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sábado, 18 de diciembre de 2010

Nacimiento de una Vocación


Publicado por Esquila Misional

Jesús nace una vez más para seguir invitándonos a colaborar con él en la creación de un mundo más humano y justo. A nosotros nos toca responderle y hacer germinar la vocación que tenemos en nuestro interior. ¿Cuál será nuestra respuesta?

Hace muchos años, los hijos pequeños de una familia querían ver nacer a Jesús, sus papás les decían que en Navidad podrían verlo; pero el cansancio los vencía y nunca vieron el momento de su nacimiento, pues cuando despertaban, el Niño Dios ya estaba en el pesebre. Los años pasaron, los pequeños crecieron, y cada año, cuando regresan a la casa paterna, reviven su infancia y se motivan para repetir la misma escena con sus hijos.

Cada vida que nace es un proyecto a realizar, un futuro insospechado, inimaginable y audaz. También el nacimiento de Jesús fue un proyecto nuevo, a las afueras del pueblo y con unos cuantos pastores que se percataron del gran acontecimiento. Hoy en día se programan los nacimientos, desde antes de nacer ya saben si será niño o niña y los padres se preparan y organizan para esperar el alumbramiento.

Así como los padres preparan todo para el nacimiento, también deben prepararse para el nacimiento e infundir valores y desarrollo de la vocación de sus hijos, aspecto que casi siempre se descuida, pues sienten que al tener descendencia, por ser los padres, tienen derecho a «organizarle» sus actividades de acuerdo a sus intereses. Los padres desean que los hijos hereden su profesión: doctor, abogado, deportista, maestra… Pero, ¿cuántos padres dicen: «Ojalá que mi hijo sea sacerdote o mi hija religiosa».

Varios jóvenes me han preguntado: «¿Se nace con la vocación a la vida consagrada misionera o se desarrolla con el paso del tiempo?». Les aseguro que todos nacemos con ese llamado y conforme vamos creciendo, podemos ir desarrollándola y cultivándola, o también podemos desecharla de nuestra vida, pues influyen factores externos donde vivimos, y en muchas ocasiones, la familia se encarga de «matar» esa vocación, pues nuestros padres son los primeros en oponerse a la invitación que Dios nos hace. Recuerdo a un papá que me dijo: «Le pido que no inquiete a mi hijo».

«…ya te conocía»
«Entonces Dios me dirigió la palabra: Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré y te destiné a ser profeta de las naciones. Yo exclamé: “¡Ay!, Señor, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!». Y me contestó Yavé: “No me digas que eres un muchacho. Irás a dondequiera que te envíe y proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte”» (Jer 1,4-8).

La vocación a la cual Dios nos llama es como la de Jeremías, desde antes de formarnos en el seno materno, pero en ocasiones no le damos oportunidad de salir a flote porque le tememos a lo desconocido y preferimos las seguridades o cosas materiales y vamos haciendo a un lado ese llamado. Durante mi trabajo como promotor vocacional he encontrado varios jóvenes con inquietudes valiosas y sinceras, pero por miedo, no se arriesgan y prefieren quedarse donde están, aunque con el tiempo se arrepienten.

¿Cómo nace una vocación?
Cada quien tiene diferentes experiencias para contar cómo se dio cuenta de su vocación consagrada misionera porque es personal y única. Dios se vale de personas y acontecimientos para recordarnos que desde el seno materno ya nos había elegido. Nosotros sólo debemos estar atentos a su llamado, y cuando lo descubramos, podamos responder dedicando un poco de silencio interior para captar mejor la señal y estar en sintonía.

En octubre pasado, se realizó el Congreso Nacional Misionero en Lázaro Cárdenas, Michoacán. Durante este evento, varios jóvenes, atraídos por los temas y foros que se presentaron para animar misioneramente al pueblo de Dios, se acercaron para preguntarme qué necesitaban para ser misioneros. Entre ellos, recuerdo a una chica, se sentía tan motivada en esos momentos, que deseaba partir para África en ese instante, argumentaba que su corazón ya no podía esperar para ir anunciar a Jesús. Entonces pensé: «Si tuviéramos miles de jóvenes que sintieran lo mismo, nuestro mundo sería distinto y la misión ya no estaría tan necesitada».

No tengan miedo a «voltear» ante el llamado de Dios, pues así como María acompañó a su Hijo durante su misión en este mundo, también te acompañará a ti. Entonces qué, ¿naces con la vocación o la vas descubriendo conforme creces? Espero que la celebración del cumpleaños de Jesús sea un tiempo de reflexión y señal para que aclares tus dudas respecto a la invitación que Dios te hace.

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WebJCP | Abril 2007