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miércoles, 24 de noviembre de 2010

I Domingo de Adviento (Mt 24, 37-44) - Ciclo A: ¡ABRAMOS LOS OJOS!



Siempre, con la llegada de algo nuevo, parece que las personas nos alegramos y hasta tenemos más motivos para vivir, seguir adelante o recuperar el optimismo. ¡Necesitamos tanto de motivaciones! Iniciamos, con este primer domingo de adviento, el nuevo ciclo litúrgico. ¿Para qué? Para comprender, entre otras muchas cosas, que todos los designios de Dios, su voluntad, el anuncio de los profetas… convergen en la salvación que Dios nos trae en la persona de Cristo.

1.- ¿Cual ha sido la maravilla de las maravillas de Dios? Ni más ni menos que procurar el nacimiento de Jesús. Será el intento más arriesgado de acercarse como Padre a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Su nacimiento debe de suponer para nosotros una buena dosis de alegría. Un deseo de cambiar a mejor (huyendo del simple sentimentalismo) al saber que, la venida del Señor, aporta ilusión en el sendero, conversión allá donde habita lo viejo y esperanza donde crecen las incertidumbres.
¡Cómo no dar gracias a Dios por el prodigio del nacimiento de Cristo! Hoy no podemos menos que abrir bien los ojos. No los debemos de cerrar. La esperanza nos hace mirar más allá de lo que las montañas esconden. La esperanza nos invita a soñar aún estando despiertos ¿Por qué? ¿En quién?
Tenemos que aprender a esperar porque, con la ayuda de Dios, todo puede mejorar: lo material y lo espiritual. Y tenemos que confiar porque, aunque algunos digan que sin la referencia a Dios, el mundo puede funcionar por sí mismo, comprobamos que –lejos de ser eso así- constantemente se nubla el universo de nuestro bienestar, de nuestra economía….y a veces hasta el de la misma supervivencia del ser humano.

2.- Y, para esperar, hay que estar vigilantes. La esperanza puede perderse cuando nos confiamos demasiado a sensaciones pasajeras en perjuicio de las auténticas, sanas y verdaderas.
¿Dios, cuando vuelva, encontrará cristianos dormidos o, por el contrario, fieles despiertos y siendo centinelas? ¿Dios, cuando regrese, encontrará a los creyentes mirando a la estrella o seducidos y adormecidos por el reclamo comercial o el afán publicitario?
Cada año resultan más “extraordinarios” (por su escasez) los mensajes religiosos que nos inciten a vivir la Navidad cristiana. ¿Dónde están los empresarios, comerciantes, músicos, políticos que –desde una óptica cristiana- propaguen un ambiente propicio, no contrario, al auténtico acontecimiento de la Navidad que es Cristo?
Frente a esa superficialidad y, a la poca garantía que nos ofrece el mundo exterior, como cristianos tenemos una gran aventura por delante en este adviento: festejar el nacimiento del Salvador y no perder de vista su venida definitiva. Mientras tanto…no nos queda otra que abrir bien los ojos. El Señor está a la vuelta de la esquina.

3.- QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
Así, cuando llegues y llames a mi puerta
encuentres mi mente despierta,
mi corazón inclinado totalmente a Ti
mis pies sin haberse desviado de tu camino
y, mis manos, ¡ay mis manos!
volcadas de lleno con las piedras de tu Reino.
Sí, Señor;
Que no me duerma y que, en la noche de mi vida,
mantenga encendida la lámpara de mi fe
Abierta, sin temor alguno, la ventana de mi esperanza
Confiada, sin ninguna fisura, la grandeza de mi alma

QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
¡Son tantos los que desean verme adormecido!
¡Son tantos los que insinúan que no vendrás!
¡Son tantos los que se cansaron de esperar!
Ayúdame, mi Señor, a ser persona con esperanza
a esperar, con la ilusión de un niño,
el destello de la estrella de un eterno mañana
la noche mágica y santa de una Navidad luminosa
el misterio, que sin comprenderlo,
asombrará totalmente a mis ojos
al ver tu humanidad y divinidad juntas.

QUE NO ME DUERMA, SEÑOR
Y que, cuando mañana despierte,
siga mirando, por el balcón, hacia el horizonte
sabiendo que, tarde o temprano, llegarás
porque, pronto o tardíamente,
cumplirás lo que has prometido: que vendrás.
Amén.

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WebJCP | Abril 2007