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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequeticos: XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 23, 35-43) - Ciclo C: Jesucristo, Rey del Universo
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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Materiales liturgicos y catequeticos: XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 23, 35-43) - Ciclo C: Jesucristo, Rey del Universo



Monición de entrada

(A)
Una vez más tenemos que situarnos bajo la luz de su Palabra y dejarnos orientar por su mensaje para poder comprender cómo debemos hacer presente, en nuestra sociedad, el Reino de Dios, que consiste en ponerse al servicio de los más necesitados, en hacerse como el más pequeño, en desistir de cualquier privilegio. Porque, el que no sirve para servir, no sirve para vivir.
Que la Eucaristía que ahora celebramos, nos ayude a entender lo que significa el verdadero Reino de Dios.

(B)
Los cristianos vamos por la vida confesando humildemente que nuestro Rey es un Rey crucificado.
Es impresionante la escena que nos describe el evangelista hoy: por una parte los que gritan y dan órdenes a Jesús, los que se ríen de él, los que no entienden nada de Dios, los que se mofan, en una palabra: «Si eres rey, sálvate»; «Si eres rey, sálvanos»; «A otros ha salvado, ¡que se salve!».
Por otra parte, dos condenados, la escoria de la sociedad, lo que hay que eliminar en defensa de la sociedad. De esa escoria sale una confesión de fe, un reconocimiento del Rey de los judíos, del que puede salvar de verdad: «Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino».
Unos se mofan. Uno cree.
Este Rey salva a los que buscan la salvación, a los que creen, a los que esperan, a los que tienen un corazón bueno a pesar de que hayan hecho lo que hayan hecho...

(C)
Con el broche de Jesús Rey del Universo cerramos el año cristiano. Es una fiesta que celebramos como realidad y desafío. La Iglesia lo aclama porque conduce y salva con un estilo humilde y servicial, impregnado de amor y de misericordia. Su trono es la cruz, y desde ahí nos invita a seguirlo. Bendigamos a Dios por haber constituido a Jesús Señor en plenitud.

(D)

Ponemos fin al año litúrgico con la proclamación de Cristo como Rey. No al estilo de las cortes con sus boatos y celebraciones, sino en el interior profundo de nuestras convicciones y sentimientos, en el reconocimiento de la verdad profunda de su mensaje que nos abre a la vida y a los necesitados.

(E)

Amigos, hoy ponemos fin al año litúrgico con esta fiesta de Cristo Rey, con la que queremos decir que el Señor es el rey y el dueño de todas las cosas y de toda la historia. Pero el reinado de Cristo no tiene nada que ver con los de este mundo. Cristo es Rey de paz, de gracia, de perdón, de amor..., porque Él reina desde la Cruz, donde entregó su vida por nosotros. Alabémosle y démosle gracias con todo el corazón.


Saludo del sacerdote

El Espíritu de Jesús nos une; el Espíritu de Jesús nos comunica alegría; el Espíritu de Jesús nos impulsa a ser fuertes en nuestra lucha contra el mal.
Por eso mi saludo al empezar esta Celebración es: Que el Espíritu de Jesús, Rey del Universo, Rey de la no-violencia, esté con todos vosotros...

Pedimos perdón

(A)

Jesús ha venido a buscar a los pecadores. Siempre le ha gustado su compañía. Por eso, nosotros nos reconocemos pecadores y pedimos perdón.

- Tú, Señor, que nos conduces hacia un Reino de verdad y de vida. Señor, ten piedad...
- Tú, Señor, que nos conduces hacia un Reino de santidad y de gracia. Cristo, ten piedad...
- Tú, Señor, que nos conduces hacia un Reino de justicia, de amor y de paz. Señor, ten piedad...


(B)

Tú que muestras el amor supremo de Dios. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú que pones la grandeza de la vida en el amor y en el servicio. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú, promotor de misericordia y de comunión. SEÑOR, TEN PIEDAD...


(C)

Tú nos traes un Reino de vida en plenitud, aunque nosotros seguimos sembrando mucha muerte a nuestro alrededor. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú nos traes un Reino de libertad, aunque nosotros seguimos empleando la opresión y la esclavitud. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú nos traes un Reino de verdad, aunque nosotros seguimos empleando la mentira para hacer valer nuestros intereses. SEÑOR, TEN PIEDAD...


Escuchamos la Palabra

Monición a las lecturas

Las lecturas de hoy, nos pueden ayudar a descubrir que el auténtico y único reino es el que proclamó tantas veces Jesús, y que Él mismo vivió: el amor a todos sin distinción, el servicio, la misericordia, el perdón y el compromiso de anunciar la Buena Noticia.

Lectura del libro segundo de Samuel

En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron: «Hueso y carne tuya somos; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel." Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.

Palabra de Dios

Salmo responsorial (121)

Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor.»
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

+ Lectura del Santo Evangelio según San Lucas

En aquel tiempo, las autoridades y el pueblo hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.»
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo": Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: "Este es el rey de los judíos". Uno de los malhechores crucificado lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso".

Palabra del Señor

Evangelio dialogado (Niños)

Narrador: Después de que Jesús fue apresado, le llevaron ante Pilato, que entonces era el gobernador romano en aquellas tierras. Cuando Jesús llegó ante Pilato, este le dijo:

Pilato: - Me han dicho que andas diciendo por ahí que tú eres Rey. ¿Es verdad eso que dicen de ti?

Jesús: - Si, es verdad. Yo soy Rey, pero mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi guardia me hubiera defendido para no caer en manos de los judíos.
Yo he venido al mundo para ser testigo de la verdad, para hacer el bien. Todo el que escucha mi voz y me sigue hace el bien.

Palabra del Señor


Homilías

(A)

El rey mendigo
Quién no conoce el viejo cuento del Príncipe y el mendigo? ¿No os parece una linda parábola para describir la realeza de Jesús?
Había un principito que un día salió solo a pasear por la calle, se encontró con otro joven que parecía una copia suya. ¿Nos parecemos, verdad? Sí, respondió el mendigo, pero mientras yo visto estos harapos usted viste sus galas y sus joyas y sus collares. Avergonzado el Príncipe le dice: pero podemos cambiarnos las ropas si te parece. Y el mendigo se vistió con las vestiduras del Príncipe mientras el Príncipe se vistió con los harapos del mendigo.
Comenzó a recorrer la ciudad diciendo que él era el Príncipe, pero todo el mundo se rió de él y nadie le creía. Y hasta lo tomaron por loco. (Jesucristo Rey del Universo (C)
Nadie le daba nada mientras mendigaba. Y debió trabajar por un mísero salario. Mientras tanto, el mendigo vestido de Príncipe vivía la gran vida en el palacio. El príncipe mendigo debió de ir a la guerra. Y un día le dice al General que la batalla estaba mal planificada, que su padre lo hubiera hecho de otra manera. ¿Y quién eres tú para darme lecciones a mí?

Murió el Rey y el Príncipe mendigo le sucedió en el trono. Lleno de resentimiento por la miseria que había vivido, oprimía al pueblo ansioso de sus riquezas. Mientras tanto el verdadero Príncipe, tras las rejas de palacio esperaba a que alguien le diese una limosna. En esto aparece un guardia y descubre unas señales en el cuello del Príncipe mendigo y lo reconoció. Y descubrieron que el verdadero mendigo era el falso rey, mientras que el verdadero Príncipe hacía de mendigo.

Destituyeron al falso rey y comenzó a reinar el verdadero. Pero en ningún momento quiso vengarse del usurpador. Y cuando todos alababan el arte de gobernar de su rey y su generosidad él respondía: “Es gracias a haber vivido y sufrido con mi pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey”.

Este es el cuento. ¿Y lo de Jesús?
¿A caso Jesús no comenzó también revistiéndose de nuestra condición humana, por la encarnación? Se rebajó a sí mismo. Se hizo uno de nosotros.

Y caminaba por nuestros caminos diciendo que su Padre era Dios, que él era Dios. Pero la gente al verlo vestido de lo humano y despojado de lo divino, no le querían creer. Y se reían de él. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”.

Y mientras tanto los hombres se creían superiores a El. Y no pararon hasta que lo destronaron: lo hicieron rey de burlas, lo juzgaron de impostor y lo condenaron a muerte crucificándole.

Pero El, en ningún momento tomó venganza de los que lo condenaron. Al contrario, colgado de la Cruz murió perdonando: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Y a un ladrón que moría a su lado y lo reconoció, la prometió el paraíso ese mismo día. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Pero algunos comenzaron a creer en El. El era distinto. Su reinado era diferente a todos los reinados que conocían. Y le preguntaban cómo se dejaba maltratar y matar. Y Jesús siempre respondía lo mismo: “Porque mi reino es un reinado de amor”. “Porque desde que soy un hombre entre los hombres he aprendido a conocer mejor el corazón del hombre y hasta me he enamorado más de cada uno”.

Yo no domino con las armas. Yo domino con el corazón.
Yo no oprimo a los de abajo. Yo levanto a los que están caídos.
Yo no me aprovecho de los demás. Yo doy mi vida por todos.
Yo no abandono a los que me abandonan. Voy a buscarlos y los cargo sobre mis hombros.
Yo no condeno a nadie. Yo quiero salvar a todos.
Yo no enseño el arte de la guerra. Yo enseño los caminos de la paz.
Yo no mato a nadie. Yo doy la vida verdadera.

No me gustan los tronos reales ni los palacios ni los cetros.
Prefiero seguir siendo el Rey mendigo que toco a la puerta de los corazones.
Sigo siendo el Rey mendigo que me transformo en esos hombres que viven en las cárceles.
Sigo siendo el Rey mendigo que pido limosna a través de tantos hermanos míos que tienden la mano por las calles porque tienen hambre. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
Sigo siendo el Rey mendigo que me identifico con los que tienen sed, están enfermos, están abandonados.
“Estuve en la cárcel y me visitasteis. Tuve sed y me disteis de beber. Estuve enfermo y vinisteis a verme. Estuve desnudos y me vestisteis. Tuve hambre y me disteis de comer”.

Y mi única Constitución Política no tiene más que dos leyes: “Amar a Dios y amar al prójimo”. Este es mi único mandato.
Después de mi experiencia de que “siendo rico me hice pobre” por todos, ahora comprendo mejor al hombre y lo que cada uno de ustedes sufre. Y lo único que pretendo es que todos ustedes se sientan mis hermanos y hermanos unos de otros.
Ahora os entiendo mejor cuando alguien os oprime.
Ahora os entiendo mejor cuando alguien os maltrata.
Ahora os entiendo mejor cuando alguien no reconoce vuestra dignidad humana.
Ahora os entiendo mejor cuando un mala justicia os condena aunque seáis inocentes.
Ahora os entiendo mejor cuando alguien no cree en vosotros.

Haber pasado por vuestra propia experiencia de pobreza, de marginación, de injusticia y de falta de consideración, me hace comprenderos mejor y hasta me siento feliz de identificarme con cada uno de vosotros.


(B)

El filósofo alemán Nietzsche escribió: «Al oír los domingos el repicar de las campanas preguntamos: ¿pero es posible? ¡Todo esto por un judío crucificado hace cerca de dos mil años, que afirmó ser Hijo de Dios!».
Pues sí, es posible; y no sólo posible. Es una realidad. Es que repican las campanas todos los domingos desde hace casi dos mil años porque ese judío crucificado ha resucitado y su resurrección es la garantía de que la vida triunfa sobre la muerte
Nosotros a los famosos los convertimos en ídolos, en dioses; sea un deportista, sea un artista de cine, un cantante o un líder político. En las gradas del Nou Camp vi esta pancarta referente a un jugador del Barca: «Ronaldiño es dios». Y hay muchos jóvenes que empapelan sus habitaciones con imágenes de estos dioses, pero estos no nos llevan a ninguna parte.
Es verdad que estos dioses a veces nos dan ilusiones, pero otras veces nos dan grandes desengaños. Además, dentro de unos años, prácticamente nadie hablará de ellos. En la antigüedad, también en Roma a los emperadores les llamaban dioses; sin embargo hoy se habla más de Roma porque allí está el Papa, sucesor de san Pedro, un sencillo pescador, que por sus emperadores.
Cristo es el verdadero Dios que no pasa. Es el de ayer, el de hoy y el de mañana. Está siempre al orden del día. Es el personaje más importante en toda la historia de la humanidad. Es el único capaz de llenar de veras los deseos más profundos de nuestro corazón. Es el hombre ideal, el hombre perfecto a quien debemos imitar.
La bondad de una persona atrae siempre. Y Cristo pasó por el mundo haciendo el bien.;,.Tenía preferencia por los pobres, los niños, los enfermos, los tristes y los pecadores. Por Él las gentes se olvidaban hasta de comer y de dormir.

Nada ni nadie pudo impedirle amar a los hombres, incluso a sus enemigos. Por eso en la cruz, clavado de pies y manos, pedía perdón para sus verdugos y los disculpaba.
Siempre es de admirar el que, naciendo de una familia humilde, llega honradamente a los más altos puestos. En Colombia Marco Fidel Suárez, hijo de una lavandera, llegó por sus propios esfuerzos, a ser presidente. Lincoln, un leñador, fue presidente de los Estados Unidos.
Pues bien, Jesús nació de una familia humilde, muy pobre, tan pobre que se vio obligado a nacer en un pesebre, en una cueva, pero hoy, veinte siglos después, en aquella cueva se lee: «Aquí nació de la Virgen María Jesucristo...». Y a esa cueva van peregrinos de todas las partes del mundo.
El cumpleaños de Cristo se celebra cada año con solemnidad en el mundo entero, hasta por los no creyentes. Y el día de su muerte sigue siendo de luto para la Humanidad, como el día de su Resurrección es celebrado por miles de millones de cristianos.
De nadie se ha hablado tanto y se han escrito tantos libros como de Jesús. No es extraño, pues, que la historia de la Humanidad se divida en dos partes: antes de Cristo y después de Cristo.
Un día Pilato le preguntó a Jesús si era el Rey de los judíos. Jesús le contestó que su reino no era de este mundo. Es como si le dijera que Él no era rey como los de este mundo. Él había venido a inaugurar el reino de la verdad, de la justicia y del amor, un reino donde la muerte sería vencida.
Sobre su cruz, como por burla, escribieron este letrero: “Este es el Rey de los judíos”. Y como por burla, sobre su cabeza, tejieron una corona de espinas. Pero sus enemigos no pudieron con Él.
Jesús no es un muerto. Está vivo para siempre.


(C)

Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey.
El último domingo del año litúrgico celebramos la fiesta de Jesús como Rey del universo. Durante el año litúrgico vamos siguiendo en nuestras celebraciones la vida de Jesús. Lo último es que está sentado a la derecha del Padre para juzgar a vivos y muertos y que su reino no tendrá fin. Los primeros cristianos pronto empezaron a imaginarse a Jesús glorioso en el cielo, sentado en un trono, a la derecha de Dios, como rey del universo. Así lo escribía san Pablo a los primeros cristianos. Pues esto es lo que celebramos en esta fiesta: que Jesús, el hijo del carpintero, el pobre que no tenía dónde reclinar su cabeza, que pasó por la vida haciendo el bien, que recorrió los pueblos de Palestina predicando el amor de Dios y que murió en una cruz, ese Jesús guardaba en su interior un misterio maravilloso y está sentado a la derecha de Dios como Rey y Señor del universo, Rey y Señor de nuestras vidas.
Sabemos que, mientras Jesús vivió nuestra vida mortal, no resultó fácil reconocerle como rey. No se parecía a los reyes de este mundo. Era demasiado pobre, demasiado sencillo, demasiado cariñoso y cercano a los más desgraciados de la vida. Incluso, para los fariseos y otros enemigos, Jesús era un embaucador, un blasfemo o un endemoniado. Y en el momento supremo de la cruz, cuando Jesús agonizaba, había un letrero que recordaba a todos que allí estaba el Rey de los judíos. Pero ese letrero estaba puesto para burlarse de Jesús. El evangelio dice que las autoridades que presenciaban la ejecución le hacían muecas, los soldados se burlaban de él y uno de los malhechores lo insultaba. Poca gente pudo reconocer en aquellos momentos que en aquel hombre que agonizaba en una cruz estaba el Rey del universo.
Pero también sabemos por el evangelio que Jesús fue profundamente admirado por sus amigos que le trataron de cerca. A veces, a los cristianos que tuvieron la suerte de estar con él parece que les faltan palabras cuando quieren hablar de Jesús. Con frecuencia queda reflejado en el evangelio que lo que decía Jesús y lo que hacía provocaba no sólo admiración, sino asombro y entusiasmo entre la gente. Nunca habían visto una persona así. Durante bastante tiempo sospecharon que en esa persona sencilla y cariñosa se ocultaba algo de Dios: tenía palabras de vida eterna. Mientras Jesús anduvo por los pueblos y ciudades de Israel, a Jesús le llamaban maestro, profeta, enviado de Dios, Mesías. Después de su resurrección, todos los cristianos sólo tenían un nombre para Jesús, que pronunciaban con inmenso respeto y cariño: «el Señor». Jesús era el Señor. A nadie más llamaban Señor: ni a emperadores, ni a reyes, ni a sumos sacerdotes, ni a gentes principales. Jesús era el Señor porque tenía el señorío supremo. San Pablo dice que «él es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: todo fue creado por “él y para él”.
Esta fiesta purificada de otras intenciones poco claras que tuvo en épocas pasadas, nos sirve a los cristianos ahora para proclamar al Señor como Rey de nuestras vidas. Es una ocasión hermosa para decirle que él es nuestro Señor y nuestro Rey en lo profundo del corazón. No vivimos para el dinero, ni para las comodidades, ni para servir a otros señores que nos esclavizan. Su persona, sus palabras y su forma de vivir son la norma para nuestra vida de cristianos. Porque Jesús es nuestro Señor y nuestro Rey, para él es nuestra vida entera y todo nuestro cariño.

(D)

Que Cristo es Rey es innegable; lo dijo Él mismo, y Él es la verdad.
Pero conviene recordar la escena y el momento en los que Cristo proclamó su realeza. Fue en el Pretorio, frente a Pilato. La reacción de Pilato ante la afirmación de Jesús debió de ser de absoluta sorpresa; y se comprende. Para Pilato, ser Rey era ser como el Emperador: poderoso, omnipresente, temido; era tener a disposición hombres e instituciones, era actuar por encima de las leyes y del bien y del mal. Para Pilato (hay que recordar el momento en el que se desarrolla la escena) ser Rey era la antítesis más absoluta de lo que representaba aquel hombre que tenía ante sí: desgarrado, abandonado, abucheado, que sólo conserva una mirada insoportable y una serenidad inimaginable y una osadía increíble para contestar sin dudarlo- que era Rey. Pilato debió de concluir sin más: está loco. Y es comprensible que así fuera.
Sin embargo, la confesión de Cristo era absolutamente cierta. El era Rey y había venido a instaurar un reino. Sólo que Pilato no lo comprendió y muchos de los seguidores de aquel Rey, tampoco...
Muchos de nosotros hemos vivido con fervor esta fiesta, nos hemos emocionado cantando "Christus vincit" y hemos levantado en alto alguna bandera convencidos de que todo eso era lo que Cristo quería y lo que el mundo necesitaba. Que así se proclamaba a los cuatro vientos que Cristo era Rey.
Hemos asistido en tiempos pasados a consagraciones donde una nación entera quedaba consagrada a Cristo Rey y nos íbamos a casa convencidos de que aquello era un éxito. No importaba que después de la consagración solemne e igual que antes, la nación funcionase en muchos aspectos no sólo al margen de Cristo, sino en contra suya; no importa que los negocios fueran sucios y usurarios; que las autoridades abusasen de su poder, que los ricos despreciasen a los pobres y los pobres odiaran a los ricos; no importaba que en muchas familias no estuviese Cristo presente, que los profesionales no cumpliesen con sus obligaciones y que la vida, en su conjunto, transcurriese al margen del mensaje cristiano.
Ciertamente, Pilato no entendió la realeza de Jesús y muchos cristianos tampoco. Porque ¿de qué Reino es Cristo Rey? Pues sencillamente del que Él nos vino a traer a la tierra y que no tiene nada que ver con los reinos de este mundo: no es un reino de poder, de fuerza, de conquista, de imposición violenta. Es, sencillamente, un reino cuyo compendio está en el Padre Nuestro, un reino en el que se proclamará que Dios es Santo, que su voluntad debe hacerse en la tierra, un reinado en el
que el hombre se conformará con el pan de cada día para que todos puedan tenerlo, en el que serán perdonadas las deudas y en el que la tentación será vencida.
Es un reinado que empieza en la intimidad del hombre, allí donde brotan los deseos, las inquietudes y los proyectos; allí donde alimentamos los afectos y los odios, la generosidad o la cobardía. Es un reino que empieza en el corazón del hombre o de la mujer. Y esto no se consigue ni con revoluciones ni con imposiciones. Este reino sólo se logra con la conversión que supone poner por obra, aquí y ahora, lo que Jesús nos pide en el Evangelio si de verdad queremos colaborar con él en hacer que llegue el Reino de Dios.

(E)

Acuérdate de mi. Lc 23, 35-43

Estadísticas realizadas en diversos países de Europa muestran que sólo un cuarenta por ciento de las personas creen hoy en la vida eterna y que, además, para muchas de ellas esta fe ya no tiene fuerza o significado alguno en su vida diaria.
Pero lo más sorprendente en estas estadísticas es algo que también entre nosotros he podido comprobar en más de una ocasión. No son pocos los que dicen creer realmente en Dios y, al mismo tiempo, piensan que no hay nada más allá de la muerte.
Y, sin embargo, creer en la vida eterna no es una arbitrariedad de algunos cristianos, sino la consecuencia de la fe en un Dios al que sólo le preocupa la felicidad total del ser humano. Un Dios que, desde lo más profundo de su ser de Dios, busca el bien final de toda la creación.
Antes que nada, hemos de recordar que la muerte es el acontecimiento más trágico y brutal que nos espera a todos. Inútil querer olvidarlo. La muerte está ahí, cada día más cercana. Una muerte absurda y oscura que nos impide ver en qué terminarán nuestros deseos, luchas y aspiraciones. ¿Ahí se acaba todo? ¿Comienza precisamente ahí la verdadera vida?
Nadie tiene datos científicos para decir nada con seguridad.
El ateo «cree» que no hay nada después de la muerte, pero no tiene pruebas científicas para demostrarlo. El creyente «cree» que nos espera una vida eterna, pero tampoco tiene prueba científica alguna. Ante el misterio de la muerte, todos somos seres radicalmente ignorantes e impotentes.
La esperanza de los cristianos brota de la confianza total en el Dios de Jesucristo. Todo el mensaje y el contenido de la vida de Jesús, muerto violentamente por los hombres pero resucitado por Dios para la vida eterna, les lleva a esta convicción: «La muerte no tiene la última palabra. Hay un Dios empeñado en que los hombres conozcan la felicidad total por encima de todo, incluso por encima de la muerte. Podemos confiar en él.»
Ante la muerte, el creyente se siente indefenso y vulnerable como cualquier otro hombre; como se sintió, por otra parte, el mismo Jesús. Pero hay algo que, desde el fondo de su ser, le invita a fiarse de Dios más allá de la muerte y a pronunciar las mismas palabras de Jesús:«Padre, en tus manos dejo mi vida.» Este es el núcleo esencial de la fe cristiana: dejarse amar por Dios hasta la vida eterna; abrirse confiadamente al misterio de la muerte, esperándolo todo del amor creador de Dios.
Esta es precisamente la oración del malhechor que crucifican junto a Jesús. En el momento de morir, aquel hombre no encuentra nada mejor que confiarse enteramente a Dios y a Cristo: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Y escucha esa promesa que tanto consuela al creyente: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»


Oración de los fieles

(A)

A ti, Señor Jesús, que intercedes por nosotros ante el Padre, dirigimos nuestra oración. Contestamos a las peticiones diciendo:Acuérdate de nosotros, Señor.

1.- Jesucristo es el Rey del Universo; es el Rey de todos aunque su trono sea una cruz y su corona unas espinas.
Para que la Iglesia sepa despojarse de los signos de grandeza, de poder y de dominio que oscurecen la presentación del Mensaje de Jesús. Oremos.

2.- El reino de Jesús nos resulta un poco extraño para nosotros porque lo comparamos con los reinos de este mundo.
- Para que el servicio, la dedicación y la misericordia sean las características de tus seguidores. Oremos.

3.- El reino de Jesús es un reino de paz, de justicia y de verdad y, está dentro de nosotros.
Por nuestra comunidad parroquial, para que, como seguidores de Jesús, descubramos que nuestra identidad y razón de ser está en el servicio a los hermanos más desfavorecidos. Oremos.

4.- La posesión plena de este reino se alcanza cuando se actúa con compasión y amor.
- Para que el amor, la fraternidad y la acogida, sean el estilo de vida en la familia, en el trabajo, en la sociedad y en la Iglesia. Oremos.

5.- Hemos escuchado decir a Jesús: "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Por quienes más sufren el abandono, la soledad, la sinrazón y la violencia, para que encuentren motivos y apoyo que les ayuden a seguir viviendo. Oremos.

Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo...


(B)

A Ti, Señor de todo, queremos trasladar nuestras inquietudes y las necesidades del mundo para que despiertes nuestra sensibilidad yasí aportemos nuestra colaboración en la búsqueda de soluciones:

Por nosotros los creyentes, necesitados de cambio en nuestras actitudes, para que seamos más expresivos y vivaces en hablar de ti y de tu experiencia. Roguemos al Señor.
Por quienes ocupan cargos públicos de responsabilidad y les preocupa más la conservación de su trono o su poltrona que el servir a la comunidad, para que cambien o pierdan sus puestos. Roguemos al Señor.
Por los necesitados del mundo entero para que sus ilusiones concretas se transformen en esperanza y conozcan la preocupación que Dios siente por ellos. Roguemos al Señor.
Para que la fuerza del amor, del perdón y de la solidaridad supere al odio, la venganza y la indiferencia. Roguemos al Señor.
Para que te hagamos un trono de buenos sentimientos en nuestro interior y así seas reconocido como el Dios de la sencillez y la esperanza. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, estas palabras de súplica que muestran nuestros deseos e impaciencias por un mundo más humano. Atiéndelas porque lo necesitamos y porque te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.


(C)

Padre, queremos seguir a Jesús; y para ello necesitamos conocerlo.

Para que la Iglesia, que es el Cuerpo de Jesús, siga sus pasos y nos enseñe a servir como Él sirvió. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Para que ninguno de tus hijos nos dejemos seducir por las palabras falsas que expresan valores de los que el mundo aplaude sino que sigamos los pasos de Jesús amando y sirviendo. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Para que te descubramos allí donde realmente estás y vayamos decididos a tu encuentro. ROGUEMOS AL SEÑOR.

Sí, Padre, ponnos con Jesús, el camino, la verdad y la vida que nos guiará hasta Ti. Por JNS...

(D)

Por la Iglesia para que haga creíble la alternativa de Jesús. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por los responsables de los pueblos, para que atiendan preferentemente a los más desafortunados. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Para que crezca en la sociedad una cultura generalizada de misericordia y dignidad. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Para que el Reino de Dios impregne las estructuras sociales. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por nuestra Comunidad, para que respire incesantemente los valores del Evangelio. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por todos nosotros, para que vivamos como Jesús. ROGUEMOS AL SEÑOR...


Ofrendas

(A)

Presentación de un bastón
(Hace la ofrenda uno de los adultos de la comunidad.)
Señor, aquí tienes un bastón, que ha sido signo del poder en esta tierra. Yo te lo ofrezco hoy, aunque sabiendo que le falta el tramo horizontal para ser una cruz. Ese fallo es lo que separa la autoridad de este mundo a la que Tú quieres y vivió tu Hijo Jesucristo: el servicio y la entrega por todos. Yo te ofrezco hoy mis deseos de servirte en los demás, aunque también te pido tu ayuda para conseguirlo.

Presentación de un calendario litúrgico
(Lo puede hacer quien se ocupe de preparar la liturgia en la comunidad.)
Aquí me tienes a mí, Señor, que te ofrezco el nuevo calendario litúrgico, vigente desde el próximo domingo, en el que inauguraremos un nuevo año litúrgico. Te lo ofrezco a Ti, Señor, de la historia, como confesión de que sólo en Ti vivimos y existimos. No nos dejes, Señor, de tu mano, pues nuestra existencia no tendría razón de ser.

(B)

PRESENTACIÓN DE UNA REVISTA DEL CORAZÓN Y UN CRISTO.

Yo te traigo, por mi parte, Señor, esta revista de las llamadas del corazón, que enseña sólo el lado feliz de la vida, el de las risas, las satisfacciones, el triunfo y la fama. Pero no es oro, todo lo que reluce.... Es superficialidad y trivialidad.
Y junto a ella ofrecemos tu figura entregada por amor hasta la muerte...
Al ofrecértela hoy, quisiéramos reconocerte como el único Señor de nuestra vida, aceptando vivir en el SERVICIO, como tú, que nos invita a gastarnos en el servicio generoso en favor de los demás.

PRESENTACIÓN DE UN DICCIONARIO

Te ofrecemos, Señor, este diccionario. Es el símbolo de la sabiduría en el mundo occidental y es un instrumento habitual de trabajo. Sin embargo, tu pueblo y Tú mismo nos decís que la sabiduría es como el sabor de la vida, el buscar por debajo de sus apariencias tu presencia oculta y amorosa. A nosotros, Señor, nos gustaría participar de esta sabiduría para saber vivir con sentido y profundidad, haciéndote SIEMPRE un hueco significativo en nuestro caminar de cada día.

PRESENTACIÓN DE UNA CESTA DE FRUTOS

Mira, Señor, te ofrecemos hoy esta bella y suculenta cesta de frutos. Tú nos los regalas a través de la naturaleza para nuestro alimento y el gusto de nuestro paladar. Te la ofrecemos, en reconocimiento de que eres el Señor y Rey de todo lo que Tú mismo has creado. Te agradecemos también el que nos hayas dado la responsabilidad de cuidar, conservar y multiplicar este mundo. Porque, no siempre lo hacemos de acuerdo a tus deseos, te pedimos nos ayudes a comprender que estos bienes que tú nos das son para todos y no sólo para unos pocos...


Prefacio...

Reconocemos y proclamamos, hoy,
la Realeza única de Jesús.
Él es el Rey de los mansos y limpios de corazón,
Él es el Líder de la no-violencia,
el Pastor Bueno que da la vida por sus ovejas.
Su poder es el Amor, y su fuerza el perdón.
Por eso, su Reino es eterno y universal,
un Reino de Verdad y de Vida,
un Reino de Justicia, de Amor y de Paz.
Por un Reino así, queremos esforzarnos nosotros.
Por eso, nos unimos a todos los que trabajan,
luchan y se esfuerzan por conseguir ese Reino de Paz.
Nos unimos a todos ellos,
y a las personas sencillas y de buen corazón
para entonar un himno de alabanza diciendo:

Santo, Santo, Santo...

Padre Nuestro

Dios será, de verdad nuestro Padre, el día en el que todos, rotas las barreras del dinero y las armas del odio, nos veamos sentados a la misma Mesa. Para que llegue pronto ese día, vamos a rezar la oración que nos enseñó Jesús, diciendo Padre Nuestro...

Rito de la Paz

Dios nos ha perdonado. Si de verdad queremos vivir en paz, también nosotros debemos perdonarnos unos a otros. Lo expresamos con el saludo de la Paz y haciendo las paces entre todos.
- Que la Paz del Señor esté con todos nosotros - Como amigos y hermanos nos damos la señal de la Paz.

Compartimos el pan

Jesús nos invita a acercarnos a su Mesa. Nos reparte el pan que nos alimenta Y nos ayuda a vivir en Paz, a no ser violentos. Si comemos juntos el Pan de Jesús, ¿Por qué no vivimos unidos?
Dichosos nosotros por haber sido invitados a esta mesa.
- Señor, no soy digno de que entres en mi casa ...

Oración

Es imposible ser cristiano
y ser aceptado con naturalidad por la sociedad,
porque ser de los tuyos, Señor,
es ser signo de contradicción;
es denunciar la manera de vivir que tenemos,
por las desigualdades que genera,
por los vacíos que provoca,
por la cantidad de perdedores que deja en la cuneta,
porque destruye la familia y la amistad.
Cuando uno opta por seguirte
y vivir como tú, Jesús,
tiene que poner su corazón en las personas,
y despegarse de las cosas;
tiene que elegir entregar su vida,
en vez de beneficiarse a sí mismo y a los suyos;
tiene que gastar su vida en los demás,
sabiendo que su tiempo es de todos y ha de compartirlo.

El que quiera seguirte, será criticado,
y como tú, sentirá el rechazo de los suyos,
la desaprobación de los que viven cómodos,
la ironía de los que viven instalados...
Porque tú desinstalas, Señor.
Tú te cuelas en el horario de uno
y le vas metiendo personas y situaciones,
de forma que su vida no sea suya,
sino una historia entregada y regalada,
como lo fue la tuya entera.
Señor, cuando no me sienta entendido,
dame fuerzas para apoyarme en ti.


Bendición

Amigos, hagamos de nuestra vida, como el Señor, servicio humilde y generoso. Sólo si sabemos aceptar la verdad y el escándalo de la cruz, edificaremos el Reino de Dios, reino de justicia y de paz, de amor y de gracia, de verdad y de vida.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
Amén.

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WebJCP | Abril 2007