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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequeticos: XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 19, 1-10) - Ciclo C
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viernes, 29 de octubre de 2010

Materiales liturgicos y catequeticos: XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 19, 1-10) - Ciclo C



Monición de entrada

(A)
Zaqueo, aunque era pecador, y aunque era pequeño, quería ver a Jesús. Como pequeños y pecadores, celebremos el encuentro con el Señor, que también quiere hospedarse hoy en nuestra casa.

(B)
Dicen que la suerte pasa una vez a nuestro lado y que hay que aprovecharla. El Evangelio recoge una escena que se puede interpretar en este sentido. Un publicano, Zaqueo, no quiere desaprovechar la ocasión de encontrarse con Jesús, que pasa por la puerta de su casa. Y hasta se sube a un árbol para llamar más la atención. Jesús se da cuenta de su interés y hace una parada en su casa. Fue un encuentro salvador.


Acto Penitencial

(A)

Porque Jesucristo nos ha revelado el verdadero rostro del Padre, un Padre que ama, que perdona y olvida eternamente los pecados de sus hijos, podemos abrirle nuestro corazón y reconocer ante él nuestras culpas (Silencio).

Tú, que nos das tu Espíritu para renovar nuestra naturaleza caída: Señor, ten piedad.
Tú, que sostienes a los que van a caer: Cristo, ten piedad.
Tú que cierras los ojos a nuestros pecados: Señor, ten piedad

Dios Padre compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

(B)

Confesamos que hemos pecado y apelamos a la misericordia de Dios.
Por nuestros pecados de la lengua. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Porque no acogemos a los pecadores. CRISTO, TEN PIEDAD...
Por nuestra falta de interés por conocer a Jesús. SEÑOR, TEN PIEDAD...

(C)

Pidamos perdón a Dios, que ha venido a salvar y dar vida a quienes le abren las puertas de su casa:

* Tú, Señor, que no has venido a buscar a los justos sino a los pecadores: ¡Señor, ten piedad!
* Tú, Señor, que te comunicas y acoges con respeto a todos los hombres: ¡Cristo, ten piedad!
* Tú, Señor, que fuiste acusado de pecador porque tratabas y perdonabas a quienes consideraban pecadores públicos: ¡Señor, ten piedad!




Escuchamos la Palabra

Monición a las lecturas

Con la narración del episodio de Zaqueo, el evangelio nos quiere recordar, una vez más, el amor de predilección de Jesús respecto a los pecadores. El Antiguo Testamento había ya vivido la experiencia de Dios que «cierra los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan". como leemos en la primera lectura. Aquellos a quienes despreciamos a veces, se encuentran con frecuencia mejor dispuestos que nosotros para acoger a Cristo. San Pablo insiste en que nos atengamos a lo que la fe nos enseña respecto al fin de los tiempos, sin prestar oídos a las profecías o pseudorrevelaciones que se propalan.


Lectura del libro de La Sabiduría

Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos. Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

Palabra de Dios

Salmo responsorial. 144
R/ Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey.

+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publícanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador." Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más". Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."
Palabra del Señor


Evangelio dialogado (Niños)
Dios mira, sobre todo, el corazón de cada persona. (Lc 19,1-10)

Narrador: Jesús llegó a la ciudad de Jericó. Allí vivía el jefe de los que cobraban los impuestos de hacienda a los judíos para el emperador romano, -los judíos consideraban pecadores a los cobradores de impuestos-. Este hombre se llamaba Zaqueo.
Como era bajito y la gente no le dejaba ver, se subió a una higuera para ver pasar a Jesús. Cuando Jesús pasó por debajo de la higuera, al ver a Zaqueo subido en ella le llamó:

Jesús: - Zaqueo, baja en seguida. Hoy me gustaría comer en tu casa.

Narrador: Zaqueo bajó de un salto, y lleno de alegría fue a su casa con Jesús. Todos los que vieron aquello empezaron a murmurar porque Jesús había ido a la casa de un pecador. Pero Zaqueo estaba tan impresionado de que Jesús hubiese ido a comer con él, que le dijo:

Zaqueo: - Señor, la mitad de mis bienes se la daré a los pobres, y
a los que les he cobrado más de lo que tenían que pagar, les devolveré cuatro veces más.

Jesús: - Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues este hombre también es hijo de Dios. Y yo he venido a buscar y a perdonar a los pecadores.

Palabra del Señor.


Homilías

(A)

La conversión siempre empieza por el bolsillo... Esta afirmación puede dejar perplejo a más de uno. Pero déjame que me explique...
El bolsillo representa el lugar seguro donde guardamos lo que creemos valioso. Tenemos muchos bolsillos: el del dinero, el de las ideologías, el de las ideas... En cada uno de ellos guardamos objetos, opciones y opiniones que nos proporcionan seguridad. La conversión es orientar todos nuestros bolsillos hacia los valores de Jesús.
Zaqueo era un hombre rico y no bien mirado por sus conocidos. Era cobrador de impuestos y ya sólo eso significaba un fuerte distanciamiento con las personas de su época. Nos dice el Evangelio que nuestro hombre "quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle". Buen deseo de aquel hombre que nos sirve para reflexionar a los cristianos de esta época.
¿Hay necesidad de Jesús en nuestro mundo? ¿Quiere la gente conocer al Salvador? Estoy convencido de que sí. Quizá no de una manera explícita pero sí a través de los distintos "árboles" donde la gente se sube para poder ver una posible solución a su vida.
La humanidad entera necesita ser reconstruida. Esto lo podemos ver por las realidades sociales que no hacen felices a los seres humanos. Hemos aumentado en progreso técnico pero no en el desarrollo moral y humanizante. Algo pasa y muchas veces la gente no sabe describir exactamente qué es, pero sí que es algo que no les da la felicidad deseada.
Zaqueo representa a una parte de la humanidad. Él es rico, tiene un buen trabajo y una buena posición, pero nota que su vida necesita de algo más. Nunca llegaremos a saber por qué aquel hombre rico quería conocer a Jesús.¿Qué necesidades tenía el rico de lo que Jesús le podía ofrecer? Creo que nuestro cobrador de impuestos no era feliz.
Se subió a un árbol para ver a Jesús. El árbol ha estado presente en el comienzo de nuestra fe cuando desde el temprano Génesis nos habla del "del árbol del bien y del mal..." Pero también en el primer final de Jesús donde se convirtió en el "árbol donde estuvo clavada la salvación del mundo..." Entre uno y otro momento aparecen otras plantas arbóreas que sirvieron para otros fines y ejemplos: para ser replantadas en suelo más productivo, para dar mejor fruto, para servir como instrumento de suicidio y de muerte... El árbol al que subió Zaqueo está entre el paraíso terrenal y la cruz de Cristo.
El árbol es uno de los objetos más cargados de simbología en el mundo de las religiones y de las expresiones con significado. En todas las culturas aparece una y otra vez para simbolizar muchísimas realidades que tienen relación con los seres humanos. El árbol simboliza la evolución vital, de la materia al espíritu, de la razón al alma santificada; todo crecimiento físico, cíclico o continuo; significa también la maduración psicológica; el sacrificio y la muerte, pero también el renacimiento y la inmortalidad. No es extraño por tanto que el autor haga referencia al árbol donde subió Zaqueo. Fue esta realidad la que hizo posible ver a Jesús. El Señor no estaba lejos de aquellas inquietudes interiores y por eso se dirige a él invitándose a su casa.
Dice que "bajó aprisa y con alegría recibió a Jesús". Esta vez no es ni un mendigo ni un enfermo ni un leproso quien va en busca de Jesús. Es un rico. No le gritaba ni le pedía nada concreto. Fue Jesús quien se fijó en él: el corazón de muchas personas es muchas veces tocado por Jesús sin que pidamos nada.
La alegría es la característica con la que recibió a Jesús. Muchas veces me ha ocurrido que cuando voy a alguna parroquia a celebrar la Misa, el canto de entrada dice: "¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor..." pero si quieren que les diga la verdad, tan bonito salmo es cantado mas bien como un cántico funerario que como una expresión de gozo. Cuando llego al altar y termina la triste interpretación siempre les digo: "por favor... no estén tan alegres..."
¿Qué descubrió Zaqueo para que la alegría fuese su compañera en el encuentro con Jesús?
La conversión queda después del encuentro más que desvelada. Se produjo un cambio interior. Vació todos los bolsillos de su vida ante el Maestro. En un momento se dio la triple conversión del alma:
Reconoció a Dios: Supo que su auténtico Señor era sólo Jesús y ante Él expuso cómo iba a ser de ahora en adelante su vida.
Reconoció su propia realidad: Vio cara a cara la realidad de su existencia. Era rico pero era realmente un pobre porque no era feliz.
Reconoció a los demás: Quien se convierte a Cristo ve en los demás una oportunidad de acercarse a Dios. Amar al prójimo, en especial al más débil y necesitado, es un signo de sincera conversión. Mientras la gente le criticaba por pecador, él pensaba en repartir lo que tenía con ellos. Su vida cambiaba porque su relación con los demás le hacía descubrir nuevos caminos de solidaridad para con los más pobres.
Los demás miraban a nuestro Zaqueo como un pecador, Jesús le miraba como una persona. La alegría del rico fue la de agradecerle al Señor que le diese un trato humano y de misericordia.
En otras partes de los Evangelios aparecen otros ricos como el joven que se marchó triste porque amaba las riquezas más que la conversión. Zaqueo sigue siendo rico pero ahora en el encuentro con el Señor ha sido salvado. Supo poner las riquezas exteriores en su sitio para dejar paso a las riquezas del interior. Creció en la solidaridad y en la justicia social. Se dio cuenta que convertirse es descubrirse ante Dios, ante uno mismo y ante los más pobres y débiles de nuestro mundo. Lo novedoso de la Palabra de hoy es que este rico se hizo pobre para hacerse rico. Lo dicho: la salvación empieza por el bolsillo...

(B)

Son bastantes los cristianos de posición acomodada que se sienten molestos por esta moda que ha entrado en la Iglesia de hablar tanto de los pobres, de su opción preferencial por los necesitados, de su atención a los inmigrantes, como signo de la presencia del Reino de Dios en este mundo.
No entienden que el evangelio pueda ser buena noticia sólo para los pobres. Y que, por lo tanto, el evangelio sólo pueda ser escuchado por los ricos como amenaza para sus intereses y como interpelación de su riqueza.

Les parece que todo esto no es sino demagogia barata, manipulación ilegítima del evangelio y, en definitiva, “hacer política de izquierdas”.

Porque vamos a ver: ¿no se acercaba Jesús a todos por igual?, ¿no acogía a pobres y a ricos con el mismo amor?, ¿no ofreció a todos la salvación?

Ciertamente, Jesús se acerca a todos ofreciendo la salvación. Pero no de la misma manera. Y en concreto, a los ricos se les acerca para “salvarlos”, antes que nada, de sus propias riquezas, que les encoge y les seca el corazón de amor. En el evangelio de hoy, hemos visto cómo Jesús se hace hospedar en casa de un hombre rico de Jericó, y este hombre lo recibe con alegría. Es un honor para él acoger en su casa al Maestro de Nazaret. Y observad cómo Jesús es libre dejando a un lado las habladurías de la gente “todos murmuraban”.

Y Zaqueo, de mala fama, pecador, al encontrarse con Jesús y escuchar su mensaje va a cambiar. Zaqueo descubre que lo importante no es acaparar, acumular, tener, sino compartir, y decide dar la mitad de sus bienes a los pobres. Zaqueo descubre que tiene que hacer justicia a los que ha robado y se compromete públicamente a restituir con creces. Sólo entonces, Jesús proclama: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”.

Al rico no se le ofrece otro camino de salvación sino el de compartir lo que posee con los pobres que lo necesitan. Es la única “inversión cristianamente rentable” que puede hacer con sus bienes.

La razón es sencilla. Y es que los ricos sólo pueden existir gracias a los pobres. Sólo pueden enriquecerse a costa de los pobres. La miseria de unos es consecuencia de la riqueza de otros.

Y no sirve decir ingenuamente que hay una “igualdad de oportunidades” en nuestra sociedad y que el éxito es para los que se lo ganan. Sabemos que esto no es verdad. Pero es que además, todos nosotros somos ricos si nos comparamos con los del tercer mundo, hemisferio sur.

Y no se dará una mayor fraternidad entre nosotros si los ricos no cambiamos de actitud y aceptamos la reducción de nuestros bienes en beneficio de los empobrecidos por la actual dinámica de la economía liberal que dirige nuestra sociedad.

Entonces ¿el dinero es malo?. Depende. El dinero es bueno cuando el hombre lo gana honradamente con su trabajo y le sirve de base para vivir, construir un hogar y cultivar una vida cada vez más digna para él y para su familia.

Pero, un cristiano no se puede permitir cualquier nivel de vida lujosa: Hay una manera de ganar dinero, de gastarlo y de derrocharlo que es esencialmente injusta porque ignora y olvida a los más necesitados.

El camino a seguir es el de Zaqueo. Zaqueo toma conciencia de que su nivel de vida es injusto y toma una decisión que lo salva como ser humano: compartir sus bienes con aquellos pobres a cuya costa está viviendo. Y entonces, la salvación de Jesús entra en su corazón y en su casa.

¿Tengo curiosidad por conocer mejor a Jesús?
¿Comparto mi dinero, mi tiempo, mi cultura?


(C)

El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido

Con frecuencia, cuando nos sentimos profundamente pobres, tenemos la tentación de creernos dejados de la mano de Dios, como si a Dios no le importáramos demasiado o como si nadie cuidara de nosotros o como si a Dios se le hubiera olvidado que existimos y que sufrimos. Nos preguntamos: ¿será verdad que Dios me quiere? ¿Será verdad que Dios se preocupa por mí? ¿No tendrá otras cosas más importantes en qué pensar? Y nos parece que nosotros, ante Dios, somos muy poca cosa para merecer su atención y su cuidado.
En la primera lectura podemos leer una oración preciosa en la que encontramos unas respuestas muy bonitas para nuestras pobrezas. Dice: «Señor, te compadeces de todos. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has creado. Si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Pero a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida». El autor de esa oración tan hermosa quiere enseñarnos que somos del Señor, que somos importantes, que nuestro Dios nos mira con cariño y cuida de nosotros. Que no estamos abandonados de la mano de Dios y que nunca nos da por perdidos ni se olvida de nosotros. San Pablo, que había pasado por muy malos momentos, también nos enseñaba que nada ni nadie podrá apartarnos nunca del amor que Dios nos tiene; nada ni nadie podrá lograr que Dios se olvide de nosotros. De los pobres podrán olvidarse los gobiernos, las gentes del dinero, las instituciones, pero Dios no. Estas cosas no son sólo para saberlas con la cabeza, sino para sentirlas con el corazón.
De esto también nos habla el evangelio de este domingo. Sabemos que el evangelio de Jesús es más bonito y más consolador para los pobres, porque para ellos es, de verdad, Buena Noticia. El evangelio de este domingo nos cuenta la experiencia de Zaqueo, un hombre profundamente odiado y rechazado por las gentes de Israel. Las cosas ocurrieron en Jericó, cuando Jesús se acercaba ya a Jerusalén, donde lo iban a matar. Allí, un publicano, jefe de publicanos y rico, porque quería conocer a Jesús se subió a un árbol para verlo mejor y Jesús se fijó en él. El evangelio dice que este hombre recibió en su casa a Jesús y se puso muy contento. Sin duda deseaba ardientemente que Jesús se le acercara y le tratara con cariño. Cuenta el evangelio que todos murmuraban porque Jesús había entrado en casa de un pecador. Toda aquella gente que le despreciaba y que daba un rodeo por no encontrarse con Zaqueo, no podía ver con buenos ojos que Jesús entrara en la casa de este hombre. Luego ya sabemos lo que ocurrió. Zaqueo, puesto en pie delante de Jesús, como para dar más solemnidad a sus palabras, le dijo que su vida cambiaba desde ese momento, que la mitad de sus bienes sería para los pobres y que restituiría con creces lo que había robado. Debió de ser un gesto tan bonito que Jesús mismo proclamó que ese día había llegado la salvación a aquella casa. A Zaqueo debieron de sonarle a gloria esas palabras de Jesús. Él también era hijo de Dios. Tendríamos que meternos en su vida para saber bien lo que esto significaba para él.
Ahora, al leer en el evangelio este hecho tan bello de Jesús, sabemos que quiere decirnos muchas cosas: que Dios nunca nos da por perdidos, aunque tengamos nuestra vida rota, que nos quiere entrañablemente, que aunque todos nos odien, Dios nos sigue queriendo y buscando. Jesús decía que había venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Ése ha de ser también nuestro estilo de vida: hacer presente en el mundo el amor misericordioso de Dios por sus hijos más pobres y más destrozados.

(D)

Porque era bajo de estatura. Lc 19, 1-10

Pocos serán hoy los que discutan teóricamente la afirmación de S. Freud que considera que la persona que no ha superada la fase «anal- erótica» y continúa preocupada exclusivamente por «tener» y «poseer», es neurótica.
Sin embargo, son innumerables los que dirigen sus principales energías a tener, acumular y ostentar. A esto se reduce su vida. A tener un nombre, una posición social, una buena imagen, un hogar confortable, una cuenta corriente envidiable, un bienestar seguro.
Empujados por su obsesión de «poseer», tienden a extender su necesidad de propiedad a todos los ámbitos de la vida. «Tienen» unos conocimientos, «poseen» buenas relaciones, «adquieren» nuevas amistades, «logran» éxitos y hasta se sienten «dueños» de su esposa y sus hijos.
Si fueran dos o tres, serían considerados como personas enfermas e inmaduras, pero al ser mayoría, su conducta se nos presenta, sorprendentemente, como normal y hasta envidiable.
Y sin embargo, son hombres y mujeres que viven desconectados de la vida. Dependen siempre de lo que tienen. Su identidad y seguridad personal se sostienen en algo exterior a ellos mismos, que les puede ser arrebatado.
Es normal que en sus vidas crezca la desconfianza, la dureza y la agresividad, y estén ausentes la ternura, la solidaridad y la verdadera amistad.
Pasan los años y nada cambia ni se transforma dentro de ellos. Pueden tener momentos de euforia, éxito y excitación, pero, difícilmente conocerán la alegría que acompaña y resplandece en quien vive creciendo desde dentro, desarrollando día a día su capacidad de dar, compartir y convivir.
¿Cómo recuperar la auténtica alegría de vivir? ¿Cómo salvar estas vidas que aparecen ya «perdidas»?
Es aleccionadora la actuación de Zaqueo, un hombre con una posición social en Jericó, rico propietario, jefe de publicanos, pero «bajo de estatura» en todo su vivir.
Zaqueo sabe reaccionar y dar un giro nuevo a su vida. Busca algo diferente. Siente la necesidad de encontrarse con Jesús, acoge su mensaje y toma la única decisión que le puede salvar.
Renunciar a una vida dominada por el afán de poseer, acumular y explotar, para descubrir la alegría del dar, ayudar y compartir. Esta es la experiencia de quien acierta a encontrarse con ese Jesús que ha venido a «salvar lo que estaba perdido».

(E)

El encuentro.
Quizá se podría titular así el relato evangélico de hoy.
¿Verdad que en algún momento hemos dicho o pensado que a partir de un determinado acontecimiento ha cambiado nuestra vida? Pudo ser un suceso afortunado o desgraciado, o el encuentro con una persona concreta o algún otro evento, pero lo cierto es que, quizá todos, podemos afirmar aquello de una canción (me parece que la cantaba Marisol) y que decía: «mi vida comienza cuando te conocí» o cuando sucedió... Pues a mí me parece que eso podría aplicarse a Zaqueo en el Evangelio de hoy. Antes del encuentro con Jesús, Zaqueo era: jefe de publicanos y rico. Dos pinceladas que hacen torcer el gesto cuando se piensa en el personaje. Tenía, sin embargo, un tanto extraordinariamente positivo que le salvó: quería conocer a Jesús. Lo intenta y lo consigue con tanto interés que consigue que Cristo se fije en él de modo especial, porque especial era el procedimiento que aquel hombre (jefe y rico) había buscado para ver de cerca a Cristo: subirse a un árbol (¡qué poco serio!). Y Jesús, como siempre, responde al interés del hombre: Zaqueo, hoy tengo que alojarme en tu casa. Y dice el Evangelio que Zaqueo bajó deprisa, para no perder la oportunidad que se le brindaba, y lo recibió «muy contento».
A aquel hombre que buscaba ver a Jesús se le ofrece de repente la oportunidad no sólo de verlo, sino de intimar con El, de poder estar reposadamente con El en la intimidad del propio hogar y de gozar con El del sosiego de la conversación y de la tertulia reposada, fuera del barullo de la gente. No sabemos nada de qué se dijo ni cómo se dijo en la tertulia habida en casa de Zaqueo, de los problemas que se plantearon ni de las soluciones que se apuntaron. No sabemos nada, sólo sabemos una cosa:
Después del encuentro con Jesús: Zaqueo era otro hombre, completamente distinto al que había ido en su busca. Y tan distinto que dio muestras evidentes de la más rotunda de las conversiones: la mitad de mis bienes (no olvidemos que era rico) se la dio a los pobres y a los que he estafado restituiré cuatro (cuatro) veces más.
Conociendo a los hombres como los conocemos, por propia experiencia, en primer lugar, no dudamos en calificar el resultado del encuentro como mágico. Aquel hombre, aparentemente, se había vuelto loco, loco de remate, cuando en un momento había llegado a la conclusión tan lúcida (en aparente oposición a su locura) y tan rotunda: la mitad de sus bienes para otros y cuatro veces más para reparar las injusticias cometidas. Cuando un hombre llega a estas conclusiones quiere decir que algo muy fundamental le ha ocurrido, quiere decir que su vida ha dado un giro copernicano, quiere decir que la jerarquía de valores que hasta entonces lo había sustentado se ha venido abajo y ha sido sustituida por otra completamente distinta. Cuando un hombre llega a este «detalle» con sus bienes es que se ha convertido en otro hombre. Eso le pasó a Zaqueo.
¿Y por qué le pasó? Pues sencillamente, tal como lo pinta el Evangelio de hoy, porque se encontró con Cristo. Así de simple y así de peligroso. No sé si Zaqueo sabía o barruntaba lo que le esperaba cuando Cristo le propuso que lo alojara en su casa. Lo que resulta evidente es que aceptó con gusto y con rapidez asimiló sus palabras y las puso en práctica. La vida comenzó para él a partir de ese momento, que no olvidaría posiblemente nunca, en el que Cristo lo miró y se fue con él para tener una conversación larga y tendida.
Los cristianos somos cristianos porque nos hemos encontrado con Cristo, ¿no es así? Pues por las demostraciones diarias que hacemos, no debe ser así. Más parece que somos cristianos porque nos hemos encontrado sin comerlo ni beberlo en el cristianismo, que por una opción personal que haya supuesto en nuestra vida tener deseo irrefrenable de ver a Jesús, superar los obstáculos que se oponen al encuentro -obstáculos de muchas clases y que todos conocemos perfectamente- y estar dispuestos a sentarnos tranquilamente con El en el silencio de nuestra intimidad para oírle desgranar su doctrina. Si lo hiciéramos de verdad, como lo hizo Zaqueo, es muy posible (es seguro) que nuestra vida tendría un signo distinto que cambiaría por completo el objetivo de nuestra existencia y la óptica con la que miramos las cosas y enjuiciamos los acontecimientos.
A través del Evangelio todos los hombres que se encontraron con Cristo no permanecieron indiferentes y abúlicos. Tomaron postura: con El o contra El.
Si nosotros, por definición, hemos tomado postura por Él creo que tenemos que revisar los fundamentos de esa postura y preguntarnos con absoluta sinceridad si se ha producido en nuestra vida una conversión al aceptar el cristianismo como forma de vivirla (porque eso es el cristianismo). Bastaría para responder a esa pregunta contestar a esta otra: ¿seríamos capaces de hacer como Zaqueo?


Oración de los fieles

(A)

Oh Dios, que no miras las apariencias, sino el corazón del hombre, te pedimos:

Por los que se sienten despreciados por la sociedad y no son tenidos en cuenta, por ser de otra cultura, de otro modo de pensar distinto del nuestro. Roguemos al Señor.
Por los que han cambiado a una conducta mejor; para que los perdonemos realmente y los tratemos como si lo malo anterior no hubiera sucedido. Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que buscan a Jesús; para que no les impidamos acercarse a El. Roguemos al Señor.
Por todos nosotros; para que la presencia de Jesús nos lleve a repartir y compartir. Roguemos al Señor.

Señor, Tú miras el corazón del hombre y te alegras cuando los hombres se convierten. Ayúdanos por Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.


(B)

Oremos por la Iglesia, para que sea en todo lugar un espacio de encuentro con Dios. Roguemos al Señor.
Oremos para que la presencia de Jesús penetre en la sociedad. Roguemos al Señor.
Oremos por los que buscan desde el fondo del corazón, por los que dudan, por los que se rinden y por los que no se cansan.Roguemos al Señor.
Oremos por nuestros hermanos más necesitados y por todos los que sufren. Roguemos al Señor.
Oremos unos por otros, para alcanzar una mayor conciencia de Jesús. Roguemos al Señor.


Ofrendas
(A)

. Bloque de tierra con hierbas, insectos...: Padre, amas todo lo
que has hecho; la naturaleza lleva tu huella, tu inspiración.
. Llaves de casa: Padre, te ofrecemos nuestra casa; entra en ella
como Jesús entró en la de Zaqueo.

Gesto.-Una persona acerca desde el fondo una maceta con
una planta bonita,. le acompaña otra con una regadera pequeña. Situadas delante de la asamblea, la que lleva la regadera riega la planta. Después dice: Dios nos quiere, nos cuida, nos riega... Las dejan en el lugar de los símbolos.

(B)


PRESENTACIÓN DE UNA PLANTA

Señor y Padre nuestro: Tú quisiste sembrar en cada uno de nosotros la SEMILLA de tu vida y del amor; y lo hiciste, especialmente, por medio de Jesús, tu Hijo amado; luego, has cuidado de esa semilla por medio de tantas personas que han influido en nuestra vida. Hoy, nosotros, tu Familia y Comunidad, te presentamos esta PLANTA, hermosa y bonita, como un recuerdo constante de cuanto has hecho en nuestro favor, y de nuestro compromiso -durante este curso que ya hemos iniciado- de cuidar de esta SEMILLA que Tú mismo plantaste en nosotros, que Jesús la ha hecho crecer y que todos nosotros la queremos seguir ofreciendo a los demás. Que así sea.

PRESENTACIÓN DE UNA ESTOLA MORADA

Yo te traigo, Señor, esta estola morada, signo de penitencia y del sacramento de la reconciliación. Con ella, no sólo te ofrecemos nuestros corazones arrepentidos, sino que también, -y hoy de una forma especial-, te pedimos que no te canses de darnos tu perdón, como le otorgaste a Zaqueo, según hemos escuchado en el evangelio de hoy. Sólo así podremos ser signos auténticos de tu perdón en medio del mundo.

PRESENTACIÓN DE UNA JARRA DE AGUA

Señor y Padre nuestro: Jesús nos recuerda en el evangelio, que un vaso de agua dado con amor no quedará sin recompensa. Te presento, en nombre de toda la Comunidad, esta jarra de agua, como expresión de tantos gestos de amor y de fraternidad como se viven en nuestro mundo; muchos de estos gestos, son callados y ocultos. Pero también te ofrecemos con esta jarra nuestro compromiso, concreto y generoso, de ser cercanos y solidarios, mujeres y hombres que comparten en la sencillez de la vida. Te pedimos que nos ayudes en esta tarea.


Prefacio...

Bendito seas, Padre, creador del universo,
Dios de la vida,
origen y destino de todo lo que existe.
Te damos gracias por este mundo en que vivimos:
por los campos y las fábricas,
que proporcionan a los hombres trabajo y alimento;
por la luz del sol y por la electricidad,
por la carne, el pescado, el agua y el azúcar;
por el sol del verano y la nieve del invierno;
por la vista, el oído, la inteligencia,
y por la maravilla de cada cuerpo humano.
Te damos gracias, sobre todo, Señor,
porque sigues amando todo lo creado,
a cada piedra como a cada ángel.
Gracias a tu amor sigue existiendo todo;
y sabemos que no te arrepentirás nunca,
porque amas el mundo en tu Hijo hecho hombre.
Por mí y para mí creaste todas las cosas.
Y, aunque el mundo no lo recibió,
El puso su morada entre los hombres
como una luz que brilla en las tinieblas.
Gracias, Dios.
Que toda criatura proclame tu gloria,
que te bendigan todos los hombres.
Recogiendo el eco de la creación entera,
nos unimos a los santos que te alaban sin cesar
y te alabamos, diciendo:

Santo, Santo, Santo...


Padre nuestro

Nos amas y nosotros cantamos tus maravillas porque llevamos tus huellas en el corazón. Padre nuestro...

Nos damos la paz

La experiencia del perdón nos lleva a la reconciliación fraterna, a compartir la paz. Que la paz del Señor esté con todos vosotros...

Compartimos el pan

También Cristo quiere hospedarse en la casa de nuestros corazones. Abrámosela con gozo al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados...


Bendición

Cuántas veces nos sorprende la Palabra de Dios, aunque nosotros preferimos no escucharla, para no ser “pillados” por sus propuestas...
El mensaje de hoy, nos ha presentado a un Jesús que ofrece su salvación a un perdido: ZAQUEO. Todo un símbolo de los que “buscan” algo diferente.
Todos somos un poco “zaqueos” ... Y Jesús eleva sus ojos para ofrecernos también a nosotros su salvación... También él quiere alojarse en nuestra casa...
Que le acojamos y después que ofrezcamos esa salvación a todos los que a lo largo de la semana compartirán su vida con nosotros.

Para ello que la Bendición...

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WebJCP | Abril 2007