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viernes, 17 de diciembre de 2010

DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO- CICLO A: EL EJEMPLO DE JOSÉ


Publicado por Pastoral Vocacional

Hoy resuena en nuestros templos el anuncio gozoso del salmo: "va a entrar el Señor, el Rey de la Gloria". Ya hace dos mil años que vino, pero ahora de nuevo quiere entrar en nuestra vida, hoy y aquí. Y esto nos llena de alegría.

El que viene, según la profecía de Isaías que acabamos de escuchar, se llama "Emmanuel, Dios-con-nosotros". Dios, en su Hijo, va a poner su tienda entre nosotros. No podíamos soñar una noticia mejor.

Pablo, por su parte, nos ha asegurado que Cristo Jesús, en cuanto hombre, ha nacido de la estirpe de David. Es el gran misterio de un niño que es a la vez hombre de nuestra raza y el Hijo eterno de Dios. Y viene "a salvar a todos", para "que todos los gentiles respondan a la fe".

El evangelio nos cuenta el nacimiento de Jesús. María y José estaban desposados, prometidos. Se trataba de un compromiso matrimonial en firme. Por eso, dice el ángel: “No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer”. Pero ocurre lo imprevisto e inimaginable: María está embarazada, y en esta situación, José, que no ha tenido nada que ver en ello, dominado por el asombro y la perplejidad, por el amor inmenso que le tiene, decide repudiarla en secreto.

No hay duda de que estaban profundamente enamorados, con un amor limpio, fiel, abierto a los deseos y planes de Dios. Pero ahora, también en ellos, el amor conoció la prueba para la madurez. Y el amor se hizo respeto, silencio, fe en el otro, oración...

La actitud de José, que era un hombre justo, es de docilidad y obediencia al Señor. El no se considera digno de entrar en los planes maravillosos de Dios, pero acepta la sublime misión que se le da: ser padre legal de Jesús, y, como padre, ponerle el nombre: JESÚS, que quiere decir “ Dios salva”

José es un siervo fiel. Su actitud es la de “He aquí el siervo del Señor”, en paralelo a “He aquí la sierva del Señor” de su esposa María.

La virginidad no es hoy valorada. Hay un modo equivocado de entenderla: pensar que Dios desprecia y aún condena el amor humano, el matrimonio, la sexualidad. Pero esto sería una contradicción, porque todo eso es creación de Dios, voluntad y bendición de Dios.

La afirmación de la virginidad de María significa otra cosa muy distinta. Es la sorprendente iniciativa de Dios para entroncarse en la historia humana, en la carne de la humanidad. Con la virginidad de María se nos dice que todo es gratuidad, acción de Dios, que escoge a aquella joven llamada María, que se ha puesto incondicionalmente bajo la acción del Espíritu.

El niño, hijo de Dios, que va a nacer, es regalo de Dios. Jesús nace fruto del amor de Dios y de la fe de María. Eso significa la virginidad.

José es para nosotros modelo de fe. Porque:

fe es entrar en contacto con el Misterio oscuro y luminoso de Dios;
fe es, a veces, ”noche”, noche oscura, pero noche vencida por el clarear de la alborada” (Juan de la Cruz)
fe es aceptar los planes de Dios en nuestras vidas. A veces, el desconcierto, el dolor, la incomprensión, el por qué de tantas preguntas nos amenazan, pero Dios sabe más, puede más, quiere, nos quiere más. La fe en estos casos, es confiar en El, y decir: “Heme aquí”.

Los sacerdotes somos don de Dios, como María, para los hombres, una vida tantas veces incomprendida, pero fecunda, puesta en las manos de Cristo, como ministros fieles suyos.

Como José, obedecemos a Dios, cuyos planes son muchas veces desconcertantes y misteriosos, pero él sólo nos pide confianza y docilidad, y desde ahí somos felices.


Por Julio García Velasco
juliogvelasco@yahoo.es

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WebJCP | Abril 2007