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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequeticos: I Domingo de Adviento (Mt 24, 37-44) - Ciclo A
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jueves, 25 de noviembre de 2010

Materiales liturgicos y catequeticos: I Domingo de Adviento (Mt 24, 37-44) - Ciclo A


Publicado por Juan Jauregui

Monición inicial

(A)
Hermanas y hermanos:
Comenzamos un nuevo año litúrgico con el Adviento, este tiempo cargado de esperanza que nos ofrece la Iglesia como preparación para celebrar con gozo la Navidad, el nacimiento de nuestro Salvador.
En un mundo como el nuestro, tan marcado por las tensiones, la injusticia o el sufrimiento, y con tanta gente hundida en su oscuridad, Dios sigue renovando sus promesas de justicia y llamándonos a alzar nuestras cabezas, porque se acerca nuestra liberación.
Adviento quiere ser tiempo de gozo y esperanza, pero también tiempo propicio para cambiar de mentalidad, vivir la conversión y dar frutos de justicia. Es lo que el Señor espera de nosotros.
Comenzamos la celebración poniéndonos de pie y recibiendo al Sacerdote y el Leccionario, con la Palabra de Dios, que este año nos acompañará...


(B)

En algunas ocasiones, cuando menos te lo esperas, suena el teléfono o llaman a la puerta. Es de noche y estás sólo. Uno no puede menos que preguntarse, entre el miedo y la duda: ¿quién será?
Ya no puedes dormir tranquilo. Alguien te necesita.
También los cristianos en este domingo vamos a escuchar una voz misteriosa. Pronto será Navidad y el mejor amigo te llama: Jesús quiere entrar en tu casa y necesita que tu puerta esté abierta y tu corazón dispuesto al encuentro.
Dios va a estar de nuevo entre nosotros. Nuestra respuesta es un grito de esperanza: ¡Ven, Señor, y salva a tu pueblo! ¡Ven, Señor, y trae la esperanza!

Saludo

El Señor que nos da su paz y su misma vida, esté con todos vosotros…


Pedimos perdón

Con sinceridad y como signo de aceptación de lo que significa el adviento "cristiano", pedimos perdón a Dios y a los hermanos por los pecados cometidos y por las veces que hemos apagado la luz de Dios en nuestras vidas.

Tú, Señor, que nos enseñas tus caminos y nos invitas a marchar por las sendas de la verdad. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Tú, Señor, que nos llamas a vivir en paz, a forjar arados y podaderas con las lanzas de guerra. CRISTO, TEN PIEDAD.
Tú, Señor, que nos invitas a estar vigilantes y activos porque nuestra salvación está cerca. SEÑOR, TEN PIEDAD.

(B)

Se nos ha endurecido el corazón, se nos ha hecho de piedra. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Nos entran ganas de ser dioses, de vivir al margen de ti. CRISTO, TEN PIEDAD...
Escuchamos sólo lo que nos interesa y tu palabra se nos hace difícil. SEÑOR, TEN PIEDAD...


En presencia de Dios, pequeños, grandes y ancianos, confesemos que somos pueblo de pecadores:

(C)

La luz brilla, pero nosotros seguimos haciendo espadas para herir en vez de arados para sembrar. SEÑOR, TEN PIEDAD...
El Día llega, pero nos puede el sueño de la noche y las tinieblas, y nos conducimos con torpeza y egoísmo. CRISTO, TEN PIEDAD...
El Señor llega, y nos cuesta reconocerlo, ¡tan ocupados estamos en lo nuestro! ¡Tan despreocupados y desconectados estamos de los otros, de Dios!. SEÑOR, TEN PIEDAD.

(D)

No soy digno de que vengas a mi casa. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Pronuncia una palabra de salvación. CRISTO, TEN PIEDAD...
Sana del todo mi enfermedad. SEÑOR, TEN PIEDAD...


Escuchamos la Palabra


Monición al Leccionario (que ha sido entronizado solemnemente)

Hemos introducido de forma solemne el libro de la Palabra de Dios que a lo largo de este año nos irá acompañando en nuestra andadura cristiana. Este año será el Evangelio de San Mateo que nos irá iluminando domingo tras domingo para que podamos vivir según la voluntad de Dios
Tomemos este libro en nuestras manos. Recibámoslo del Señor, que nos lo ofrece por medio de su Iglesia, devorémoslo para que se convierta en vida de nuestra vida, gustémoslo hasta el fondo; nos costará, pero nos proporcionará alegría porque es dulce como la miel. Estaremos así rebosantes de esperanza y seremos capaces de comunicarla a cada hombre y mujer que encontramos en nuestro camino.

Monición a las lecturas

Los anuncios de esperanza que los profetas dirigían al pueblo de Israel, hundido y disperso, son anuncios de esperanza que hoy se dirigen a nosotros. Acojamos con gozo la llamada a despertar del sueño y permanecer vigilantes, en la espera del Señor que viene.

Lectura del profeta Isaías

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. El nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor. Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor.

Palabra de Dios


Salmo: ¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor


Monición al Evangelio:

No se trata de vivir atemorizados. Temerosos no, porque es falta de fe; pero tampoco inconscientes o dormidos. La consigna es “vigilad”. Vigilad porque la verdad y la justicia necesitan ser defendidas en cada instante; porque la solidaridad como el amor no descansan. Vigilad, para que no os perdáis la gracia del encuentro.


+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: - Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del hombre.
Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre:
Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.
Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa
Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

Palabra del Señor


Homilías

(A)

Recientemente se viene hablando en la sociedad occidental de una enfermedad “la patología de la abundancia” cuyos síntomas son diversos, cada uno los conoce y padece. Hay que darse cuenta que un cierto tipo de bienestar fácil puede llegar a atrofiar el crecimiento sano de la persona, aletargando su espíritu y adormeciendo su vitalidad.

Pero, tal vez, uno de los efectos más graves y generalizados de esta patología de la abundancia es la comodidad, la saciedad y frivolidad. Es la ligereza en el planteamiento de los problemas más serios de la vida. Es la superficialidad con que tratamos los temas, que lo invade casi todo. Este cultivo de lo frívolo se traduce, a menudo, en incoherencias fácilmente detectables entre nosotros.

Quizás tengamos que darnos cuenta de estas incoherencias y estar alertas, atentos, en vela como nos dice el Evangelio. ¿Cuáles son estas incoherencias? Vamos a revisar algunas para intentar no volver a caer en ellas.

Se descuida la educación ética en la enseñanza o se eliminan los fundamentos de la vida moral, y luego nos extrañamos por la corrupción de la vida pública. Se incita a la ganancia del dinero fácil, se promueven los juegos de azar, y luego nos lamentamos de que se produzcan fraudes y negocios sucios.

Se educa a los hijos en que no se comprometan con nada y en la búsqueda egoísta de su propio interés y provecho, y más tarde sorprende que se desentiendan de sus padres ancianos. Dejamos el control de la TV en cualquier mano, esa TV que nos describe violentamente muertes y asesinatos, violaciones y agresiones sexuales y luego nos quejamos de que se produzcan violencias domésticas y callejeras, conductas antisociales, y muertes inexplicables.

Cada uno se dedica a lo suyo, ignorando a quien no le sirva para su propio interés o placer inmediato, y luego nos extrañamos de sentirnos terriblemente solos. En nuestras propias familias, nos mostramos hirientes, ofensivos, distantes, desunidos, y luego nos sorprende que no sea posible la reconciliación, el perdón y la paz entre nosotros.

Se exalta el amor libre y se trivializan las relaciones extramatrimoniales, y al mismo tiempo nos irritamos ante el sufrimiento inevitable de los fracasos y rupturas de los matrimonios. Nos alarmamos ante esa plaga moderna de la depresión y el “estrés”, pero seguimos fomentando un estilo de vida agitado, superficial, vacío y competitivo. Estos y otros muchos son unos signos de que estamos despistados, dormidos, frívolos...

De la frivolidad sólo es posible liberarse despertando de la inconsciencia, reaccionando con vigor y aprendiendo a vivir de manera más lúcida, más consciente y coherente.

Este es precisamente el grito del evangelio, al comenzar un nuevo año litúrgico en este Adviento de 2010: “Despertad. Sacudíos el sueño. Estad en vela”. Nunca es tarde para escuchar la llamada de Jesús a “vivir vigilantes”, despertando de tanta frivolidad y asumiendo la vida de manera más responsable.

Precisamente, esto es lo primero: Reaccionar y mantener despierta la resistencia y la rebeldía. Atrevernos a ser diferentes. No actuar como todo el mundo. No identificarnos con lo inhumano de esta sociedad. Vivir en contradicción con tanta mediocridad y falta de sensatez. Iniciar la reacción, eso es lo primero.

Y en esta tarea nos deben animar dos convicciones. El hombre no ha perdido su capacidad de ser más humano y de organizar una sociedad más aceptable. Pero es que, además, el Espíritu de Dios sigue viniendo y actuando en la historia y en el corazón de cada persona.


Hay que animarse: Es posible cambiar el rumbo equivocado que llevamos. Lo que se necesita es que cada vez haya más personas lúcidas que se atrevan a introducir sensatez en medio de tanta locura, sentido moral en medio de tanto vacío ético, calor humano y solidaridad en el seno de tanto pragmatismo sin corazón, austeridad en medio de tanta abundancia; justicia ante tanta desproporción de niveles.

¿De qué tengo que despertar? ¿En qué tengo que estar alerta?

(B)

PEREGRINO O VAGABUNDO
Hay diferencias.

El peregrino se caracteriza porque conoce, lleva en su mente y, tal vez en su corazón, el punto de llegada, la meta a la cual se dirige. El vagabundo, en cambio, callejea, deambula, caracolea, viaja, camina, pero careciendo de objetivos finales, de punto de referencia.
Hoy, con el comienzo del Adviento iniciamos un nuevo año en la liturgia de la Iglesia. Adviento equivale a "venida" con un triple enfoque o sentido. Los cristianos recordamos con simpatía en Adviento a Jesús, que vino en carne, nacido de mujer, hace ya 20 siglos en Belén, que viene o sigue viniendo en nuestro momento presente allí donde se da conversión, apertura y que, finalmente, vendrá cuando los tiempos se cumplan, la historia de la salvación concluya y Dios termine siendo "todo en todas las cosas".
Para los griegos, el mundo, la vida era un eterno retorno, un girar sobre lo mismo, una especie de noria. El mensaje cristiano ha introducido una cuña, una visión lineal, una flecha indicadora, que nos orienta hacia un término final triunfante. Dios principio y fin. Conectando con el primer párrafo, la fe cristiana nos convierte en peregrinos.
En este contexto, reaccionar con un "siempre lo mismo", "otra vez lo mismo", al comenzar un nuevo año o un nuevo Adviento, no se justifica. En nuestra vida se introducen -o deben firtrarse- aspectos, realidades, detalles, posiblemente no mágicos, pero lo suficientemente interesantes como para cambiar nuestra existencia y transformarla positivamente. Mucho dependerá de nosotros. Si bien no me olvido de que probablemente somos creyentes y Dios tiene algo que decir, ni de la famosa definición "yo soy yo y mis circunstancias".
Los sociólogos y otras profesiones próximas nos abruman con datos y reflexiones sombrías, incluso amenazadoras. Nos gritan que nuestra cultura asfixia la esperanza, que un suave, pero penetrante, desencanto nos envuelve. Los analistas religiosos nos advierten que nuestra sociedad no se distingue por el rechazo explícito de Dios, por el ateísmo. Dios ha sido desterrado, declarado extraño en nuestro mundo por la extensión de la indiferencia. Más aún, señalan que los creyentes nos estamos haciendo indiferentes a la indiferencia que nos rodea.
En Adviento nos llega un mensaje transparente: en el fondo de esta sociedad, aún considerándola rota y chapucera, actúa, anida la salvación liberadora de Dios, "el verdugo no triunfará sobre sus víctimas". Por ello, las tres lecturas bíblicas convergen en invitar a la esperanza. Esperanza en la paz, "de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas".
El movimiento antiarmamentista no es de hoy. Isaías -hace ya muchos años- vibra en la misma clave. San Pablo nos anima "daos cuenta del momento en que vivís, ya es hora de espabilarse, porque ahora nuestra salvación esta más cerca". En el Evangelio se nos aconseja "estad alertas".
A lo largo de las tres semanas -hasta Navidad- se nos propone, practicando un amor comprometido y solidario, prepararnos para el encuentro gozoso "os ha nacido un Salvador": limpiar la "casa", renovar las esperanzas apagadas. "Ven Señor y no tardes".


(C)

Estamos en Adviento. Lo iniciamos con este primer domingo. El Adviento es hoy un tiempo “Oficial”. Significa espera, acontecimiento, preparación, expectación. Las grandes palabras están cargadas de contenido y necesitan muchos términos para abarcar todo su significado. De todas formas, lo mejor es que mires tu historia y descubras en los momentos de espera de acontecimientos significativos qué es lo que viviste. Eso es Adviento.
El evangelio de Mateo de este domingo nos abre una panorámica para entender lo que es el Adviento situándonos nada más y nada menos que en los tiempos de Noé. El tiempo de Noé es también nuestro tiempo y nuestra historia: hombres y mujeres que viven sin pensar en nada, que viven pensando únicamente en pasarlo bien, en trabajar (si es poco y ganan mucho, mejor), comer y divertirse. “Lo importante es tener trabajo y salud”, nos decimos continuamente. En tiempo de Noé, y en nuestro hoy, muchos viven con pereza para pensar, sin ganas de plantearse preguntas...
Quizás tú mismo (o en tu familia, en tu entorno) has vivido épocas de “paz pacífica”. No pasaba nada. Cuando no pasa nada, no nos hacemos preguntas. Vivimos, tiramos... El verdadero acontecer en las personas es aquello que nos hace plantearnos preguntas. Las preguntas existenciales son las que nos sacan de la rutina, las que se convierten verdaderamente en un acontecimiento porque nos obligan a replantear toda la vida. ¿Quién soy yo? ¿Qué sentido tiene mi existencia? ¿Quién es el “señor” de mi corazón? ¿Qué pinto yo en el mundo?
Cuando una persona se formula estos interrogantes algo puede renacer en su vida. Un tiempo de Adviento o de preparación de una respuesta importante le está visitando. Ordinariamente no utilizamos la palabra ADVIENTO para describir estas situaciones. Preferimos hablar de “crisis”. “Estoy en crisis” significa: “me lo estoy pensando”, “quiero dar un giro a mi vida”, “tengo que tomar opciones que cambiarán toda mi existencia”, etc.
Para los que creemos en Jesús, el Adviento es “crisis”, “acontecimiento”. Aceptar a Jesús en la propia vida es un acontecimiento que remueve todos nuestros cimientos. Jesús no soporta estar como una cosa más al lado de otras en nuestra vida. Jesús viene a ser Señor de nuestra vida y a remover. Jesús es incompatible con determinadas formas de vivir. Así de sencillo y de claro. Y éste es el acontecimiento que el evangelio nos presenta con un lenguaje apocalíptico: como terremoto, como diluvio... Quizás es la forma más realista de describir lo que pasa en nuestro interior cuando acogemos y aceptamos mirarnos en las preguntas más sencillas de la vida, en lo que realmente toca nuestro amor, nuestra razón de ser. Os remito a vuestra propia experiencia.
Decía antes que este tiempo de Adviento es un tiempo “oficial”. Posiblemente durante estas cuatro semanas no te ocurra nada, no te plantees nada. Los acontecimientos vitales no tienen fecha fija en la agenda. Llegan a la hora que menos lo piensas. Siempre ha sido así. Este tiempo “oficial” te puede servir para “estar prevenido y alerta”. Las cosas que se esperan las encajamos mejor y nos zarandean con menos violencia.
Acostumbrarnos a esperar es una buena pedagogía para saber vivir. “A la hora que menos pensáis vendrá el Hijo del Hombre”, termina diciendo el evangelio. Yo te traduzco así: si eres creyente, Dios se hará presente en tu vida cuando menos te lo piensas: en la enfermedad, en el aburrimiento, en lo que sientes dentro de tu corazón, en aquello que te hace exclamar: ¡Cómo es posible esto! ¡Es que ni me lo podía imaginar...! ¡Iba todo tan bien...!
No nos pasan cosas de éstas porque Dios se olvida de nosotros, sino para madurar y dejar en esos momentos un resquicio por el que Dios pueda entrar y seguir siendo Señor de nuestras vidas..
Esto no ha hecho más que comenzar...

(D)

Anthony de Melo cuenta: El discípulo preguntó al maestro:
- “¿Hay algo que yo pueda hacer para llegar a la iluminación?”
- “Tan poco como lo que puedes hacer para que amanezca el sol por las mañanas”.
- “Entonces ¿para qué valen los ejercicios espirituales que tú mismo recomiendas?”
- “Para estar seguro de que no estáis dormidos cuando el sol comienza a salir”.
¿Qué podemos hacer para que llegue Dios a nuestras vidas?

Ciertamente muy poco, porque la venida de Dios es un don gratuito de su amor para con el hombre. No es algo que nosotros podamos merecer. Podemos esperarlo. Pero no apurar su venida.
¿Qué podemos hacer para que la esperanza se haga realidad en nuestros corazones?
Muy poco, por cierto. La esperanza, como la fe, son dones y regalos de Dios al hombre.
Pero sí podemos “estar despiertos” para verle llegar a Dios y para descubrir los signos de esperanza que aún hay en la vida.
Porque Dios está viniendo cada día a nuestras vidas, y nos coge siempre dormidos.
Porque Dios siembra el mundo de signos de esperanza, y nosotros ni nos percatamos de ellos y seguimos hundidos en la noche de nuestras desilusiones y desesperanzas.
De ahí los tres grandes mensajes de la Palabra de Dios en este día:
“Vigilad” dice Jesús en el Evangelio.
“Daos cuenta del momento”, nos dice San Pablo.
“Despertaos del sueño”, nos dice San Pablo.
Tres mensajes que son uno solo. Estar vigilantes, estar atentos, no dejar pasar las ocasiones y las oportunidades de Dios en la historia, en la Iglesia, en la vida.
“Daos cuenta del momento”
No es tiempo para mirar hacia atrás. El adviento es mirar hacia delante.
No es tiempo para quedarnos anclados en el pasado. Que el pasado ya pasó como pasó el agua del río que estás contemplando.
Es tiempo de “darnos cuenta, tomar conciencia” de nuestro hoy, de nuestro presente.
Un presente cargado de dolores y sufrimientos. Cargado de injusticia y maldad.
Pero cargado también de mucha felicidad, de mucha bondad, de mucha generosidad, de mucho amor.
Tenemos que ver lo negativo que hay a nuestro alrededor, pero también tenemos que ver todo lo bueno, que es más que lo que nosotros pensamos. Muchos sólo saben ver lo malo, los imposibles, las dificultades. Tienen vocación de barrenderos de la municipalidad que repasan cada día nuestras calles buscando solo las basuras que arrojamos.
Y necesitamos también la vocación de los jardineros que cada mañana descubren una rosa más en su jardín. Una flor más que se ha abierto durante la noche. Corta a las que ya se han muerto, pero piensa en las que han brotado.
Es posible que muchos sientan que Dios ya no existe, o que si existe debe andar muy ocupado en otras cosas, porque se ha olvidado de nosotros. Pero tampoco faltan quienes siguen amaneciendo cada día con una nueva experiencia de Dios en el alma. Con una nueva alegría por la belleza y la riqueza de la vida. Con una nueva ilusión y una nueva esperanza. Con una nueva experiencia de nuevas presencias de Dios. Hay muchas flores que nadie verá nunca, pero que están ahí con su belleza glorificando a Dios con sus colores. Hay mucha bondad en el corazón humano, que a veces no vemos, pero que recrea los ojos y el corazón de Dios.

Darnos cuenta de los problemas, sí. Darnos cuenta de las dificultades, sí.
Darnos cuenta de nuestros problemas de esposos, sí.
Darnos cuenta de los riesgos de nuestros jóvenes, sí.
Pero también darnos cuenta de que nuestra esperanza es más que nuestras dificultades.
Darnos cuenta de que entre los dos podemos hacer florecer nuestro amor.
Darnos cuenta de que en el corazón de nuestros jóvenes hay grandes generosidades.

“Despertaos del sueño”
Lo que sucede que es que vivimos demasiado dormidos. Con los ojos cerrados por nuestros cansancios. Con el corazón marchito por muchas desilusiones.
Pero nosotros no somos “hijos del noche”, sino “hijos de la luz”.
Nosotros no somos “hijos de las tinieblas”, sino “hijos de la luz”.
Nosotros no somos “hijos de la noche”, sino del “hijos del amanecer”.
Y estamos llamados a “pertrecharnos de las armas de la luz” que son: la fe, la esperanza, la caridad, la Palabra de Dios, la gracia.
Llamados a “pertrecharnos de las armas de la luz” que son: la verdad, la sinceridad, la honestidad, la justicia, la honradez.
Estar despiertos para ver venir a Dios. Estar despiertos para ver venir el mañana. Estar despiertos para ver venir el futuro. Estar despiertos para ver venir al hermano que se nos acerca. Estar despiertos para ver venir una nueva Navidad, que es un nuevo acontecer de Dios entre nosotros.
Hay que estar bien atentos y bien despiertos, porque, de ordinario, Dios suele colarse en medio de nosotros entrando, no por la puerta grande, sino por la puerta de servicio. Y con frecuencia no por la puerta, sino por las rejas de nuestras ventanas. Cuando llegó por primera vez, todos estaban mirando a la puerta de delante, y El entró por la puerta de atrás. Miraban a las puertas del palacio, y El entró por la cueva sin puerta de unos pastores.
Hay que ver venir a Dios entre las rendijas de nuestros problemas.
Entre las rendijas de nuestras oscuridades.
Entre las rendijas del mismo mal que pareciera oscurecerle y ocultarle, pero que también por ahí se nos puede revelar y manifestar.
Lo importante en este tiempo del Adviento es estar “despiertos para ver salir el sol”.

(E)


Desde que S. Freud formuló la hipótesis de que toda una sociedad en su conjunto puede estar enferma, no han sido pocos los que han analizado sus posibles neurosis y enfermedades.
Recientemente se viene hablando en la sociedad occidental de una “patología de la abundancia” cuyos síntomas son diversos. Un cierto tipo de bienestar fácil puede llegar a atrofiar el crecimiento sano de la persona, aletargando su espíritu y adormeciendo su vitalidad.
Pero, tal vez uno de sus efectos más graves y generalizados es la frivolidad. La ligereza en el planteamiento de los problemas más serios de la vida. La superficilidad que lo invade todo. Este cultivo de lo frívolo se traduce, a menudo, en incoherencias fácilmente detectables entre nosotros.
Se descuida la educación ética en la enseñanza o se eliminan los fundamentos de la vida moral, y luego nos extrañamos de la corrupción en la vida pública.
Se incita a la ganancia del dinero fácil, se promueven los juegos de azar, y luego nos lamentamos de que se produzcan fraudes y negocios sucios.
Se educa a los hijos en la insolidaridad y la búsqueda egoísta de su propio interés, y más tarde sorprende que se desentiendan de sus padres ancianos.
Protestamos del número alarmante de violaciones y agresiones sexuales de todo tipo, pero se sigue fomentando el desenfreno sexual de muchas maneras.
Cada uno se dedica a lo suyo, ignorando a quien no le sirva para su interés o placer inmediato, y luego nos extrañamos de sentirnos terriblemente solos.
Se exalta el amor libre y se trivializan las relaciones extramatrimoniales, y al mismo tiempo nos irritamos ante el sufrimiento inevitable de los fracasos y rupturas de los matrimonios.
Nos alarmamos ante esa plaga moderna de la depresión y el “estrés”, pero seguimos fomentando un estilo de vida agitado, superficial y vacío.
De la frivolidad sólo es posible liberarse despertando de la inconsciencia, reaccionando con vigor y aprendiendo a vivir de manera más lúcida.
Este es precisamente el grito del evangelio, al comenzar un nuevo año litúrgico: “Despertad. Sacudios del sueño. Sed lúcidos”. Nunca es tarde para escuchar la llamada de Jesús a “vivir vigilantes”, despertando de tanta frivolidad y asumiendo la vida de manera más responsable.



Oración de los fieles

(A)

Te presentamos, Señor, nuestros dolores y nuestras esperanzas, los dolores y esperanzas de todos los hombres y nos dirigimos a Ti, diciéndote:
VENGA A NOSOTROS TU REINO.

Mira, Señor, a los pobres y marginados, a los que sufren y a los que lloran. Que seamos solidarios con ellos y haz que sean consolados.
VENGA A NOSOTROS TU REINO.
Mira, Señor, a los que son víctima del terrorismo, de la guerra y de todo tipo de violencia. Dales tu consuelo y tu esperanza.
VENGA A NOSOTROS TU REINO.
Mira, Señor, a los ancianos y a los que están solos y haz que se sientan ayudados y acompañados.
VENGA A NOSOTROS TU REINO.
Míranos, Señor, a todos nosotros: Que desterremos la injusticia de nuestras vidas y nos preparemos para tu venida.
VENGA A NOSOTROS TU REINO.
Oremos: Te pedimos, Señor y Padre nuestro, que nos ayudes a ir por el camino de la justicia y de la paz.

(B)

Señor, desde la rutina de nuestro cansancio... hoy en este Adviento, te decimos: “VEN, SEÑOR JESÚS”

Para que no haya más tinieblas en este mundo.
Para que triunfe el bien sobre el mal.
Para que aumente la fraternidad entre todos.
Para que cese el odio y la violencia
Para que todos trabajemos por la justicia.
Para que nuestro mundo viva en la esperanza
Para que nos enseñes el camino de la salvación.
Para que nos animes en nuestras dificultades.
Para que rompas las cadenas que nos esclavizan.
Para que la alegría inunde nuestro mundo atormentado.

(C)

Haciendo nuestros los gozos y las esperanzas, las tristezas, las angustias, y los deseos de toda la humanidad, se los presentamos a Dios en oración confiada.

• Para que la paz y la justicia se hagan realidad en nuestro pueblo y en todo el mundo, y así todas las personas puedan vivir con libertad y dignidad. Roguemos al Señor.

• Tenemos presentes a quienes padecen más duramente la pobreza, la injusticia, la violencia o la discriminación. Para que no pierdan nunca la esperanza, y les ayudemos a superar el desencanto. Roguemos al Señor.

• Por las personas jóvenes de nuestras parroquias y movimientos. Para que estén siempre abiertas a Dios, y escuchen su llamada a consagrar la vida entera al servicio del Evangelio. Roguemos al Señor.

• Por quienes formamos parte de esta comunidad cristiana. Para que, abiertos al Adviento, sigamos creciendo en renovación, en coherencia y en fidelidad al Evangelio. Roguemos al Señor.

Padre nuestro, escucha la plegaria de tu pueblo y no permitas que nos desviemos de tu camino, para que vivamos siempre en vela, aguardando la venida de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


Ofertorio

BENDICIÓN de la CORONA DE ADVIENTO

MONICIÓN

Al comenzar el nuevo Año Litúrgico, vamos a bendecir esta corona, con la que inauguramos también el Tiempo de Adviento.
Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte, porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos ha dado la verdadera vida.
Con el gesto de encender cada domingo un nuevo cirio, queremos reflejar nuestra progresiva preparación para recibir la luz de la Navidad. Por eso, hoy, primer domingo de Adviento, bendecimos esta corona y encendemos su primer cirio.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

Oremos.

Escucha, Padre bueno, nuestras súplicas. Bendice (+) esta corona de adviento y, al bendecirla, bendícenos también a nosotros como comunidad. Danos tu paz, tu amor, tu unidad. Ayúdanos a vencer las tentaciones del consumo que nos adormece, del miedo que nos hace agresivos, de la ceguera que nos aísla. No nos dejes caer en el pecado que nos aparta de ti, antes bien ayúdanos a preparar la venida de tu hijo, Jesucristo, luz del mundo, para que ilumine nuestra vida y nos guíe por el camino de la verdad y el bien. (Se rocía la corona con agua bendita).


Al empezar el Adviento reverdecen nuestras esperanzas. ¡Deseamos que cambien tantas cosas...! Pero sólo el Señor puede ayudarnos a conseguirlo, sólo Él puede salvarnos. Por eso seguimos pidiendo y esperando su venida.
Y ahora, encendiendo el primer cirio de la corona de Adviento abramos nuestros corazones a esa venida.

Se enciende el primer cirio, mientras se canta la antífona del canto de entrada.

(B)

Presentación de los niños de la Comunidad

(Se pide a los niños de la Comunidad presentes, que se adelanten y se pongan junto al altar. Si hubiera niños suficientes, podrían hacer un corro en torno al altar, dándose las manos. Una vez situados, se dice:)

Con la corona de Adviento, en la que hemos prendido la primera vela, queremos hoy, Señor, presentarte, también, lo que tenemos más prendido de esperanza: nuestros niños. Su presente es su futuro. Y, por eso, en sus juegos, lo adelantan cada día. Pero queremos en ellos, Señor, mirarnos en sus mismo ojos y, si nos vemos ya adultos, sin embargo conservamos el corazón lleno de esperanza.


Prefacio...

Es justo y necesario darte gracias, Señor,
porque a quienes quieres desvelar
los secretos de tu amor
los conduces al desierto
para que aprendan a confiar sólo en ti,
único Salvador.
Nos habíamos acostumbrado a fabricar nuestro planes,
y los tuyos no nos interesaban para nada.
Nos habíamos acostumbrado a confiar en nuestras posibilidades,
y no nos interesaba para nada tu poder.
Nos habíamos acostumbrado a lo nuestro,
y lo tuyo era una cosa perdida, olvidada.
Nos llevaste al desierto,
nos desposeíste de todo,
nos hiciste pequeños hasta tocar nuestra debilidad
con los dedos de nuestras manos
.
Nos llevaste al desierto y clamamos a ti,
y aprendimos a depender de ti,
y a poner de nuevo nuestro corazón en ti.
Te damos gracias, Señor:
Ahora la salvación está más cerca de tus fieles
y la gloria volverá a habitar en nuestra tierra.
Tu misericordia y tu salvación
nos han devuelto la vida.
Por eso cantaremos y proclamaremos:
el nombre de Dios es Santo...

Santo, Santo, Santo…


Padrenuestro

Jesús vino a traernos todo el amor de Dios que es nuestro Padre y nos quiere y nos da el pan y el perdón. Con amor de hijos en nuestros corazones rezamos como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...

Gesto de paz:

El Señor que regaló la paz a sus amigos más íntimos, nos la conceda hoy a nosotros, como señal y signo del Reino al que nos invita y como exigencia de que la hemos de sembrar en nuestros hogares, en nuestro pueblo, en la convivencia y en la amistad, para que no haya lugar entre nosotros a las divisiones y al desamor.
Démonos fraternalmente la paz...



Oración
“A la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”

Nos pillas de sorpresa

No sabemos el día ni la hora en que nos encontraremos contigo.
Curiosamente la muerte siempre nos pilla de sorpresa;
no la esperamos, es inoportuna, nos descoloca...

No entendemos, Señor, que Tú eres el final del camino
y el principio de lo mejor.
Preferimos vivir como si esta vida humana fuera la única.
Nos gusta más pensar que estamos aquí para siempre,
eso nos mantiene distraídos en mil pequeñeces cotidianas,
en vez de ocuparnos en las grandes verdades
que nos alegran el corazón.

Necesitamos vivir contigo, llenos de tu presencia,
y conscientes de que todos nuestros desasosiegos,
búsquedas y anhelos, prisas y aventuras,
no son otra cosa que ansia de ti,
de tu Amor, de tu presencia y de tu abrazo.

Nos hiciste Señor para ti, para encontrarnos contigo,
para disfrutarte, incluirte en nuestra vida
y sabernos habitados por Ti.
Nos diste mil capacidades para ser felices,
para vivir una vida interesante
y para construir ese mundo de gente
que tiene una vida armónica y plena,
pero te olvidamos, lo hacemos todo solos,
no te incluimos en nuestra agenda.

¡Vivimos como huérfanos, teniéndote de Padre...!
Olvidamos buscarte para que nos descanses.
No recordamos que al final del camino
nos esperas en esa mesa camilla
en la que nos tienes preparada una silla para cada uno,
donde la muerte no será el final
sino el principio de lo mejor,
de lo grande... de tu AMOR.


Despedida y bendición


Hemos estrenado el Adviento. Hemos estrenado la esperanza. Que estrenemos ahora ese hombre nuevo revestido de Cristo: entonces seremos cristianos de verdad.
Para ello, que la Bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros...

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WebJCP | Abril 2007