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martes, 28 de diciembre de 2010

Santa María, Madre de Dios. Jornada Mundial por la Paz.


Por José Larrea Gayarre
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (Lc 2, 16-21)
1 de enero de 2011

Comenzamos hoy el año nuevo y lo hacemos, como es habitual, en ambiente de euforia y ruido desbordante. Es muy posible que tengamos motivos de alegría. Todos podemos alegrarnos, porque encontramos en nuestras manos el don más grande, que hemos recibido en este año y que pensamos vamos a seguir recibiendo en un año más, la vida, la vida que recibimos gratis; tenerla y disfrutarla es motivo de gran alegría y de dar gracias a Dios que es quien nos la da.

Unidos a la Iglesia universal comenzamos el año con un recuerdo para María la madre de Jesús y madre nuestra y una reflexión por la paz.

María ha estado presente en estos días: recibe el mensaje de Dios para ser la madre de Jesús que acepta, por su fe es la madre de Dios y se manifiesta en ella la plenitud de la gloria de Dios.

Hemos contemplado el largo viaje de Nazaret a Belén, ella ya de nueve meses, a pie con José su esposo; son unos desplazados, en el pueblo sin encontrar posada, solo un hueco a las afueras para cobijarse. Después el gozo inenarrable de acoger al Niño Jesús, su hijo. María le supo cuidar, criar y educar, le enseñó a rezar; sobre todo, le quiere, Jesús es hombre y es Dios, María es su madre, la madre de Dios.

Nosotros tenemos también a María como madre. Dios se encarna en cada uno de nosotros, nos penetra la luz que brilla en su hijo. Este hijo hoy en un pesebre, dirá un día de su cuerpo: “tomad y comed”. Por la fe le recibimos a Él en la Eucaristía y nos vamos transformando en su imagen. María es también nuestra madre. Bajo su mirada maternal reflexionamos hoy en la paz.

No hay verdadera paz junto a nosotros. Muchos asumen como paz el viejo principio "si quieres la paz, prepara la guerra". Es un principio grosero que no se puede aceptar en cristiano, que establece la paz como resultado de la coacción de los fuertes sobre los débiles.

Cuántos débiles. No hay paz, para un emigrante, no hay reconocimiento de su dignidad cuando no se reconocen los derechos "humanos", de esas personas por parte de las instituciones y de los ciudadanos. No hay paz entre los sexos cuando los conflictos, la violencia aumentan exponencialmente. No hay paz en los que no encuentran trabajo, no hay paz en las crisis económicas quedando impunes sus verdaderos responsables con el duro sufrimiento de los débiles. Según el pensamiento cristiano, la paz, se abre camino por otro principio: "si quieres la paz, elimina los factores que llevan al enfrentamiento".

El Concilio Vaticano II afirma que la paz se apoya sobre cuatro grandes valores: la justicia, el amor, la verdad y la libertad. Dos palabras:

Habrá paz si hay reconocimiento de la práctica de la justicia, que consiste en dar a cada uno lo suyo, que cada persona tenga lo suficiente para vivir con dignidad. ¿Existe hoy esta justicia? Inútil hablar de paz manteniendo injusticias, peor aún si son injusticias que se olvidan, se ocultan, se silencian.

La paz, se apoya sobre el amor evangélico que va más lejos que la justicia. El amor pide a veces que renunciemos a algo que podemos exigir para compartirlo con quien es débil y necesita ayuda, a veces incluso con los enemigos.

La paz se ha de apoyar en la verdad. Difícil buscar la verdad. Nos creemos portadores de la verdad. ¿Quién tiene el punto de vista objetivo? Si nos acercamos a la realidad sólo con las ideas, los sentimientos que de cada uno, vemos una realidad sesgada. La verdad es integración de perspectivas: al completarse nuestras visiones parciales con las visiones que tienen otros, nos acercamos mejor a la verdad.

La paz exige el respeto a la libertad, respetando las diferentes maneras de pensar, de actuar. Hay coacciones, algunas muy burdas, de los poderosos, otras muy sutiles, coacciones físicas, culturales. La tentación del fuerte es el sentirse superior y obligar a aceptar lo que él impone.

A los creyentes se nos invita hoy a orar por la paz, ¿qué significa hoy una oración por la paz en este mundo con tanta violencia? Alguno dirá, que orar es un entretenimiento religioso para los que no saben o no se atreven a hacer nada eficaz por lograrla, o un tranquilizante que consuela nuestra pasividad e inhibición.

Recordemos que la oración no es para informar a Dios de lo que falta entre nosotros. Dios no necesita enterarse de los males del mundo, ¿quién conocerá mejor nuestra vida? nosotros hemos de descubrir los obstáculos que cada uno ponemos a la justicia y a la paz. Hemos de cambiar para ajustar nuestra vida a los deseos de paz que Dios quiere para sus hijos, para la humanidad.

La oración, si es sincera, nos dispone para comenzar a realizar lo que pedimos a Dios. Quien pide la paz ardientemente, se está haciendo más capaz de acogerla. Quien ora así a Dios, está haciendo ya paz y justicia en su interior. No podrá orar contra nadie. La verdadera oración convierte.

Este día 1º de Año es bueno que lo comencemos poniendo toda nuestra confianza en Dios. Creer en la fuerza del amor. Hemos de sentirnos llamados a llenar nuestro corazón de amor, no de violencia, ni de odio; de ternura, no de agresividad; de diálogo, no de cerrazón. Así podremos participar de verdad de la Navidad, que Cristo quiso que estuviera presidida por un cántico de paz.

Detengámonos algún momento en estos días en silencio y acerquémonos a Jesús Niño con la actitud orante y contemplativa de María y José, como dice Lucas: "María guardaba todas estas cosas en su corazón”, quizás lleguemos a comprender porqué el corazón de un creyente debe sentirse seguro y estar rebosante de alegría y paz en estos días de Navidad.

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WebJCP | Abril 2007