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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequeticos: II Domingo del T.O. (Jn 1, 29-34) - Ciclo A
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jueves, 13 de enero de 2011

Materiales liturgicos y catequeticos: II Domingo del T.O. (Jn 1, 29-34) - Ciclo A



Monición de entrada

Ya está casi normalizada la vida, después del ajetreo de Navidad. Se han retirado, o recogido, todos los signos de Navidad. Pero la navidad no se acaba; no se recoge; no se guarda.
El nacimiento de Jesús, que acabamos de recordar celebrándolo, nos urge a tomar en serio su mensaje día a día de ahora en adelante.
De ahora en adelante seguiremos celebrando que Jesús es la Luz, es el Salvador, es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Junto con Jesús y unidos unos a otros en comunidad cristiana de fe, vamos a recorrer el camino que la Navidad nos acaba de manifestar: Jesús nace para que sepamos que Dios está con nosotros.
Esta es nuestra fe y es lo que celebramos agradecidos en la Eucaristía.

(B)

Pasadas las fiestas de Navidad y Epifanía, retomamos el ritmo de los domingos que llamamos del tiempo ordinario. Y lo hacemos en el mismo punto donde lo dejamos el domingo pasado: en el río Jordán. Contemplábamos el cielo abierto y el Espíritu que bajaba y daba testimonio de Jesús: él es el Hijo amado del Padre.
Cuando el cielo se abre, ya no vuelve a cerrarse. Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios, en cada acontecimiento de nuestra vida, en cada hombre y mujer que nos rodea, Dios nos sale al encuentro y nos dice de Jesucristo: este es mi Hijo, el Hijo de Dios.
Acerquémonos a él conscientes de formar parte de su cuerpo, de ser nosotros también hijos de Dios.

(C)

Para Jesús, Dios era un "Padre bueno". Él le llamaba como los niños pequeños llaman a sus padres en Israel: "abbá", que se parece mucho a nuestro "papá". Los niños de todo el mundo, cuando son pequeñitos, hablan casi la misma lengua. Unos empiezan a decir "abá..." y otros "pa..."
Jesús tuvo además otro sentimiento muy grande: que todos nosotros éramos hermanos suyos porque Dios, no sólo era "su" papá, sino el de todos. Por eso nos dijo que rezásemos así: "Padre nuestro"... y nos dijo muchas cosas para que supiésemos tratar a Dios. Por ejemplo... (ver si se les ocurre a los niños algún ejemplo): Dios nos cuida más que a las flores y los pájaros (Lc 12,22-31), Dios quiere que le pidamos con confianza (Lc 11,5-13), Dios es como el padre del "hijo pródigo..." (Lc 15,12 y ss.), etc.


(D)

Pasadas las alegrías y grandes manifestaciones de Dios en Navidad, Epifanía y Bautismo del Señor, entramos por la cuesta de enero que, en términos litúrgicos, se llama tiempo ordinario. Hoy es el segundo domingo del tiempo ordinario, que se prolongará hasta comenzar el nuevo Adviento.
Podríamos pensar de otra manera. Si cada día nos ofrece Dios nuevas posibilidades de encuentro con él, cualquiera de esos encuentros debe señalarse como un gran acontecimiento en una fecha importante. En nuestra relación con Dios no existen días ordinarios ni grises. Toda eucaristía es un encuentro personal con Dios, que debe ser celebrado. La misa es ante todo una celebración.

(E)

Acabado el tiempo de Navidad, iniciamos hoy el tiempo que llamamos ordinario. Pero veremos que en el mensaje hay continuidad. Juan el Bautista, convencido de que es a Jesús a quien hay que escuchar y seguir, lo presenta como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" e invita a sus discípulos a que se pasen al grupo de Jesús. Juan tiene la vivencia de que en Jesús reside la plenitud del Espíritu de Dios. Por tanto, lo que debe hacer es dar testimonio de El y ponerse de lleno al servicio de su causa, porque es la causa de Dios Padre. Gran ejemplo para la vida de cualquier cristiano.

Saludo

Hermanos, alabemos juntos al Señor que nos quiere. Que su gracia y su paz estén con todos vosotros...


Pedimos perdón

(A)

Para participar dignamente en esta celebración, reconozcamos nuestros pecados (Breve silencio). Yo confieso...

(B)

- Jesús es siempre el esperado que viene trayendo la paz de Dios. ¡Señor, ten piedad!
- Jesús es el necesario que nos pone en el camino de la reconciliación. ¡Cristo, ten piedad!
- Jesús es el único que quita el pecado del mundo. ¡Señor, ten piedad!

(C)

Cordero de Dios, ambicionamos tener cada vez más: dinero, juguetes, ropa... Hoy queremos elegirte a Ti como nuestro único bien. Líbranos de nuestros egoísmos. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Cordero de Dios, también ambicionamos seguridades. No nos gusta quedar mal ni que se rían de nosotros. Líbranos de nuestros miedos. CRISTO, TEN PIEDAD...
Cordero de Dios, nos encanta presumir de nuestro equipo favorito o decir que somos “fans” del cantante de moda, pero no que somos seguidores tuyos. Líbranos de nuestras cobardías. SEÑOR, TEN PIEDAD...

(D)

Necesitados de perdonarnos entre nosotros, y también del perdón del Padre, acudimos a Él al comenzar la celebración:

Tú, que eres el Dios de la fiesta, de la luz, de la salvación. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Tú, que nos cuidas dándonos todo lo que necesitamos para la vida. CRISTO, TEN PIEDAD.
Tú, que nos haces partícipes de tu entrega y amistad. SEÑOR, TEN PIEDAD.

Concédenos, Señor, vivir siempre en justicia y en paz con los hermanos y contigo. Por Jesucristo nuestro Señor.


Escuchamos la Palabra

Monición a las lecturas

La primera lectura y el evangelio de hoy, nos centran en el comienzo de la vida apostólica de Cristo.
Jesús es quien nos ofrece el perdón y la paz, en definitiva, la salvación. Como comunidad creyente estamos llamados a comunicar su mensaje, escuchémoslo.

Monición al Evangelio

Así, Jesús, no sólo sintió que Dios era "su" papá, sino que era el papá de todos. Pero la cosa no quedó ahí; otras personas aprendieron que Dios es Padre bueno de todos porque aprendieron a quererle como Dios le quería a Jesús. Por eso, al cabo de mucho tiempo, comenzaron a decir que Jesús era "hijo de Dios". Y el primero de todos Juan, el mismo que le había bautizado

EVANGELIO
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo

+ Lectura del santo evangelio según san Juan

En aquel tiempo; al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: -«Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo:
-«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
"Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése
es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. "
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

Palabra del Señor

Evangelio dialogado (Niños)

Narrador: Un día que Juan el Bautista estaba hablando a la gente para que prepararan la venida del Señor, vio que Jesús venía hacia él y dijo a los que le estaban oyendo:

Juan: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Yo he visto al Espíritu que bajaba del cielo en forma de paloma y posarse sobre El.
Yo doy testimonio que éste es el Hijo de Dios.

Palabra del Señor



Homilías

(A)

Son bastantes las personas que llevan en el fondo de su alma la caricatura de un Dios desfigurado que tiene muy poco que ver con el verdadero rostro del Dios que se nos ha revelado en Jesús.
Dios sigue siendo para ellos el tirano que impone su voluntad caprichosa, nos complica la vida con toda clase de prohibiciones y nos impide ser todo lo felices que nuestro corazón anhela. Todavía no han comprendido que Dios no es un dictador, celoso de la felicidad del hombre, controlador implacable de nuestros pecados, sino una mano tendida con ternura, empeñada en «quitar el pecado del mundo».
Son bastantes los que necesitan liberarse de un grave malentendido. Las cosas no son malas porque Dios ha querido que sean pecado. Es, exactamente, al revés. Precisamente porque son malas y destruyen nuestra felicidad, son pecado que Dios quiere quitar del corazón del mundo.
A los hombres se nos olvida, con frecuencia, que, al pecar, no somos sólo culpables, sino también víctimas. Cuando pecamos, nos hacemos daño a nosotros mismos, nos preparamos una trampa trágica, pues agudizamos la tristeza de nuestra vida, cuando precisamente creíamos hacerla más feliz.
No olvidemos la experiencia amarga del pecado. Pecar es renunciar a ser humanos, dar la espalda a la verdad, llenar nuestra vida de oscuridad. Pecar es matar la esperanza, apagar nuestra alegría interior, dar muerte a la vida. Pecar es aislarnos de los demás, hundirnos en la soledad. Pecar es contaminar la vida, hacer un mundo injusto e inhumano, destruir la fiesta y la fraternidad.
Por eso, cuando Juan nos presenta a Jesús como «el que quita el pecado del mundo», no está pensando en una acción moralizante, una especie de «saneamiento de costumbres». Está anunciándonos que Dios está de nuestro lado frente al mal. Que Dios nos ofrece la posibilidad de liberarnos de nuestra tristeza, infelicidad e injusticia. Que Dios nos ofrece su amor, su apoyo, su alegría, para liberarnos del mal.
El cristianismo sólo puede ser vivido sin ser traicionado, cuando se experimenta a Jesucristo como liberación gozosa que cambia nuestra existencia, perdón que nos purifica del pecado, respiro ancho que renueva nuestro vivir diario.

(B)

Hay un proverbio judío que expresa bien la importancia que tiene el testimonio de los creyentes: "Si no dais testimonio de mí, dice el Señor, yo no existo".
Lo mismo se puede decir hoy del testimonio de los cristianos. Si no somos testigos del Dios de Jesús, el Dios de Jesús permanece oculto e inaccesible para los hombres de hoy.
La única razón de ser de una comunidad cristiana es dar testimonio de Jesucristo.
Y hemos de dar este testimonio en un mundo en el que Dios y todo lo religioso sufre un proceso condenatorio...
Hacer partícipes a los demás de los bienes, de las experiencias, de las oportunidades es una exigencia obvia y primera del amor.
Si he dado con un médico capaz de aliviarme el reuma, de curarme la diabetes o remediar mi ceguera no puedo menos de pasar la noticia a toda prisa a mis amigos reumáticos, diabéticos o ciegos. Lo contrario sería una traición.
Si ha habido un apagón en un camping y yo tuviera una provisión de velas y no repartiera mi luz a los demás acampados, sería un vecino execrable al que no le importa la suerte de los demás.
Si de verdad me siento curado y salvado por Jesús y callo mi fe y mi experiencia religiosa ante quienes la necesitan, no tengo perdón de Dios.
"Vosotros sois la luz del mundo". Si creo que tengo la luz de la fe en Jesús y, sin embargo me la guardo para mí, sin preocuparme de si los demás ven o no ven, creen o no creen, entonces lo que tengo no es fe. La fe que no evangeliza, que no contagia, que no se difunde, no es fe, será cualquier otra cosa, pero no es fe.
Paul Claudel que tanto tiempo estuvo sumido en las tinieblas "por el silencio culpable de los cristianos que le rodeaban" interpelaba fogosamente: ¿Qué habéis hecho de la Luz, hijos de la Luz? Tenía toda la razón del mundo.
Si entiendo mi vida cristiana, mi fe en Jesús, mi experiencia religiosa como la mejor manera de vivir la vida humana, como un tesoro ¿cómo puedo callármelo y dejar a los demás en la miseria? ¿Cómo puedo decir que les quiero si no comparto con ellos la riqueza más grande de mi vida?
Al hombre moderno no le interesan los maestros, busca y sigue a los testigos, y en este sentido podemos decir que el testimonio de muchos cristianos puede atraer o puede alejar de Dios...
Me impresionó mucho en mis primeros años de sacerdote el símil de aquel gigantón de alma y cuerpo, que fue el Padre Lombardi. Decía él con su lenguaje tan plástico: "Se reúnen unas cuantas vecinas para recibir clases de labores. Después de un tiempo deciden reunirse para comer juntas un pollo asado. Aquel pollo asado es el comienzo de una gran amistad. Los cristianos compartimos todos los domingos, el cuerpo y la sangre de Jesús, y seguimos tan alejados los unos de los otros como si nunca hubiéramos comido juntos. Esta es la realidad, muchos cristianos que celebramos la Eucaristía no somos testimonio de fraternidad.. Como recuerdo avergonzado. Estaba yo recién ordenado de sacerdote. Acababa de celebrar la Eucaristía en la Iglesia de una ciudad, todavía seguía la mayoría de la gente en el templo y me vienen a avisar: "A una señora mayor le ha dado un ataque y creemos que está muerta". Llamamos inmediatamente al médico... Pregunté por su identificación, su nombre, su familia, su domicilio... ¡Nadie sabía nada de aquella señora que desde hacía tiempo participaba en aquella Eucaristía! He aquí una estridente contradicción con lo que acabábamos de celebrar: ¡un banquete fraterno celebrado por personas que se ignoran sistemáticamente!
¡Resultan altamente sospechosas las Misas, de tantas personas que, a pesar de celebrar juntos durante años y años el sacramento de la fraternidad siguen tan alejados los unos de los otros ¿Con qué sentido la celebran? ¿Cómo una devoción particular? Pero es que no es eso... Por eso, quizá también se nos puede aplicar aquella constatación que hacía Pablo: "Por eso hay entre nosotros tantos enfermos". Por eso hay entre nosotros tantos cristianos que no ejercen como cristianos.
Tal vez una de las tragedias de nuestro mundo sea el de no contar con "testigos vivos" de Dios.
La figura del Bautista, verdadero testigo de Jesucristo, nos obliga a hacernos una pregunta: Mi vida, ¿ayuda a alguien a creer en Dios o más bien le aleja de Él?
(C)

El Evangelio de hoy bien pudiera llevar como título “creer a los que ven primero”. Siempre hay alguien que llega antes o que ve antes que los demás. Esta es la realidad Juan el Bautista. Jesús aparece en el desierto. Pero sólo Juan es capaz de reconocerle. No lo había visto nunca. “Yo no lo conocía ..... He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como paloma y se posaba sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me mando a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Y ahora está ahí. Ese es “El Cordero de Dios”. Juan ve lo que los demás no ven. Donde los demás ven a uno más caminando por el desierto, Juan ve al Cordero de Dios. Ve a Jesús el Salvador. No sabemos qué caso le hicieron a Juan los demás
Siempre tiene que haber alguien que ve antes que el resto para señalarlo. Pero no siempre los demás aceptan lo que ellos no han visto. Con frecuencia se cumple lo que Khalil Gibran nos cuenta en una historieta muy bella.
“Dijo al ojo a sus compañeros: veo más allá de esos valles un montaña envuelta en nubes.¡Qué montaña más solemne! A lo que el oído respondió: “pues yo no oigo su voz”.
Por su parte, añadió la mano: pues yo no puedo tocarla. Así que esa montaña no existe. Intervinieron las narices. Nosotras no aspiramos su perfume. Luego no debe existir tal montaña.
Mientras el ojo seguía contemplando la belleza de la montaña, los demás sentidos se reunieron a deliberar, qué motivos habría tenido el ojo para tratar de engañarles. Discutieron entre sí y llegaron a la conclusión: “El ojo, sin duda, ha perdido el juicio”.
Cuando uno habla de la fe, son muchos los que terminan sonriendo. “Este ha perdido el juicio”. Porque hoy ya no se usan esas cosas. Es que hay muchos que ven pero no ven. Miran pero no ven. Pero tampoco quieren creer lo que realmente otros ven. Se puede ir a la Iglesia y no ver nada. Se puede leer la Palabra de Dios y no enterarse de nada. Se puede rezar y no hablar con nadie.
Jesús lo dirá más tarde: “Tienen ojos y no ven”. “Tienen oídos y no oyen”.

Es que hay cosas que sólo la fe es capaz de ver.
Por más que la razón no las entienda y quiera negarlas precisamente porque ella no las ve.
Ha valores que sólo la fe puede descubrir. Por más que la razón se niegue a aceptarlos.
La fe es capaz de hacernos ver el misterio. La razón se empeña en comprender sólo lo que tiene lógica. ¡Y en la vida hay tantas cosas que carecen de lógica!

Hay cosas que sólo la esperanza es capaz de esperar.
Por más que la realidad del presente quiera negarlas.
Hay futuros que no se pueden ver hoy. Pero hay futuros que la esperanza sí logra adivinar.
Hay cambios que creemos nunca se darán. Pero hay cambios en los que la esperanza sigue creyendo.
Hay mañanas que el presente nos impide ver. Pero hay mañanas que la esperanza ya está gozando.

Hay cosas que la tristeza nos impide ver. Pero hay cosas que la alegría ya está contemplando.
Hay cosas que la tristeza niega. Pero hay cosas que la alegría las tiene ya en sus manos.
Hay cosas que la tristeza ve imposibles. Pero hay cosas que la alegría ya está disfrutando.
Hay cosas que la tristeza oscurece. Pero hay cosas que la alegría las ilumina.

Es preciso:
Que la razón pregunte a la fe, en vez de decir que la fe ha perdido el juicio.
Que la realidad pregunte a la esperanza, y no diga que la esperanza ha perdido el juicio.
Que la tristeza pregunte a la alegría, y no diga que la ha perdido el juicio.

Es preciso:
Que cuando no veamos nada, preguntemos a los que ven.
Cuando estemos cansados, preguntemos a los que están descansados.
Cuando estemos caídos, preguntemos a los que aún están en pie.
Cuando estemos enfermos, preguntemos a los que están sanos.
Que cuando todo lo veamos negro, preguntemos a los que lo ven blanco.
Que cuando estemos desilusionados, preguntemos a los que viven el gozo de la esperanza.
Que cuando estemos tristes, preguntemos a los que están alegres.
Que cuando sintamos que nada tiene sentido, preguntemos a quienes aún tienen razones para vivir.
Que cuando sintamos que Dios no existe, preguntemos a los que lo han visto.
Que cuando sintamos que la Iglesia tiene mucho de pecado, preguntemos a quienes todavía son capaces de ver la santidad que hay en ella


(D)

"EL CORDERO QUE QUITA EL PECADO"
Los testimonios serían interminables. Uno de ellos: Un primo residente en Montevideo. Emigró para Uruguay siendo muy joven. Allí, en un ambiente poco religioso perdió la fe. En el último viaje que realicé, me hizo esta observación: "Por mi edad, tengo muchos amigos que ingresan con frecuencia en los hospitales. ¿Sabes lo que he observado? Que todos los que tienen fe y practican la religión, llevan la enfermedad con mucha más paz y paciencia, y mueren más tranquilos. Esto me está haciendo pensar". Aproveché este atisbo suyo para animarle e invitarle a retornar a la práctica religiosa. Poco antes de morir celebró la fe y recibió la unción de los enfermos. También a él la fe le ayudó a vivir mejor su enfermedad y a morir esperanzado. He aquí el Cordero que quita el pecado de la desesperación, de la impaciencia.
Hace un tiempo escuchaba el testimonio de dos reconciliaciones. En uno de los casos eran un hermano y una hermana que después de ocho años de no hablarse por razones de herencia, se habían reconciliado. En el otro caso se trataba de suegra y nuera que se odiaban vehementemente. La reconciliación partió de la nuera que tomando la iniciativa dijo a su suegra: "No puedo celebrar en paz la Navidad si no nos reconciliamos". Fue una fiesta para toda la familia. ..He aquí el Cordero que quita el pecado del odio de los corazones".
El Imperio Romano había caído en notables niveles de deshumanización: esclavitud, crueldad, explotación... Recordemos el circo y los cristianos devorados por las fieras, los niveles de degradación en que había incurrido esta sociedad del Imperio.
Pablo, en la carta a los romanos, enumera minuciosamente los vicios que envenenaban la sangre de los ciudadanos y envolvía como nube tóxica la vida social. Un puñado de creyentes, pobres, sin recursos humanos y sin medios, fue capaz de transformar el Imperio y de humanizarlo.
Juan señala con el dedo a Jesús y lo presenta a todas las personas de su entorno, a sus propios discípulos y a los que se acercan a escucharle: "Éste es el Cordero de Dios" (Jn 1,29), recuerdo del cordero pascual (cf. Ex 12) y alusión al rito de la liberación originaria del pueblo de Israel. El cordero será inmolado, como Jesús en la cruz; será consumido, como el cuerpo que Jesús ofrecerá en la cena.
HACER LA EXPERIENCIA PERSONAL
El testimonio de Juan el Bautista y el de millones de cristianos nos invitan a seguir a Jesús entusiasmadamente. Después del Bautista, será Pedro quien confesará enardecido, comparando su vida antes de seguir al rabí de Nazaret y después de haberse hecho su discípulo: "¿A dónde podemos ir, Señor, si sólo tú tienes palabras de vida eterna?" (Jn 6,68). Poco después será Pablo quien, comparando su experiencia de fanático seguidor de Moisés con la nueva experiencia de seguimiento de Jesús, exclama: "Yo sé muy bien de quién me he fiado y sé que no me defraudará" (2Tm 1,12).
Todos conocemos lo que significó para san Agustín el encuentro con Jesucristo. Confiesa que después de probar en distintas formas de pensamiento y en muchos modos de vivir, experimentaba un profundo vacío. Cuando se encontró con Jesucristo, confesó ardorosa y agradecidamente su admiración por él.
Esto nos decía un convertido en son de queja porque los cristianos de su entorno no le habían presentado antes a Jesús de Nazaret: "¿Por qué he tenido que estar malviviendo durante tantos años, perdiendo la vida y medio amargado porque no me han presentado a Jesús, el maestro de vida?". El testimonio es fundamental. Y Jesús, en efecto, quita el pecado radicalmente, nos libera del doloroso vacío interior y nos da la paz profunda.
PRESENTARLO A LOS DEMÁS
Cuando se tiene la experiencia de liberación, paz y plenitud que da la relación amistosa con Jesús, se siente la urgencia de presentarlo a las personas que nos rodean y para las que queremos lo mejor. La fe en Jesús es garantía de lo mejor.
Lo he escuchado de labios de bastantes matrimonios: "Si no hubiera sido por la fe en Jesús y por nuestra vivencia religiosa, hace tiempo que nuestro matrimonio hubiera fracasado; sin embargo, hoy nos consideramos una familia lograda y bastante feliz".
Los padres y las madres darían la sangre por sus hijos. Pues la mejor garantía para preservarlos de graves errores y desviaciones es presentarles con entusiasmo a Jesucristo, hablarles cálida y testimonialmente de él. Los padres recomiendan: "¡Júntate con amigos buenos!". El amigo que más garantías puede dar es Jesús. Monseñor Casaldáliga repite constantemente: "Lo que más agradezco a mis padres es que me presentaran a mi Hermano Mayor, a Jesús de Nazaret, que es el que llena mi vida".
Muchos padres, sobre todo jóvenes, afirman: "Lo importante en los hijos es que sean buenas personas; que crean o no, eso ya no importa tanto". ¿Quién puede ayudar mejor que Jesús a ser buenas personas?
En una encuesta, hecha con rigor científico entre 2.500 jóvenes, se ha llegado a comprobar que los jóvenes que practican son, con mucha diferencia, más felices y están mucho más satisfechos, porque también son los más generosos y comprometidos. Por interés propio, los padres han de presentar, sobre todo con el testimonio de la propia vivencia, a Jesucristo como el mejor maestro de la vida.
Para que él quite el pecado de nuestro corazón y del mundo, y nos ayude a lograr una mayor calidad de vida, se requiere lo que todos sabemos: que la fe sea una experiencia seria y profunda. No es cuestión de cuatro rezos desganados ni de unas prácticas por mero cumplimiento. Se trata de inspirar toda la vida en la espiritualidad y la acción de Jesús.
Jesucristo, ese gran desconocido es el titulo de un libro y la afirmación de una deplorable realidad. Nos ocurre como en la sociedad de san Juan: "Ése es el Cordero de Dios, con vosotros está y no le conocéis". No deja de ser chocante que, después de veinte siglos y con un tercio de la humanidad que se llama cristiana, Jesús siga siendo desconocido.
Ser cristiano es vivir la experiencia que me confesaba un hombre joven: "Hace apenas dos años que descubrí que Jesús es mi Salvador. Antes, lo único que hacía eran prácticas religiosas y estaba convencido de ser un cristiano auténtico, hasta el día en que el Señor a través de un libro de Michel Quoist, Encuentros con Jesucristo, a través del testimonio de una serie de creyentes apasionados, con quienes traté de conectar y a quienes busqué conocer, sobre todo en grupos y comunidades eclesiales, descubrí que realmente no tenía fe en él. A partir de entonces me he acercado a él, he empezado a creer de verdad. Esto ha sido para mí un nuevo nacimiento. Se lo cuento a todo el mundo y, gracias a Dios, ya son varios los que han tenido la misma experiencia que yo".
Ésta es nuestra misión como cristianos: señalar con el dedo a Jesús y decir: "Te presento a 'mi' Salvador, el que buscas tal vez sin darte cuenta... Ése es el que me ha salvado de una vida insulsa, mediocre"...

(E)

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo
Las lecturas de este domingo son como un cántico a la grandeza maravillosa de Jesús. Todas nuestras celebraciones cristianas contienen también un cántico de alabanza y admiración por Jesús. Hay en él algo que nos sobrecoge, nos produce asombro y nos cautiva a medida que lo vamos conociendo. Aplicamos a Jesús las palabras de Isaías: «Tú eres mi siervo, y estoy orgulloso de ti». «No sólo eres mi siervo para restablecer las tribus de Jacob». Es poco para los planes de Dios que Jesús derrame su luz y su amor por los pueblos y ciudades de Israel. Es poco. «Te convierto en luz de las naciones para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra». Como si dijera: «Te asigno una tarea mucho más
grande y más bonita. No te vas a limitar a Israel. sino que tu luz va a llegar a todo el mundo, para que mi salvación alcance a todos los seres humanos. ¿Cómo nos ha llegado la luz y la salvación de Jesús a nosotros? Nuestro Dios tiene muchos caminos. Pero en este día nosotros estamos celebrando esa grandeza especial de Jesús. Y como nosotros, otra mucha gente por toda la tierra se reunirán en iglesias, capillas, basílicas o debajo de un árbol en África, para celebrar también con alegría el haber llegado a creer en Jesús. Nuestro Dios nos abrió un camino para llegar a la fe.
El evangelio de este día cuenta cómo llegó a descubrir Juan Bautista quién era realmente Jesús. Por dos veces repite: «Yo mismo no lo conocía». Parece que el descubrimiento le llegó mientras bautizaba a Jesús en el Jordán. Y desde ese momento lo proclama para que lo oigan todos: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Juan Bautista había visto muchas veces llevar corderos al templo para sacrificarlos a Dios. Para cualquier judío era una escena familiar cargada de sentido religioso. Nosotros ahora no estamos acostumbrados a estos sacrificios. Sabemos del sacrificio de padres que se matan a trabajar para sacar a sus hijos adelante. Sabemos de personas generosas que se desviven por ayudar a los más pobres del mundo. Por ahí están nuestros misioneros, los que trabajan con delincuentes, con toxicómanos, con chicos de la calle en las ciudades, con gentes marginales, en nuestras parroquias, en instituciones vecinales, etc. Conocemos personas que están gastando su vida y sus energías por vivir para los demás y esto, gracias a Dios, a nosotros nos resulta bastante familiar. Pues así veía Juan Bautista a Jesús: como el cordero que va al sacrificio, como la persona que carga con sufrimientos por vivir para los demás. En la vida de Jesús iban muchas vidas. Juan Bautista decía: «Yo mismo no lo conocía, pero (...) lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios».
Nosotros también tenemos la hermosa tarea de ser testigos de Jesús. Le conocemos y nos admira su persona. Lo proclamamos «Señor». No vamos echando sermones a la gente. Cuando nos ven como personas honradas, sencillas, serviciales, dispuestas a echar una mano a quien nos necesite, que nos preocupamos por los demás, que no nos guía el egoísmo o el afán de figurar... estamos diciendo con nuestra vida que somos seguidores, pobres seguidores, de Jesús de Nazaret, que él es nuestro Señor, que él dirige nuestra vida. Hacemos presente al Señor en nuestro pueblo y en nuestro ambiente. Es un encargo bonito. En este día nosotros también repetimos con gozo lo que rezamos en el salmo: «Aquí estoy, Señor. para hacer tu voluntad».

(F)

Sabemos que las gentes que conocieron a Jesús quedaron impresionadas porque enseñaba con una autoridad nueva. Pero, tal vez, más de uno se pregunte: «¿qué puede enseñarnos Jesús a los hombres de este siglo? ¿Qué nos puede decir que ya no sepamos?"
Sin duda, lo primero que Jesús enseña es a creer en el Dios verdadero. De ordinario, los hombres nos ponemos ante Dios con la misma actitud de egoísmo, engaño y autodefensa con que nos ponemos ante los demás. No acabamos de fiarnos de El. Nos tememos que venga a estorbar nuestros planes, deseos y ambiciones. Y, así, sin apenas darnos cuenta, nos vamos construyendo esos falsos dioses que el teólogo catalán Josep Vives llama «dioses para no creer». Está, en primer lugar, «el Dios tapagujeros». Son muchos los que acuden a El, como si Dios tuviera que emplear todo su poder en favorecerles a ellos y en arreglar el mundo según sus gustos. Luego se quejan de que Dios no hace tal o cual cosa, no remedia los problemas como ellos entienden que debiera hacer. Jesús nos enseña, por el contrario, que Dios no está ahí para complacer nuestros gustos o suplir nuestra falta de responsabilidad, sino justamente para hacernos más responsables ante nuestra propia vida.
Entonces se puede pensar fácilmente en un «Dios apático», un Dios lejano y frío, insensible a nuestras penas y necesidades. Jesús nos revela, por el contrario, a un Dios cercano, enemigo de todo lo que esclaviza y hace sufrir al hombre, interesado en conducir la historia y la conducta de los hombres hacia el bien y la felicidad de todos.
Otros siguen creyendo en un «Dios sádico», convencidos de que Dios le agrada más el sacrificio y sufrimiento de los hombres que su vida gozosa y feliz. Incluso piensan que Dios sólo ha quedado satisfecho gracias a la sangre de su Hijo, cuando todo el Nuevo Testamento nos está diciendo que Dios nos perdona y nos ama de manera absolutamente gratuita, y la muerte de Jesús es precisamente el testimonio más evidente de que Dios nos sigue amando, incluso aunque los hombres crucifiquemos al Hijo que más quiere.
Otros se imaginan a un «Dios interesado». Estamos tan acostumbrados a que entre nosotros casi nada se dé gratuitamente, que no podemos pensar que Dios sea absoluta gratuidad. Sin embargo, Jesús nos revela que Dios es amor gratuito, puro gozo de dar. Que Dios nos ama porque sí, porque ser Dios es precisamente amar, darse, comunicarse, dar la felicidad total al ser humano.
Está también «el Dios policía, juez y verdugo» que nos acecha por todas partes para pillarnos en pecado y descargar sobre nosotros el peso implacable de su Ley, «el Dios del orden y la seguridad», que defiende los intereses de aquellos a los que les va bien... Verdaderamente los hombres somos capaces de imaginar cualquier cosa de Dios.
Estoy convencido de que muchos que se dicen hoy ateos o increyentes volverían a hacer un sitio a Dios en sus vidas si alguien les ayudara a intuir y conocer al Dios verdadero que se nos revela en Jesucristo. Jesús no es un teólogo, ni siquiera un profeta más. Como dice el Bautista, «éste es el Hijo de Dios». Puede hablarnos de El.

Cuento

Jesús ha sido nuestro "maestro", el que nos enseñó que Dios es un "Padre bueno". Y nos lo sigue enseñando. Como en esta historia:
Hace muchos años hubo un terremoto en Armenia. Murieron muchas personas. Algo así como lo que ha pasado en noviembre del año pasado en Centroamérica o el tsunami. Un papá, que estaba en casa en aquel momento, se acordó de que su hijo estaba en el cole y salió corriendo a buscarlo. Siempre le había dicho: "Pase lo que pase, tú nunca te preocupes: yo siempre estaré allí para ayudarte".
Cuando llegó a la escuela, el edificio se había derrumbado. El padre se echó a llorar. Pero, sin desanimarse, empezó a recordar dónde solía estar la clase de su hijo. Fue hasta allí y empezó a escarbar y a escarbar... Otros papás fueron también. Pero estaban desesperados: "Déjalo -le decían- es demasiado tarde... Ya no podemos hacer nada por ellos". Llegaron también los bomberos y le dijeron que se fuese, que había peligro de incendio y que ya se iban a ocupar ellos. El papá siempre les decía a todos: "¿Pero va usted a ayudarme o no?"
Nadie quiso ayudarle. Todos lo daban todo por perdido. Pero el padre siguió arañando y escarbando, arañando y escarbando. Así estuvo 8 horas..., 12...,24..., 36... Y, cuando ya llevaba 38, agotado, al retirar un pedrusco, oyó la voz de su hijo y llamó con todas sus fuerzas: ¡¡Armando!!
-"¿Papá? ¡Soy yo! ¡Estamos aquí! Ya les dije yo a los otros chicos que no se preocuparan, que tú me salvarías y que, si tú me salvabas también les salvarías a ellos. Tú siempre decías que "pase lo que pase, estarías conmigo.Y has venido!".
-"¿Cómo estás? -preguntó el padre.
-"Aquí estamos catorce de los treinta y seis de la clase. Tenemos hambre y miedo, pero ahora ya estás aquí. Se formó una cámara de aire entre los cascotes y eso nos ha hecho vivir".
-"¡Venga, hijo, vamos fuera, yo te ayudaré" -dijo el padre. Y el hijo le contestó:
-"No, papá. Que salgan primero los demás chicos. ¡ Yo ya sé que tú me sacarás! ¡Pase lo que pase, sé que tú me sacarás!

Comentario:
* ¿Tiene algo que ver esta historia con el hecho de que Dios es nuestro Padre bueno?
* ¿Cómo debemos hablar con Dios cuando...
. estamos tristes,
. queremos celebrar algo, . .
. hemos sacado buenas notas,
. hemos ganado el partido,
. nos han dejado los amigos,
. hemos conseguido hacer algo solos...?


Oración de los fieles

(A)

Andamos necesitados de muchas cosas, y en muchas ocasiones no sabemos qué necesitamos de verdad; pero lo que sí es cierto es que necesitamos que Dios nos ayude. Por eso acudimos a El: ¡Ayúdanos, Señor!

—¡Ayúdanos, Señor! a trabajar unidos a la Iglesia, sabiendo llevar adelante con ilusión la misión encomendada de ser luz de las gentes. Oremos.

—A superar posturas individualistas, cerradas y a vivir abiertos a la novedad de las otras personas. Oremos.

—A favorecer el encuentro y la cercanía en el mundo del trabajo, la formación, el tiempo libre. Oremos.

—A vivir cada uno de nosotros conforme a los dones que hemos recibido. Oremos.


(B)

Hermanos, oremos al Señor y pidámosle que escuche compasivamente nuestras plegarias.

Contestemos: Te rogamos, Señor, óyenos.

1.- Por la santa Iglesia de Dios, para que Dios nuestro Señor le conceda la paz y la unidad y la proteja en todo el mundo, roguemos al Señor.

2.- Por los gobernantes de nuestra patria y de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor dirija sus pensamientos y decisiones hacia una paz verdadera, roguemos al Señor.

3.- Por los que están en camino de conversión y por los que se preparan a recibir el bautismo, para que Dios nuestro Señor les abra la puerta de su misericordia y les dé parte en la vida nueva de Cristo Jesús, roguemos al Señor.

4.- Por nuestros familiares y amigos que no están ahora aquí con nosotros, para que Dios nuestro Señor escuche sus oraciones y lleve a realidad sus deseos, roguemos al Señor.

Dios nuestro, que, en la hora de la cruz invitaste a la humanidad a unirse a Cristo, esposo y Señor, escucha nuestras oraciones y haz que la Iglesia experimente en el convite dominical la fuerza transformadora del amor de Cristo, y sepa pregustar en este convite la esperanza alegre de las bodas eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

(C)

Desde el Espíritu que clama en nuestros corazones, presentemos ante el Padre nuestras plegarias.

Todos: Escucha, Señor, nuestra oración

1. Por las comunidades cristianas, para que, llenas del Espíritu Santo, difundan en el mundo la vida de Dios. Oremos...
2. Por todas las naciones, para que crezca el diálogo y la búsqueda de un desarrollo justo y solidario. Oremos...
3. Por todos los cristianos, para que en la Semana de la Unidad que vamos a comenzar, el Espíritu promueva la unión de todos. Oremos...
4. Por los que se desesperan ante las condiciones inhumanas que sufren, para que, el Espíritu les suscite la esperanza y acompañantes en quienes apoyarse. Oremos...
5. Por todos nosotros, para que crezcamos en experiencia y conocimiento de Cristo y nuestra coherencia de vida sea humilde servicio a Dios y los hombres. Oremos...

Envía, Señor; tu Espíritu a nuestros corazones para que podamos vivir las mismas actitudes de tu Hijo Jesucristo Nuestro Señor: Amén.

(D)

. Para que no falte nunca en la Iglesia la experiencia profunda de la fe, roguemos al Señor.
. Para que los cristianos tengamos un diálogo abierto y de colaboración con todos, en especial con aquellos que no piensan como nosotros, roguemos al Señor.
. Para que nuestra Comunidad se fortalezca con los dones y las aportaciones de todos, roguemos al Señor.
. Para que el Espíritu de Jesús nos ayude a ser sus testigos en
medio de nuestro pueblo, roguemos al Señor

Ofrendas

(A)

PRESENTACIÓN DE LAS PANCARTAS

“DE LAS PALABRAS, A LOS HECHOS”

Traemos, Señor, esta pancarta que hemos preparado y con la que queremos hacer una denuncia y, a la vez, expresar un compromiso. Denunciamos nuestros abusos verbales... Se nos llena la boca de bonitas palabras, cuando nuestros corazones y nuestras vidas no son coherentes. Y queremos expresar nuestros deseos de, como Juan, el Bautista, unir palabras y vida, en nuestro testimonio de tu Hijo ante el mundo y los hombres con los que vivimos.


“DE LA PIEDAD, AL COMPROMISO”

Te presentamos ahora, Señor, esta segunda pancarta, en la que se lee: “De la piedad, al compromiso”. También es denuncia y compromiso, porque nos resulta más fácil, y hoy estamos verdaderamente tentados por ello, de recluirnos en la piedad y huir de lo peligroso que resulta vivir en la intemperie del mundo, donde nos jugamos la vida y hasta la fe, por la confrontación continua con los que te han dado la espalda. Que nuestro culto sea auténtico, a la medida de tu Hijo Jesús. Y sea Él quien nos lance a la acción y al compromiso en favor de los hombres.


“DE LOS TEMPLOS, A LAS CALLES”

Y traemos, Señor, esta tercera pancarta, mezcla de denuncia y de buenos deseos: “De los templos, a las calles”. Y es que, Señor, también estamos tentados a refugiarnos en el calor de la afectividad de la comunidad y olvidarnos que, como pequeña Iglesia, somos una referencia de servicio y de entrega. Hoy, Señor, la caridad es política, porque, de nada sirve luchar por separado; se precisan cambiar las estructuras, si realmente queremos que nuestro amor sea efectivo. Por eso te pedimos que nos ayudes.

PRESENTACIÓN DE UN PARAGUAS

Señor, te traemos hoy este paraguas. Es y ha sido muchas veces, en nuestra vida y en la de muchos de nosotros, el símbolo de nuestras actitudes evasivas ante los compromisos y las exigencias que Tú nos has transmitido a través de tu Palabra. Muchas veces, o hemos mirado hacia otro lado o hacia otras personas. Hoy, con esta ofrenda, te queremos pedir que nos cambies el corazón y nos lo hagas receptivo a tu Palabra y a sus exigencias.


(B)

. Evangelio: Señor, queremos llevar tu ley en las entrañas. Por
eso te ofrecemos el Evangelio que Tú mismo nos has regalado.
. Llaves: Señor, queremos estar abiertos a tu Espíritu y al Cordero salvador.

Gesto: Alguien sale a un lugar destacado con un vaso grande sobre un plato. Otra persona se acerca al mismo lugar con una jarra llena de agua; dice dirigiéndose a la asamblea: ¿Estamos llenos de Dios? ¿Nos cabe más? (Echa agua en el vaso hasta rebosar).Dios quiere estar en nosotros hasta rebosar...


Prefacio...

Queremos darte gracias, Señor,
porque nos reúnes a los que confesamos tu nombre.
Como un solo cuerpo, estamos congregados
los que hemos recibido un mismo Espíritu.
Somos tu Iglesia,
la comunidad convocada por tu Palabra aquí y ahora.
También nos sentimos unidos
a todos los que en, cualquier lugar,
invocan el nombre de Jesús.
Todos formamos el pueblo santo que Tú has consagrado
con la misión
de ser fermento de paz en el mundo.
Al vernos juntos hoy
nos llenamos de alegría
y sentimos el gozo de los amigos y familiares
que se vuelven a encontrar unidos
tras la separación.
Con los ángeles y los santos
cantamos tu gloria diciendo:

Santo, Santo, Santo...

Padre nuestro

Hoy tiene más sentido que nunca rezar esta oración de Jesús, que nos enseñó a llamar a Dios PADRE NUESTRO, porque Dios es Papá...

Compartimos el pan

Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el que marca el camino de los que dan culto al Padre en espíritu y en verdad. Sea esta comunión un aliciente para dar testimonio de Dios y de Jesús.

Oración

Tú quitas el pecado del mundo

Porque la humanidad gime con dolores de parto,
porque la vida que hemos inventado no nos satisface,
porque las tres cuartas partes de los hombres pasan hambre,
porque la soledad y la incomunicación nos invaden,
necesitamos que nos llenes de tu Espíritu.

Tú que quitas el pecado del mundo, libéranos de la prisa,
del pasar por las cosas, las situaciones y las personas sin gozarlas, sin encontrarnos los unos con los otros.
Líbranos, Señor, de la rutina que nos hace repetir sin sentir,
de un corazón que no se inmuta ante el dolor de los demás.

Tú que quitas el pecado del mundo,
envuelve con tu amor y tu frescura
a los políticos que llevan los destinos de la tierra,
a los artistas que alimentan nuestras formas de pensamiento,
a los maestros que enseñan conocimientos sin alma,
a los investigadores que sirven más a la economía que al ser humano ...
a los padres que gastan más energía en su trabajo
que en gozar de su amor y transmitírselo a sus hijos,
a cada ser humano que no sabe vivir con gozo
y está envuelto en soledad o desencanto...
Llénanos a todos de tu Espíritu.


Bendición

Hermanos: Dios nos envía ahora a hacerle presente en el mundo de hoy.
Vayamos a proclamar a todos los que encontremos las maravillas que él ha hecho en nosotros y a llevar su amor y su paz a todos los que viven alrededor nuestro.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

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WebJCP | Abril 2007