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viernes, 14 de enero de 2011

Cuando el Señor nos mira


Publicado por Esquila Misional

Un día, Jesús pasó por la cotidianidad de unos hombres que vivían en el anonimato de su sociedad. Se perdían en un nombre que los definía a partir de sus ocupaciones: pescadores, zelotas (mercenarios), publicanos... eran un simple número en esa clasificación ocupacional. Pero ese día, Jesús fijó su mirada en cada uno de ellos y los llamó. Y desde entonces comenzaron a descubrirse como Simón, Andrés, Santiago, Juan... Dejaron de ser un número y comenzaron un camino que los llevaría a convertirse en hermanos del Señor y como consecuencia, de toda la humanidad.

...cambia nuestra vida
La rutina va haciendo que nuestra existencia se vuelva poco significativa, común, hasta olvidamos que existimos; nos volvemos tan cotidianos que somos «invisibles» o anónimos para muchos. Cuando alguien nos ve y nos encontramos con esa mirada, nos vemos a nosotros, sabemos que existimos, nos sentimos bien, especiales, únicos, importantes. Así nos sentimos los misioneros que trabajamos en diferentes partes del mundo, pues un día el Señor pasó, nos miró y nos llamó. Cada uno puede testimoniar que Jesús pasa a diario por nuestros lugares y entre esa masa anónima fija su mirada en nosotros, pero tal vez muchos no se dan cuenta porque están metidos en «sus cosas», pero si levantaran la cabeza seguramente se encontrarían con su mirada. Si esto ocurre, es inevitable el lanzamiento a la aventura de la misión. Porque esa mirada cautiva, atrae, convence.

...surge el amor fraterno
Cada uno se sintió llamado por Jesús en su ambiente cultural, dejamos nuestra vida común y comenzamos a caminar con el Señor incluso sin saber el rumbo que tomaría nuestra vida. De diferentes partes del mundo, de diversas razas y culturas, diferentes idiomas, un día nos encontramos varios jóvenes siguiendo el mismo camino de la misión. Nuestro interés era seguir al Señor a donde fuera, caminar diario con él, escucharlo constantemente y mirar desde sus ojos; dicho afán fue haciendo surgir un mismo sentir, y entre nosotros surgió un cariño de hermanos. Sin darnos cuenta, las barreras culturales, raciales y nacionales se desvanecieron para dar paso al amor fraterno. Nos fuimos acostumbrando a conversar, trabajar, reír y llorar con Jesús. Nos fuimos sintiendo «hermanos del Señor».

...aprendemos a perdonar
Tal vez imaginas que la vida comunitaria entre los misioneros es armonía. No siempre es así. Somos seres humanos que vamos aprendiendo a ser hermanos desde el seguimiento de Jesús. Intentamos vivir como familia, y como tal, también tenemos problemas, discusiones, desencuentros; pero la conciencia de ser hermanos del Señor hace que nuestra fraternidad se sostenga en la reconciliación y el perdón; somos hermanos porque él nos ha llamado. Ciertamente las tensiones ponen a prueba frecuentemente la capacidad de amor fraterno entre nosotros. Tensiones que se generan por la diferencia de mentalidades, de culturas, de visiones distintas de una misma realidad, pero te aseguro que el amor vence y nos hace conservar el mismo espíritu y el mismo corazón que nos une y nos hace vivir para la misión en el mundo. La fraternidad se impone a las diferencias.

...surge el deseo de salvar al mundo
Puede sonar a pretensión, pero los misioneros estamos en comunidades no sólo para vivir bien entre nosotros, sino sobre todo para «salvar al mundo». No pretendemos ser los salvadores, quien salva es Dios, pero somos hermanos que creemos que el mundo puede cambiar si hay quienes le ayuden a encontrarse con la mirada de Jesús, con sus palabras, con su corazón. Este encuentro personal cambia la vida de las personas, de esto somos testigos todos los misioneros. Por eso, nuestra fraternidad no está cerrada a nuestro pequeño círculo comunitario, se extiende a todos los seres humanos, en especial a los despreciados y excluidos socialmente. Nuestro modo de vivir y convivir multirracial y multicultural quiere testimoniar que es posible acoger positivamente las diferencias y ser hermanos en un mundo donde parece que la fraternidad ya no es posible.

...nos llama desde los últimos
El misterio de la Encarnación dice que Dios, de alguna manera, se ha unido al ser humano, y el mensaje del Nuevo Testamento dice que el Señor está presente sobre todo en los últimos, los despreciados del mundo, los que menos cuentan en la sociedad; nuestra experiencia misionera señala que el Señor nos mira y nos llama desde ellos, nos hace sentir amados y perdonados. Esta conciencia personal y comunitaria hace que nos dediquemos totalmente a comunicar que amar a Dios es lo mismo que amar al prójimo. Anhelamos que esta verdad sea conocida, aceptada y promovida no como mandamiento o norma, sino como Evangelio, es decir, como la Buena Noticia que puede salvar a la humanidad: El Dios verdadero que es Emmanuel, «Dios con nosotros». Por eso, los misioneros, con absoluta libertad, damos la vida por los demás, porque así es la fraternidad que nace del corazón y la mirada de Dios. ¿Sientes que el Señor te mira y te llama? ¡Qué esperas! ¡Llámanos ya!

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WebJCP | Abril 2007