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MISIONEROS EN CAMINO: Evangelio Misionero del Dia: 21 de Diciembre de 2010 - SEMANA IV° DE ADVIENTO - CICLO A
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lunes, 20 de diciembre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 21 de Diciembre de 2010 - SEMANA IV° DE ADVIENTO - CICLO A


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-45

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

María: Modelo de Acogida de Jesús, Señora de la Alegría de la Fe
“En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno»”

El evangelio de hoy está dentro de la secuencia de los relatos previos al nacimiento de Jesús, que estamos leyendo ordenadamente en estos días. Como detalle particular, nuestro texto coloca en lugar destacado el rostro de María, modelo de la acogida del Señor, y nos invita alegrarnos con ella.

El relato de la Visitación María comienza con la anotación lucana: “En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá” (1,39).

¿Qué mueve a María? María parte de las palabras del Ángel, “Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez” (1,36), y las interpreta como una invitación para ir a estar con ella. María va al encuentro del “signo” que Dios le dio de que “ninguna palabra es imposible para Dios” (1,37).

En el encuentro, las dos mujeres favorecidas por Dios expresan lo que progresivamente ha venido ardiendo en sus corazones. Hoy vemos cómo Isabel, invadida por el Espíritu Santo, dice lo que ha podido comprender de María. Luego se verá cómo María confiesa lo que, por su parte y ayudada también por las palabras de Isabel, ha podido comprender de la acción de Dios en ella misma.

Cuando uno lee el relato de la visitación con un poco más de atención nota una bella dinámica. Detengámonos en los movimientos, externo (=el viaje), interno (=de la soledad a la exclamación) y confesional (=el reconocimiento del misterio del otro), de esta narración rica de enseñanzas para nuestro Adviento.

1. El movimiento externo: el viaje de María de Nazareth a Judá (1,39-40)

El viaje es un gesto concreto de obediencia a la Palabra de Dios (ver 1,36). María lo hace sin tardanza, “con prontitud” (1,39).

La distancia entre Nazareth y la ciudad de Judá (la tradición dice que es Ain-Karem) no es poca. No se menciona ningún otro personaje en el viaje fuera de María. Este largo recorrido y la soledad silenciosa de María son significativas: podemos ver en el trayecto recorrido una primera etapa de la toma de conciencia que ella está realizando.

El viaje de María coincide con un tiempo de silencio en el que ella puede captar mejor el significado de lo que está sucediendo en su vida, profundizando en las palabras del Ángel. Al mismo tiempo María no pierde de vista la meta de su viaje: ver a aquella mujer de quien se le ha hablado y que también ha sido beneficiaria de la misericordia de Dios; con ella será solidaria.

El evangelista nos está mostrando que después de la anunciación María vive un momento de pausa, de interiorización, de meditación. Esto es importante también para nosotros: la acción del Espíritu solicita el cultivo de la interioridad.

2. El movimiento interno: la acción del Espíritu Santo (1,41 y 44)

“Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel” (1,40). Las dos mujeres, cuando se saludan, captan la vibración del Espíritu y se abrazan con una inmensa alegría.

No conocemos el contenido del saludo de María a Isabel, pero sí su efecto: es de tal manera que hace saltar a la criatura en gestación en el vientre de Isabel y de provocar la unción del Espíritu Santo (1,41).

“Saltó de gozo el niño en su seno”. En encuentro entre las dos mujeres hace saltar de alegría al niño de Isabel, lo cual es manifestación de la acción del Espíritu. A partir de este momento muchos saltarán de gozo a lo largo de todo el evangelio cada vez que se encuentren con Jesús. El Mesías es portador de la alegría, expresión de plenitud de vida que proviene de Dios. Comienza la fiesta de la vida que trae el Evangelio de aquel que trae alegría para todo el pueblo (ver 2,10).

“Isabel quedó llena de Espíritu Santo”. La voz de María es portadora del Espíritu Santo que la ha llenado y con ella introduce a Isabel en el ámbito de su experiencia: el de una emoción profunda que capaz de estremecer y hacer danzar de alegría.

Guiada por el Espíritu, Isabel capta la grandeza de lo sucedido en María y lo expresa abiertamente. Las dos mujeres, una anciana y una joven, se comprenden a fondo y son capaces de decir lo que llevan por dentro, lo que cada una capta de la otra. Sus vidas atravesadas por soledades por fin encuentran oídos dignos de sus secretos, ambas se sienten comprendidas.

En esa cercanía, en la que también actúa el Espíritu, las dos elevan himnos de alabanza. Se suscita así un movimiento de reconocimiento público y de respeto que desvela lo que desde tiempo atrás ha venido madurando en el corazón.

3. El movimiento confesional: el cántico de reconocimiento de Isabel a María (1,42-45)

“Y exclamando con gran voz, dijo...” (1,42a). Lo que hasta el momento era solamente el secreto de María ahora Isabel lo anuncia a gritos y con el corazón desbordante. El contenido es la acción creadora del Dios de la vida en la existencia de María, por medio de la cual se ha realizado la encarnación del Hijo de Dios.

Isabel le dice a María dos palabras claves que describen su personalidad: “Bendita” y “feliz”.

• “Bendita”.

En primer lugar, Isabel alaba a Dios por lo que Él ha hecho en María, esto es, la ha llenado de gracia y la ha bendecido con su poder creador que la ha hecho capaz de transmitirle la vida al Hijo de Dios.

Bendecir es “generar vida” y precisamente por eso María es “la bendecida” por excelencia: si bien toda mujer es bendición para el mundo por el hecho de engendrar vida, mucho más María es la “bendita entre todas las mujeres”, ya que ella trae al mundo al Señor de la vida que vence la muerte y da la vida eterna.

Además, porque su hijo no es un niño cualquiera sino el “hijo del Altísimo” (ver el relato de la anunciación), María tiene con suficiente fundamento la dignidad de “Madre de Dios (del Señor)” (1,43).

• “Feliz”.

En segundo lugar, Isabel le hace eco a las palabras pronunciadas por María en la anunciación: “Hágase en mí según tu Palabra” (1,38), y califica su actitud como un acto de fe: “Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor”.

¿Qué quiere decir Isabel sobre María? Quiere decir que María “creyó” en el cumplimiento de la Palabra, es decir, la tomó en serio, se abandonó a su poder creador, confió en la fidelidad de Dios a su promesa. La alegría de María proviene de la fuente inagotable de su fe siempre viva, porque ella como ninguna está siempre abierta a Dios.

Este mismo gesto de María le será pedido, a lo largo del Evangelio, a todas las personas que Jesús cruce en su camino (ver por ejemplo: Lucas 7,9.50; 8,48). En la fe tendrán que ser educados de manera especial los futuros evangelizadores (ver 24,25). Aparece así una definición clara de la fe: uno es creyente cuando sabe “oír la Palabra de Dios y ponerla en práctica” (8,21; 11,27-28).


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿De qué manera el itinerario de María en esta página del Evangelio, me puede ayudar a tomar conciencia y a proclamar la obra de Dios en mi vida?

2. ¿Me tomo tiempos de “silencio” (que pueden coincidir con retiros u otros espacios prolongados de meditación y oración) para tomar conciencia de la obra de Dios en mi vida?


3. María e Isabel vivieron fuertes experiencias de Dios y las compartieron entre ellas. ¿Nuestras comunidades son espacios vivos que permiten compartir y celebrar la experiencia de Dios que vive cada uno? ¿Encuentros así nos ayudan a vivenciar la presencia del Espíritu Santo en la comunidad?

4. ¿Qué lección nos da el Evangelio de hoy para nuestra vivencia de la navidad? ¿Qué encuentros Dios nos pide que vivamos? ¿Cómo quiere que los vivamos?


En esta preparación inmediata para la Navidad, en diálogo con María e inspirados en el evangelio de hoy digamos:
“Virgen Santa María,
llena nuestros corazones del Espíritu divino que colma el tuyo;
que de tu plenitud recibamos nosotros,
que nuestro espíritu sea destruido
y que el Espíritu de tu Hijo se establezca
plenamente en nosotros
para que no vivamos, hablemos y actuemos
sino por el Espíritu de Jesús. Amén”
(J. Eudes)

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WebJCP | Abril 2007