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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y Reflexiones para el XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 19, 1-10) - Ciclo C
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sábado, 30 de octubre de 2010

Homilías y Reflexiones para el XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 19, 1-10) - Ciclo C


Publicado por Iglesia que Camina

LOS ESCÁNDALOS DE LOS BUENOS

Jesús fue todo un provocador. Curaba en sábado contra la ley. Tocaba a los leprosos contra la ley. En el fondo, pone en crisis la antigua religión. Según la antigua religión los malos no son amados de Dios. Los enfermos, pobres, los publicanos no son amados de Dios. Para que Dios los ame tienen que cambiar de vida y merecer que Dios los ame.

Llega Jesús y ama a los malos y acoge a los pecadores. Además, tiene el atrevimiento de invitarse Él mismo a hospedarse en casa de un publicano, cenar con él y dormir en su casa. Eso fue el colmo de la provocación: “Vuestro maestro come con pecadores.”

El Dios que Jesús revela no es el Dios de la Ley. Es un nuevo modo de ser Dios. Un Dios al que no necesitamos ganarle su amor, porque Él nos ama antes de merecer su amor. Esto resultaba incomprensible para ellos.

¿Cuál es nuestro Dios? ¿Es también el de la Ley que primero exige que nos portemos bien, que seamos chicos buenos, para que Él nos ame? ¿O será el Dios de Jesús que me ama primero antes de que yo le ame y me ama gratuitamente sin que yo merezca su amor?

¿No será por nuestra mentalidad legalista de Dios que también nosotros nos escandalizamos de que Dios ame a los malos e incluso tenga preferencia por ellos y no por nosotros que somos demasiado buenos?

Aún no hace mucho, un amigo mío tenía un tremendo problema de conciencia. Su hermano se había divorciado estando casado por la Iglesia. ¿Podría ahora ir a su casa, felicitarlo por el día de su cumpleaños? Todo un problema de conciencia. Mi respuesta no sé si fue muy adecuada pero le dije: “Tú verás lo que haces, pero yo estoy seguro de que Dios sí frecuenta la casa de tu hermano, y el día de su cumpleaños participa en la fiesta con él”.

Al menos así es el Dios que Jesús nos enseñó. Ningún santo fariseo podía entrar a la casa de Zaqueo y eso de ir a cenar con él... Bueno, eso ya sería el colmo de la infidelidad a la Ley. Sin embargo, Jesús no espera a que Zaqueo lo invite, se invita él mismo. El hermano mayor no entendió a su padre haciendo fiesta por el hijo que regresa y se niega a participar del banquete. Escándalo de los buenos que no han entendido el comportamiento de Dios, que me ama aún siendo yo malo. Con su escándalo ningún fariseo fue capaz de convertir a Zaqueo. En cambio, la simple presencia de Jesús revelándole que Dios era otra cosa transformó su corazón y lo que es más difícil “transformó su bolsillo y billetera”.


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NO ESTORBEN, POR FAVOR

Una de las cosas peores de la vida es “estorbar”. Está bien que no hagas nada, pero, al menos, no estorbes al que quiere hacer algo. Está bien que tú no te diviertas, pero no estorbes a los que quieren divertirse. Está bien que tú no veas, pero, por favor, no estorbes a los que quiere ver.

Zaqueo quería ver a Jesús, pero, lo de siempre, nunca falta alguno que se interpone y no te deja ver. Zaqueo era pequeño, no tenía estatura suficiente para ver entre la gente. Es lo que nos pasa siempre a los pequeños, por eso buscamos siempre los primeros lugares. Zaqueo tuvo otra idea. sabía por donde tenía que pasar Jesús, se fue corriendo, se subió a un árbol y desde allí podría verle tranquilamente sin que nadie le fuese un obstáculo. Jesús, que tenía los ojos abiertos a todo, cuando llegó junto a él levantó los ojos, lo llamó por su nombre y hasta se invitó a quedarse esa noche en su casa. Jesús no vio a los altazos que estorbaban a todo el mundo. Vio como siempre a los pequeños, a los más necesitados, a los que sentían en su corazón ganas de verlo.

La Iglesia es el sacramento llamado a hacer visible a Jesús. Sería triste que la Iglesia en vez de darle visibilidad lo oscureciese o que sus instituciones o estilos de vida, fuese precisamente ella un estorbo.

El cristiano está llamado a hacer visible a Jesús. Sería una pena que con su estilo de vida, fuese un estorbo para que los demás lo puedan ver. ¿Verán los demás a Jesús en nuestras vidas o seremos para ellos un estorbo?


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EL AMOR ES…

El amor es como una hortensia. La hortensia es una flor muy grande, de las más grandes que conocemos, pero si la observamos detenidamente, nos damos cuenta de que está formada por miles de flores muy pequeñas. La hortensia es grande por la unión de un sinnúmero de flores que en sí mismas son casi insignificantes. El amor es igual. Los grandes amores que tanto admiramos están hechos de muchos, de incontables pequeños actos de amor. El amor se construye con actos casi invisibles de entrega al otro, en los que se vive de verdad la entrega al amado con generosidad, en las cosas más pequeñas. Sólo así se forman los grandes amores.

El amor es como una rosa. La rosa une la belleza de la flor a la fuerza del tallo. Ese tallo hace resistente a la flor ante las lluvias y el viento, pero también está lleno de espinas. Gracias a ese tallo, la rosa se eleva por encima de las demás flores e impide que suban los insectos y dañen a la flor. El amor es igual, mezcla belleza y fuerza, amor y dolor. Un amor sin sacrificio personal nunca se hace fuerte, no soporta la más pequeña lluvia; la más débil dificultad lo destruye. El amor requiere estar sólidamente afincado en una entrega que es fuerte porque se basa en la donación generosa, en la oblación sin esperar nada a cambio. Sólo así se puede mantener la belleza del amor.

El amor es como un edelweiss. El edelweiss es una flor que nace en las altas montañas. Se encuentra en los parajes más insospechados, donde parecería que ya no puede haber vida. No es como las margaritas que pueblan los valles con miles de flores iguales y se hallan siempre en lugares de fácil acceso. No, el edelweiss es solitario, pudoroso, está siempre lejos del alcance de miradas indiscretas. No hay dos edelweiss iguales, cada uno es único, irrepetible. El amor es igual, irrepetible, único, pudoroso. No está al alcance de cualquiera. Hay que subir para encontrarlo. Hay que dejar atrás muchas cosas y esforzarse por llegar a una cumbre juntos.

El amor no es tanto mirarse uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección. No se puede buscar un amor auténtico a ras de suelo, en los sitios de fácil acceso. No se puede pretender que el amor se repita de igual manera muchas veces. El amor no es margarita, es edelweiss, es único. Amar es dejar muchas comodidades, muchas seguridades, muchas facilidades y retirarse a la aventura de la entrega total. El amor verdadero no está al alcance de la mano. Hay que buscarlo, lucharlo, merecerlo. El amor no es para espíritus vulgares apegados a las bajezas de los valles, sino para aquellos que se sienten llamados a la pureza de la montaña donde sopla el aire limpio. (Miguel Camena)


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LETANÍAS DEL CARDENAL MERRY DEL VAL

Jesús manso y humilde de Corazón,
Óyeme.

Del deseo de ser estimado,
Líbrame Jesús.
Del deseo de ser alabado,
Líbrame Jesús.
Del deseo de ser honrado,
Líbrame Jesús.
Del deseo de ser aplaudido,
Líbrame Jesús.
Del deseo de ser preferido a otros,
Líbrame Jesús.
Del deseo de ser consultado,
Líbrame Jesús.
Del deseo de ser aceptado,
Líbrame Jesús.

Del temor de ser humillado,
Líbrame Jesús.
Del temor de ser despreciado,
Líbrame Jesús.
Del temor de ser reprendido,
Líbrame Jesús.
Del temor de ser calumniado,
Líbrame Jesús.
Del temor de ser olvidado,
Líbrame Jesús.
Del temor de ser ridiculizado,
Líbrame Jesús.
Del temor de ser injuriado,
Líbrame Jesús.
Del temor de ser juzgado con malicia,
Líbrame Jesús.

Que otros sean más estimados que yo,
Jesús dame la gracia de desearlo.
Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse,
Jesús dame la gracia de desearlo.
Que otros sean alabados y de mí no se haga caso,
Jesús dame la gracia de desearlo.
Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil,
Jesús dame la gracia de desearlo.
Que otros sean preferidos a mí en todo,
Jesús dame la gracia de desearlo.
Que los demás sean más santos que yo
con tal que yo sea todo lo santo que pueda,
Jesús dame la gracia de desearlo.


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SÓLO POR HOY

Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mi mismo.
Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.
Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer, si me sintiera ofendido en mis sentimientos procuraré que nadie se entere.
Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
Sólo por hoy creeré firmemente aunque las circunstancias demuestren lo contrario - que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.
Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular, no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
(Papa Juan XXIII)

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WebJCP | Abril 2007