LUGAR DE ENCUENTRO DE LOS MISIONEROS DE TODO EL MUNDO
MISIONEROS EN CAMINO: DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO- CICLO A: MANOS Y CORAZÓN
NO DEJES DE VISITAR
www.caminomisionero.blogspot.com
El blog donde encontrarás abundante material para orar y meditar sobre la liturgia del Domingo. Reflexiones teológicas y filosóficas. Videos y música para meditar. Artículos y pensamientos de los grandes guías de nuestra Iglesia y Noticias sobre todo lo que acontece en toda la vida eclesial
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

sábado, 11 de diciembre de 2010

DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO- CICLO A: MANOS Y CORAZÓN



El evangelio de este domingo nos dice que Juan Bautista está en la cárcel, y allí le llegan noticias de Jesús. Y eso que le cuentan le deja perplejo, desconcertado. Este Jesús no responde al Mesías que él esperaba.

Efectivamente, Juan había hablado de "siega", de cosecha: el Mesías meterá la hoz en los campos del mundo y todas la malas hierbas las echará al fuego. Y ahora le cuentan que Jesús habla de siembra y de que hay que tener paciencia si junto a la semilla crece también la cizaña.

Juan "veía" al Mesías con el bieldo, dispuesto a barrer a los enemigos, a separar con absoluta claridad a los buenos de los malos. Y ahora le cuentan que Jesús, por el contrario, acoge a todos, participa en comidas con los publicanos y pecadores, deja caer que el juicio va a quedar en suspenso hasta el fin, y dice que él no ha venido a separar sino a acoger y a reunir.

Juan se imaginaba a Jesús con el hacha para talar, en la raíz, todos los árboles malos, que no dan fruto. Y Jesús, al contrario, habla de paciencia y de perdón.

En estas circunstancias a Juan le asalta la duda y le mandó a preguntar: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?".

La respuesta de Jesús no es teórica, sino muy concreta: "Id y a anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la buena noticia..." Jesús responde con sus obras. ¿Y qué hacía para que sus obras fueran la prueba de que él era la salvación? Ya lo vemos: algo humano, muy humano: aliviar penas, acoger a los pobres, curar la vida, reconciliar y dar la paz. Así manifiesta su identidad: es Alguien que anuncia y encarna en su vida a un Dios que es compasivo y misericordioso.

Y termina su respuesta con una afirmación todavía más desconcertante: "Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!". Lo dice porque sabe que sus palabras, y sobre todo su vida, pueden decepcionar a quienes están esperando un Mesías poderoso que acabe con los malos, castigándolos sin piedad.

En Adviento se nos invita a acoger a Dios que viene, que se acerca a nosotros. Pero no basta querer a acoger a Dios. Es necesario estar dispuestos a acoger a un Dios "distinto". Distinto de nuestras ideas, de nuestros esquemas, de nuestras imágenes habituales. Es necesario purificar nuestra idea de Dios.

También hoy muchos hombres son asaltados por la duda y nos preguntan por Dios y por Jesús. Nuestra respuesta no puede ser teórica. Hemos de ofrecer signos de esperanza, los signos ofrecidos por Jesús: enfermos que recuperan el ánimo y la salud, excluidos que son acogidos, pecadores que reciben la paz y el perdón, parados a quienes se les proporciona un puesto de trabajo…

¿Qué hemos hacer nosotros para que los hombres crean en Jesús como el Salvador? La solución no está en los discursos y las grandes teorías. Sólo la vida es digna de fe, como sólo el amor merece confianza. Hemos de hacer las obras que hacía Jesús, ése es el camino.

En la segunda lectura se nos ha dicho: “Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios...”

Buen programa espiritual de adviento: las manos están débiles porque no dan, no estrechan otras manos, están cerradas; las rodillas se robustecen si se postran en adoración; y hay que fortalecer el corazón cobarde que no se arriesga a amar generosa y gratuitamente.

Julio García Velasco

0 comentarios:


WebJCP | Abril 2007