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jueves, 4 de noviembre de 2010

Y a tí... ¿Que te mueve?


Publicado por Esquila Misional

Un terremoto, también llamado sismo o temblor, es un fuerte movimiento de la superficie terrestre debido al desplazamiento de sus materiales interiores, la acumulación de energía, los procesos volcánicos, el hundimiento de cavidades o el choque de las placas tectónicas. El origen de los sismos se encuentra en la acumulación de energía producida cuando los materiales del interior de la Tierra se desplazan y buscan cierto equilibrio.

Estimados chavos, tal vez ustedes no hayan nacido o eran muy pequeños cuando ocurrieron los temblores del 19 y 20 de septiembre de 1985. El primero, de 8.1 grados en la escala de Richter, y el segundo, de 7.5, provocaron una gran tragedia en la Ciudad de México. Así es, ¡han pasado 25 años y todos hemos crecido!, pero acaso, ¿hemos recibido un plan serio de acción para estos incidentes?, ¿sabemos organizarnos para mitigar las catástrofes?, ¿están bien construidas las unidades donde vivimos?, ¿nuestros gobiernos están comprometidos con la seguridad ante estas contingencias o sólo esperan las jugosas ganancias de la ayuda nacional e internacional?, ¿qué implica que nos muevan «el tapetito» donde andamos «paraos»? Y a nosotros, jóvenes cristianos, ¿qué nos mueve?

Los movimientos bruscos liberan energía y mueven casas, cerros, edificios, seres humanos y... también mentalidades y formas de vida. En este último sentido, la «devastación» que causada, por ejemplo, por una nueva idea sobre el amor puede ser estremecedora, cruenta... pero también compasiva, comprometedora... Imaginemos aquellas acciones de los apóstoles cuando les cayó «el veinte» y sólo actuaron en el nombre del amor predicado por Jesús; lo que parecía una catástrofe (la crucifixión de Cristo y el inesperado anuncio de su resurrección) se convirtió en «puritita energía de la buena»: un mensaje vivido que condujo a cierta parte de la humanidad a una mejor convivencia, con todo y sus «bemoles».

Más que castigo divino, pensemos que tal vez estas «catástrofes» liberan energía y expulsan hacia la superficie lo que cada ser humano guarda en su corazón. Así, aquellos días posteriores al sismo del 85 se generaron otros «movimientos» en la ciudad, no sólo telúricos o geográficos, sino culturales, sociales, solidarios, amorosos, pero también de aprovechamiento, hurto y corrupción de algunos. Tal vez, demasiada energía liberada hace renacer nuestra casi innata intención de «mitigar las penas ajenas» aunque para otros lo inherente es «sacar el cobre». Sí, les cuento que se generó un espíritu solidario, pero generalmente sólo se vivió en el pueblo.

El gobierno no reaccionó (ni ha reaccionado); fue la sociedad civil la que actuó, y fue ella misma la que no supo mantener ese movimiento solidario. ¿Esperaremos otro terremoto para hacerlo?, acaso, ¿el temblor de la violencia no nos ha resguardado más en nuestra privacidad que en la ayuda mutua? Parece haber quedado en el olvido lo que esta comunidad de gente compasiva hizo por los demás en medio de la tragedia; en donde lloramos con los que lloraron... y se atenuaron las dolencias.

Creo que las peores «ruinas» no son los escombros ni las cicatrices, sino aquellas en donde, viendo lo que ha pasado ahora con Haití, no se nos mueva el corazón para intentar provocar un cambio, y que éste perdure. La peor ruina sería que siendo jóvenes cristianos, no moviéramos un sólo dedo para atenuar, mitigar y compadecernos de los que sufren, ¿no nos ha caído «el veinte»? Y a ti, ¿qué te mueve?

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WebJCP | Abril 2007