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MISIONEROS EN CAMINO: XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 20, 27-38) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración
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viernes, 5 de noviembre de 2010

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 20, 27-38) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


MI ALMA RECORDARÁ

Cuando inicié mi camino de seguimiento de Jesús pensaba que la resurrección no era un elemento importante para mi fe. Podría decir que, con arrogancia juvenil, pensaba que era algo accesorio, que lo importante era la vida y cómo se vivía en ella, lo importante era ir asumiendo y viviendo como propios los valores de Jesús, era ir siendo otro tipo de personas, cambiarnos y cambiar a los que nos rodean, hacer del mundo un lugar más habitable, aportar nuestro granito de arena en el proyecto de Dios de construir nueva humanidad… ay qué tiempos! Era la época del “yo”. Nunca he sido una activista, creía y creo en la acción basada en una firme espiritualidad que da luz nueva a nuestro hacer, pero eran tiempos de intentos, de medir los resultados de la transformación. Sigo creyendo en la importancia de luchar contra lo injusto, como realidad que niega a Dios, pero creo menos en mí y más en Dios, en su acción, en su protagonismo…quizás los resultados y acciones sean iguales pero no así la vivencia.
Con los años he aprendido a descubrir lo oculto, la flor que nace en medio del asfalto, el germen de bien que crece en medio del mal y la injusticia, pero también a dar importancia al poder del pecado, del mal, a no poner tanto el ímpetu en el mal estructural, en culpar al sistema sin mirarme a mí, a descubrir mis incoherencias y mirar con compasión a quienes viven indiferentes de su responsabilidad en la construcción de este mundo, a… creer con más fuerza en el Padre bueno y su poder silencioso.
Y en ese proceso no podía faltar el replantearme la importancia que debe tener en mí la resurrección, como medio por el que Dios demuestra definitivamente su poder. Por ella, ya no hay más oportunidades para el pecado, en ella la vida, la bondad y la belleza viven para siempre por obra y gracia del Dios de Jesús, y la muerte, el sufrimiento, el dolor y el mal se doblegan ante Él en la batalla final. La guerra está vencida: Dios nos dará vida.
Este misterioso Dios, todopoderoso en el amor, en quien creemos, gusta de manifestarse sin grandes escenarios y casi a escondidas, y así es como nos resucita, también de forma misteriosa. ¿Qué más da cómo?, ¿si es en cuerpo o sólo en alma? Qué más da…, si existe la esperanza de fundirse en un abrazo eterno, del encuentro definitivo con el Padre Bueno, la esperanza del reencuentro con los seres tan queridos que nos han ido dejando solos.
Por ello hoy creo con fuerza en la resurrección, como fundamento de mi fe. Sin ella, qué sentido tiene todo, qué sentido tiene la vida y la muerte, mi vida y mi muerte, la vida y la muerte de tantos seres queridos. Mi fe en la resurrección no es teórica, no es porque viene en el catecismo, no es menor que mi fe en un Dios Bueno, que se nos acerca, nos abraza y nos besa, nos invita a la fiesta de la vida, porque en ella adquiere más credibilidad ese Dios bueno que nos invita a la fiesta de una vida eterna, sin fin, no a cualquier vida. Creo con todas las fuerzas que Él me da, en la revolución de un Dios que de modo desproporcionado y gratuito, con su propia medida, no se resigna a perder ni a uno solo de sus hijos queridos, ¿por qué se iba a resignar a perdernos al morir? Qué Dios sería ese que pusiera límite temporal al amor. La resurrección es la pieza clave de la fe, la que autentifica todo el proyecto de amor de Dios con nosotros, desde siempre, para siempre.
Conforme he ido creciendo en edad y consciencia de la muerte, la resurrección no es un elemento más de mi fe, no es algo añadido a un proyecto de vida que me configura, tampoco es una evasión para no asumir las responsabilidades que con el tiempo que me ha tocado vivir, ni para no luchar contra la injusticia y esperar callada y sentada que en la eternidad la justicia de Dios impere. Es parte de mi fe, necesaria para tener una imagen mejor de quién es el Dios de Jesús en el que creo. La historia de salvación no acaba aquí, no hay despedida, no hay final triste por dolorosa que sea la separación temporal, ya que Él nos dará vida de forma misteriosa cuando nuestro tiempo se agote.
Creo en la resurrección, quizás también como elemento de alivio, como opio que me permite adormecer el dolor de la separación y el vacío, pero y si así fuera ¿qué? Quiénes somos para juzgar el dolor de los demás, la necesidad última de darle sentido al sufrimiento, la enfermedad, el dolor físico, mental,…
Creo en la resurrección, la necesito para vivir, para morir y para ver morir. Para validar el proyecto de amor de Dios, porque sólo la resurrección ilumina todo el mensaje de amor, porque por ella el amor no muere, porque en ella el bien vence. Creer en la vida eterna no me aliena, no me quita dolor, ni sufrimiento, ni lágrimas, ni vacío, ni aligera la separación, pero sí da sentido a todo, ilumina el futuro glorioso que nos espera: la resurrección en Cristo que fue clavado en un madero. Él participó de nuestro dolor para que nosotros pudiéramos participar de la vida sin fin, la vida eterna de mis muertos, de mis vivos, de mí misma. Por ello mi fe no es vana, no es temporal, mi amor no acabará nunca. Lo bello, lo bueno y lo amable vivirán por siempre, porque nuestro Dios así lo quiere y con fuego purificará el mal, el dolor y el pecado, nacerá de nuevo la vida de tantos hermanos que sufren la injusticia y la enfermedad, la soledad y la opresión. Palabra de un Dios siempre fiel: os amo desde siempre y mi amor es para siempre, no hay fin, el amor no responde a medidas temporales, es eterno. «No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos».

ELENA GASCÓN
elena@dabar.net





DIOS HABLA

II MACABEOS 7,1 2.9 14
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: «¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres». El segundo, estando para morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna». Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios». El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».

II TESALONICENSES 2,16 3,5
Hermanos: Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo.

LUCAS 20,27 38
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella». Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos».




EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
Varios textos de este segundo Libro de los Macabeos son bien conocidos por nosotros, cristianos que acudimos habitualmente a la Eucaristía, ya que, frecuentemente, forman parte de nuestra liturgia de difuntos.

Son los únicos del A.T. en los que se habla de la ‘resurrección’. Aunque estamos seguros de que otros textos del mismo A.Testamento ya indicaban la creencia en una supervivencia después de la muerte.

Ya el pasado domingo subrayamos cómo en el libro de la Sabiduría se hablaba de la ‘inmortalidad’. En lenguaje, sin embargo, ‘muy griego’, que no corresponde exactamente a las creencias de Israel sobre el más allá.

Para Israel el morir es definitivo. Pero intuye que algo debe haber más allá, en el sheol, el lugar de los muertos, de las sombras, en el abismo… pero del que el Señor puede hacernos retornar a esta vida. Se niega a hablar de resurrección cíclica, pues rechaza con fuerza la creencia generalizada de que tanto los dioses como los humanos vivan, como la naturaleza, en un retorno interminable de muerte y vida.
En este libro de los Macabeos (2Mac 7,9; 14,46; 12,41-46 etc) se nos habla con claridad de nuestro mismo concepto de resurrección. No somos ‘inmortales’ en el sentido de que ‘no morimos’ o de que una parte de nosotros sea ‘inmortal’ (el alma), sino que la muerte será destructiva para el ser humano, si no fuera porque el Dueño de la vida y del espíritu se dignará devolvérsela (14, 46). La resurrección existe para el pueblo judío, en esta última etapa, como para nosotros siguiendo a Cristo. La muerte es real y total, y la vida será participación en la vida de Dios. Algo totalmente otro. “Lo que el ojo no vio, lo que el oído no oyó, lo que ningún hombre imaginó, eso preparó Dios para los que le aman” (Rm 11,8).

El texto de hoy, heroico, dramático, que nos describe el suplicio q que es sometida toda una familia que cree en la resurrección, es de una lógica inquebrantable ya que se asienta firme en esa creencia. No se trata de un acto de valentía al modo de los héroes humanos, sino de un acto de confianza total en “el rey del universo que nos resucitará para una vida eterna (definitiva)” (v.10).

Las promesas humanas que escuchan, las amenazas y tormentos que reciben resultan inútiles y vanas y caen una y otra vez (siete hermanos y su madre) en el vacío, y la osadía con que se habla al tirano indica a las claras la firme convicción de su esperanza en la resurrección.

“Tú, en cambio, no resucitarás” (v.14) porque quien no vive la vida de Dios aquí, no puede subsistir. No se re-vive a esta vida; se vive para siempre la vida que, enraizada en nosotros por la fe, se despliega en plenitud “porque le veremos tal y como es” (1Jn 3,2).


TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net


SEGUNDA LECTURA

Hacia el final de la carta encontramos un párrafo no expositivo ni fundamentalmente exhortativo o parenético. No es lenguaje – en términos técnicos – con función informativa ni imperativa, sino expresiva de sentimientos. Es importante señalar que no siempre se ha de leer la Biblia buscando mensajes doctrinales cuando los autores, a veces, han querido otra cosa. Bastantes veces lo que pretende el autor es sacar a la luz sus sentimientos, del tipo que sean, y hasta el autor divino en cuanto se expresa en lenguaje y por lenguaje hace algo parecido.

Tal es el caso que nos ocupa en este párrafo. Hay muchos sentimientos diferentes. Algunos referidos al amor del Señor Jesucristo y del Padre, lo cual es fuente de consuelo porque, en realidad, ahí radica la experiencia de la salvación. Es consuelo y, evidentemente, es fuente de energía y fuerza y de realidad práctica, no un mero consuelo teórico o inoperante. Hay también sentimientos respecto a los destinatarios de la carta: aprecio, confianza, estima…

Hay también deseos, como es el de querer que Dios guíe los corazones de los cristianos. Es casi una oración implícita.

Hay alguna exhortación breve a la oración (3,1), para volver a las expresiones de confianza y seguridad, en el presente y en el futuro.

En cuanto a la expresión “la fe no es de todos” (3,2) no significa una limitación ni mucho menos puede valer para dictaminar quién la tiene o quién no. Es una indicación – obvia por otra parte – de que no todos los seres humanos se abren de la misma manera al avance del Padre y hasta pueden cerrarse a ella. Pero es imposible verificarlo individualmente y no estamos llamados a ello. Sólo sirve para tener en cuenta la realidad de que hay oposición, o puede haberla, como Cristo la tuvo. Pero en comparación con el resto del párrafo es un tema secundario.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net


EVANGELIO

1. Aclaraciones al texto
Saduceos: término derivado de Sadoc, sacerdote ligado a la historia de David y de Salomón. Poco numerosos, pero con mucho poder, los saduceos pertenecían a la clase sacerdotal y a la nobleza laica. Se atenían a la letra de la Escritura Santa y a la autoridad de Moisés; no aceptaban la tradición oral de los fariseos como fuente de interpretación de la Escritura.
La cita de Moisés que aducen los saduceos en el v.29 es la ley del levirato de Deuteronomio 25,5. Levirato deriva del latín levir, que significa cuñado.
Jesús remite a los saduceos al episodio de la zarza de Éxodo 3,2.6. Es decir, Jesús argumenta en el único plano que los saduceos aceptaban, el de la letra de la Escritura Santa y el de la autoridad de Moisés: También Moisés lo indica (v.37). También Moisés es traducción más ajustada que la litúrgica el mismo Moisés.
Supuesto saduceo: la resurrección como prolongación o repetición de las formas de vida presente.

2. Texto.
Debate sobre la resurrección de los muertos. En opinión saducea, debate absurdo y ridículo: la resurrección daría lugar a situaciones grotescas.
Jesús empieza corrigiendo el falso supuesto saduceo: resucitar es pasar a una categoría de vida en la que ya no hay muerte. Acabada la muerte, no se engendran hijos. La condición humana en esta vida no es equiparable a la condición humana en la vida futura.
A continuación, Jesús contra argumenta desde la Escritura Santa y desde la autoridad de Moisés, la única que los saduceos aceptaban. Si Moisés puede hablar de Dios como Señor de sus antepasados, es porque éstos siguen vivos. El señorío no se ejerce sobre muertos sino sobre vivos. El Señor no puede autodefinirse como Dios de muertos.

3. Comprensión actualizante
Profesión de Jesús en la vida después de la muerte. Profesión basada en la realidad de Dios y razonada a partir de esa realidad.
Hay otra vida después de la muerte, precisamente porque hay Dios. La total certeza de Jesús tiene su fundamento en Dios. Por ello mismo, esta certeza sólo será aceptable por una razón que piense y raciocine desde el dato de Dios. Una razón, en definitiva, con corazón, el cual siempre tiene razones que la razón no conoce. La razón sin corazón es limitada e imperfecta, hasta el punto de conferir categoría de absoluto a lo que sólo es relativo y coyuntural.
Creemos en la resurrección de los muertos y en la vida eterna porque creemos en Jesús y creemos en Dios.
Puede resultar fácil y progresista ridiculizar la doctrina de la resurrección de los muertos. Los saduceos incluso se divirtieron a costa de Jesús.
El escepticismo saduceo es una constante humana generalizada. ¡A vivir, que son dos días! Expresión tan arraigada, como desafortunada y falsa.
Desde el momento que la futura condición humana tiene su base y fundamento en la realidad de un Dios que no es verificable ni demostrable empíricamente, tampoco lo es la realidad de nuestra futura condición. Por eso, alguien con vista miope de pragmatismo empírico puede perfectamente burlarse de ella y negarla. ¡Pero la miopía no es la vista perfecta!
La práctica coincidencia en la transmisión del texto por parte de Mateo, Marcos y Lucas confiere al mismo un carácter de autenticidad, incluso en la materialidad de las palabras transmitidas. Nos hallamos ante uno de esos textos en los que resuenan las palabras mismas que Jesús pronunció, tal y como ellas salieron de sus labios.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net



NOTAS PARA LA HOMILIA

El ser humano, ante la muerte, y en distintas culturas, desde el origen ha tenido una constate y es la creencia en la vida eterna. Las representaciones de esa vida eterna han sido y son variadas, desde los vikingos con el walhalla, hasta los hindúes con el nirvana, pasando por los egipcios, o los indios americanos. En el hombre de hoy, también nos encontramos con la limitación, y para muchos la respuesta es que la muerte es lo último, no hay más. El deseo de otra vida, no deja de ser una fantasía que nos consuela para no afrontar la realidad de la existencia finita del ser humano.

El paso de esta vida limitada, finita, a esa vida eterna, tiene diversas denominaciones, resurrección, reencarnación, fusión con la totalidad,… constatamos que cualquiera de ellas afecta a cómo afrontamos la vida y los avatares ante los que te vas enfrentando… ¿es todo lo mismo?. Resulta curioso que en los estudios sociológicos, cuando se pregunta por la creencia en la vida eterna el porcentaje supera el 90%, pero entre los propios cristianos, aparece con un porcentaje nada desdeñable la reencarnación. ¿Comprendemos los cristianos de verdad el significado y el fundamento de la resurrección que proclamamos?

Creo en la resurrección
En el planteamiento saduceo que nos presenta el evangelio de hoy, la resurrección aparece en un momento puntual que llega, y nos encontramos con situaciones un tanto absurdas, como el relato que escuchamos, y que pretenden poner a Jesús en un aprieto. Hay una concepción de la resurrección, antes de la resurrección de Jesús y que no tiene nada que ver una con otra.

Los cristianos creemos en la resurrección de los muertos, porque creemos en Jesús como Hijo de Dios vivo, nos hemos fiado de Él, por su palabra, y su vida, creemos en la resurrección, porque es la primera proclamación que hacen los apóstoles: ‘Jesús ha resucitado’, lo que ha prometido se cumple. No sabemos cómo será, sólo que Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, y que por la fuerza de la resurrección para Dios todos estamos vivos.

Y así los cristianos podemos afrontar la vida desde otra mirada, esperanzada en aquel que nos conforta, en aquel que nos sostiene. No porque quisiéramos evitar la angustia de la muerte, sino porque sabemos en quien hemos depositado nuestra confianza. En Dios manifestado en Jesucristo.

La mirada de cada persona ante la muerte, no es indiferente, según en qué, o mejor dicho en quién creamos, estamos diciendo no tanto sobre la muerte, sino sobre la vida. Cómo vives está estrechamente ligado a como miras la muerte, y a cómo afrontas las situaciones que te aproximan a ella.

JOSE ANGEL FUERTES
joseangel@dabar.net





PARA CONSIDERAR Y REFLEXIONAR EN GRUPOS

No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos
(Lc 20, 38)

Preguntas, cuestiones, sugerencias
¿Buscamos en la Biblia fundamentalmente doctrinas o la usamos como ayuda global para nuestra relación con Dios vg. modelo de oración?.
¿Cuál es nuestra comprensión de la resurrección y como nos ayuda a vivir?


PARA LA ORACION

Dios, Padre nuestro, aparta de nosotros todos los males para que, llenos de ilusión, de esperanza, de amor y de coraje, poda¬mos cumplir libremente tu voluntad. Por nuestro Señor.
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Mira con bondad, Padre, los dones que te presentamos, para que al celebrar la muerte y la resurrección de tu Hijo, gocemos de sus frutos y seamos, como El, constructores de tu Reino. Por Jesucristo.
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Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Dios Padre nuestro, Señor de la vida y de la muerte.
Tus hijos, los hombres, nacemos y morimos, pero no estamos abandonados a la suerte ciega del destino o del azar, sino que en Ti somos, nos movemos y existimos; por eso sabemos que, des¬pués de nuestro peregrinar por esta vida, Tú nos acogerás en tu regazo cálido, para hacernos partícipes de tu vida, y que así la muerte, dominada por la resurrección de tu Hijo Jesucristo, quede ya vencida para siempre.
La alegría del futuro que nos espera junto a Ti nos mueve ahora a alabarte con todas nuestras fuerzas
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Alimentados con el pan que Tú nos das, te damos gracias, Padre, y te rogamos que el Espíritu Santo nos mantenga siempre vigilantes para vivir en todo momento con esperanza y con amor.




LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Celebrar la Eucaristía no es simplemente asistir al espectácu¬lo de un rito religioso al que acudimos, además, por obligación. Celebrar la Eucaristía es renovar los acontecimientos que marca¬ron el final de la vida de Jesús y el comienzo de una nueva etapa en la vida del hombre: la Muerte y Resurrección de Cristo, reali¬zadas ahora repitiendo algunos de los gestos y palabras de Jesús en la última cena que tuvo con sus apóstoles.
Esa nueva vida de la que esperamos gozar tras la muerte, po¬demos disfrutarla ya desde ahora en germen, en semilla, en co¬mienzo incipiente que debe ir creciendo y desarrollándose hasta alcanzar un día toda su plenitud. Con la alegría de sabernos lla¬mados a la resurrección y la vida, damos comienzo a la celebra¬ción dominical.

SALUDO
Hermanos, la esperanza del Señor Jesús, el amor de Dios nues¬tro Padre y el consuelo del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros.

ACTO PENITENCIAL
-Tú, que has dado fin al reinado de la muerte y has instaurado entre nosotros el Reino de Dios. Señor, ten piedad.
-Tú, que nos has revelado que Dios es Dios de vivos, no de muer¬tos. Cristo, ten piedad.
-Tú, que diriges nuestros corazones, nos das fuerzas para obrar el bien y nos libras de todo mal. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Esta madre de siete hermanos es para nosotros un símbolo de la Iglesia, que nos exhorta a permanecer unidos como pueblo sien¬do fieles a Dios, sin temer ni siquiera a la muerte, porque tene¬mos la esperanza de que Dios dará una vida nueva a quien la pierda por mantenerse fiel.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 16)
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño.
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Casi al final de su segunda carta a la comunidad cristiana de Tesalónica, Pablo expresa sus sentimientos y afectos hacia los des¬tinatarios de la misma; y explica cómo lo fundamental en su vida ha sido y es el amor y la confianza que siente por el Señor Jesús que dirige su corazón y sus pasos en la vida.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
La meta del caminar cristiano está más allá de la actual con¬dición humana; por eso el cristiano, aunque siente temor ante la muerte como cualquier otro hombre, es consciente de que Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, y sabe que la muerte no es sino el momento de la transformación, del paso de esta vida a la vida junto al Padre.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Con la confianza de saber que el Señor está presente entre no¬sotros y que camina siempre a nuestro lado, vamos a hacerle pre¬sentes nuestras inquietudes diciendo: Señor, danos tu vida.
-Para que en la Iglesia nunca falten las voces proféticas que de¬nuncien nuestros estancamientos y nos recuerden nuestra mi¬sión de trabajar por el bien de los hombres. Oremos.
-Para que con la palabra y con las acciones en favor de los po¬bres llevemos a todos la fe en el Dios de vida y la esperanza en la resurrección. Oremos.
-Para que los gobiernos busquen medidas eficaces contra el paro la injusticia y el terrorismo, procurando el bien común por en¬cima de los intereses partidistas. Oremos.
-Para que nuestra comunidad (parroquial) viva siempre alerta escuchando la Palabra de Dios que nos habla por medio de las necesidades de los hermanos y nos llama a transformar nues¬tro mundo. Oremos
Oración: Todo esto te lo pedimos, Padre, llenos de confianza y por Jesucristo.



CANTOS PARA LA CELEBRACION

Entrada. Juntos cantando la alegría (1CLN-410); Somos un pueblo que camina; Hoy me siento peregrino (disco “Siguiendo las pisadas de Cristo”); Juntos marchamos a ti (disco “Cristo vive”).
Salmo. LdS.
Aleluya. Gloria, gloria, aleluya.
Santo. De Aragüés.
Ofertorio. Llevemos al Señor (disco “16 Cantos para la Misa”).
Comunión. Yo soy el pan de vida (2CLN-O 38); Acerquémonos todos al altar (2CLN-O 24); El Señor es mi pastor (de Gelineau).
Final. Por ti, mi Dios (1CLN-404).



Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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WebJCP | Abril 2007