Vosotros sabéis, mis queridos jóvenes lectores, lo importante que es para el que debe llevar a cabo un proyecto importante, una misión imprescindible, de la que depende el bienestar de muchos, disponer de un secretario particular, de un guardaespaldas, de un asesor. Si un tal papel es indispensable para un político en ciernes o para un empresario que quiere prosperar, para Dios, que ha proyectado que la gran hazaña de salvar a la humanidad, la inicie una jovencita, ingenua, piadosa y decidida, lo era mucho más que se viera protegida por un acompañante fiel y capacitado para ello. Eso fue José, el hombre a la sombra, que permitió que a la Virgen no le pasara nada malo, ni que fuera víctima de molesta incomunicación, ni de maledicencias, ni sufriese agobios. Lo cumplió con celo y lealtad, aquí radica su discreta grandeza.
Una vez cumplida su misión fundamental, murió, al parecer de la historia civil, en completo anonimato. Por Nazaret, muy cerquita de donde vivió su esposa de soltera o de donde ellos dos y el Niño, pasaron unos cuantos años juntos, hay un sepulcro que recibe el nombre del Justo, o también la tumba luminosa. No se sabe ciertamente quien fue sepultado en ella, pero se dice que lo fue San José y uno, pese a no estar seguro, la visita con reverencia.
Era un hombre justo ¿qué más necesitaba Dios? Se le pidió esta virtud y la ejerció. Hoy en día se diría que se realizó, sin que tuviera que calcular si su acepción de lo que se le propuso en sueños, le aseguraba brillantes salidas profesionales. En la Eternidad, con seguridad, no es un cualquiera. Nos toca hoy aprender de él, y hasta si sentís admiración, invocarle.
Una vez cumplida su misión fundamental, murió, al parecer de la historia civil, en completo anonimato. Por Nazaret, muy cerquita de donde vivió su esposa de soltera o de donde ellos dos y el Niño, pasaron unos cuantos años juntos, hay un sepulcro que recibe el nombre del Justo, o también la tumba luminosa. No se sabe ciertamente quien fue sepultado en ella, pero se dice que lo fue San José y uno, pese a no estar seguro, la visita con reverencia.
Era un hombre justo ¿qué más necesitaba Dios? Se le pidió esta virtud y la ejerció. Hoy en día se diría que se realizó, sin que tuviera que calcular si su acepción de lo que se le propuso en sueños, le aseguraba brillantes salidas profesionales. En la Eternidad, con seguridad, no es un cualquiera. Nos toca hoy aprender de él, y hasta si sentís admiración, invocarle.
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