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MISIONEROS EN CAMINO: Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (Lc 2, 16-21): UNA FE PUESTA A PRUEBA
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martes, 28 de diciembre de 2010

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (Lc 2, 16-21): UNA FE PUESTA A PRUEBA


Publicado por Fundación Epsilón

Los pintores han dibujado a María sobre las nubes, rodeada de ángeles, «envuelta en el sol, con la luna bajo sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas», subiendo hacia Dios y despegando de la tierra.
Colocada entre Dios y los hombres, María parecía pertenecer más a una esfera intermedia que al mundo de los humanos. Esta imagen 'en ascensión', basada en la interpretación tradicional de la Iglesia, que identifica a María con la mujer que lucha contra el dragón, descrita en el Apocalipsis (c. 12), parece haberla rescatado para Dios del mundo de los humanos.
De la escena de la anunciación, entendida al pie de la letra por predicadores e intérpretes del texto bíblico, se ha impuesto otra imagen de María, mujer clarividente que, desde el primer momento, conoce de 'pe a pa' todo el plan de Dios sobre ella, acatándolo con un 'sí' tajante y decidido.
Pero una lectura atenta entre líneas del Evangelio de Lucas da a entender que la vida de María y su fe -su adhesión al plan de Dios encarnado en Jesús- se acercan más a la de los cristianos de a pie que se debaten entre dudas y preguntas, entre incertidumbres y contradicciones.
En los dos primeros capítulos de su Evangelio, Lucas lo pone de relieve: Los pastores «fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Todos los que lo oyeron se admiraban de lo que les decían los pastores. María, por su parte, conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior» (Lc 2,l6ss).
La noticia de un Mesías, niño, acostado en el pesebre, coge de sorpresa a todos. Aquello no entraba en el programa de la teología de entonces. ¡El mesías, el salvador, el heredero del trono de David su padre, acostado en un pesebre! ¡El hijo del Altísimo sumergido en la debilidad humana: un tierno niño, compartiendo ya desde el principio la condición de los humildes y pobres de la tierra!
«María -comenta Lucas- conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior.» Difícil de digerir la escena; por eso María tendría necesidad de meditar en su interior estos acontecimientos, que rompían los esquemas que se habían trazado sobre el mesías venidero.
Más adelante, cuando Simeón se refiere a Jesús como 'al salvador, colocado ante todos los pueblos, como luz para alumbrar a las naciones y gloria de Israel', el evangelista vuelve a comentar que «su padre y su madre estaban sorprendidos por lo que se decía del niño» (Lc 2,30-32). Tampoco era éste el mesías esperado, un mesías universalista que venía a alumbrar a las naciones y que se manifestaría en Israel. Se esperaba más bien un mesías 'de y para' el pueblo de Israel que firmaría sentencia de castigo contra las naciones (los demás pueblos de la tierra, los no judíos o paganos).
Finalmente, cuando más tarde sus padres lo encuentran en el templo entre doctores, el evangelista apostilla de nuevo: «Ellos no comprendieron lo que quería decir. Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba en su interior el recuerdo de todo aquello» (Lc 2,50-51).
El recuerdo de todos aquellos acontecimientos posibilitaría a María su comprensión.
Por estas frases de Lucas y otras que podemos leer entre líneas en los restantes evangelistas concluimos que el camino de fe de María hasta llegar a aceptar el plan de Dios en Jesús debió pasar, como el nuestro, por momentos de oscuridad, de duda, de sorpresa y extrañeza. La luz se haría a base de darle vueltas a los hechos, de meditar y reflexionar hasta llegar a comprender que el mesías esperado no era el mesías anunciado a bombo y platillo por las escuelas teológicas de la época.

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WebJCP | Abril 2007