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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequeticos: II Domingo de Navidad (Jn 1, 1-18) - Ciclo A
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jueves, 30 de diciembre de 2010

Materiales liturgicos y catequeticos: II Domingo de Navidad (Jn 1, 1-18) - Ciclo A


Publicado por Juan Jauregui

Moniciones de entrada:

(A)
Este domingo, primero del año, seguimos saboreando la alegre noticia de la Navidad: Dios se hace presente entre nosotros por medio de Jesús.
Es el Señor quien nos ofrece el camino de la verdadera “Sabiduría” para poder alcanzar nuestros deseos de felicidad. La Palabra de Dios, la Sabiduría de Dios, el Amor de Dios, viene a nosotros, pero nosotros no siempre sabemos encontrarle en nuestro camino.

(B)

La confianza facilita el encuentro y la convivencia entre las personas. Dios ha puesto su confianza en nosotros, sus hijos. Dios confía en nosotros para ser testigos suyos en el mundo. Dios sale a nuestro encuentro de muchas y diversas formas. Dios habla a los hombres a través de los acontecimientos de la vida, nuestros y de los demás. ¿Cómo responderemos a la confianza que Dios pone en nosotros? ¿Estamos atentos a lo que Dios nos comunica? ¿Tenemos abierto nuestro corazón para recibir todos los mensajes del Señor?
(C)

Aunque han pasado fechas importantes, seguimos en el tiempo de Navidad. El mensaje de este día se condensa en que Dios nos bendice bajando hasta nosotros como Palabra hecha persona, vida y luz. La Palabra de Dios convertida en redención se llama Jesús. Acampa entre nosotros como uno más, sin darse importancia, pero ofreciendo liberación y amistad de manera desbordante. Dejemos que esta palabra de Dios nos penetre.

Saludo

Hermanos: La paz y el amor de Dios, nuestro Padre, que se ha manifestado en Cristo, estén con todos vosotros…

Acto penitencial:

Dios sale a nuestro encuentro a través de su Palabra, que quiere encarnarse en nuestro corazón. Por nuestra parte, reconozcamos cuántos obstáculos la impiden habitar en nosotros...

Por las veces que hemos cerrado nuestros oídos a la Palabra que Dios nos dirige. Señor, ten piedad...
Porque no hemos escuchado al Dios que nos habla en los acontecimientos y a través de nuestros hermanos. Cristo, ten piedad...
Porque no hacemos vida en nuestras vidas el mensaje y la voluntad de nuestro Dios. Señor, ten piedad...

(B)
- Tú, Señor, que has querido compartir nuestra naturaleza humana. Señor, ten piedad.
- Tú, Señor, que eres la luz que brillas en las tinieblas. Cristo, ten piedad.
- Tú, Señor, que has descubierto la ternura y la misericordia del Padre. Señor, ten piedad.


Escuchamos la Palabra

Monición a las lecturas
En su afán de acercarse y de manifestarse, Dios ha plantado su sabiduría en el campo de la historia y ha echado raíces donde se le ha acogido. Por eso, como personas y como creyentes, tenemos muchos motivos para bendecir a Dios. Él nos ha bendecido primero. Ya antes de nacer, había pronunciado nuestro nombre, nos había elegido como hijos y nos había soñado a imagen de Jesús.


Lectura del libro del Eclesiástico
La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio de su pueblo. Abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus potestades. En medio de su pueblo será ensalzada, y admirada en la congregación plena de los santos; recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos y será bendita entre los benditos.
Entonces el Creador del universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: - Habita en Jacob, sea Israel tu heredad. Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia ofrecía culto y en Sión me estableció; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad.

Palabra del Señor

Salmo: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros
(Salmo 147)

+ Lectura del santo Evangelio según san Juan
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Palabra del Señor


Homilías:

(A)
Nuevamente suenan las palabras del Evangelista Juan, en medio de estos días de Navidad, que nos describen el inmenso error de los hombres al no acoger a Dios: “Vino al mundo y el mundo no le conoció... Vino a su casa y los suyos no le recibieron”.
Son muchos los que ya no esperan a Dios ni les preocupa en absoluto recibirlo en sus vidas. Les basta recibir con euforia el Año Nuevo.
Hemos contemplado en la TV cómo se ha recibido en el mundo el año nuevo. Hemos visto gentes reunidas en Londres para escuchar las campanadas del Big Ben e iniciar la “noche loca” del Año Nuevo, el espectáculo de los fuegos artificiales sobre el cielo de Nueva York, las clases elegantes de París brindando con el mejor champagne, los jóvenes de Nueva Sydney saludando el año con la primera borrachera.
Lo que no he podido ver en ningún canal es cómo se recibe al Año Nuevo en los barrios de Kigali, Ruanda, o en los poblados de Sudán o Etiopía o en la periferia de Calcuta... No habrá fuegos artificiales porque no tiene luz para iluminar sus casas destartaladas. No brindarán con champagne porque tiene que recorrer muchos kilómetros para buscar un poco de agua potable. No organizarán el gran cotillón de Nochevieja, con repostería selecta, porque tendrán que contestarse con algo de mandioca o unos trozos de boniato.
Cuando Jesús invitaba a “acoger el reino de Dios y su justicia”, no estaba proclamando un mensaje espiritual y etéreo. Estaba señalando el único camino que nos puede llevar a los hombres hacia un futuro más humano y más dichoso para todos.
Cuando los hombres acogen, realmente, a Dios como Padre de todos y como criterio absoluto que rige sus vidas, en la misma medida en la tierra comienza a reinar la solidaridad fraterna. Los poderosos no pueden abusar de lo débiles, ni los ricos ignorar a los pobres, ni los países satisfechos del Norte abandonar a los pueblos hambrientos de la tierra.
Este mensaje constituye el núcleo esencial del evangelio y nos lo hemos de tomar en serio quienes nos decimos cristianos. NO para amargarnos las fiestas o dejar de disfrutar de la vida, sino para que escuchemos en el fondo de nuestra conciencia una pregunta ineludible: ¿podéis ser felices sabiendo que no todos pueden tener parte en vuestra felicidad?
Estoy convencido de que seríamos más humanos y más felices si nos atreviéramos a poner un límite a nuestro bienestar para poder compartirlo con los pueblos pobres de la tierra.
Estoy seguro de que seríamos más humanos y más felices si pusiéramos un límite a nuestro egoísmo y fuéramos más solidarios y generosos.
Y ello sería una urgencia, si Dios fuera nuestro Padre y el criterio que rige nuestra vida...
Pero esto no es así, y por ello persiste esta enorme injusticia y por eso sigue siendo una llamada urgente la del evangelio de hoy: “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron...”

(B)

“Vino a los suyos y los suyos no le recibieron...”
¡Qué dramático resulta este cerrar la puerta a Dios! ¿Cómo puedo ser posible? ¿Y cómo es posible? Porque las cosas que sucedieron siguen sucediendo, para bien o para mal.
¿Cómo es posible que un pueblo, que desde hacía varios siglos venía esperando al Mesías, cuando viene, le cierra las puertas? ¿Es pura maldad? Debe ser otra la razón. Jesús hablaba de ceguera.
Es claro. Si Dios hubiera venido como Dios ¿quién no le hubiera recibido? Si el Mesías se hubiera presentado en plan Mesías, como Dios manda, ¿quién le hubiera despreciado? El problema es que no se le conoció.
Sabemos la vida de Jesús. Sabemos que no se pareció en nada al Mesías esperado. Sabemos que resultaba desconcertante: que el mismo Juan Bautista llegó a dudar de él...
Problema pues de ceguera. Pero problema también de corazón. ¿No es verdad que sólo se ve bien con el corazón?... Luego, aquella gente le faltaba algo más que los ojos y la mente; le fallaba eso más íntimo que llamamos corazón.
Pero, ahora viene, la segunda parte. ¿Y nosotros reconocemos a Dios y le recibimos? ¡Cuántas veces llama a nuestra puerta y no le abrimos! ¡Cuántas veces vemos a Jesús en el camino y damos un rodeo!...
Tampoco se va a presentar hoy Jesús como nosotros lo imaginamos.
Hoy Jesús llama a nuestra puerta como si fuera un pobre, y nos espera en la calle o a la salida de la Iglesia, y se hace presente en la familia pidiéndote un servicio o un poco de paciencia, y te pide que le dediques un rato y que le escuches en alguien que te plantea un problema; y así siempre, de manera anónima y callada, pero él sigue pidiendo tu acogida.
Pero nos pasa como a los de Belén y Nazaret, como al sacerdote y al levita de la parábola del Buen Samaritano: no le conocemos, no hay sitio en nuestra casa, decimos que no tenemos tiempo y que hoy no te puedes fiar de nadie; pero la verdad es que somos ciegos y que tenemos dureza de corazón; la verdad es que no somos sensibles ni tenemos entrañas de misericordia.
No tenemos ni ojos, ni corazón para ver al prójimo.
No tenemos ni ojos ni corazón para ver a Dios en el prójimo. O sea, que seguimos rechazando a la Palabra de Dios, para que se vaya con la música a otra parte. No tenemos oídos para la Palabra, ni para los gemidos y las exigencias de la Palabra. Tenemos otras canciones y otras cosas más bonitas que escuchar.
Rechazamos a Jesús; que se vaya a nacer a otro sitio, porque nuestra casa es pequeña y está muy ocupada; y por otra parte, tenemos cosas más importantes que hacer...


(C)

La luz brilla en la tiniebla

Hemos comenzado un nuevo año. Y después del bullicio y aturdimiento de las fiestas, puede ser momento idóneo para proyectar nuestra mirada hacia el nuevo año que acabamos de estrenar.
De manera general, ¿qué es lo que espero de este año?
¿No complicarme la existencia con más problemas y compromisos? ¿Disfrutar al máximo cada momento? ¿Ir desplegando mi vida de manera acertada y sana? ¿Será realmente para mí, un año nuevo porque aprenderé a ser más humano cada día, o seguiré estropeando mi vida con los mismos errores y la misma superficialidad de siempre?
El nuevo año, como la vida entera, es un camino a recorrer. ¿Qué es lo que más temo y qué es lo que más deseo de este año? ¿Dónde encontraré fuerza interior para enfrentarme con ánimo y hasta buen humor a los problemas de cada día?
A veces pensamos que ya no podemos cambiar. Y, sin embargo, no es así. ¿Me dejaré llevar también este año por la corriente, o me atreveré a ser diferente siguiendo con más fidelidad mis propias convicciones? ¿A qué me gustaría llegar este año? ¿Qué meta me he propuesto?
A lo largo del año me relacionaré con las personas de siempre, familiares, amigos, conocidos, y también con personas a las que encontraré por primera vez. ¿Qué recibirán de mí? ¿Haré su vida un poco más llevadera o, tal vez, más difícil y dura?
Este año haré muchas cosas. Trabajaré, me divertiré, descansaré, viajaré... Pero, ¿desde dónde viviré todo eso? ¿Dedicaré algún tiempo al silencio, a la reflexión, a mirarme por dentro, o seguiré viviendo desde fuera de mí mismo?
También este año seguirá creciendo el número de parados y necesitados. ¿Pueden esperar algo de mí o pienso que es un asunto que no me concierne? ¿Seguiré yo organizándome la vida lo mejor posible mientras junto a mí hay familias enteras que se hunden en la inseguridad y la pobreza?
Está creciendo entre nosotros el anhelo de paz y reconciliación. ¿Qué voy a hacer yo este año para colaborar más activamente en la tarea de la pacificación? ¿Pienso que sólo tienen que cambiar los demás, o me he propuesto introducir también yo algún cambio en mis propias posturas, reacciones y comportamientos?
También este año Dios me acompañará de cerca en el camino de cada día. ¿No haré nada por encontrarme con Él? ¿Seguiré distanciándome cada vez más, o me atreveré, por fin, a confiarme a su bondad insondable?
Este año sacaré tiempo para mis cosas, mis aficiones, mis amigos. ¿Tendré tiempo para ser yo mismo? ¿Tendré tiempo para Dios? En cualquier caso, él sí tendrá tiempo para mí.

(D)

TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO

El Hijo de Dios se hizo hombre. Estamos ante el gran misterio, que más que intentar explicar y comprender, hay que adorar y agradecer. "Tanto amó Dios al mundo que envió a su propio Hijo" (Jn 3,16). Toda la historia de la humanidad, reflejada en la historia de Israel, es una historia de salvación. Con el envío de su Hijo, Dios nos hace el regalo supremo de su Palabra definitiva. Él es su "última Palabra".
"La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros" (Jn 1,14). Puso su tienda entre nosotros, como un vecino más, como un hermano más.
Recitamos en el Credo: "Por nosotros... se hizo hombre". Cuando pronunciamos este "por nosotros", no hemos de entenderlo como referido a una humanidad abstracta, que no existe, sino a cada uno. Hemos de decir: se encarnó por mí, se hizo hombre por mí, para hacerse solidario conmigo, para hacerse mi hermano, mi amigo, mi compañero de viaje. Él pronuncia el nombre de cada persona y piensa en cada uno al verificar el milagro de amor y generosidad de "plantar su tienda entre nosotros".
Frente a la incomprensible generosidad de Dios Padre, Hijo
y Espíritu, el apóstol nos presenta el reverso del misterio: el rechazo por parte de su pueblo: "Vino a su casa, pero los suyos no lo recibieron" (Jn 1,11). Sólo un puñado de "pobres de Yahvé", el pequeño resto, los sencillos de corazón, lo reconocen y le escuchan (Mt 11 ,25).
Hoy, la actitud más frecuente con respecto a Jesús no es el rechazo, sino la indiferencia. Se le da un asentimiento teórico, pero se vive al margen de su mensaje. Incluso muchos "cristianos" ignoran su Palabra. Se "aceptan" dogmas como verdades indispensables, se "cumplen" normas y se "reciben" ritos, pero no se vive pendiente de su Palabra ni en realidad se le sigue. Ya los Santos Padres increpaban a los cristianos de su tiempo la indiferencia ante el Nuevo Testamento. San Juan
Crisóstomo criticaba que conocieran mejor "el historial de los caballos de carrera, el nombre de sus jinetes, el nombre de los bailarines y actores de teatro, que el número de las cartas de San Pablo", por ejemplo. Estas interpelaciones parecen escri- tas para los cristianos de hoy.

MAYOR RESPONSABILIDAD

Con respecto a la Palabra de Dios, los hombres de hoy tenemos mayor responsabilidad que los judíos, porque tenemos mayor facilidad de acceso y comprensión.
Nosotros tenemos todas las facilidades. Sabemos que quien nos habla es el mismísimo Hijo de Dios. Y ¡nos es tan fácil escucharlo! En un librito pequeño podemos llevar al
Maestro con nosotros y escucharle en cualquiera de sus discursos cuando queramos. Nos duele, y lo consideramos una insensatez, que hijos, nietos o sobrinos no quieran escucharnos y aprovechar la riqueza de nuestra ciencia y de nuestra experiencia. ¿Cuál es la gravedad de nuestra insensatez si no nos acercamos a escuchar ávidamente la Palabra del mismísimo Dios? ¿La escucho de verdad?
Rahner define al cristiano como "oyente de la Palabra". "Mi madre y mis hermanos son -afirma Jesús- los que escuchan el mensaje de Dios y lo ponen en práctica" (Lc 8,21). Es, pues, la acogida de la Palabra la que nos transforma en hombres nuevos e hijos adoptivos.

OS HA NACIDO UN SALVADOR

Un amigo ex-alcohólico me contó que, en una ocasión, después de una de sus muchas borracheras, cuando se le había pasado ya el efecto del alcohol, algunos de sus familiares le hicieron ver lo mal que se lo había hecho pasar a su mujer e hijos y los destrozos que había causado rompiendo el cristal de una puerta. Él contestó a gritos: "Estoy harto de sermones; lo que necesito es una mano que me ayude a dejar el alcohol". Un hermano, testigo de los hechos, se comprometió a darle esa mano; le acompañaba con frecuencia en las salidas; le apremió para que fuera a Alcohólicos Anónimos. De esta manera se recuperó del todo. Ahora vive felizmente con su familia.
Este hecho es todo un símbolo. Jesús no ha venido sólo a ofrecernos asombrosas orientaciones para nuestra vida.
Los ángeles no cantan: os ha nacido un legislador, sino "os ha nacido un Salvador, Emmanuel" (Dios con nosotros). Jesús se revela como "la fuerza de nuestra fuerza y la fuerza de nuestra debilidad".
A quien, como el alcohólico, se sienta impotente y pida auxilio, Jesús le dice: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré" (Mt 11 ,28). Y asegura: "Sin mi no podéis hacer nada" (Jn 15,5), pero con Él podemos confesar: "Todo lo puedo en aquel que me conforta" (Flp 4,13).

(E)

-Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para salir a buscarlo.
-Permiso denegado -replicó el oficial-. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto.
El soldado, sin hacer caso de la prohibición, salió y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso:
-¡Ya le dije que probablemente había muerto! ¡Ahora he perdido dos hombres! ¡Dígame! ¿Merecía la pena ir allá para traer un cadáver?
Y el soldado moribundo respondió:
-¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: «Jack, estaba seguro de que vendrías». Y esas palabras me llenaron de satisfacción.
Hermanos, unas palabras pueden llenarnos de satisfacción.
Una palabra puede engañar, pero la palabra es para decir la verdad. Una palabra puede llevar a la paz o a la guerra. Cuando dos amigos se encuentran, están deseando dirigirse la palabra. Hay palabras que se nos clavan en el alma como un cuchillo.
La palabra es la que nos indica la personalidad de un individuo. La palabra vale lo que vale la persona que la pronuncie. Decir de alguien que es una persona de palabra es poder tener confianza en ella. Esa persona, si puede, hace lo que dice; cumple lo que promete. Un hombre que no tiene palabra no es fiable; si habla, hablará como un charlatán.
Dios hizo el Universo con su palabra; y en medio del Universo puso la Tierra, un planeta que, visto desde la luna, es de color azul. Y en la Tierra puso a los seres humanos, que son los únicos que podemos dirigirnos la palabra. Pero Dios no quiso abandonar al ser humano y se hizo hombre hace unos dos mil años con el nombre de Jesús, para dirigimos la palabra. Sin embargo, Dios no se contentó con palabras. Cuando un náufrago lucha en el mar con las olas, hay que hacer algo más que dirigirle palabras. Por lo menos, hay que lanzarle un salvavidas.
Un sacerdote de Córdoba, Antonio, que conocí en un curso que este verano pasado di en Valladolid, me contaba que se encontraba un día en Pontevedra conduciendo su automóvil. Le pregunta a otro conductor cuál era el camino para llegar a Santiago. Este conductor no se puso a decirle: «Vaya usted por aquí o vaya usted por allí». No. Le dice: «Voy yo delante. Sígame.
Yo seré su guía. Le pondré en camino de Santiago». Y lo puso.
Cuando ese sacerdote llegó a Córdoba, alguien le preguntó cuál era el camino para llegar a Sevilla. Y ese cura hizo lo mismo que el conductor de Pontevedra había hecho con él, añadiendo: «Lo que acabo de hacer con usted me lo hicieron a mí en Galicia, en Pontevedra». A lo que contestó el automovilista: «Entonces también yo tendré que hacerlo con otros». Y seguramente lo haría, porque valen más los buenos ejemplos que las buenas palabras.
Cristo, es decir, Dios hecho hombre, no se contentó con palabras. Fue delante de nosotros haciendo el bien para ser nuestro guía en el camino que nos lleve, no a Santiago ni a Sevilla, sino a la eternidad feliz, y para que nosotros, haciendo el bien, seamos guías de otros y puedan llegar así a la misma eternidad feliz.
Estamos empezando un año nuevo. Que este año nuevo sea un año lleno de bendiciones para nosotros y nuestras familias. Que, confiados en la palabra de Dios, nos sintamos dichosos, porque Dios nos quiere y porque lo mejor para nosotros está por venir. Está en la gloria que Dios nos tiene preparada, pues para ello hizo el Universo y nos puso en este hermoso planeta azul.



Oración de los fieles:
(A)

Bendito sea Dios, que nos ha bendecido en Jesucristo. Le presentamos nuestras plegarias, porque es Padre misericordioso.

1.- Palabra de Dios, que has venido a la tierra para ayudarnos a encontrar sentido a nuestra vida: haz de tu Iglesia un testimonio fiel de la Buena Noticia de Jesús. Oremos.

2.- Príncipe de la Paz: haz que todas las personas nos respetemos mutuamente, y podamos trabajar con toda intensidad por la paz entre los pueblos y entre nosotros. Oremos.

3.- Dios eternamente joven, pequeña criatura en un pesebre: conserva en los niños su sencillez. Oremos.

4.- Pan de Vida que alimentas nuestra vida: da consuelo y fuerza a los enfermos, a los solitarios, a los afligidos y, también a los que cuidan de ellos. Oremos.

5.- Libertador del mundo: ilumina con tu luz a todos los que te buscan en la belleza de la creación. Oremos.

Escucha, Padre, nuestra oración. Por JNS.

(B)

Expresamos juntos nuestros deseos al Dios de todas las bendiciones:
Todos: HÁGASE SEGÚN TU PALABRA.
Para que la Iglesia sea casa de bendición, lugar de palabra acogedora, para todos los excluidos y marginados. OREMOS...
Para que las relaciones entre los pueblos estén dirigidas por gestos de bendición (de justicia, de paz y fraternidad) y no de maldición (de menosprecio, dominación y esclavitud). OREMOS...
Para que en este nuevo año se multipliquen entre nosotros las palabras de gracia y los hechos de bendición. OREMOS...
Para que aprendamos a sentirnos bendecidos por ti, Señor, en todos los dones que nos ofreces a través de la creación. OREMOS...

Que tu bendición, Padre, nos acompañe siempre y libere nuestras energías para hacer el bien. Por Jesucristo nuestro Señor. AMÉN.

(C)

Dios habla. Pidámosle tener los oídos abiertos para reconocer su voz y que se nos ablande el corazón. Decimos a cada plegaria:HAZ QUE SEPAMOS ACOGERTE.
Tú que has querido venir tomando nuestra condición humana para que podamos participar de la vida misma del Padre. OREMOS...
En el rostro herido de cada hombre, y de cada mujer. En todos aquellos a los que excluimos y dejamos al margen. OREMOS...
En medio de todos los movimientos de éxodo y de migraciones, en la fragilidad de los que no tienen un lugar donde poner su tienda. OREMOS...
Allí donde hay personas que trabajan por encontrar la verdad, que es tu Palabra, sea cual sea su camino. OREMOS...

Gracias, Padre, porque en tu Hijo Jesús, nos has dado todo lo que más amas. Ensánchanos para que podamos recibirlo.

Presentación de ofrendas
Presentación de un elemento significativo de acampar

(Hace la ofrenda un joven de la comunidad. Si no hay tienda se puede sustituir por un saco de dormir)

Señor, te traigo esta tienda de campaña, en nombre de cuantos formamos esta comunidad. Es símbolo más del estilo de vida juvenil, acostumbrados a las acampadas y colonias. Sin embargo, con ella queremos ofrecerte el talante de nuestra comunidad y de cada uno de nosotros. Sabemos que vivimos en tierra extraña y que caminamos hacia tu Reino. Pero sabemos también que, como tu Hijo que plantó su tienda entre nosotros, no caminamos por esta tierra sin que nos interese nada. Al contrario, los dolores, esperanzas y alegrías de los hombres son, también, los nuestros, y queremos luchar con todos ellos por su liberación.

Presentación de una lámpara de camping

(También puede presentar la lámpara un joven, aunque pudiera hacerlo cualquiera de las personas adultas. Debe estar encendida y se situará junto a las velas que lucen en el altar)

Yo te traigo, Señor, esta lámpara de camping que ha presidido más de una velada de vacaciones. Ha lucido en la noche para iluminar nuestra convivencia. Y ahora te la ofrezco como símbolo del deseo que tenemos, como comunidad y como personas, de ser luz en medio de nuestra sociedad y nuestro mundo, tal como lo fue tu Hijo Jesucristo para todos nosotros.

Presentación de unas gafas

(Lo puede hacer una de las personas mayores de la comunidad, que las use habitualmente)

Mira, Señor, yo te traigo estas gafas, que me ayudan a leer y a ver, porque mi vista está ya cansada a causa de los años. Sin embargo, yo te las ofrezco ahora como compromiso del esfuerzo que hemos de hacer para fiarnos de la luz de tu Hijo Jesús. Aunque también, como recuerdo de que, si Tú no nos regalas la fe, nos puede suceder lo que a tu antiguo pueblo que no reconoció al que vivió entre ellos.

(B)

Presentación de una Biblia
(Puede hacer la ofrenda cualquier adulto de la comunidad)

Señor, yo te ofrecemos hoy uno de los mejores dones que Tú nos has hecho: tu misma Palabra, de la que confesamos que se hizo carne en tu Hijo Jesús. Te la entregamos con la decisión ,y el compromiso de vivir siempre a su escucha, para que sea ella la que guíe nuestras vidas.

Presentación de una vela encendida
(Hace la ofrenda el último padrino de bautismo)

Por mi parte, Señor, te traigo esta vela encendida, signo de la luz que ha prendido en el mundo y en los corazones de los hombres y mujeres, tu Hijo. Y lo hago con mi compromiso y el de toda la comunidad de hacer que esta luz ilumine, no sólo a los más cercanos sino a todos los hombres.


Prefacio...

En estos días tan entrañables de Navidad,
llenos de recuerdos, de ilusiones y alegrías,
queremos darte gracias,
Dios de la vida, Padre de los hombres.
Gracias por la tierra
y por los hombres que la habitan,
de quienes nos sentimos, solidariamente, hermanos.
Gracias por tu Palabra que nos ilumina
y por tu Amor que nos acompaña siempre.
Gracias por la vida que nos viene de Ti,
esa vida que Tú nos animas a mejorar continuamente.
Gracias, especialmente, en estos días,
porque tu Hijo Jesús, que es Dios de verdad,
se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros,
haciéndose hermano nuestro.
Te alabamos y te damos gracias,
Dios de la vida,
porque tanto amaste al mundo que nos enviaste a tu Hijo,
para que todo el que crea en Él, se salve.
Su presencia es fuerza para nuestro corazón
y luz para nuestro caminar.
Por eso, con los ángeles de la Navidad, te cantamos:

Santo, Santo, Santo...


Padrenuestro:

Padre, que estás entre nosotros, derramando bendición, sabiduría y mensaje salvador. La creación y la historia están empapadas de tu presencia. Recibe nuestra alabanza y nuestra bendición al decirte llenos de agradecimiento:
Padre nuestro...

Gesto de paz:

Dios nos ha encargado a cada uno la misión de transformar este mundo. Pero con sencillez. Si cada uno de nosotros es fiel a la tarea que Dios nos ha encomendado, el mundo será una tierra en paz, como lo anunciaron los ángeles en Belén...

Comunión:

Cristo pone su tienda entre nosotros. Acampa y hace un alto en el camino para reemprender la marcha junto a nosotros. Nos reconforta con su pan, nos alienta con su esperanza, nos une con su amor. Comulgamos con él y con los hermanos para, juntos, proseguir nuestro viaje por la vida. Dichosos los invitados a la Mesa del Señor...

Oración

Queremos escuchar tu palabra,
queremos conocerla hasta el fondo,
queremos sacar de ella todo el dinamismo que posee.

Conocemos tu palabra desde niños,
sabemos que nos alimenta,
y estamos seguros de que contiene la respuesta
a todas nuestras preguntas.

Tu palabra, Señor, tu vida, tu forma de estar en el mundo,
nos la contaron tus amigos más cercanos.
Luego los nuestros nos la han ido transmitiendo,
envuelta en amor o en normas, con más o menos acierto.

Tu palabra es guía,
que dejándose llevar por ella, te lleva a la meta;
tu palabra es verdad, pues tu única afirmación es el amor;
tu palabra es libertad, pues induce al perdón,
a la comprensión y a soltar ataduras
y tu palabra es sosiego, pues atrae, anima,
descansa y disculpa siempre.

Tú nos regalas tu palabra, Señor,
y nosotros buscamos traducciones complicadas.
Tú nos sales al encuentro en tu Evangelio
y nosotros apenas lo leemos.
Tú nos quieres decir algo nuevo cada día
y nosotros lo damos todo por sabido.
Tú nos hablas al corazón siempre
y nosotros seguimos buscándote por otros rincones.

Ayúdanos, Señor, a saber disfrutarte,
a leer entre líneas, a gozar tu mensaje.
Enséñanos a comentarte en compañía,
a compartir lo que susurras a cada uno.
Poténcianos la escucha, la reflexión, la intimidad contigo.
Mantennos muy atentos, disponibles, no dispersos,
y haz que tu palabra nos llegue al corazón.
Así caminaremos hacia la verdadera Vida, esa que
Tú nos ofreces constantemente.


Monición final y bendición:

El tiempo de Navidad es especialmente expresivo de la cercanía de Dios. Como nos ha recordado el Evangelio. Él ha querido acampar entre nosotros, ser un vecino más y compartir la marcha de la vida. Vivamos con fe y con entusiasmo esta compañía de nuestro Dios. Seamos testigos de que Él vive ya entre nosotros. Para ello que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros...

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WebJCP | Abril 2007