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miércoles, 23 de febrero de 2011

LA HOMILÍA MÁS JOVEN: SABER ESCOGER

VIII Domingo del T.O. (Mt 6,24-34) - Ciclo A
Por Pedrojosé Ynaraja

1.- El sentido del dinero, mis queridos jóvenes lectores, ha ido variando a través de los tiempos. Que conste que al principio no existía. Los intercambios de bienes entre personas, se hacían mediante trueque. El beduino ofrecía piel, el agricultor le daba una cazuela de cerámica, grano y sal. Posteriormente, se escogieron piezas simbólicas a las que se les daba un aprecio especial, desde peculiares conchas marinas, a piezas de bronce fundidas para tal fin. Más tarde se escogió un metal apreciado por todos, generalmente el oro, y se le dio un valor, según su peso. Para no andar con balanzas, se inventó la acuñación, más tarde el papel moneda. Parecía que se había acabado la evolución de este concepto, cuando ha aparecido el “dinero de plástico”, o tarjetas de crédito.

Con la explicación anterior, no he querido ser sabiondo. Mi propósito es que descubráis la doctrina del evangelio, que es algo más compleja de lo que parece. Jesús no nos habla de que le amemos a Él más que a lo que guardamos en la cartera, ni siquiera lo que consta en una cuenta corriente bancaria, que podáis tener.

2.- El dinero dura poco, corre de un bolsillo a otro, como la gota de mercurio encima de una mesa y que, cuando cae al suelo, nadie se esfuerza en recogerla. Vosotros lo que apreciáis es conseguir becas para estudios superiores, que os abrirán caminos en la vida. Acumular diplomas que podréis colgar en un futuro despacho. Colocaros en programas de prueba, para hacer currículo. Practicar deporte que os dará prestigio en vuestro entorno o lucir prendas con letreros que digan que son de marca famosa. O conseguir un cargo en un partido político, en una asociación de vecinos, o en un sindicato. La cosa es estar colocados, afianzados, sentiros realizados ya, soñando un exitoso futuro.

3.- Y que conste que, con estas ambiciones, tendréis, seguramente, satisfechos a vuestros padres. Nada os inquieta. La Fe, la piedad, el Amor, son cosas de otros tiempos, que tenéis muy superadas. No negáis a Dios, porque sería demasiado complicado defender esta postura. Os declaráis agnósticos y, para que no os incomoden dudas, colaboráis de cuando en cuando con alguna ONG. Así es la vida de muchos jóvenes de hoy en día. Espero que no sea la vuestra y así se lo pido al Señor junto al sagrario, después de haber clicado el mensaje semanal y enviado a la web correspondiente. Hace pocos días, tal vez ya os lo conté, pero no me importa repetíroslo, acurrucado en un rincón, a los pies del Calvario, le decía a Jesús: acuérdate de ellos, mis lectores, ahora que estás en tu Reino, repitiendo la súplica del buen ladrón, compañero de su suplicio.

4.- No podéis servir al sistema que algunos llaman post-moderno o post-cristiano, y a Dios. Hay que escoger. Toda opción supone una renuncia. La mediocridad, la adoración y servidumbre a valores positivos, pero intermedios, ignorando los supremos, lleva al fracaso interior, al hastío, a la depresión, al suicidio violento y rápido, o al logrado a plazos, llámesele droga, alcohol o botellón.

5.- Quien escoge a Dios en la singularidad de su interior, goza de una belleza, de un encanto, de un júbilo, comparable al que tiene la florecilla solitaria que nadie plantó y nadie se explica como pudo llegar al prado, al bosque o al roquedal, por el que pasamos. (Los jardineros consiguen unas flores que admiramos pese a que no exhalan casi perfume, por todo elogio decimos que parecen de plástico. Adornan una fugaz fiesta. Decoran momentáneamente un espacio, pero pronto hay que tirarlas, se mustian y hasta huelen mal, lo han logrado con técnica).

Nada es tan bello como un enigmático edelweiss, una diminuta orquídea silvestre, o una minúscula azul genciana. Salen solas y nadie las cuida, simplemente son fieles al terreno y microclima donde se han asentado, sin pretender exhibirse, ni exigir riegos y abonos suplementarios. Así de encantador es un santo, fruto de la fidelidad al proyecto de Dios y al esfuerzo personal. Cualquiera de nosotros puede serlo. (En el terreno espiritual no existe dermocosmética)

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WebJCP | Abril 2007