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MISIONEROS EN CAMINO: IV Domingo del T.O. (Mt 5,1-12a) - Ciclo A: ¿Qué es la Felicidad?
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jueves, 27 de enero de 2011

IV Domingo del T.O. (Mt 5,1-12a) - Ciclo A: ¿Qué es la Felicidad?

Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

El domingo pasado hacíamos memoria de las dos palabras básicas de la vida cristiana: la conversión del corazón y la llamada de Jesús. Jesús nos llama y nos invita a llamar.
Hoy, en el sermón del monte, recordamos otra palabra básica: la felicidad.
Mucho antes de que la Constitución americana reconociera como derechos del hombre: el derecho a la vida, a la libertad y a la consecución de la felicidad, Jesús nos llamó felices y dichosos y nos dio la receta para conseguirlo.
Hacia el final de su vida Sir Cecil Rhodes, constructor de un gran imperio en África del Sur, fue felicitado por un reportero por sus grandes éxitos. Usted debería ser un hombre muy feliz, le dijo.

Sir Cecil Rhodes le contestó: “¿Feliz? Oh Dios mío, no. He pasado mi vida acumulando riqueza y ahora tengo que gastarla toda. La mitad se la llevan los médicos para evitar ir a la tumba y la otra mitad se la llevan los abogados para evitar ir a la cárcel”.

Con un poco de humor Sir Cecil Rhodes reconocía las limitaciones de la felicidad humana y del poder del dinero.

Nos dice el evangelio de Mateo que Jesús subió al monte, no como Moisés para entregarnos la Ley del NO, sino para entregarnos su Carta Magna que no señala los límites que no hay que franquear sino que nos muestra nuevos horizontes y nos habla de la felicidad del hoy y de la esperanza del mañana.

Los diez mandamientos son claros y fáciles de guardar. Para muchos cristianos son la única Ley a cumplir. Se pueden cumplir sin amar como cualquier otra ley humana. Son la expresión del puritanismo total.

Las bienaventuranzas de Jesús que hemos proclamado son actitudes del corazón. Son evangelio y el evangelio sólo se puede vivir desde el amor a Dios y a los hermanos. Las Bienaventuranzas no dicen nada sobre el culto, las oraciones o ayunos, sólo insisten en lo humano, lo verdaderamente humano.

Hoy, ustedes y yo vivimos en un mundo desacralizado, paganizado.

La Religión es un estorbo para muchos hombres, un pelo en la sopa que nos avergüenza y nos hace tirar el pelo y la sopa.

La Religión dice Ted Turner es para los perdedores.

Cortado el cordón umbilical que nos une a lo eterno hemos optado por vivir bajo el imperio de lo efímero: adoramos el dinero y despreciamos a los pobres, la corrupción, palabra archirepetida en todas las sociedades, es una lacra, el sexo bajo todas sus formas está omnipresente en todos los medios de comunicación…y la Religión pierde cada día más clientes.

Y Jesús nos habla de felicidad, de su felicidad, porque sabe que los humanos no podemos vivir sin ella.

Bienaventurados, dichosos, felices…los pobres, los mansos, los limpios de corazón, los constructores de la paz…

¿Cómo les suena esta letanía de la felicidad?

A muchos les suena a maldición, a escándalo, a opio.

Estas supuestas bienaventuranzas contradicen nuestra manera de pensar y de vivir.

Para que las Bienaventuranzas sean reales tenemos que prestar atención a la segunda parte, a las promesas que encierran: heredarán la tierra, serán consolados, son hijos de Dios…. Los cristianos vemos el mundo desde Dios, desde su proyecto de salvación, no lo vemos con las gafas de Wall Street.

Estas ocho felicidades de Jesús tendrían que ser meditadas a lo largo de la semana. Una cada día.

Y a estas felicidades tendríamos que añadir una más. La felicidad de ser cristiano.

Son muchos los que hoy se avergüenzan de manifestar públicamente su identidad cristiana como si ser cristiano fuera sinónimo de persona infeliz, de perdedor, de oprimido por el yugo de la Religión. El cristiano es un ser feliz y tiene que ser signo de felicidad para los demás. La felicidad y la alegría son la mejor tarjeta de visita para la evangelización.

En esta sociedad que “ha perdido los puntos de referencia” nosotros, felices de ser cristianos, elegimos ser solidarios con los hermanos que viven en la pobreza, en el dolor, en la persecución, en las lágrimas, situaciones humanas que entristecen a Jesús y que El vino a sanar.

Jesús, el hombre para los demás, vivió la felicidad de las Bienaventuranzas.

Jesús invita, no a sus fans, sino a sus seguidores a mirar al exterior y ser motivo de felicidad para los demás.

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WebJCP | Abril 2007