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viernes, 1 de octubre de 2010

LA HOMILIA MÁS JOVEN: HUMILDE HUMILDAD (y perdón por la redundancia)


XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 17, 5-10) - Ciclo C
Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Me gusta, mis queridos jóvenes lectores, comentar términos anecdóticos, para hacer más amena la lectura del texto sagrado, sin por ello querer frivolizarlo. De aquí que hoy empezaré por hacer referencia a dos vegetales que se mencionan en el evangelio del presente domingo. Para referirse el Señor a que la Fe del discípulo puede se ínfima y no por ello dejar de ser importante, menciona la semilla de mostaza. Imagino que la mayor parte de vosotros sabéis lo que es la salsa de mostaza, os guste o no, y que al escuchar la comparación del Señor, pensareis en ella. Pues no es así, pese a comentarios que podáis leer al respecto. En mi primer viaje a Tierra Santa, estaba yo en la falda del Monte de los Olivos y escuché a un buen fraile que les enseñaba a sus acompañantes un arbusto, diciéndoles que se trataba de la mostaza evangélica. Me alegró oírlo y lo compartí con mis compañeros. Lo publicamos en texto e imagen. No éramos los únicos, por aquellos pagos todos lo dicen y los chiquillos venden las simientes a los peregrinos. Se trata de unas minúsculas semillas, semejantes al polvo de café soluble, que nos traemos con afición y plantamos ilusionados. Crece un árbol donde pueden descansar los pájaros. En la fachada de mi casa tengo uno así. Pero tenía mis dudas al respecto. Lo pregunte un día a un sabio y santo exégeta, traductor de la “Biblia de Jerusalén” y como buen francés y sin dudar, me contestó que se trataba de una planta del género “sinapis”. (Lo de “buen francés”, por si no lo sabéis, os digo que en Dijon, población de la Borgoña, se elabora la que tiene fama de ser la mejor salsa de mostaza del mundo. Pese a su sabiduría y bondad, de la que tuve pruebas, se equivocó el buen dominico. En ninguna “sinapis” pueden cobijarse las aves).

2.- Resulta que la planta que nos enseñan y plantamos, es según parece la “nicotina glauca” que tampoco puede corresponder a las propiedades de la del Evangelio. Efectué más indagaciones entre gente entendida en botánica y en literatura hebrea. Me aseguraron que la mostaza también es mencionada en el Talmud, pero que no se puede de ello deducir que se refiera a un vegetal determinado. Creen ellos que, en realidad, deberíamos traducir como hierbajo o yuyo, vocablo este último propio de tierras latino americanas. Jesús no era especialista en botánica y faltaban unos cuantos siglos para que naciera Linneo.

2.- El árbol al que se refiere el Maestro, el sicomoro, abunda por aquellas tierras, observo que se planta ahora, no solo por Jericó donde el peregrino busca el que se subió Zaqueo, sino en tierras de la baja Galilea. Dicen que el nombre se deriva de que sus frutos semejan higos, de inferior calidad a estos, añado yo por experiencia, y sus hojas se parecen en algo a las de la morera, alimento peculiar de los gusanos de seda. Para no exigir disquisiciones como las que vengo haciendo, ciertas traducciones del texto de hoy, ponen morera. La enseñanza es la misma. La Fe sincera y viva, por pequeña que sea, hace milagros. Pero recordad que la Fe cristiana no es conocimiento teórico o erudición académica. Nace de una experiencia personal, se vive como confianza íntima y convencimiento que orienta la vida.

3.- Si leéis con atención la primera lectura, la del profeta Habacuc, os sentiréis, creo yo, identificados con sus gemidos. ¡Cuantas veces os habéis lamentado de que los malos triunfen sintiéndoos vosotros gente buena y derrotada y os urgía interiormente una aclaración satisfactoria! Somos una cultura de la prisa, necesitamos respuestas de inmediato. El profeta, de parte de Dios, nos dice: toma nota, escribe en tu libreta de apuntes: el injusto fallará, el justo vive de la Fe, y por la Fe obtendrá respuesta. Ahora bien, recordad que el Señor no se precipita, dispone de la eternidad. Pero no os asustéis, sabe como somos y antes de que perdamos la paciencia, encontraremos respuesta a nuestra aflicción.

4.- El día del bautismo fuisteis ungidos, en el pecho y en la coronilla, el de la confirmación en la frente, se hizo imponiendo la mano el ministro sagrado. Fueron gestos sencillos, no los recordaréis, pero acciones sagradas eficaces. No se os lo hizo al tuntún, se pronunciaron paralelamente palabras salvíficas, dichas en el seno de una liturgia eclesial. Es preciso tenerlo presente, es preciso recordárselo al Señor y sacar fuerza de ello. Es algo semejante a lo que le ocurre a quien le han ingresado dinero en su cuenta corriente. No lleva el capital en el bolsillo, pero es suyo y puede disponer de él en su favor. La Gracia, os lo vuelvo a repetir, es una gran fortuna, que con frecuencia olvidamos, pese a ser nuestra, por gratuita donación de Dios. Nos la dio porque quiso, pero ahora nos da derecho a disponer de ella y tenemos el deber de no desperdiciarla. Este comentario os lo he escrito pensando en la segunda lectura de la misa de hoy.

5.- Acabo. Debemos ser conscientes de nuestra talla, de que todo se lo debemos a Dios. Que si vivimos conscientes de ello, gozaremos de una satisfacción que les está velada a aquellos cuya vida se resume en comer, dormir, enriquecerse y… Que los tales, pese a sus apariencias, lo único que saborean en su interior es el hastío. De acuerdo con nuestra situación, cuando servimos al Señor, no es más que cumplir de acuerdo a su bondad y a lo que toca a nuestro rango, como agradecidos servidores suyos que somos y que nunca llegaremos a corresponder adecuadamente a sus favores.

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WebJCP | Abril 2007