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MISIONEROS EN CAMINO: Evangelio Misionero del Dia: 17 de Noviembre de 2010 - SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
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martes, 16 de noviembre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 17 de Noviembre de 2010 - SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 11-28

Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
Les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: "Háganlas producir hasta que yo vuelva". Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: "No queremos que éste sea nuestro rey".
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más". "Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades".
Llegó el segundo y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más". A él también le dijo: "Tú estarás al frente de cinco ciudades".
Llegó el otro y le dijo: "Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado". El le respondió: "Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses".
Y dijo a los que estaban allí: "Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más".
"¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!"
Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia».
Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

¡Queremos, Señor Jesús, que vivas y reines entre nosotros!

El domingo pasado leímos la parábola de los talentos en Mateo. Hoy leemos la versión lucana de esta parábola, en la cual ya no encontramos “talentos” sino “minas” (una “mina” es el equivalente de aproximadamente 50 talentos, lo cual es una cifra enorme).

La clave para comprender la parábola de las minas la encontramos en la primera línea del texto: “Esta él cerca de Jerusalén y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro” (19,11). Es decir, que la parábola tiene que ver con la entrada mesiánica de Jesús a Jerusalén: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!” (19,38ª).

Como ya hemos visto el 15 de noviembre pasado, una de las preocupaciones de la comunidad lucana -como en general de los primeros cristianos- es la próxima venida del Señor. Jesús, quien entró como Rey en Jerusalén (19,36-38), vivó su muerte como una entrada a la gloria de su Reino (23,42-43; 24,26) y, después de su resurrección, volverá un día como Rey y como juez (Hch 1,11). La parábola nos sitúa precisamente en este plano del regreso de un rey, de manera que descubramos con qué actitudes debemos recibirlo.

Por otra parte, la historia del hombre noble (19,12) que regresa después de recibir la investidura real (v.15) y pide cuentas de los negocios que le ha encargado a sus servidores (vv.13 y 15-27), parece hacerle eco a una historia real bastante conocida en tiempos de Jesús: el rey Arquelao -hijo del Herodes el Grande y uno de sus herederos en el poder- hizo un viaje a Roma en el año 4 aC para que allí el emperador lo confirmara como el heredero de la dignidad real de su padre. Mientras tanto una delegación judía hizo un viaje paralelo para declarar ante las autoridades imperiales su desacuerdo; éstos le pidieron al emperador Augusto que lo nombrara únicamente rey de la región de Judea, con un título de menor categoría: el de etnarca. Esta historia de intriga política la vemos reflejada en los versículos 11-14.

Jesús interpreta la oposición de sus adversarios a su llegada a Jerusalén desde esta historia conocida, haciéndoles los respectivos ajustes. El más importante de estos ajustes es la mala comprensión que sus seguidores tienen de su mesianismo real; ellos pensaban en un acontecimiento político, en una liberación nacional que iba a realizarse en cuestión de pocos días: “Creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro” (v.11).

Una comprensión inadecuada de la misión de Jesús puede llegar a convertirse en una forma de rechazo de su señorío sobre nosotros. Por el contrario, si comprendemos su camino de la Cruz y las exigencias de vida que de allí se derivan, Jesús será verdaderamente nuestro Rey.

La parábola nos enseña a vivir el señorío de Jesús en nuestras vidas comprometiéndonos con el desarrollo de los dones y capacidades que nos ha dado; de esta forma lo que es suyo lo tomamos también como nuestro y lo hacemos crecer. Al contrario de lo que sucede en la versión de Mateo, notamos que los siervos eran diez, que todos recibieron exactamente lo mismo, pero que cada uno consigue hacer producir sus minas según sus posibilidades. Lo que no se admite es la flojera, la pasividad en el asumir los asuntos del Señor vitalmente, porque es una forma de rechazo de su señorío, que al final nos coloca fuera de su Reino (v.27).


Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Qué relación hay entre este pasaje y aquellos que le preceden (como la conversión de Zaqueo) y los que le siguen (la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén)?

2. ¿De qué manera concreta debemos acoger el Señorío de Jesús en nuestras vidas?

3. ¿En qué nos ocupamos mientras esperamos la venida del Señor?

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WebJCP | Abril 2007