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MISIONEROS EN CAMINO: XXIX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 1-8) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración
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jueves, 14 de octubre de 2010

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 18, 1-8) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


Publicado por Dabar

La primera vez que José Ángel me habló de DABAR me explicó que quería de mí una “primera página”. Recuerdo que me asusté mucho: ¿yo? ¿una primera página? ¿de qué? ¿sobre qué? ¿qué tengo que decir? El me dijo que me pasaría las lecturas de ese domingo para que me inspiraran, aunque no debía sujetarme a ellas; lo importante era hacer una reflexión sobre la Palabra, el Mensaje, la vida de Jesús LLEVADA A LA VIDA REAL.

Considero que a veces lo he logrado y otras no, pero hoy, me sacude la vida, me golpea con toda su crudeza y realidad: la enfermedad de un buen amigo. Pero aunque me quedé impactada por la noticia, reconozco que me sobrecogió más su reacción.

En el Evangelio de hoy Jesús nos habla de “orar siempre” sin desanimarse” y para ello nos cuenta la parábola del Juez y la viuda. Si el juez, hombre “que no temía a Dios, ni le importaban los hombres”, acaba haciendo justicia a la viuda por su insistencia sin desánimo, ¿no hará Dios “justicia a sus elegidos que le gritan día y noche”?,… pero apostilla al final: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”

Creo que en este momento me ha surgido la necesidad real de orar, de pedir por él, de unirme en oración permanente con todos los que nos vemos afectados, de intentar elevar al Padre nuestras diversas sensaciones, emociones, necesidades,… pero ¿con cuánta fe?¿desde que fe?, y además, ¿sin desánimo?

Nuestra fe y nuestro ánimo se condicionan a procesos y resultados médicos: ¡un milagro! Pero la fe y la oración incondicional de mi amigo se entrega a la voluntad del Padre, a esa justicia de Dios, que no es la nuestra, y que acaba por encontrarse siempre en el Amor.

¿Qué debemos, pues, pedir en nuestra oración? Primero fe y ánimo, más que para él, para nosotros, para todos los que nos sentimos cercanos y afectados de una u otra manera. Una fe capaz de ver siempre en la voluntad de Dios la mejor manera, la suya, la que importa, la que nos da vida, vida DE VERDAD. Ánimo para creer, esperar y amar por encima de resultados.

La vida nos golpea, siempre, a todos: conocidos, amigos, familiares,…enfermedades que nos cuestionan, nos entristecen, nos desaniman,… Tenemos derecho a llorar, a negar, a no querer, y es bueno que nuestra mejor muestra de humanidad (el amor por los demás) se manifieste en la necesidad de no perder a nadie querido, en el miedo, en la tristeza. Podemos y debemos permitirnos la preocupación, el dolor, el rechazo y, sobre todo, la esperanza. Pero, al igual que Jesús en Getsemaní, debemos y PODEMOS ponerlo todo en manos del Padre, en su voluntad y no perder nunca la ESPERANZA de que su decisión dará Gloria aquí y allí.

Gracias, querido amigo, por consolarnos. Gracias por tu lección de Amor, fe y esperanza. Amén.

CONCHA MORATA
concha@dabar.net



DIOS HABLA

ÉXODO 17,8 13
En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué: «Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano». Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

II TIMOTEO 3,14 4,2
Querido hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

LUCAS 18,1 8
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”». Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»



EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
Contexto. -Rafidim es final de etapa en el peregrinar del pueblo hacia el Sinaí. La ruta por el desierto es dura, pero totalmente necesaria para alcanzar la tierra de promisión, la liberación. En los cap. 16-17 aparecen tres tipos de peligros que amenazan la supervivencia del pueblo en el desierto: hambre (cap. 16), sed (17,1-7) y guerra (1 7,8ss). Es el precio de la libertad que debe conquistarse día a día.
Esta perícopa no guarda relación con los otros textos bíblicos de la liturgia.

Texto. -Episodio guerrero: Amalec era un pueblo vagabundo del desierto, descendiente del tronco de Esasú (Gn 36,12) y enemigo tradicional de Israel. Se dedicaba a la rapiña, merodeando por la región del Sinaí y atacando a los habitantes del sur de Palestina (Nm 13,29; 1 Sm 27,8ss).
Ante el peligro de este pueblo, Amalec, organiza el combate. Josué será su general en jefe y Moisés observará la lucha desde lo alto de la montaña. Tal vez la batalla se desarrollase en algún oasis del desierto, pero nunca lo podremos saber ya que la narración no tiene interés alguno en describirla sino sólo en presentarnos a Moisés. El éxito o fracaso, la victoria o la derrota dependen exclusivamente de él, de tener o no tener alzados los brazos. ¿Qué significa este gesto? Muy variopintas son las respuestas que se han dado en la historia de la exégesis: a) los judíos y cristianos primitivos lo aplicaron a la oración (imposible deducirlo del texto); b) Moisés ejecuta un rito mágico (Gressmann); c) gesto para infundir coraje (La Mequilta); d) Orígenes ve en Josué a Jesús, en los brazos alzados, la cruz, en el triunfo sobre Amalec, la victoria sobre el maligno; e) en su Disputa contra Fausto, Agustín de Hipona desbarra al tratar de justificar la teoría de la guerra justa; Lutero no es más afortunado al ver en Amalec el tipo de judío que luchó contra Jesús; g) otros autores intentan ver la necesidad de compaginar oración (=Moisés) y acción (=Josué), ya que la una sin la otra, afirman, es un insulto a Dios.

Reflexión. -En su sentido más profundo, este texto indica la radical necesidad de una auténtica comunicación entre Dios y el hombre. Hecho de vital importancia, también en nuestra época.


SEGUNDA LECTURA

La lectura litúrgica está compuesta de dos párrafos que guardan poca conexión entre sí. Son 2 Tim 3,14-16 y 2 Tim 4,1-2.

El primero comienza reiterando la exhortación a la fidelidad de ministros a las enseñanzas recibidas, con una rápida alusión a las personas que se las han transmitido. Podrían ser "tu abuela Loida" y "tu madre Eunice". mencionadas en 2 Tim 1,5, pero es más verosímil que se refiera a todos los cristianos. Hay una mención de las Sagradas Letras, o sea, Sagradas Escrituras, aprendidas desde niño, lo cual es un tanto ficticio, pues la familia del Timoteo real no parece haber sido de un judaísmo demasiado ortodoxo (cfr. Hch 16,1-3 ).

Lo interesante de la mención de las Escrituras es que da pie al autor del escrito para una de las reflexiones más significativas que hay en la Biblia precisamente sobre los libros santos judeocristianos. La expresión se refiere directamente con toda probabilidad a lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento. Ello indica que los cristianos habían heredado de los judíos la concepción de unos escritos especialmente vinculados con Dios y que sirven para la salvación humana. Eso es lo importante. La Escritura no pretende una ilustración conceptual sino algo más global y vital que aquí se llama "salvación". Esa es la perspectiva desde la que leerla, y no para satisfacer curiosidades más o menos superfluas. La idea se amplía en el v. 16 con el adjetivo "inspirada por Dios"´ única aparición del término en el Nuevo Testamento Aunque haya detalles un poco misteriosos el significado global básico es lo bastante claro: Dios ha actuado y actúa de forma especial en quienes han escrito estos libros y se comunica mediante ellos de modo excepcional hasta poderse decir que "el Señor habla por medio de...", fórmula común en ambos Testamentos.

El segunda párrafo vuelve a exhortar a desempeñar bien el ministerio con alguna nueva característica, como la solemnidad que emplea el autor, apelando a la función de Cristo como juez de vivos y muertos. Lo práctico es, con todo, el que anima de una predicación constante en todas las circunstancias posible.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net

EVANGELIO

1. Aclaraciones al texto
V.1 Para explicar cómo tenían que orar siempre. El original no habla de cómo sino de que: para explicar que tenían que orar siempre.
V.3 Viuda: símbolo de la indefensión. Las viudas eran un grupo social particularmente expuesto a abusos legales y judiciales, entre otras razones, porque no podían sobornar ni pagar. Hazme justicia: defiéndeme de mi querellante.
V.5 No vaya a acabar pegándome en la cara. Cabe esta otra traducción: para que no me esté aburriendo continuamente.
V.6 Y el Señor respondió. Traducción incorrecta. En el original no se trata de una respuesta de Jesús sino de la introducción a una petición de atención: Entonces el Señor dijo. Señor es el distintivo divino aplicado a Jesús.
V.7 Elegidos: expresión con raíces en el Antiguo Testamento, sinónimo de discípulos. Dar largas: Eufemismo de diferir algo para no hacerlo nunca.
V.8 Os digo. Fórmula para introducir con autoridad una declaración importante. Fe: confianza absoluta y sin reparos en que Dios hace justicia a sus elegidos; certeza de que Dios no desatiende al indefenso. Hijo del Hombre. Expresión tomada del libro de Daniel; denota un personaje misterioso que supera la condición humana y que encarna el poder y la justicia que duran por siempre. En los cuatro evangelios la expresión es de uso exclusivo de Jesús sobre sí mismo.

2. Texto
Está en continuidad con los versículos inmediatamente anteriores, que hablan de la venida del Hijo del Hombre al final de los tiempos para liberar al Pueblo de Dios (Lc.17,20-37). Hasta aquí el contexto.
El texto inicia con una nota aclaratoria del evangelista sobre la finalidad de la parábola que Jesús va a contar: para explicar que tenían que orar siempre. (v.1). Este recurso introductorio constituye una novedad en lo que llevamos de tercer evangelio.
Jesús expone a continuación la parábola (2-5). A base de insistencia y tenacidad, una viuda consigue que un juez de la localidad se haga cargo de su caso.
Finalizada la exposición, Jesús introduce una pausa para que la audiencia vuelva sobre la parábola expuesta: Fijaos en lo que dice el juez injusto (v.6). Se trata de un recurso no empleado en otras parábolas.
Finalizado el ejercicio recordatorio, Jesús hace un comentario (v.7) y extrae la enseñanza de la parábola (v.8).
El comentario es un argumento a fortiori (con mayor razón, a más y más), formulado con dos preguntas retóricas, cuyo equivalente podría formularse así: Si un juez injusto hace justicia a una viuda que ni le va ni le viene a él, con más razón Dios, que no es juez injusto, hará justicia a quienes sí le van y le vienen a Él (sus elegidos) y no les dará largas (v.7).
La enseñanza de la parábola la formula Jesús por el procedimiento habitual de la frase programática, en esta ocasión introducida con una fórmula de autoridad: Os digo que les hará justicia sin tardar. Y siguen unas palabras que no esperábamos en una parábola de Jesús: Pero cuando venga el Hijo de Hombre, )encontrará esta fe en la tierra? Los términos son claros, la perspectiva misteriosa, el tono está velado de tristeza.

3. Comprensión actualizante
Hemos visto que ya de entrada es el propio evangelista quien señala al lector el tema de la parábola: persistencia en la oración, necesidad de no dejar la oración.
La parábola sitúa la oración en el ámbito de las dificultades que ciertamente le sobrevendrán al discípulo de Jesús por su condición de discípulo. Hacer justicia, repetido en cuatro ocasiones, expresa que la situación del orante es una situación de persecución, de acusación, de acoso... Se trata, pues, de la oración del perseguido. Es entonces cuando el discípulo no debe dejar de orar, de acudir a Dios, de pedirle ayuda y defensa, en la absoluta seguridad de que Dios le dará su ayuda.
Los dos domingos precedentes nos han hablado del difícil arte de la sencillez en la fe, nos han enseñado que no debemos convertir a la fe en una carta de derechos y exigencias. Hoy aprendemos que la sencillez en la fe no está reñida con la íntima certeza de que Dios es auxilio y defensa frente a quienes ridiculizan o desprecian al creyente. El texto de hoy nos inculca esta certeza, a la vez que nos dice que no se trata de una certeza fácil. Aunque segura, la ayuda de Dios no es siempre evidente. Dios, en efecto, no es alguien a quien se pueda programar o de quien se pueda disponer por cálculo. Pero esto no debe borrar el íntimo convencimiento de que tenemos en Dios a nuestro defensor. ¡No renunciemos jamás a esta fe!

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net



NOTAS PARA LA HOMILIA

Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
La lectura de la Palabra de Dios de hoy ha traído a mi memoria algo que ocurrió hace unos diez años, cuando me estrenaba yo en el ministerio y me atrevía a dejarme llevar por el ímpetu de la juventud y el atrevimiento de las palabras para despertar conciencias. En aquellos momentos ejercía de cura rural en un pueblo de poco más de un millar de habitantes y en varias aldeas dependientes de esa parroquia; era la semana de Pasión y por ser el "novato" me correspondía a mí el ir de pueblo en pueblo dando las conferencias cuaresmales.
Estábamos hablando de la oración, y tras preguntar a las personas asistentes (de una edad media de unos 60 años): "Vosotras, ¿para qué pensáis que sirve la oración?"... escuché y anoté cada una de las respuestas que daban. Cuando todas terminaron, les solté la burrada a bocajarro: "Pues os equivocáis. Rezar no sirve para nada". Sorpresa, escándalo, alboroto... al que tuvo que seguir la explicación de qué quería decir.
Las respuestas que ellas -y que hoy seguimos dando, por eso lo traigo a colación aquí y ahora- van siempre en la dirección de buscarle utilidad al rezar; rezamos para conseguir algo, para provocar que el Señor nos responda haciendo lo que le pedimos, para que ese tiempo que invertimos en el rezo nos reporte frutos. Y así, acabamos convirtiendo nuestro rato diario de oración en una suerte de comercio sagrado en el que compramos a Dios con nuestras palabras repetidas, o bien procuramos ganarnos su favor y alejar el infierno si muriésemos de improviso. Y así, también, nos enfadamos con Dios si no nos consigue lo que le pedimos, o si nos niega lo que tanto necesitamos, o si, en el peor de los casos, se clava el dolor en nuestra vida; entonces, le espetamos el '¿por qué, Señor?'.
Es necesario volver una y otra vez a esa dimensión gratuita de la oración que tan bien describió santa Teresa de Jesús; una oración en la que lo importante es tratar de amistad, estando muchas veces a solas, con quien sabemos que nos ama. Rezar sin pedir nada a cambio, como quien trabaja su amistad con el otro, como quien se da al amigo, como quien se vuelca generosamente. Es ahí donde alcanzaremos la fe que a Moisés y los suyos les llevó a triunfar sobre sus enemigos y sus adversidades.

El auxilio me viene del Señor
Las dudas de aquellas pobres mujeres a las que asusté con mis palabras aumentaron más aún con un razonamiento: Si Dios lo sabe todo, ¿para qué entonces hace falta decirle lo que necesitamos? El desconcierto fue total. Ninguna respuesta. Sólo la mía: Dios ya sabe lo que necesitamos. Pero, nosotros, ¿sabemos cuánto le necesitamos a Él? Nuestro modo de vida a veces tiende a hacer parcelas. Vivimos de una parte nuestra vida profesional, pero procuramos que esté muy bien circunscrita y no invada nuestra vida familiar; vivimos en nuestras casas de un modo, y sin embargo a veces sorprendemos a los nuestros al vernos tan cambiados estando con amigos o conocidos; y con nuestra fe hacemos lo mismo: a veces la circunscribirnos a los momentos de piedad, a la misa y la oración... el riesgo es claro: así Dios deja de estar presente en nuestra vida las veinticuatro horas del día, y, por tanto, nuestros éxitos profesionales, familiares o relacionales tiene más que ver con nuestro propio esfuerzo que con la gracia de Dios. Sólo rompemos esa dinámica cuando nos vemos con el agua al cuello y las cosas nos van mal; entonces acudimos a Él pidiéndole que nos salve. ¿Encontrará hoy Dios esa fe en la tierra que reclamaba Jesús, esa capacidad de confianza en Dios que nos lo da todo, que sabe lo que necesitamos -incluso mejor que nosotros mismos-, que nunca nos deja solos?
Hoy los cristianos tenemos que seguir, por supuesto, acudiendo a la oración de intercesión, de petición. A ponernos ante el padre y presentarle toda nuestra vida, nuestros problemas, nuestras angustias, nuestros interrogantes. A postrarnos ante Él para suplicarle. Pero yo hoy me atrevo a sugerir varias cosas:
Nunca perder de vista la perspectiva de que nuestro Dios nos conoce, nos ha hecho, sabe de nuestro barro y tiene mucha paciencia. Tenerlo presente nos ayudará a recordar que pedirle no se trata de hacer comercio (si yo te rezo, tú debes salvarme). Al contrario: expresarle nuestras peticiones nos ayudará a entender que sin Él no somos nada, a que nosotros mismos nos enteremos de una vez que le necesitamos y, por tanto, debemos dejar de apoyarnos sólo en nosotros mismos
Recordar las palabras de Cristo en la parábola de hoy. Si hay algo que consigue su fin es, precisamente, la persistencia, la perseverancia. Sea porque cansamos al juez de la parábola, sea porque insistiendo llegamos a las circunstancias favorables, sea porque por fin se derriban nuestros orgullos y ya sólo nos queda esperar el milagro... hay que rezar una y otra vez pidiéndole al Señor lo que necesitamos
Nunca olvidar cómo nos enseñó Jesús que debíamos rezar. Y eso implica no sólo recitar una y otra vez el Padrenuestro: sobre todo implica hacer vida esas palabras. Recordar en cada momento que debemos vivir haciendo que todas las cosas nos hablen de él -santificado sea su nombre; construyendo aquí su Reino; recibiendo el pan de cada día que Él nos da; evitando la tentación y el mal... y siempre pidiendo lo que conviene, que no es otra cosa que ésta: Hágase tu voluntad, en la tierra, en el cielo, en mi vida y en la de los otros. Es la mejor oración de petición, acudir a él y rezar una y otra vez como un mantra: hágase tu voluntad
Como cristianos no podemos olvidar que ni siquiera algo tan íntimo y personal como la oración puede quedarse en ser algo privado: el otro debe entrar en mi vida también en ese momento. Por eso, sería bueno que siempre dedicáramos unos minutos de nuestra oración a presentarle al Padre los rostros, inquietudes y necesidades de los que nos rodean. Seguro que aprenderíamos a ser un poco menos egoístas.

RAMON GARCÍA
ramon@dabar.net



PARA CONSIDERAR Y REFLEXIONAR EN GRUPOS

Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse
(Lc 18,1)

Sugerencias, preguntas, cuestiones
- Puesto de la Escritura en la iglesia católica
- A qué se le da más importancia real: ¿a los escritos y declaraciones papales o a la Biblia?
- No es infrecuente encontrarte con personas que ante la enfermedad de un ser querido, han dirigido su oración a Dios pidiendo su sanación,… y al no realizarse, se han rebotado no sólo con la Iglesia, sino también en su relación de confianza en Él (quizás porque no estaba ya antes). ¿cómo es nuestra vida de oración (trato de amistad), con Dios?... ¿nos desanimamos cuando no se nos concede lo que pedimos?



PARA LA ORACION

Dios, Padre nuestro, te pedimos que nos ayudes para entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón.
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Concédenos, Padre, ofrecerte estos dones con un corazón li¬bre, para que tu amor nos llene de confianza en ti y trabajemos sin miedo para que se cumpla en todo tu voluntad.
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A ti, Dios Padre nuestro, va dirigida nuestra alabanza. A ti que inspiras nuestra oración y, antes de que te lo pidamos, tú sabes lo que necesitamos y cuidas con amor de nosotros.
Muchas veces nuestra oración se dirige a ti pensando que eres tú quien debe cambiar para que las cosas sean de otra forma. Pero hemos de reconocer que no eres tú, sino nosotros los que tenemos que cambiar, y mucho; que no es que tú no nos ayudes, sino que nosotros no solemos dejarnos ayudar; que no eres tú el que no nos habla, sino nosotros los que no te escuchamos; que no eres tú quien tiene que amarnos más, sino nosotros a ti y a nuestros hermanos.
Por eso, porque tu amor no tiene nada que cambiar, pues es imposible un amor mayor que el que tú nos tienes, queremos mostrarte nuestro agradecimiento proclamando tu gloria.
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Que la celebración de la Eucaristía sea siempre, Padre, nuestra oración más sincera; que en ella celebremos lo que vivimos y nos comprometamos a vivir según lo que celebramos.



LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Un domingo más la Palabra de Dios nos va a recordar una ne¬cesidad vital para el creyente: tenemos que hacer oración.
Esto, dicho así, a muchos les sonará a vieja canción repetida una vez más; pero hoy podríamos hacer algo diferente: ¨por qué‚ no nos preguntamos a qué‚ se debe la insistencia de Jesús en invitarnos a orar y lo poco que nos suele apetecer a nosotros el hacerle caso? Más que fallar por hacer poca oración, ¨¿no fallaremos por no haberle encontrado el sentido a algo tan fundamental?; ¨no se¬r mejor que nos pongamos a buscar--renunciando a tópicos, ¿el por qué‚ y para qué‚ de la oración? Quizá entonces ya no necesi¬taríamos que nadie nos hablase de la necesidad de hacer oración: nosotros mismos seríamos conscientes de ello.
Con el deseo de que el Señor nos ilumine para comprender lo necesario que nos es hablar con Él, para escucharle y hacer nuestra vida conforme a su voluntad, vamos a dar comienzo a esta celebración.

SALUDO
Hermanos, la sabiduría, que por la fe en Cristo Jesús conduce a la salvación, esté siempre con todos vosotros.

ACTO PENITENCIAL
-Tú, que nos has enseñado que Dios es nuestro Padre bueno, que nos ama y nos escucha siempre. Señor, ten piedad.
-Tú, que nos muestras el camino que nos lleva a la vida. Cristo, ten piedad.
-Tú, que quieres que tengamos la suficiente fe como para ponernos sin reparos en manos de Dios nuestro Padre. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Con un estilo literario muy peculiar, este texto del libro del Éxo¬do nos habla, de forma plástica, de la necesidad de cooperación entre Dios y el hombre, a la hora de protagonizar la historia, una historia simbolizada en el gesto de Moisés de alzar las manos.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 120)
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Pablo, en la última parte de su carta a Timoteo, le hace una recomendación válida para todo creyente: la obligación de comu¬nicar la fe que hemos recibido a quienes nos rodean, aprovechando cualquier ocasión para ello.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Para poder descubrir la cercanía de Dios es preciso tener fe; pero ¿hay esa fe entre los discípulos?, ¿hay ese compromiso con los va¬lores del Reino, que Dios espera de nosotros? Esta es la pregunta que vamos a escuchar a continuación de labios de Jesús. ¿Cuál es nuestra respuesta?

ORACIÓN DE LOS FIELES
Conscientes de la responsabilidad que tenemos de escuchar a Dios para que guíe nuestros pasos, pidámosle su ayuda para cum¬plir con nuestra tarea:
-Para que la Iglesia sea la Madre y Maestra que enseñe al mundo con su ejemplo a escuchar y acoger la Palabra de Dios. Rogue¬mos al Señor.
-Para que nuestras peticiones nos hagan ser conscientes de nues¬tras responsabilidades. Rogue¬mos al Señor.
-Para que siempre tengamos la confianza de que Dios es nuestro Padre, nos ama y cuida siempre de nosotros, incluso cuando no veamos con claridad ese amor que nos tiene. Rogue¬mos al Señor.
-Para que nuestra comunidad (parroquial) sepa descubrir la im¬portancia y la necesidad de la oración y así recemos por convic¬ción, no por obligación. Rogue¬mos al Señor.
Oración: Que nuestra oración sea constante y confiada y que nuestra vida respalde nuestras súplicas, para conseguir un mundo de hermanos. Por Jesucristo nuestro Señor.

DESPEDIDA
Al principio de esta celebración indicábamos que necesitamos más el descubrir por nosotros mismos la necesidad de la oración, que el que se nos insista en que hay que rezar.
Si no tenemos una motivación para hacerlo, nos lo diga quien nos lo diga, no lo haremos. Pero si tenemos esa motivación, nos resultará fácil. Lo extraño es que nos cueste tanto descubrir el por qué‚ de algo que, para nosotros, es vital: el comunicarnos con Dios. ¿Cuándo seremos conscientes de ello, sin que nadie nos lo tenga que recordar?



CANTOS PARA LA CELEBRACION

Entrada. Delante de Ti, Señor, mi Dios (disco ‘Cantos para participar y vivir la Misa’); Caminaré en presencia del Señor (de Espinosa); Qué alegría cuando me dijeron; Con nosotros está el Señor (disco ‘15 Nuevos cantos para la Misa’); Se acercaron los niños al Señor (disco ‘Canciones religiosas y litúrgicas para el siglo XXI’).
Salmo. LdS.
Aleluya. Canta aleluya al Señor.
Ofertorio. Ante Ti, Señor, presentamos hoy (disco ‘15 Nuevos cantos para la Misa’).
Santo. Del mismo disco antes citado.
Comunión. Tú has venido a la orilla; Tan cerca de mí; Oh, Señor, delante de Ti; Una espiga dorada.
Final. Anunciaremos tu reino, Señor.


Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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WebJCP | Abril 2007