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domingo, 27 de febrero de 2011

¡Vive con estilo!


Publicado por Esquila Misional

Como jóvenes, a menudo buscamos la fama y la gloria; ser los primeros en popularidad y «amistades»; buscamos las universidades mejor rankeadas sin cuestionarnos si hasta ahora hemos sido buenos estudiantes. Nos deseamos éxito, amor y salud en una etapa violenta donde la sociedad parece haber perdido toda esperanza. Nos han metido «hasta por las orejas» la idea egoísta de «patentar» nuestra imagen y nuestros pensamientos y venderlos al mejor postor, a la mejor empresa para trabajar sin siquiera preguntarnos si seremos felices, no por el sueldo ganado sino por la satisfacción adquirida de hacer lo que nos gusta.

No quisiera transmitir pesimismos anticipados, los estragos del sistema ya los estamos viviendo «en carne propia» desde hace tiempo, pero justo ahí es donde Jesús nos llama a mantener la esperanza con un estilo propio y único en él, el «gran estilacho» de Dios... Este mes se habla mucho del amor y poco de los que dan su vida hasta el extremo, desde activistas que han herido en la frente a los gigantescos «goliats», hasta aquel ranchero del norte de México que defendió con la vida lo que más amaba: su tierra y su trabajo. Podríamos encajonarnos en discutir si hicieron lo correcto con las herramientas utilizadas, pero no nos toca juzgar ese aspecto. Lo que sí consta es que mucha gente, especialmente joven, los tomó como modelos, como «Trend Topics» (los primeros), quizá justo porque reflejan nuestros sueños reprimidos de trabajar por un mundo sin injusticias ni odios.

Ver «sangrar» a los «gigantes» por sus métodos igual de injustos y violentos se convirtió en una señal de que los «pequeños», egresados de universidades desconocidas y empresas en las que nadie invierte un «cacahuate», pudieron alzar la voz y despojar de sus ropas al «gran hermano» que se había instituido como juez honorable de este planeta...

Como chavos valoramos más a los amigos que «aguantan hasta el final», que no abandonan sus sueños. Si por cada 5 mil empresarios que huyen de México acosados por la violencia, uno decide quedarse a enfrentar los fantasmas de la injusticia que lo oprimen, basta y sobra para admirarlo, aunque no coincida totalmente con el proceder del que hablamos.

El estilo de Dios es el de los humildes, el de los que no saben mucho ni estudian muchos temas, el de los osados y los justos; la forma como Dios hace las cosas es distinta, es aquella que inspira a los últimos, los desconocidos, los no queridos, los huérfanos, los que no han alcanzado justicia... a actuar con su participación y presencia activa.

En muchos casos, nosotros mismos participamos del «juego» de querer ser los «primeros», de acomodarnos por amistad, carrera o prestigio, en cambio, Dios habla a través de los sencillos que se arriesgan anunciando y denunciando que los últimos pueden ser los primeros si se emprende la colaboración mutua por y con causas que parecen perdidas.

Quizá nos convertimos ya en jóvenes que ejercen el liderazgo empresarial en donde nos encontramos, y no es malo, pero con métodos de opresión parecidos a los de los potentados. Quizá aún adolecemos y ahogamos esa fuerte convicción de que el amor de Dios lo puede todo. En tiempos pasados Dios se valió de aquel soñador llamado José vendido como esclavo para ayudar a su pueblo, esas son sus «formas», y no tanto las de artistas y famosos que pregonan paz, sino las de gente de buena voluntad que parece «escondida», pero que trabaja firme en su lucha por la justicia, propia y de los demás.

Vivamos con estilo, con el de Dios, aunque esa moda pueda acarrearnos persecuciones precisamente por «vestirnos» de su amor... Este es el estilo al que somos llamados, no el de los guapos, famosos y mejor «rankeados», sino el de los que, siendo «pequeños y sencillos» se convierten en testigos de paz, justicia, defensa y reconciliación. Como bien dice Benedicto XVI: «El estilo de Dios es diferente. Nos invita a su mesa a nosotros, que somos cojos, ciegos y sordos; nos invita a nosotros que no tenemos nada que darle», y quizá agregaría, «nada que temer puesto que vamos en el nombre del Señor»... ¿No crees?

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WebJCP | Abril 2007