, y muere perdonando. Así ha vencido. Así nos ha salvado.


Palabra del Papa

(*) “Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf Mc 12, 31)”.

Benedicto XVI
Mensaje para la Cuaresma 2011


Siguiendo los pasos de los Misioneros

- 15/3: Sta. Luisa de Marillac (1591-1660), viuda, fundadora, junto con S. Vicente de Paúl, de las Hijas de la Caridad.

- 15/3: B. Artémides Zatti (1880-1951), salesiano, médico misionero en la Patagonia (Argentina).

- 15/3: ‘Cumpleaños’ de S. Daniel Comboni (1831-1881): nació en Limone sul Garda (Brescia) y murió en Jartum (Sudán), siendo obispo Vicario apostólico de África Central.

- 17/3: S. Patricio (385-461), nació en Inglaterra, fue el gran misionero y evangelizador de Irlanda; fue obispo de Armagh y es patrono de Irlanda.

- 18/3: S. Cirilo (+386), obispo de Jerusalén, conocido por sus catequesis; fue a menudo perseguido por los arrianos.

- 19/3: S. José, hombre “justo” (Mt 1,19), esposo de la B. V. María, padre putativo de Jesús, Patrono de la Iglesia universal.

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WebJCP | Abril 2007