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MISIONEROS EN CAMINO: II Domingo de Cuaresma (Mt 17,1-9) - Ciclo A: LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
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jueves, 17 de marzo de 2011

II Domingo de Cuaresma (Mt 17,1-9) - Ciclo A: LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR



1. El acontecimiento de la transfiguración del Señor es descrito e interpretado en los evangelios con la comprensión plena que del mismo lograron posteriormente los apóstoles y la comunidad cristiana a la luz de la fe pascual de resurrección. Para una lectura completa del relato conviene analizar el contexto en que se sitúa, el objetivo intencional de la narración, la línea narrativa, su género literario, y el mensaje de fe que se nos transmite.

a) Contexto y situación. En los tres sinópticos precede el primero de los anuncios que de su pasión, muerte y resurrección hace Jesús a sus discípulos camino de Jerusalén. Sorpresa y depresión en el grupo de los apóstoles. La idea de un mesías sufriente y ajusticiado, y no triunfador político, chocaba frontalmente con las esperanzas mesiánicas de cualquier judío, como lo demostró Pedro abiertamente hablando aparte con Jesús.

b) Objetivo o intención del pasaje. La situación creada determina el objetivo intencional del relato. Diríamos que la transfiguración se ve más en función de los discípulos que del mismo Jesús. Él mismo ordena el suceso a la instrucción de sus discípulos, y para una mejor comprensión de su pasión y muerte anunciadas les muestra un anticipo de la gloria de su resurrección, también predicha.

c) La línea narrativa de Mateo es coincidente, a grandes rasgos, con los otros dos evangelistas sinópticos. Elección por Jesús de los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan, que después presenciarán también su agonía en Getsemaní; subida a la montaña sin nombre (tradicionalmente el Tabor); transformación gloriosa de Jesús; presencia de Moisés y Elías en conversación con él; intervención desafortunada de Pedro; nube luminosa de cuyo interior sale la voz del Padre proclamando a Jesús como Hijo amado, predilecto, escogido, a quien se debe escuchar; Jesús solo de nuevo con los tres, bajada del monte y mandato de silenciar lo sucedido hasta después de la resurrección de Jesús.

d) El género literario. Toda la escenificación narrativa responde evidentemente al género literario de las teofanías bíblicas en que se manifiesta la presencia de Dios y cuyo prototipo es la teofanía del Sinaí: subida a la montaña, fuego, humo, nube, densa niebla, trueno y voz potente... Elementos todos de escenificación dramática al servicio de un mensaje teológico o revelación de fe. La narración alcanza su cumbre en la voz del Padre que proclama la identidad de Jesús: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto; escuchadlo.

e) El mensaje de fe. El relato está, pues, al servicio de un mensaje teológico de fe pascual: Jesús es el Señor glorioso, el Mesías, el Hijo de Dios. El prefacio de la misa de este domingo expresa y resume perfectamente el mensaje de la transfiguración: "Cristo, Señor nuestro, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección".


2. Un nómada de Dios. El hecho de la transfiguración se sitúa en el camino de subida de Cristo a Jerusalén, la ciudad que mataba a los profetas, y donde él va a consumar su peregrinación terrena. Acordes con este ritmo, los textos de la liturgia de la palabra acentúan hoy este sentido de éxodo, disponibilidad y fe en camino como respuesta a la llamada de Dios.

Así la primera lectura, al narrar la vocación del arquetipo bíblico de fe que es el patriarca Abrahán, resalta su entera disponibilidad y perfecta obediencia a Dios. Su historia se nos presentará como primera lectura en los tres ciclos de este domingo. Abrahán es el nómada de Dios, el destinatario de una elección totalmente gratuita por parte del Señor que lo llama a salir de su tierra, Ur de Caldea en Mesopotamia (hacia el año 1850 a.C.), para ir a Canaán en Palestina. En él se va a realizar la unidad de la humanidad dispersa en Babel y el origen del pueblo de Dios, Israel.

Su vocación lleva aneja una alianza y una promesa de bendición, condicionada a una respuesta por la obediencia de la fe. Abrahán, dejándolo todo, se puso en marcha como le había dicho el Señor. Y porque obedeció, en su descendencia se plasmará la bendición divina; y no sólo para el pueblo israelita, sino también para todas las naciones. Es la bendición que trae Cristo, el último eslabón de la descendencia de Abrahán (Mt 1,1).


3. Figura y anticipo. La vocación de Abrahán es una figura y anticipo de nuestra vocación en Cristo. Dentro de esa órbita de elección y amor salvador entra el cristiano, como destinatario que es de una vocación especial del Señor: vocación a la santidad cristiana. Desde tiempo inmemorial, desde antes de la creación, dispuso Dios darnos su gracia por medio de Jesucristo llamándonos a la fe. Así se expresa Pablo en la segunda lectura de hoy.

La respuesta agradecida a la llamada de Dios requiere de nosotros fe, confianza, desinstalamiento y fidelidad a toda prueba en el desierto de la vida, como nómadas de Dios a ejemplo de Abrahán y a ejemplo de Cristo, nuestro maestro de vida. Si Cristo no hubiera recorrido antes el camino, nos parecería una utopía irrealizable en un mundo con frecuencia duro y hostil, triste y decepcionante.

El mensaje litúrgico es hoy de optimismo radical y de esperanza firme: la transfiguración es una opción posible para el cristiano, hombre nuevo en una humanidad y mundo nuevos. Jesús es nuestro compañero de camino hacia la meta final; con él somos capaces de superar la prueba de la fe y experimentar la liberación gratificante de la autorenuncia y de la cruz en la cuaresma de nuestra vida, en el camino hacia la pascua con Cristo.

Dios de nuestros padres, te bendecimos agradecidos porque el mensaje de la transfiguración de Jesús, tu Hijo, anticipa su gloria luminosa de pascua de resurrección. Tal esperanza alienta nuestra vida errante, especialmente cuando ésta presenta el lado hiriente de la cruz con Cristo, cuando nos cercan la oscuridad y la duda, el temor y la fatiga.

Entonces Jesús, como a los apóstoles en el Tabor, nos dice: Levantaos, no temáis; yo estoy con vosotros en el camino, y en la raya del horizonte despierta ya la aurora pascual.

Haz, Señor, que cumplamos la condición de la fe que nos pides, escuchando a Jesús y siguiendo sus huellas con alegría. Amén.

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WebJCP | Abril 2007