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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y reflexiones para el XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 17, 5-10) - Ciclo C
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sábado, 2 de octubre de 2010

Homilías y reflexiones para el XXVII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 17, 5-10) - Ciclo C


Publicado por Iglesia que Camina

“AUMÉNTANOS LA FE”

Es posible que los discípulos se sintiesen desconcertados por las actitudes y exigencias de Jesús y les costaba entenderlas. Me imagino que ese pudo ser el clima y ambiente, para que ellos mismos se decidiesen a pedirle “auméntanos la fe”.

Son conscientes de que ya creen, que ya tienen fe. Aunque también se dan cuenta de que su fe no es suficiente todavía. Por eso, no le piden “danos fe”, sino “aumenta la que tenemos”.

Con frecuencia nos quedamos satisfechos porque ya creemos, ya tenemos fe. Pero la fe no es un proceso mental sino una relación personal con Dios. Por eso la fe es también proceso que puede irse degradando o puede ir creciendo. La gente suele decir, en momentos difíciles, “estoy perdiendo la fe”. La verdad que no logro entender qué quieren decir con ello porque el peligro de la fe, no es tanto el perderla, ¡y claro que se puede perder!, para mí el problema de la fe es quedarse estancado y no crecer en la fe.

Alguien preguntará cómo se degrada la fe y cómo se la aumenta. De una manera muy sencilla. Partamos de una experiencia, la experiencia del amor. El amor se puede ir degenerando si no cultivamos la relación con la persona amada, como también puede ir medrando a través de unas relaciones personales intensas y constantes. Pues algo parecido sucede con la fe. Como creer es entrar en relación amorosa con Dios, la fe puede irse debilitando en la medida en que se debilitan estas relaciones con Dios y puede aumentarse también según intensificamos las relaciones con Dios: la oración, la Palabra, los Sacramentos y la coherencia de la vida.

San Agustín lo expresó muy bellamente: “Cuando te apartas del fuego, el fuego sigue dando calor, pero tú te enfrías. Cuando te apartas de la luz, la luz sigue brillando, pero tú te cubres de sombras. Lo mismo ocurre cuando te apartas de Dios.” La fe se va enfriando en nosotros cuanto más nos apartamos de Dios y prescindimos de Él y se va calentando en la medida en que nuestras relaciones con Él son más intensas y continuas.

Es el proceso de todo amor y es el proceso de toda relación entre personas, entre amigos, entre enamorados, entre novios o entre esposos. ¡Cuántos esposos termina por sentirse extraños el uno al otro porque no han cultivado su relación y se han acostumbrado a vivir cada uno por su lado su propia vida! También nos podemos acostumbrar a vivir cada uno nuestra vida en relación con Dios.

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NO SE PUEDE COMERCIALIZAR CON DIOS

Es otro problema con el que frecuentemente nos tropezamos. “Yo le prometí a Dios, yo hice tal cosa pidiéndole a Dios y Dios no me ha hecho caso.” No por malos, pero sí por ignorancia, convertimos nuestra fe en una especie de comercio con Dios. Nosotros hacemos tal cosa para que Dios haga tal otra. Nosotros le damos tantas oraciones para que Él nos dé lo que le pedimos. Más de una vez, me he encontrado con personas que han hecho no sé cuántas cosas para conseguir de Dios no sé qué favores y al no conseguirlos entran en crisis de fe. Yo estoy pensando, dicen, en dejar de creer o en dejar la Iglesia o, simplemente, “creo que estoy perdiendo la fe porque Dios a mí no me hace caso”.

Esto se llama ver a Dios como una especie de comerciante. Le doy para que me dé. Hago para que me haga. Hago tal sacrificio para que Él me otorgue tal favor. Esa, amigos, no es una relación personal sino una relación comercial. No es una relación de amor sino una relación interesada. Casi diría que también caemos en la coima con Dios.

Jesús es bien claro en este Evangelio: “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.”

Es posible que más de uno haya roto sus relaciones con Dios sencillamente porque Dios no ha entrado en el juego de la compraventa con nosotros. Tenemos que ser buenos porque es parte de nuestro crecimiento personal, pero no como condición para ganar favores de Dios. Esto tenemos que entenderlo. De lo contrario, más de uno va sentirse debilitar su fe. La fe no es para negociar con Dios sino para vivir de otra manera. La mejor consecuencia de vivir mi fe soy yo mismo, mi crecimiento como persona y como cristiano.


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LOS DEMÁS Y NUESTRA FE

La fe es un don personal, nadie puede creer por otro. Si yo no creo, nadie puede creer por mí. Sin embargo, los otros tampoco son indiferentes a mi fe.

Todos hemos recibido la fe a través de los otros. Creo porque mis padres me han iniciaron en los caminos de la relación con Dios.

La fe de los demás creyentes también ayudan a que yo fortalezca mi fe.
Un clima, un ambiente de fe, ciertamente ayuda a mantener viva mi fe.
También los demás pueden ser un obstáculo a mi fe.
Un ambiente donde todo se critica y todo se pone en duda, o donde todo se niega, de alguna manera cuestiona mi fe y hasta me puede hacer tambalear en ella.

El ejemplo de quienes dicen creer y luego los veo llevar una vida pagana, no es precisamente la mejor ayuda para que yo siga creyendo. Y no es que mi fe dependa de ellos, pero su modo de vivir me influye.

El ejemplo de una Iglesia que vive y expresa su fe de una manera débil y pobre, me hace cuestionar la mía. Cuando vemos que quienes debieran ser modelos de fe, terminan siendo escándalos en la fe, ponen en duda mis propias creencias.
De ahí que nosotros, cada uno de nosotros, somos de alguna manera vida, aliento o simplemente inseguridad en la fe de los demás. No es que sean los otros los que nos den y regalen la fe, sino que nos pueden poner en situación crítica y de duda. Nadie cree en solitario. Todos creemos en comunidad. Nadie cree a solas. Todos creemos con los demás.


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LA FE COMO VIDA

La fe no es como quien estudia matemática. La fe es una manera de sentir y ver a Dios, pero también una manera de vivir. Al fin y al cabo, creer no es decir “yo creo”, sino “yo vivo”, porque una fe que simplemente se queda en ideas o en doctrinas sirve de poco. La fe es una manera de ser delante de Dios y una manera de actuar según los planes de Dios. La fe que no se hace vida queda en simple pensamiento. Por eso tenemos que decir que la fe afecta a la raíz de nuestro ser. No es nuestra cabeza la que cree. Es el yo profundo que hay en nosotros el que cree. La fe tiene que tocar las raíces de todo nuestro ser más profundo.

Creer es una manera de ser delante de Dios.
Creer es una manera de ser delante de los hombres.
Creer es una manera de ser nosotros mismos.
Creer es una manera de pensar.
Creer es una manera de ver la vida.
Creer es una manera de vivir nuestra vida.

Por eso la fe no es algo que se lleva en el bolsillo como puede llevarse la billetera, es algo que se es, es toda una manera de ser. Por eso no podemos separar fe y vida, vida y fe. Creemos para vivir y vivimos para creer. La fe no se dice con palabras, se dice con la vida.


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AL MUNDO

Querido mundo:

Nosotros te formamos. Estamos inmersos en ti. Tú modernidad, tu forma de vida, pero a la vez nosotros te damos la tónica, influimos en ti y somos directamente responsables de todo lo que te sobra y todo lo que te falta.

Sobran pedestales, pero faltan figuras
Sobran ciencias, pero falta sensibilidad.
Sobran limosnas, pero falta caridad.
Sobran inventos, pero falta prójimo.
Sobran palabras, pero faltan ejemplos.
Sobran adelantos, pero falta corazón.
Sobran descubrimientos, pero falta alma.
Sobra estrellas, pero falta luz.
Sobran barcos, pero faltan brújulas.
Sobra tierra, pero falta cultivo.
Sobra espacio, pero falta alas.
Sobra mar, pero falta pesca
Sobra evidencia, pero falta fe.
Sobran teorías, pero falta Dios
Sobran hogares, pero faltan virtudes
Sobran parejas, pero falta identificación
Sobran hijos, pero faltan madres.
Sobran desenfreno, pasión, sexo,
¡pero falta mucho, mucho amor!

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WebJCP | Abril 2007