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jueves, 4 de noviembre de 2010

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 20, 27-38) - Ciclo C: DIOS SE REIRÁ EL ÚLTIMO



¡Ah! ¿Pero tú crees en la resurrección después de la muerte? ¡Por supuesto! ¡Lo creo y no pierdo nada! Así de contundente, un sacerdote, contestaba en plena calle a una interpelación de un periodista.

1.- Los saduceos, que no creían en la resurrección, se mofaban de ella y por añadido de los que profesaban esta creencia. Hoy, como entonces, también nos toca asistir constantemente a encuestas que nos dicen que un alto porcentaje de católicos no creen en la resurrección. A lo que, con el evangelio en la mano, habrá que responder que...ni son católicos ni son cristianos. ¿Por qué? Porque el cristianismo se sustenta en esa verdad fundamental: la resurrección de Cristo y, con ella, la de cada uno de nosotros.
Ser testigos de esta verdad es una misión que, aunque resulte difícil, se convierte en un signo de la fortaleza y vigorosidad de nuestra fe y, sobre todo, de nuestra fidelidad a Jesús.
Una vez celebrada la Festividad de Todos los Santos y de Todos los Difuntos, se nos impone una reflexión:
-¿Valoramos y mantenemos vivo el recuerdo por nuestros difuntos?
-¿Tratamos con respeto sus restos?
Resulta llamativo, por lo menos en algunos lugares de España, cómo levantamos monumentos a mascotas y –en cambio- una vez incinerados los restos de nuestros seres queridos los dispersamos por montes, mares o jardines. ¿Es correcto? ¿Dónde queda entonces la memoria de nuestros difuntos? Algo, en este sentido, tiene que cambiar y a mejor. Somos semillas de esperanza pero, esas semillas, ¿no deben de ser tratadas con mimo y depositadas en un lugar digno?

2.- Nosotros, como cristianos, y al igual que aquellos niños macabeos, esperamos en Dios. Sabemos que, es mejor morir según Dios que atenazados por la frialdad y la incredulidad del mundo. No acompaña el ambiente ni, mucho menos, las ideologías que endiosan lo pragmático y ridiculizan hasta lo más santo.
Frente aquellos que sólo creen en lo que ven, nosotros –por la Palabra del Señor- y por su muerte y resurrección, creemos en lo que no vemos: ¡resucitaremos!

3.- Un profesor, ante una pregunta de un alumno sobre este tema, le respondió: “mira; si hay algo es mucho lo que gano…y si no hay nada (cosa que no creo) no perderé mucho menos que tú y, además, habré vivido con esperanza”.
Vale la pena, amigos, creer y fiarnos de las palabras del Señor. Vale la pena sufrir calumnias y burlas, incomprensiones o sonrisas malévolas… cuando sabemos que, después del sufrimiento y de la prueba, han de quedan en evidencia aquellos que vivieron sin Dios y, por el contrario, hemos de disfrutar de una vida eterna con el Señor aquellos que creemos profundamente en El.
Y es que, al final, Dios es quien ríe el último y a pleno pulmón.

4.- QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Ser incomprendido, por defender que Tú vives en mí,
antes que ser elevado en el pódium del éxito efímero
pero sin horizontes ni razones para existir
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Las risas de los que no me entienden por lo que creo
Ni el vacío de los que no me quieren por lo que siento
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
El no percibir algunas verdades que tú me ofreces
cuanto esperar a que un día se hagan realidad
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Cómo me rescatarás de la muerte,
cuanto saber que, ahora y aquí,
me acompañas y me animas con tu Palabra
me alimentas con tu Cuerpo y con tu Sangre
y, en el fondo de mi alma,
me haces arder en ansias de poder verte
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
La burla de los que no se molestan en buscarte
La sonrisa de los que, sintiéndose poderosos,
serán nada y polilla después de su grandeza
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Las falsas promesas que el mundo me ofrece
frente a las tuyas que han de ser eternas
Los cortos caminos, que me llevan al abismo,
frente a los tuyos –estrechos y difíciles-
pero con final feliz y glorioso.
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR

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WebJCP | Abril 2007