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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y Reflexiones para el IV Domingo del T.O. (Mt 5,1-12a) - Ciclo A:
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sábado, 29 de enero de 2011

Homilías y Reflexiones para el IV Domingo del T.O. (Mt 5,1-12a) - Ciclo A:


Publicado por Iglesia que Camina

LA FELICIDAD, ¿DÓNDE ESTÁ?

¡Qué difícil resulta hablar hoy de la felicidad! En cambio, lo más fácil es hablar del placer de los sentidos. Pero placer y felicidad no coinciden. Puede uno disfrutar de muchos placeres y, sin embargo, no ser feliz. Y puede ser feliz sin demasiados placeres.

El placer pertenece más al cuerpo: una buena comida, una buena cena con los amigos, una buena tarde de fútbol. Pero terminada la comida o la cena, uno vuelve a quedarse a solas consigo mismo, con su vacío o con sus preocupaciones. Incluso con la preocupación de lo que ha gastado y que lo necesita para vivir el resto de la semana.

En cambio, la felicidad es mucho más íntima, más profunda. La felicidad no está a flor de piel, sino que tiene sus raíces en el corazón. Por eso mismo las bienaventuranzas ponen la felicidad patas arriba. Se puede ser feliz siendo pobre, careciendo de muchas cosas superfluas. Se puede ser feliz luchando por los demás, para que los demás tengan lo suficiente para vivir. Se puede ser feliz poniendo un granito de arena para que en el mundo reine la paz. Hasta se puede ser feliz siendo perseguido por causa del Evangelio porque eso de dar la vida por algo que vale la pena es siempre una razón para dar sentido a la vida.

Nos hace felices, no el aparentar lo que no somos, sino siendo nosotros mismos.
Nos hace felices, no tanto el acaparar y estar sufriendo cada día el cambio de la Bolsa o la devaluación del dólar, sino el compartir lo que tenemos con el que no tiene.
Nos hace felices, no tanto el salvar nuestro pellejo huyendo del compromiso y la confesión de nuestra fe, sino el ser juzgados y hasta condenados por nuestra fidelidad al Evangelio el testimoniarlo y dar la cara por Dios..
No nos hace felices mandar sobre todos, sino sentir el amor de todos y que los demás se siente mejor porque se sienten amados y valorados por nosotros.

La felicidad no nos la regala el pecado. El pecado puede ser un momento de placer. Lo que sí nos hace felices es poder mirar a los ojos de la esposa y los hijos siendo fieles a nuestro compromiso.

Hay la felicidad del mundo que se llama placer y hay la felicidad que brota del corazón fruto de la experiencia de la gracia, de sentirnos amados por Dios, de saber que para Dios somos importantes. Yo me pregunto, ¿he sido más feliz cuando pequé o cuando el Señor me ha regalado el don del perdón? Y te pregunto, ¿eres más feliz con tu corazón lleno de resentimiento o cuando amas a todos y tienes para todos un sitio en tu corazón? ¿Eres feliz cuando mientes o cuando vives en la verdad? ¿Eres feliz cuando juegas sucio y tienes miedo a ser descubierto o cuando juegas limpio y sabes que tu vida está en regla?




LIBRES Y FELICES

“Jesús no nos libera de unas leyes para ponernos otras leyes más perfectas o más fáciles de cumplir (es esa idea tan extendida de la “manga ancha”; la moral cristiana no es de “manga ancha” sino que es fundamentalmente de seguimiento de Cristo). Jesús nos libera definitivamente. Ese esquema del Antiguo Testamento está muerto… ¡Sed felices, dichosos y libres! La moral cristiana es un seguimiento sereno y feliz, un seguimiento libre y liberador de Cristo (Häring). No caigamos, como hemos caído, en una moral de pura ley, cuyo único valor es cumplir para tapar la boca a Dios de modo que no tenga nada que echarnos en cara; una moral mezclada de contabilidad bancaria. Las bienaventuranzas, la ética cristiana nos invita a ser libres y felices.” T. Muro Ugalde, “La verdad es libre”

Cuándo será que nuestra moral se convierta en el buen anuncio de una vida nueva y feliz y no en esa carga que tenemos que aguantar y soportar; en el anuncio de que los demás son importantes; en el anuncio de que nosotros podemos cambiar el mundo; en el anuncio de que las utopías del Reino de Dios son posibles.

¿Cuándo será que secar las lágrimas de los que sufren nos haga felices?
¿Cuándo será que gastar nuestras vidas para que los demás sean reconocidos en sus derechos humanos como personas nos haga felices?
¿Cuándo será que el dar la cara por el hermano y por el Evangelio, aunque nos cause problemas, nos haga felices?

Eso es ser cristiano y eso es ser feliz.
Feliz según Dios, aunque no siempre según los hombres.





NO MATES LA ALEGRÍA

No mates la alegría que hay hoy en ti, recordando las penas de ayer. Aquellas penas ya las sufriste. Hoy goza de la alegría que la vida te regala este nuevo día que es diferente al de ayer.
No mates la alegría que hay hoy en ti, pensando en los malos días que puedan venirte. El sol que hoy te calienta no volverá, pero hoy necesita calentar y fecundar las semillas de la vida que llevas dentro. El futuro vívelo mañana, pero hoy vive el presente.
No mates la alegría que hay hoy en ti, con recuerdos del pasado. La vida no se vive más que una vez. ¿Por qué te empeñas en vivir dos veces los días sin luz? ¿No te das cuenta de que la luz ya volvió a lucir dentro de ti?
No mates la alegría que hay hoy en ti porque te has vuelto a reconciliar y reencontrar con Dios en el Sacramento de la Penitencia. ¿Por qué seguir recordando los pecados de ayer, que Dios ya tiene olvidados desde que te los perdonó?
No mates la alegría que hay hoy en ti, con las malas noticias que te han dado. ¿Por qué no esperas un poco y miras a tu alrededor? ¿No ves que también hoy hay buenas noticias para ti en la vida?
No mates la alegría que hay hoy en ti porque las alegrías de hoy son nuevas, diferentes a las de ayer y a las de mañana. Si en vez de vivir las alegrías de hoy estás pensando en las de mañana, mañana pensarás en las de pasado mañana y así nunca vivirás la única alegría posible de tu vida, la de hoy.
No mates la alegría que hay hoy en ti, pero tampoco mates la alegría que hay en los demás. Si has de decirles algo desagradable y no es de urgencia, espera a otro día. Déjales que sean felices hoy.




UN FRACASO NO ES EL FINAL

Muchos piensan que un fracaso es el final del camino. ¡Cuántas vidas que se han quedado achatadas precisamente por un fracaso! ¿Vemos un poco la historia?

Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina, suspendió dos veces en sus estudios de Medicina.
Al filósofo Balmes le suspendieron en Matemáticas. Ramón Gómez de la Serna y a Azorín, famosos escritores, fueron suspendidos en Literatura. García Lorca tuvo un jalado en Lengua Española.

El caso más llamativo todavía fue el de Einstein, sus biógrafos cuentan que de muchacho fue un tanto retrasado A los tres años no sabía hablar, sólo algunas palabras y para colmo, mal pronunciadas hasta el punto de que sus padres estaban ya convencidos de tener un hijo deficiente mental y hoy lo consideramos como uno de los fundadores de la ciencia moderna.

Ya ven, un fracaso nunca es el final de un camino. Los padres no pueden desesperarse porque su hijo haya tenido un fracaso. Al contrario, deben aprovecharlo para levantar el ánimo de su hijo y decirle que el camino es muy largo y por delante quedan muchas posibilidades.

Ni los jóvenes han de caer en la desilusión ni renunciar a un futuro que puede ser promisorio. Los fracasos no pueden detener nuestra marcha ni marchitar nuestras ilusiones. Al contrario, deben ser un motivo más para el esfuerzo y la lucha. Por algo dice la canción: “Un fracaso más, ¿qué importa?”





¿USTED REZARÍA ESTA ORACIÓN?

Pues es una de las oraciones de Santo Tomás Moro. Alguien la titula “Oración para pedir el humor”. Es que algunos se han empeñado en usar cara de cuaresma. Es que se imagina que Dios nos quiere ver siempre con dolor de estómago y amargados. Pues aquí va la oración de Tomas Moro. Espero que alguien quiera hacerla suya:

“Señor, dame una buena digestión
y, naturalmente, algo que digerir.
Dame la salud del cuerpo
y el buen humor necesario para mantenerla.
Dame un alma sana, Señor,
que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro
de modo que, ante el pecado, no me escandalice,
sino que sepa encontrar el modo de remediarlo.
Dame un alma que no conozca el aburrimiento,
los rencores, los suspiros ni los lamentos.
Y no permitas que tome demasiado en serio
esa cosa entrometida que se llama “el yo”.
Dame, Señor, el sentido del humorismo
para que sepa sacar un poco de alegría a la vida
y pueda compartirla con los demás”.

¿Te animas a orarle a Dios no pidiendo cosas sino el buen humor, la capacidad de reírte, de contar un chiste? Yo estoy seguro que Dios tiene que estar aburrido de la seriedad de nuestra oración, algo así como si siempre tuviésemos úlceras en el estómago. Dios no nos dice “sean ustedes tristes”, sino “dichosos, felices ustedes”. Y para colmo nos dijo a última hora: “Mi alegría os dejo.”

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WebJCP | Abril 2007