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MISIONEROS EN CAMINO: XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C: LA OFICINA DE LOS OBJETOS PERDIDOS
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jueves, 9 de septiembre de 2010

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C: LA OFICINA DE LOS OBJETOS PERDIDOS


Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

Termina el verano, tiempo de vacaciones, de perderse por la geografía del mundo, y regresamos a la santa rutina del despertador matinal, del trabajo y, algunos hasta vuelven a la misa dominical.

Volvemos al área de descanso y, hoy, nos proclaman el evangelio de los objetos perdidos: la moneda perdida, la oveja perdida, el hermano perdido, el padre y la casa perdida.

Capítulo 15 del evangelio de Lucas, resumen fantástico del mensaje de Jesús, sermón sobre el Dios, cada día aparentemente menos necesario.

Hemos proclamado “el evangelio dentro del evangelio”. Si la palabra evangelio significa Buena Noticia, la única Buena Noticia que nos trae Jesús es que hay perdón para todos.

Todo lo demás son pequeñas noticias.

Nosotros los que hemos vuelto a la casa de oración, sabemos y creemos que Jesús vino a buscar y salvar a todos los hermanos perdidos. “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”, fantástico piropo que le lanzan sus enemigos, los que se creen buenos, naturalmente.

Dicen, y es verdad, que los santos tienen un pasado: fueron también ovejas perdidas, hijos pródigos, protestaron, pecaron, se alejaron de Dios… y los pecadores tienen un futuro porque las puertas están siempre abiertas y los brazos de Dios están siempre extendidos para abrazarnos.

Nadie puede presumir de ser de haber sido siempre bueno y nadie puede presumir de haber sido siempre malo.

Nosotros, santos con pasado y pecadores con futuro, vamos siempre en busca de una felicidad ilusoria.

Recuerden, sólo el perdón de Dios no tiene límites.

Cuando ustedes se mueran y se encuentren con Jesús, éste les mostrará la película de su vida entera. Verán todas las cosas buenas que hicieron, pero verán muchos espacios en blanco.

Si le preguntan a Jesús el porqué de esos largos silencios, Jesús les dirá que cada vez que pecaban y pedían perdón Dios borraba sus comidas con los cerdos.

Dios borra y sufre amnesia. Bendito sea mi Padre Dios.

Sí, nos cuesta entender la misericordia extravagante de Dios.

Dios nos ha creado para descansar en Él, para encontrar la felicidad en Él, y este perdón desmesurado de Dios no debería sorprendernos.

Jesús que no es ni teólogo ni predicador ni filósofo no suelta discursos ininteligibles ni da definiciones absurdas de Dios como hacen los sabios.

Jesús cuenta historias, nos habla de un pastor que busca a su oveja, de un padre que busca a su hijo, de un padre que organiza una gran fiesta con buena música y mejor comida y nos sienta a todos en torno a la mesa. Un Padre que habla poco y actúa mucho.

Jesús, en esta historia mágica, canta un canto al Padre y a la Madre que todos quisiéramos tener. En el cuadro de Rembrandt, El retorno del hijo pródigo, las manos que abrazan al hijo, magnífica intuición, son una de hombre y la otra de mujer.

Jesús canta un canto al pecador arrepentido que somos cada uno de nosotros.

Ya está bien de hablar del hijo pródigo y del hermano mayor, de buenos y de malos, es decir, de nosotros, puñado de cenizas, que lo queremos todo y podemos poco y de martirizarnos con complejos de culpabilidad.

Es hora de hablar del Tú solo Santo, solo Tú Señor,

Refugiémonos en Dios y olvidemos nuestras miserias.

La Iglesia, comunidad de santos y de pecadores, sólo tiene razón de existir en la medida en que como su Señor abre las puertas, extiende los brazos y da cobijo a todos sin gruñidos y sin excomuniones.

La Iglesia, ustedes y yo, debemos buscar esas ovejas y esos hermanos que, tal vez, por nuestros malos ejemplos dejaron de creer y amar al mejor de los Padres.

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WebJCP | Abril 2007