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miércoles, 5 de enero de 2011

Epifania, la manifestación de Jesús



Hoy día de Reyes, estamos celebrando la fiesta de la Epifanía, de la manifestación del Señor. Esta página de Mateo, sin entrar ahora en la discusión de su historicidad, nos sigue esclareciendo el misterio del nacimiento de Jesús.

Dios, nos ha hecho el regalo gratuito más generoso, nos ha enviado a su Hijo, hoy nos dice que la salvación que nos trae este niño recién nacido, es para toda la humanidad, para los seres humanos de todas las culturas, de todas las civilizaciones. Quiere manifestarse a todos. Nos dice cómo encontrarle.

Jesús, el hijo de María, no tiene pueblos escogidos, somos todos iguales para Él: es el mensaje de esta fiesta. Él se quiere manifestar como hermano, como salvador a toda la humanidad simbolizada en estos tres personajes que vienen de muy lejos en su búsqueda, le adora y le traen regalos.

El relato nos trasmite dos verdades fundamentales: la firme voluntad de Dios de manifestarse a todos los hombres y mujeres, y la marcha difícil que hay que emprender en la búsqueda de Dios.

La manifestación de Dios se realiza siempre en la convergencia de dos voluntades, la de Dios que llama y la del hombre que le busca en largo camino, que culmina en un encuentro cargado de amor, de ternura. En el relato de Mateo estos tres hombres encuentran al niño, le adoran, le ofrecen regalos, lo mejor que ellos tienen y reciben el mayor de los regalos, descubrir en este niño al Hijo de Dios. Es la escena que Maria guarda en su corazón.

Dios nos llama siempre a través de una señal, en este relato es una estrella en el firmamento, en la noche, algo que pueden ver todos, pero cuyo significado solo descubren los que buscan sinceramente a Dios en los acontecimientos de este mundo, lo que se han venido en llamar “los signos de los tiempos”.

Todos estamos llamados, pero para encontrar a Dios es necesario estar presentes en la vida con los ojos y con el corazón bien abiertos a cada acontecimiento, por pequeño que sea, dispuestos al servicio de los demás.

Volvamos al relato: estos hombres, seguros de que Dios les llama, salen en su búsqueda. Han dejado todo, tierra, casas, lo único importante es alcanzar a Dios, y recorren un largo camino; todo va quedando atrás. Dios les guía, les conduce hacia él, ellos siguen la señal de Dios. A veces se oculta, es en Jerusalén. Jerusalén es la vida de la gran ciudad, con gente buena que actúa correctamente y con corruptos y poderosos que quieren quitar en medio a quien piensan que viene a arrebatarles el poder. Allí prosigue la búsqueda del Dios escondido.

Aparece de nuevo la señal de Dios, guiados por la estrella, se encuentran con este niño, es un niño como todos, sonríe y llora, un hijo de padres desplazados nacido en tierra extraña, viven en la mayor sencillez y pobreza. Estos hombres no dudan, este niño es el Dios salvador, y se postran y le adoran y le ofrecen regalos.

Adorar es quedarnos en silencio agradecido y gozoso ante Dios, admirando su misterio desde nuestra pequeñez. Para adorar a Dios es necesario detenernos ante el misterio del mundo, de cuantos vivimos en él y saber mirarlo con amor. Quien mira la vida amorosamente hasta el fondo, comenzará a vislumbrar las huellas de Dios. Y descubrirá la presencia de Dios.

Las huellas de Dios se pueden ver en la naturaleza, pero sobre todo en el ser humano, en su amor, en su ternura, en su inteligencia, en su capacidad de entrega generosa, en su pobreza, marginación, soledad, sufrimiento.

Quien adora a Dios lucha contra todo lo que destruye al ser humano, que es su “imagen sagrada”. Adoraron a Dios en el hijo de María.

Le ofrecieron regalos. Regalar es un gesto humano, expresa el deseo de ofrecer algo gratis, o mejor, darnos gratuitamente al amigo o a la persona querida, o necesitada. Hoy olvidando lo que es el verdadero regalo, corremos el riesgo de convertir todo en cumplimiento y cálculo interesado.

El texto alude a regalos valiosos. Lo valioso es entregar lo mejor que uno tiene, así lo hace Dios al darnos a su Hijo. Y ellos reciben el mayor regalo, el encuentro con Dios.

A estos hombres, el encuentro con Dios les ha exigido una búsqueda, una marcha larga, dejarlo todo y salir. La búsqueda de Dios se realiza durante toda la vida, es tarea que no acaba nunca, siempre estaremos en camino, buscando la estrella que nos guíe hasta donde Dios está. Jesús nos dijo dónde le gusta morar. Habrá momentos en que la estrella, la señal de Dios desaparece, se oculta. Otros en que brilla con todo su esplendor.

Este encuentro, de algún modo, verdadera hazaña humana, exige que arriesguemos todo con el buen hacer de nuestra inteligencia y afecto, el encontrarnos con Dios es la hazaña más grandiosa de nuestra vida.

Y volvieron por otros caminos. Si nosotros encontramos a Dios también haremos caminos nuevos, diferentes, nuestra vida ha de ser distinta.

Esta página de Mateo nos plantea algunos interrogantes serios.

Los magos del “Oriente”, quieren adorar a Dios. Ante su presencia Herodes se pregunta ¿dónde está ese rey, ese rival extraño? A los sumos sacerdotes y letrados no les interesa el niño. Jesús a lo largo de su vida encontrará hostilidad y rechazo en los representantes del poder político; indiferencia en los dirigentes religiosos. Sólo le acogerán quienes buscan el reino de Dios y su justicia.

Los magos encuentran al Niño, y “cayendo de rodillas, le adoran” y le entregan riquezas y los tesoros valiosos que poseen. Adorar es admirar, es amar y entregarse, quedarnos en silencio agradecido y gozoso ante Dios, admirando su misterio desde nuestra pequeñez.

¿Nosotros ante quién nos arrodillamos?, ¿Quién es el “dios” que adoramos desde el fondo de nuestro ser? ¿vivimos adorando al Niño de Belén?, ¿ponemos a su disposición nuestros intereses, nuestras riquezas, nuestro bienestar, o tenemos algún otro dios?.

Dios quiere manifestarse a todos, quiere manifestarse a nosotros, y hoy una vez más nos llama, quiere que le busquemos y que con generosidad acudamos donde sabemos que Él está. En nuestras vidas siempre hay alguna estrella que nos guía hacia él, busquémosla. Y seamos también señal para otros que le buscan.

Todo esto nos trasmite Dios en esta bella página de Mateo que hemos escuchado.

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WebJCP | Abril 2007