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MISIONEROS EN CAMINO: XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 9-14) - Ciclo C: EL DEL ÚLTIMO BANCO
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jueves, 21 de octubre de 2010

XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 9-14) - Ciclo C: EL DEL ÚLTIMO BANCO


Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

Algunos católicos dicen que no se sientan en el primer banco porque aún no ha llegado la hora de su conversión.
Algunos curas, yo también, echamos en cara a los del fondo de la iglesia, a los del último banco su falta de valentía y su poca fe. Creemos que tienen miedo a manifestar su pertenencia a la asamblea cristiana.
Hoy, el evangelio nos pone como ejemplo y modelo al hombre del último banco.
“El publicano se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo”.
Hoy, quiero cantar y dar las gracias a Dios por los hombres del último banco.
El cura, el que preside la asamblea, desde su primer puesto cae muchas veces en la tentación de sentirse tan importante que se olvida de Dios o lo deja en segundo plano y mira con indiferencia o desprecio a los del último banco.
El cura y los del primer banco no caen en la cuenta de que para algunos cristianos el mero hecho de franquear la puerta de la iglesia es para ellos un acto y un esfuerzo muy grandes.
Es un primer paso y tienen muchas cosas que solucionar a solas con el Señor.
El publicano, el del último banco, escondido, invisible y digno sólo para Dios necesita experimentar el perdón. No necesita compararse con nadie.
¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador”.
Su autoestima religiosa era tan baja porque sólo se miraba a sí mismo, pone todo el énfasis en su Yo pecador.
El publicano y los pecadores tenemos que dejar de mirarnos a nosotros mismos y apoyarnos en Dios.
El que mira a Dios y confía en su misericordia tiene una visión más completa de sí mismo y del mundo en que vive.
Orar a un TÚ y situarse frente al que es más fuerte que nosotros y puede hacernos libres, nos ayuda a franquear puertas y a subir unos cuantos bancos.
Me siente donde me siente, todos llamados a identificarnos con el del último banco, el publicano, a implorar la misericordia grande de Dios, a dejar nuestra carga en sus manos, a no sentirnos despreciados sino amados, a ignorar nuestras manos vacías y dejar que Dios las llene.
La verdad es que en el último banco también se puede orar en espíritu y verdad.
Los del primer banco, los fariseos, los hombres llenos, los cumplidores de la Ley, los hombres institución, pedazos de perfección, no invocan a Dios, no rezan a Dios. Sólo rezan a su Yo. Tienen muy mala memoria, sus conciencias no les acusan de nada, sólo les recuerdan sus vanas obras.
Pueden decir con toda razón: “Yo no soy como los demás. Yo no soy como ese del último banco. Yo ayuno, Yo pago el diezmo”. Yo…
Letanía insoportable de méritos y primeros puestos. No necesitan la absolución de Dios ni de los demás.
Dos hombres subieron al templo a orar.
¿Cuál de los dos miró a Dios con humildad, con hambre de perdón?
¿Cuál de los dos se miró a sí mismo con sinceridad y verdad?
¿Cuál de los dos miró al otro y al Totalmente Otro con amor?
Os digo que el del último banco salió del templo justificado y el del primer banco no.

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WebJCP | Abril 2007