Publicado por Esquila Misional
Sin duda, el ejemplo de Mahatma Gandhi es el modelo más claro de un líder que supo conducir una estrategia pacífica y respetuosa para defender sus derechos, la justicia de su gente y la independencia de su país. Al igual que él, Aminetu Ali Ahmed Haidar es una emblemática mujer saharaui que desde su adolescencia tomó una actitud rebelde –pero pacífica– contra el gobierno marroquí que injustamente invadió su pueblo.
De tez morena y mirada firme y profunda, Aminetu Haidar manifiesta un rostro cansado y con signos de dolor... Su salud se está deteriorando y son visibles los signos de un gran sufrimiento físico y personal. Como toda mujer sarahui, ella cubre su cuerpo con una tradicional melfa –tela uniforme con forma de túnica colorida–.
Con el alma lacerada debido a las torturas, heridas y vejaciones a las que ha sido sometida por sus opresores, y a las varias operaciones quirúrgicas posteriores para restablecer su salud, Aminetu sobresale y continúa siendo ejemplo de muchas mujeres más. Su fortaleza se manifiesta cuando se le escucha decir: «Nunca he flaqueado, al contrario: cuando más aumenta la represión en contra de los saharauis más me convenzo de la necesidad de defender nuestros derechos como pueblo».
Otra de las lesiones que sufrió fue la herida corporal y sicológica que le dejó la huelga de hambre que sostuvo en 2009 en el aeropuerto de Lanzarote para que le permitieran regresar con sus hijos y su gente a El Aaiún, en el Sahara Occidental. Después de 32 días de ayuno logró regresar a su país con el apoyo de la comunidad internacional.
Orgullosa, Aminetu porta la voz y el desconsuelo de sus hermanos oprimidos por la más cruel invasión marroquí. Se presenta «de pie», pacífica y resiste los ataques de aquel país que domina la libertad de los habitantes de la República Árabe Democrática Saharaui (RADS).
Rebelde desde pequeña
Cuando Aminetu tenía tan sólo 14 años de edad se preguntaba insistentemente sobre las condiciones políticas de su país. En la escuela y en las fechas conmemorativas de Marruecos se resistía a cantar el himno nacional marroquí, pues no toleraba a dicho país invasor como su nación, sino como la injusta monarquía que oprimía sus verdaderas raíces.
Por ejemplo, ella recuerda cómo en 1987 fue sometida brutalmente: «Me raptaron por la noche de la casa de mis padres y estuve tres años y varios meses retenida en una mazmorra de la que nadie tenía conocimiento». Un lugar frío, subterráneo y en condiciones deplorables que le dejaron heridas de salud irreversibles: problemas intestinales, por la comida sucia e insalubre; y visuales, por la ceguera artificial a la que fue forzada con una venda en los ojos durante años.
Nunca se consideró de nacionalidad marroquí. Desde entonces, esa pequeña joven (que cumplirá este año 44 años de edad) se dispuso a arriesgar todo por la libertad de su tierra, y ahora, como activista que defiende los Derechos Humanos, comparte: «Como madre veo que hay muchas otras madres que han sido alejadas de sus hijos. Esto es lo que me impulsa a no ser egoísta y a seguir luchando. No defiendo un derecho individual, sino uno colectivo: el de mi pueblo».
Embajadora de paz
Esta extraordinaria mujer ha recorrido diversos países europeos representando a su pueblo y haciendo ver el dolor su gente. Gracias a ella, y a diversas Organizaciones No Gubernamentales, su testimonio ha dado a conocer más al mundo la causa saharaui.
Aminetu Haidar es una mujer pacífica, honesta, equilibrada y congruente, sabe que el problema del cual es víctima su gente no lo ha causado el pueblo marroquí sino sus gobernantes. Entiende también que ambos pueblos son víctimas del poder de unos cuantos, por lo que afirma: «No perderé la confianza en el ser humano. Mi desconfianza viene de algunos gobiernos, no de la humanidad».
Por la fuerza de su testimonio, la «Gandhi del Sahara» es un ejemplo de lucha por la libertad, no sólo para las mujeres de su pueblo, sino para todas las mujeres y pueblos del mundo que aún viven sometidos al arbitrio de gobernantes corruptos y déspotas.
De tez morena y mirada firme y profunda, Aminetu Haidar manifiesta un rostro cansado y con signos de dolor... Su salud se está deteriorando y son visibles los signos de un gran sufrimiento físico y personal. Como toda mujer sarahui, ella cubre su cuerpo con una tradicional melfa –tela uniforme con forma de túnica colorida–.
Con el alma lacerada debido a las torturas, heridas y vejaciones a las que ha sido sometida por sus opresores, y a las varias operaciones quirúrgicas posteriores para restablecer su salud, Aminetu sobresale y continúa siendo ejemplo de muchas mujeres más. Su fortaleza se manifiesta cuando se le escucha decir: «Nunca he flaqueado, al contrario: cuando más aumenta la represión en contra de los saharauis más me convenzo de la necesidad de defender nuestros derechos como pueblo».
Otra de las lesiones que sufrió fue la herida corporal y sicológica que le dejó la huelga de hambre que sostuvo en 2009 en el aeropuerto de Lanzarote para que le permitieran regresar con sus hijos y su gente a El Aaiún, en el Sahara Occidental. Después de 32 días de ayuno logró regresar a su país con el apoyo de la comunidad internacional.
Orgullosa, Aminetu porta la voz y el desconsuelo de sus hermanos oprimidos por la más cruel invasión marroquí. Se presenta «de pie», pacífica y resiste los ataques de aquel país que domina la libertad de los habitantes de la República Árabe Democrática Saharaui (RADS).
Rebelde desde pequeña
Cuando Aminetu tenía tan sólo 14 años de edad se preguntaba insistentemente sobre las condiciones políticas de su país. En la escuela y en las fechas conmemorativas de Marruecos se resistía a cantar el himno nacional marroquí, pues no toleraba a dicho país invasor como su nación, sino como la injusta monarquía que oprimía sus verdaderas raíces.
Por ejemplo, ella recuerda cómo en 1987 fue sometida brutalmente: «Me raptaron por la noche de la casa de mis padres y estuve tres años y varios meses retenida en una mazmorra de la que nadie tenía conocimiento». Un lugar frío, subterráneo y en condiciones deplorables que le dejaron heridas de salud irreversibles: problemas intestinales, por la comida sucia e insalubre; y visuales, por la ceguera artificial a la que fue forzada con una venda en los ojos durante años.
Nunca se consideró de nacionalidad marroquí. Desde entonces, esa pequeña joven (que cumplirá este año 44 años de edad) se dispuso a arriesgar todo por la libertad de su tierra, y ahora, como activista que defiende los Derechos Humanos, comparte: «Como madre veo que hay muchas otras madres que han sido alejadas de sus hijos. Esto es lo que me impulsa a no ser egoísta y a seguir luchando. No defiendo un derecho individual, sino uno colectivo: el de mi pueblo».
Embajadora de paz
Esta extraordinaria mujer ha recorrido diversos países europeos representando a su pueblo y haciendo ver el dolor su gente. Gracias a ella, y a diversas Organizaciones No Gubernamentales, su testimonio ha dado a conocer más al mundo la causa saharaui.
Aminetu Haidar es una mujer pacífica, honesta, equilibrada y congruente, sabe que el problema del cual es víctima su gente no lo ha causado el pueblo marroquí sino sus gobernantes. Entiende también que ambos pueblos son víctimas del poder de unos cuantos, por lo que afirma: «No perderé la confianza en el ser humano. Mi desconfianza viene de algunos gobiernos, no de la humanidad».
Por la fuerza de su testimonio, la «Gandhi del Sahara» es un ejemplo de lucha por la libertad, no sólo para las mujeres de su pueblo, sino para todas las mujeres y pueblos del mundo que aún viven sometidos al arbitrio de gobernantes corruptos y déspotas.
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