“Al ver en el enfermo a un hijo de Dios, que es mi hermano, no puedo quedar como espectador sino que la fe ilumina y orienta mi camino hacia él y compromete, además, una actitud. Una fe sin obras de misericordia, contradice el Evangelio y debilita nuestra comunión con Jesucristo. Él ha asumido nuestra condición humana en su fragilidad, y se ha identificado con los que más sufren. Es en ellos donde él nos espera”, recordó el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, al referirse al Día Nacional del Enfermo en su alocución semanal por radio.
En prelado santafesino explicó en este sentido que “debemos hablar de una opción preferencial de Jesús por los más débiles”, pero aclaró que “Dios no nos crea para el dolor o la enfermedad, sino para la vida plena que es participación en su propia vida. Nuestra condición humana es tiempo de camino, crecimiento y esperanza de plenitud”.
Tras considerar que “debemos dar gracias a Dios por el avance de la ciencia que permite mejorar la condición humana, y crear mejores condiciones de salud”, lamentó que “no siempre estos adelantos llegan a todos. Independientemente de esto, vivimos el tiempo de lo contingente, de lo frágil, no de eternidad, de lo definitivo”.
“Nuestra condición de peregrinos siempre va a ser una realidad signada por lo débil e imperfecto. En este mundo, por ello, siempre caminaremos acompañados por el límite y el dolor, pero también con la certeza del Amor y esperanza de la Vida Plena. Hay una sabia pedagogía en nuestra condición humana que debemos saber leer”, subrayó.
Monseñor Arancedo aseguró que “la enfermedad hoy tiene rostros que antes no eran tan conocidos, pero que son dolorosos y preocupan”, y se refirió puntualmente “a todo lo que tiene que ver con la salud psíquica y espiritual, que se manifiesta en signos de depresión, soledad, angustia, es decir, situaciones difíciles de sobrellevar y de convivir con ellas”.
“Esto requiere -indicó- no sólo conocerlas, el que las sufre es una persona que requiere de ayuda profesional, pero también de compañía humana y espiritual”.
El arzobispo valoró la tarea de la Pastoral de la Salud en la Arquidiócesis, al exclamar: “¡Cuántas sanaciones interiores que devuelven el sentido de la vida y la alegría de vivir! Son hechos que quiero ponderar y agradecer. Además, las permanentes visitas que realizan como voluntarios en los diversos Hospitales, casas de familia y lugares donde se encuentra ese hijo de Dios, que es mi hermano”.
“No debemos quedarnos contemplando y hablando del enfermo, sino sentirnos parte de la respuesta para mitigar su dolor. La fe nos ayuda a ponernos en camino, y al enfermo a descubrir el sentido de plenitud que tiene su vida”, concluyó.+
Texto completo de la alocución
AICA - Toda la información puede ser reproducida parcial o totalmente, citando la fuente
En prelado santafesino explicó en este sentido que “debemos hablar de una opción preferencial de Jesús por los más débiles”, pero aclaró que “Dios no nos crea para el dolor o la enfermedad, sino para la vida plena que es participación en su propia vida. Nuestra condición humana es tiempo de camino, crecimiento y esperanza de plenitud”.
Tras considerar que “debemos dar gracias a Dios por el avance de la ciencia que permite mejorar la condición humana, y crear mejores condiciones de salud”, lamentó que “no siempre estos adelantos llegan a todos. Independientemente de esto, vivimos el tiempo de lo contingente, de lo frágil, no de eternidad, de lo definitivo”.
“Nuestra condición de peregrinos siempre va a ser una realidad signada por lo débil e imperfecto. En este mundo, por ello, siempre caminaremos acompañados por el límite y el dolor, pero también con la certeza del Amor y esperanza de la Vida Plena. Hay una sabia pedagogía en nuestra condición humana que debemos saber leer”, subrayó.
Monseñor Arancedo aseguró que “la enfermedad hoy tiene rostros que antes no eran tan conocidos, pero que son dolorosos y preocupan”, y se refirió puntualmente “a todo lo que tiene que ver con la salud psíquica y espiritual, que se manifiesta en signos de depresión, soledad, angustia, es decir, situaciones difíciles de sobrellevar y de convivir con ellas”.
“Esto requiere -indicó- no sólo conocerlas, el que las sufre es una persona que requiere de ayuda profesional, pero también de compañía humana y espiritual”.
El arzobispo valoró la tarea de la Pastoral de la Salud en la Arquidiócesis, al exclamar: “¡Cuántas sanaciones interiores que devuelven el sentido de la vida y la alegría de vivir! Son hechos que quiero ponderar y agradecer. Además, las permanentes visitas que realizan como voluntarios en los diversos Hospitales, casas de familia y lugares donde se encuentra ese hijo de Dios, que es mi hermano”.
“No debemos quedarnos contemplando y hablando del enfermo, sino sentirnos parte de la respuesta para mitigar su dolor. La fe nos ayuda a ponernos en camino, y al enfermo a descubrir el sentido de plenitud que tiene su vida”, concluyó.+
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