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domingo, 7 de noviembre de 2010

Palabra para la Misión: Misión y anuncio creativo de las realidades últimas


Publicado por Euntes
XXXII Domingo del T. O. - Año C – 7.11.2010

2Macabeos 7,1-2.9-14 / Salmo 16 / 2Tesalonicenses 2,16-3,5
Lucas 20,27-38

Reflexiones

Todas las religiones y las filosofías chocan y enfrentan el mismo enigma, o, más bien, un doble enigma: ¿por qué la muerte? y más allá de la muerte, qué ocurre? Son enigmas ineluctables que interpelan a cada persona, cualesquiera sean sus paraámetros religiosos. ¿Existe algo más, después de la muerte? ¿Y cómo es? ¿Qué nos espera a los mortales? Contra estos enigmas chocan todos los raciocinios humanos. Las religiones de los pueblos ofrecen al respecto un abanico de creencias que van desde la negación de una vida en el más allá, hasta formas de reencarnación, u opiniones nebulosas acerca de un modo de existir que es una mezcla de pasivo letargo, sopor y soledad. Los saduceos (Evangelio) eran escépticos, capciosos y negacionistas de la resurrección de los muertos (v. 27). Los fariseos, en cambio, creían firmemente en ella, pero pensaban que la vida eterna consistiría tan sólo en un perfeccionamiento de la vida terrenal, una especie de fotocopia mejorada: una vida libre de sufrimientos y rica de placeres. Por su parte, los siete hermanos Macabeos (I lectura), que rechazaron las propuestas del impío rey Antíoco Epifanes y enfrentaron con valentía sus torturas mortales (v. 2), profesaron su fe en la resurrección, aun teniendo de la misma, probablemente, una idea imperfecta. Pero su posición es clara y enérgica: “el rey del universo… nos resucitará a una vida nueva y eterna” (v. 9); mueren con “la esperanza de ser resucitados de nuevo por Dios (v. 14). Con fe audaz y juvenil, los hermanos Macabeos sitúan al rey impío ante su triste destino: “para ti no habrá en verdad resurrección para la vida” (v. 14).


Jesús presenta su novedad cualitativa: va más allá del imaginario común, habla de una existencia que, salvaguardando la identidad de la persona entre antes y después, sigue viviendo, pero de otra manera. Para Jesús la resurrección no significa sólo renacer para una vida mejorada, sino para una vida cercana a la de los ángeles, en la plenitud de los hijos de Dios (v. 36). Lo veremos no de una manera confusa, sino clara, cara a cara, dirá Pablo (1Cor 13, 12). El “cómo será” es parte de la sorpresa de Dios, que ahora podemos tan sólo esperar sin titubeos, porque nuestro Dios es un Padre “que ama la vida” (Sab 11,25-26). Es Dios de los vivientes, “porque por Él todos viven (Evangelio, v. 38). Para nosotros los cristianos la prueba de la resurrección no es sólo Lázaro que ha vuelto a la vida, sino sobre todo Cristo Resucitado. Y es Él, el Crucificado-Resucitado, el núcleo central de nuestra fe y la razón de ser de la misión. (*)


Jesús es la manifestación más perfecta del Dios “que ama la vida”; con todo derecho se ha proclamado “camino, verdad y vida”. Es la ‘buena noticia’ que da cumplimiento a las aspiraciones de toda religión y de todos los pueblos. Ante los enigmas de la vida, de la muerte y del más allá, que han atormentado siempre al espíritu humano, sólo la Palabra de Dios es luz y esperanza. Sólo Dios ha desafiado a la muerte y la ha vencido cualitativamente con la resurrección de Cristo. Esta fe empuja a los misioneros a optar por la vida, cueste lo que cueste, anunciando el Evangelio y promoviendo, al lado de la gente, iniciativas de paz, de justicia, de solidaridad, de defensa de los derechos de cada persona… La actividad misionera tiene una clara finalidad y carácter escatológicos. El anuncio de las últimas realidades de la existencia es parte fundante de la misión, porque hace presentes y operantes, desde ahora, estas realidades, en espera de su pleno cumplimiento, cuando el Reino de Dios se realice en todo su esplendor. Sólo con esta perspectiva de una vida futura, positiva y segura, es posible dar esperanza a la existencia humana, que día a día debe afrontar la lucha por la salud, el sufrimiento, las angustias, las precariedades de toda índole… La misión promueve creativamente este dinamismo y por eso es siempre un servicio cualificado a la familia humana.



Palabra del Papa

(*) “El tiempo de la actividad misionera discurre entre la primera venida del Señor y la segunda, en la que la Iglesia será recogida, desde los cuatro vientos, como mies para el Reino de Dios. Antes de que venga el Señor, es necesario predicar el Evangelio a todas las gentes… Por la palabra de la predicación y por la celebración de los sacramentos…la actividad misionera hace presente a Cristo, autor de la salvación… Cuanto de bueno se halla sembrado en el corazón y en la mente de los hombres o en los ritos y culturas propios de los pueblos, no solamente no perece, sino que es purificado, elevado y consumado para gloria de Dios, confusión del demonio y felicidad del hombre… La actividad misionera tiende a la plenitud escatológica… Por ella se dilata el Pueblo de Dios, al cual se dijo de manera profética: ‘Amplía el lugar de tu tienda y extiende las pieles que te cubren. No te cohíbas’ (Is 54,2); crece el cuerpo místico hasta la medida de la edad de la plenitud de Cristo… y el templo espiritual, donde Dios es adorado en espíritu y en verdad, se agranda y se edifica”.

Concilio Vaticano II
Decreto Ad Gentes sobre la Actividad Misionera de la Iglesia, n.9


Siguiendo los pasos de los Misioneros

- 7/11 (o en otras fechas): “Jornada de Acción de Gracias” a Dios por los frutos de la tierra.
- 7/11: S. Prosdócimo (s. III), al que se considera fundador de la comunidad cristiana en torno a Padua y su primer obispo.
- 9/11: Dedicación de la Basílica de S. Juan de Letrán, catedral del Papa, en cuanto obispo de Roma: iglesia “madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe (Roma) y del orbe”.
- 9/11: Recuerdo de la caída del “Muro de Berlín” (1989), acontecimiento-símbolo de relaciones nuevas entre los pueblos.
- 10/11: S. León Magno, papa y doctor de la Iglesia (+461), salvó a Roma e Italia de las invasiones de los hunos y de los vándalos.
- 11/11: S. Martín de Tours (+397), fundador de monasterios y evangelizador de la Francia rural.
- 12/11: S. Josafat Kuncewicz (1580-1623), obispo de Vitebsk y de Polock en Polonia-Bielorrusia, protomártir de la unión de los griego-rusos con la Iglesia católica de Roma.

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WebJCP | Abril 2007