Por Juan Jauregui
Monición de entrada
(A)
El Señor nos pregunta hoy a nosotros: “¿Qué habéis hecho con las muchas cosas y personas que os he confiado?”.
Hoy se habla mucho de rendimiento de cuentas, no solamente sobre nuestros empleos y trabajos, nuestras finanzas, nuestras familias y nuestras parroquias, sino también sobre nuestras propias vidas. Dios ha puesto tanto en nuestras manos…: las cosas materiales que poseemos, así como nuestros talentos y dones espirituales. Éstos no son dones personales solamente para nuestro propio disfrute, sino para servicio de nuestras comunidades y pueblos, para el Reino de Dios. Procuremos dar buena cuenta de ellos al Señor.
(B)
Fieles a nuestro encuentro de cada domingo, nuevamente nos encontramos, hoy aquí en esta Iglesia, convocados por la fuerza y la vida de la Palabra del Señor. Venimos a celebrar la Resurrección de Jesús, es decir a alegrarnos de la muestra más grande de la misericordia de Dios, que es más fuerte que la misma muerte.
(C)
Haciendo un alto en los trabajos de la semana nos reunimos de nuevo en torno al altar, para escuchar la Palabra de Dios y renovar la fe y la esperanza. Necesitamos de este espacio que es la Eucaristía para guardar silencio en nosotros mismos, para sentirnos renovados y apoyados con el calor de los hermanos. Necesitamos gustar y compartir, sentirnos partícipes de un mismo proyecto de Amor que hemos de saber llevar a las demás personas allí donde estén: en el trabajo, en las organizaciones, en el tiempo libre...
Que esta celebración, cumbre y fuente de nuestra vida cristiana, nos haga más y mejores testigos en el mundo del Amor de Dios. Sed todos bienvenidos.
(D)
Bienvenidos, hermanos, a la celebración de la fe, que es como el corazón de la semana cristiana. Este encuentro, vivido con intensidad nos ha de alimentar espiritualmente para poder continuar con entusiasmo el seguimiento a Jesús.
Hoy nos vamos a encontrar con un mensaje que tal vez sacuda nuestras conciencias. Las lecturas denuncian que el amor al dinero y a las riquezas conduce a cometer graves injusticias. El dinero nunca ha de ser el valor principal ni el bien absoluto. Más aún, Dios y el dinero son radicalmente incompatibles, no los podemos colocar a la misma altura.
Acojamos, pues, el mensaje de la Palabra con un corazón abierto para vivir con la calidad que propone el Evangelio.
(E)
El Evangelio de este domingo nos presenta la parábola del mayordomo infiel. Al ser despedido por su amo, se las arregla para rebajar las facturas de los deudores de su amo, y así consigue amigos que le aceptan y le reciben.
El amo alaba la astucia del administrador infiel: “Ciertamente los hijos de este mundo, son más astutos con su gente, que los hijos de la luz”.
Pero nos invita a todos a ser honrados y a no ser esclavos del dinero. “El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar”.
Saludo
El ejemplo de Jesús, el amor del Padre y la fortaleza del Espíritu estén con todos vosotros...
Acto Penitencial
(A)
Reconozcamos con humildad que a veces servimos a otros señores y que olvidamos a Dios (silencio).
Tú, que levantas del polvo al desvalido. Señor, ten piedad.
Tú, que siendo rico te hiciste pobre por nosotros, Cristo, ten piedad.
Tú, que eres nuestro camino y nuestra vida, Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso, "que quiere que todos los hombres se salven", tenga misericordia de...
(B)
Al comienzo de nuestra fiesta hemos de pedir perdón de todas las actitudes y limitaciones que nos apartan de los hombres y del mismo Padre:
Tú, que eres fuente de alegría, de entrega y de perdón. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Tú, fuerza para todo compromiso en favor de la verdad y de la paz. CRISTO, TEN PIEDAD.
Tú, que acompañas sin cesar el deseo de las personas de alcanzar la esperanza y la justicia. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Oración: Tú, Señor, que siempre escuchas la oración de quienes acuden a ti; danos tu gracia y perdón por la entrega del mismo Jesús, Señor nuestro. Que vive y reina.
(C)
El Señor nos invita hoy a reflexionar sobre nuestra honradez y nuestro egoísmo. Como siempre hay algún fallo en nuestras vidas, vamos a pedir perdón a Dios y a nuestros hermanos.
Nos cuesta ser honrados en lo poco y engañamos y defraudamos a los demás. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Somos egoístas y no sabemos repartir, sino acaparar dinero y cosas y más cosas. CRISTO TEN PIEDAD...
Pedimos a Dios que nos dé el pan nuestro de cada día, pero no sabemos repartirlo y nos olvidamos del de los demás. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Escuchamos la Palabra
Monición a las lecturas
(A)
En el texto del profeta Amós se ataca claramente la codicia humana y el afán de lucro, la falta de escrúpulo de unas personas hacia otras. Dios actúa siempre en favor del oprimido, pidiendo cuentas a quienes no actúen de forma solidaria con los hermanos, especialmente si éstos están sufriendo o pasan dificultades.
(B)
Amós y Lucas denuncian las malas artes y la injusticia de los que sólo buscan sus intereses y sus riquezas. Y Jesús nos advierte que no se puede servir a Dios y al dinero. Tenemos que optar por lo mejor: servir a Dios y no al dinero, porque servir a Dios es reinar.
Homilías
(A)
“No podéis servir a Dios y al dinero...”
No dice Jesús que el dinero sea malo. No dice que no tengamos dinero.
Lo que nos dice es que no seamos “esclavos”, “siervos” del dinero, que es otra música...
El dinero será bueno cuando me ayude a ser libre...
Porque también el dinero puede ser fuente de libertad.
Un poco de dinero hace un poco más libre a los pobres...
Un poco de dinero puesto al servicio de los necesitados, hace más libre al que lo da...
Un poco de dinero puede salvar muchas vidas que hoy se mueren de hambre, de falta de medicinas, de falta de una vida humanamente digna.
El problema está cuando el dinero no sirve, sino que servimos al dinero.
Entonces el dinero puede esclavizar.
Me esclaviza cuando se convierte en el Dios de mi corazón.
Me esclaviza cuando me hace insensible a las necesidades de los demás.
Me esclaviza cuando vivo para tener y no para ser.
Me esclaviza cuando se convierte en una especia de dios en el bolsillo, encerrado en la billetera.
Jesús nos recomienda una y mil veces que nuestro corazón no esté pegado a lo que tenemos, que consigamos la libertad de estar por encima de nuestras cosas y de ir desprendiéndonos. Nos invita a la austeridad, cosa extraña en estos tiempos que nos ha tocado vivir, de derroche y abundancia. Y el caso es que tenemos claro y comprobamos que cuando uno vive con menos y sin apegos se siente mucho más libre en su interior.
Para vivir en cristiano hay que ir despegándose poco a poco de todo. Y esta invitación no sólo se refiere el dinero..., también hay que ir haciéndose pobre de prestigio y de poder.... Pobre, realmente pobre en el sentido evangélico, es el que necesita menos para ser feliz y en consecuencia está más dispuesto a dar.
Hay un bellísimo cuento hindú de un peregrino que se quedó a pasar la noche debajo de un árbol en un bosque cercano al pueblo. En lo más profundo de las tinieblas, oyó que alguien le gritaba:
- ¡La piedra! ¡La piedra!, dame la piedra preciosa, peregrino de Shiva.
El hombre se levantó, se acercó al hombre que le gritaba y le dijo:
- ¿Qué piedra quieres, hermano? - La noche pasada -le dijo el hombre con voz agitada- tuve un sueño, en el que el Señor Shiva me dijo que si venía aquí esta noche encontraría a un peregrino que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre.
El peregrino hurgó en su bolsa y le dio la piedra diciendo:
- La encontré en un bosque cerca del río, puedes quedarte con ella.
El desconocido agarró la piedra y se marchó a su casa. Al llegar; abrió su mano, contempló la piedra y vio que era un enorme diamante. Durante toda la noche no pudo dormir de la emoción. Daba vueltas y vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Se levantó con el alba, volvió al lugar donde había dejado al peregrino y le dijo:
- Dame, por favor, la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de un diamante.
La verdadera riqueza no consiste en amontonar cosas, sino en saberse desprender de ellas..
En momentos en que impera la cultura del tener, el aparentar y el consumir, y se presenta el egoísmo como un valor fundamental, debemos cultivar con la palabra y el ejemplo el valor del desprendimiento y de la generosidad. Es lo que le sucedió al hombre vela que comprendió que su misión de dar luz, vencer las tinieblas y encender vidas suponía el gastarse y derretirse en la entrega.
Creo que está tan claro este tema y no me extiendo más. Sólo os recuerdo una hermosa historia que ya os he contado otras veces, pero que nos viene bien recordarla hoy ...
Hace algunos años, en los paraolímpicos de Seattle, nueve concursantes, todos con alguna discapacidad física o mental, se reunieron en la línea de salida para correr los 100 metros lisos.
Al sonido del disparo, todos salieron, no exactamente como bólidos, pero con gran entusiasmo de participar en la carrera, llegar a la meta y ganar.
Todos, es decir, menos uno, que tropezó en el asfalto, dio dos vueltas y empezó a llorar.
Los otros ocho oyeron al niño llorar, disminuyeron la velocidad y volvieron hacia atrás.
Todos dieron la vuelta y regresaron... todos.
Una niña con síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida, y le dijo:
-Eso te lo va a curar.
Entonces, los nueve se agarraron de las manos y juntos caminaron hasta la meta.
¡Cuánto me gustaría a mí actuar así en la vida! Ser capaz de abandonar mi prestigio o mi poder, o mi comodidad o mi dinero... y echar la vista atrás, atento a los que me necesitan...
Seguro que hay muchas cosas que nos impiden mirar a los compañeros, amigos o familiares caídos. Y eso sí que nos empobrece...
(B)
El texto de hoy de Amós, que ha sido calificado como el "profeta de la justicia social", refleja una sociedad rural sencilla, pero sus críticas duras pueden repetirse hoy desde nuestro modelo económico: se siguen usando balanzas con trampa; hay mecanismos micra y macro económicos que permiten el enriquecimiento fácil y espectacular; ya no se compra al mísero por un par de sandalias, pero se pueden establecer sistemas de financiación que pueden hundir al que más lo necesita.
El evangelio de hoy es la continuación, sin interrupción, de las parábolas de la misericordia que escuchamos el domingo pasado. Allí se nos presentaba a un Dios Padre, que quiere a todos los hombres: al hijo pródigo y a su hermano mayor, a la oveja perdida, que hace salir el sol sobre buenos y malos. Precisamente este será el mensaje del rudo profeta Amós: No puede haber alianza con Dios, si no existe alianza y justicia entre los hombres; la alianza con Dios es inseparable de la justicia y hermandad entre los hombres. ¿Cómo podemos llamar Padre al Dios que nos acoge con ternura a la vuelta de nuestros caminos, si no nos sentimos hermanos de los hombres?
Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos los hombres y vivir, al mismo tiempo, esclavo del dinero y del propio interés. Sólo hay una manera de vivir como "hijo" de Dios, y es, vivir realmente como "hermano" de los demás. Por eso el que vive al servicio de sus bienes, dinero e intereses, no puede preocuparse de sus hermanos y no puede, por tanto, ser hijo fiel de Dios". Así se explica la dura frase final de Jesús: "No se puede servir a dos señores...no podéis servir a Dios y al dinero".
Es lo que subrayaron con gran energía los santos padres. Así san Basilio preguntaba al rico" ¿Qué cosas son tuyas? Es como si un espectador, por haber ocupado su puesto en el teatro, impidiera la entrada a los demás, creyendo que era propio de él lo que se ha hecho para uso común de todos. Así son los ricos. Si cada uno se contentase con tomar lo indispensable para satisfacer sus necesidades y dejase para el pobre los bienes superfluos, no habría ricos ni pobres, no existiría la cuestión social" O lo de san Gregorio Magno: "Al darles lo necesario a los indigentes no hacemos más que darles lo que es suyo y de ninguna manera nuestro; pagamos más bien una deuda de justicia, en vez de hacer una obra de misericordia".
Si nos contentásemos con lo indispensable, "no existirían pobres". Desgraciadamente, los pobres siguen existiendo aún con mayor gravedad que en tiempos de san Basilio, hace dieciséis siglos o en tiempos de Amós hace veintiocho siglos. San Basilio se preguntaba también: "¿De dónde has traído a la vida lo que has recibido?". "¿Qué mérito tienen nuestros niños, que nacen rodeados de cuidados y regalos, y qué mérito no tienen los niños famélicos y comidos por las moscas, sin fuerzas para espantarlas, de los campos de refugiados de cualquier país del tercer mundo? ¿Qué sentirá ese Padre del cielo, que quiere a todos los hombres por igual, ante el sufrimiento de estos pobres niños? ¿No tienen todos los niños, los del tercer mundo y los nuestros, el mismo mérito de ser, todos ellos, hijos de Dios?
El pecado del hijo pródigo fue el de derrochar su fortuna...
De la misma forma que nos indignamos contra las películas de pornografía infantil, por qué no protestamos de igual manera contra un "orden" internacional que hace posible que los niños se mueran de hambre en Sudán.
¿No tendremos que reconocer, con la mano en el corazón, que nuestro pecado es también el derrochar nuestra fortuna y el pretender servir a Dios y al dinero?
(C)
No podéis servir a Dios y al dinero. Lc 16, 1-13
El mensaje de Jesús obliga a un replanteamiento total de la vida. Quien escucha sinceramente el evangelio intuye que se le invita a comprender, de una manera radicalmente nueva, el sentido último de todo y la orientación decisiva de toda su conducta.
Es difícil permanecer indiferente ante la palabra de Jesús, al menos, si uno sigue creyendo en la posibilidad de ser más humano cada día. Difícil no sentir inquietud y hasta cierto malestar al escuchar palabras como las que hoy nos recuerda el texto evangélico: «No podéis servir a Dios y al dinero».
Y, sin embargo, se entiende bien el pensamiento de Jesús. Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos los hombres y vivir, al mismo tiempo, esclavo del dinero y del propio interés.
Sólo hay una manera de vivir como «hijo» de Dios, y es, vivir realmente como «hermano» de los demás. Por eso, el que vive al servicio de sus bienes, dineros e intereses, no puede preocuparse de sus hermanos y no puede, por tanto, ser hijo fiel de Dios.
Hay algo que los cristianos olvidamos con excesiva facilidad. Ser cristiano exige cambiar radicalmente nuestros criterios de actuación y encauzar nuestra vida por caminos completamente diferentes a los que nos ofrece la sociedad actual.
En concreto, el que toma en serio a Jesús, sabe que no puede organizar su vida desde el proyecto egoísta de poseer ilimitadamente siempre más y más, sino que debe aprender a compartir y solidarizarse con los más necesitados. Al hombre que vive dominado por el interés económico, aunque viva una vida piadosa y recta, le falta algo esencial para ser cristiano: romper la servidumbre del «poseer» que le quita libertad para escuchar y responder a las necesidades de los más pobres.
No tiene otra alternativa. Y no puede engañarse, creyéndose «pobre de espíritu» en lo íntimo de su corazón. Porque el que realmente tiene alma de pobre, no puede seguir disfrutando tranquilamente de sus bienes mientras junto a él hay hombres necesitados hasta de lo más elemental.
Y no podemos tampoco engañarnos nadie, creyendo que «los ricos» siempre son los otros. La situación de crisis económica que está dejando en paro a tantos hombres y mujeres nos puede obligar a revisar nuestros presupuestos de vida, para ver si no debemos reducirlos y solidarizarnos de manera concreta con ellos. Sería un buen «test» para descubrir si servimos a Dios o a nuestro dinero.
(D)
No podéis servir a Dios y al dinero Lc 16,1-13
Probablemente, todavía no nos hemos percatado del profundo cambio socio-cultural que se ha producido entre nosotros, cuando grandes sectores de la sociedad han tenido acceso a un consumismo masivo.
En pocos años, la tecnología ha hecho posible la producción de toda clase de objetos, ingenios y aparatos. Pero, naturalmente, para poder venderlos, ha sido necesario estimular el apetito de los posibles compradores. Se han producido entonces dos hechos revolucionarios que van a configurar en adelante el estilo de vida del hombre contemporáneo.
Por una parte, se pone en marcha una publicidad cada vez más intensa y agresiva que acosa a las personas a lo largo de toda su vida, tratando de seducirlas con un mensaje muy sencillo: el ideal más deseable consiste en poseer cosas y disfrutarlas. Sin eso, la vida queda manca y sin aliciente.
Por otra parte, con el fin de facilitar la compra, se introduce el sistema de la venta a plazos. De esta manera, todos pueden tener ya acceso al consumismo masivo y adquirir toda clase de productos.
Sin duda, todo ello ha traído consigo una mejora de las condiciones de vida, que hemos de valorar y agradecer debidamente. Pero, al mismo tiempo, ha introducido un estilo de vivir enormemente peligroso, que no hemos de ignorar.
Para muchas personas, el ideal supremo consiste en ganar más, para tener más y disfrutar más. Se ha despertado en la sociedad un deseo insaciable de cosas. «De la satisfacción de necesidades hemos pasado a la insaciabilidad de las necesidades» (l. M.Mardones).
Poco a poco, este consumismo descontrolado va configurando la vida de no pocas personas. «El hombre consumista» lo ve todo desde la utilidad o satisfacción que le puede reportar. Incluso en las relaciones con las demás personas, se acostumbra a buscar la rentabilidad o el placer que el otro le puede proporcionar, no el encuentro amoroso y la mutua entrega.
De esta manera, «el consumista» corre el riesgo de volverse insolidario. No ve las necesidades y sufrimientos de los otros. Sólo vive para acaparar cosas, acumular experiencias placenteras y atrapar posesivamente a las personas.
Tampoco Dios tiene sitio en su corazón. Su religión es el consumo. No puede acoger a Alguien que es Amor. En último caso, sólo entendería una relación mercantilista con Dios: darle misas, oraciones y culto para ganar méritos y poseer el cielo.
En esta cultura del consumo resuenan con nueva fuerza las palabras de Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero.» No se puede vivir consumiendo egoístamente toda clase de bienes y pretender, al mismo tiempo, ser fieles a un Dios que pide amor y fraternidad.
(E)
En el evangelio de hoy Jesús termina diciendo: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Seguro que esta incompatibilidad Jesús la había visto con sus propios ojos en muchas personas en las que había entrado la obsesión por el dinero. Ese afán de dinero y de riquezas se convierte en un tirano o en un dios que destroza y esclaviza a las personas y las incapacita para saborear las cosas más bonitas del evangelio y del Reino de Dios. Pero es que también la codicia de dinero produce otras muchas desgracias.
El profeta Amós, en la primera lectura, describe los rasgos terribles de esas personas poseídas por la codicia de dinero. Dice que exprimen al pobre, que despojan a los miserables, que la sed de dinero les impide guardar las fiestas, que hacen trampas aumentando el precio o usando balanzas trucadas y que llegan a comprar por dinero al pobre y por un par de sandalias a los más necesitados. Son acusaciones terribles de realidades que ocurrían en tiempos del profeta Amós, pero que siguen ocurriendo en nuestro tiempo, dominado por las leyes inhumanas del mercado. Nadie podrá negar que ahora también se compra por dinero al pobre y que, cuando hay muchos pobres, resultan muy baratos. Bastaría con mirar las condiciones en que se contratan a los pobres emigrantes sin papeles o a personas angustiadas por su extrema pobreza. Son la llamada «mano de obra barata» que permite a unos pocos enriquecerse escandalosamente a costa del sufrimiento y de la miseria de otras muchas personas. Por más que las leyes del mercado permitan estas cosas, a los cristianos esto nos suena a robo, a injusticia y a atropello contra los pobres de Dios. Viendo eso, llegamos a la conclusiónespantosa de que, en esta sociedad capitalista en que vivimos, los pobres valen menos que el dinero y los caprichos de los ricos. ¿Dónde está ahí la fraternidad y el amor entre todos los hombres que Jesús predicaba en el evangelio? Sabemos que el afán de riquezas es un veneno que envenena las relaciones entre las personas y los pueblos y hace sufrir inmensamente a los pobres del mundo.
A la vista de todo esto, no es extraño que Jesús proclamara la incompatibilidad entre Dios y el dinero. En nuestra vida, aunque queramos hacer equilibrios, no podemos unir nuestra sed de Dios con nuestra sed de riquezas. En lo profundo de nosotros mismos, nuestro Señor no puede ser el dinero, que nos esclaviza, sino nuestro Dios, que nos libera. Y si el afán de dinero se nos metiera en el corazón, quizás algún día pudiéramos llegar a ricos, pero seguramente sería al precio de abandonar y desentendernos de los pobres y de arrinconar a Dios en el rincón más oscuro de nuestra vida, y nos llevaría a perder el gusto por las cosas de Dios, a valorar menos la oración, el evangelio, la misa del domingo, el trabajo en la parroquia y la intensidad de la vida cristiana. Es que, como decía Jesús, no es posible servir a Dios y al dinero.
Y si no somos de fiar en cosas de tan poca monta como el dinero y las riquezas, el Señor no nos confiará otros tesoros más valiosos y más hermosos que guarda en su gracia y en su cariño hacia nosotros. El Señor y su evangelio es nuestro tesoro y nuestra paga. Él sacia de verdad nuestra sed más profunda. Nosotros tendremos que vigilar mucho para que nuestras aspiraciones no vayan por el camino de hacernos más ricos cada día, sino por el de ser mejores personas según el evangelio que nos predicó Jesús.
Oración de los Fieles
(A)
Acudimos llenos de confianza a Dios Padre para presentarle nuestras necesidades: ¡Acoge, Señor, nuestra oración!
Para que la Iglesia no se quede nunca anclada en formas y ritos, sino que se deje renovar por el aire limpio del Evangelio. Oremos.
Para que crezcamos en humanidad y en entrega, haciendo nuestras las causas nobles de las personas. Oremos.
Para que todos los pueblos y naciones alcancen el verdadero desarrollo y sus gentes puedan vivir dignamente y en paz. Oremos.
Para que los que llevamos el nombre de cristianos vivamos sirviendo a los más necesitados. Oremos.
Para que nuestra comunidad (parroquial) sea un espacio de entrega y de apertura a las personas. Oremos.
Oración: Acoge, Señor, nuestra oración y concédenos aquello que nos ayude a ser mejores testigos tuyos. Por Jesucristo.
(B)
Siguiendo la llamada de Pablo oremos a Dios, Padre bueno, por todos, presentando nuestras necesidades.
Por la Iglesia; que la opción preferencial por los pobres esté presente en toda la acción pastoral. Oremos:
Todos: Ayúdanos a vivir de tu Espíritu
Por todos los que ocupan cargos; para que contribuyan a que todas las personas vivan dignamente, en paz y libertad. Oremos...
Para que nunca nos cansemos de trabajar ni nos avergoncemos de pedir ayuda para los hermanos que lo necesitan. Oremos...
Para que optemos convencidos y alegres por el Dios de Jesús y no por el becerro de oro. Oremos...
Para que no nos dejemos maniatar por los bienes materiales y los utilicemos siempre al servicio de las personas. Oremos...
Dios Padre, por tu Hijo Jesús supimos que las señales de tu Reino son hacer el bien y evangelizar a los pobres; danos fe y amor para seguir su ejemplo. Te lo pedimos por el mismo Jesús que vive y nos ama por los siglos de los siglos. AMÉN.
(C)
Oremos, hermanos y hermanas, por toda la humanidad y por todas sus necesidades; para que nunca falte a nadie la ayuda de nuestro amor:
A cada petición respondemos: Señor, ten piedad.
Para que la Iglesia esté al lado de los pobres con testimonio liberador. OREMOS...
Por los que detentan la autoridad, para que sean conscientes de su responsabilidad y la ejerzan como servicio. OREMOS...
Para que demos el justo valor al dinero y nunca queramos mejorar oprimiendo a los otros. OREMOS...
Para que nuestra Comunidad sea un símbolo de humanidad y de Evangelio en medio del pueblo. OREMOS...
Por los enfermos, por las necesidades de nuestros vecinos y por todas nuestras intenciones. OREMOS...
Dios nuestro, que nos llamas a amarte y a servirte como a único Señor, ten piedad de nuestra débil condición humana y escucha nuestras oraciones; líbranos del deseo de poseer riquezas y haz que, alzando al cielo nuestras manos limpias, te rindamos un culto puro, agradable a tus ojos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Rito y gesto de ofrendas
Nómina: Señor, te presentamos la honradez del trabajo diario, para que te fíes de nosotros en cualquier proyecto que nos pidas.
Libreta de ahorros: Señor, necesitamos cosas, pero nada es más importante que Tú.
Gesto: Alguien aparece en medio de la asamblea con una almohada. Dice: El cristiano auténtico no sueña con el dinero, no está obsesionado. Le preocupan otras urgencias. las de Dios.
Plegaría Eucarística
Te damos gracias y te reconocemos, Señor,
como autor de todo lo creado
que nos hace la vida más fácil y agradable.
En este momento sobran las discordias,
los recelos, el desamor,
y ésa es la realidad que Tú quieres que transformemos,
porque tu proyecto salvador es siempre de entrega y de servicio. Y para esta tarea, frágiles como somos,
te haces presente, Señor,
como pan de vida en la Eucaristía,
que alimenta nuestra vida y renueva la esperanza.
Unidos a todos los cristianos
y a todas las personas buenas de todos los tiempos,
te decimos:
Santo, Santo, Santo...
Padre nuestro
Tú eres el único Dios, los demás son ídolos. Por eso eres el primero en nuestro corazón y por eso te decimos con confianza.
Padre nuestro...
Nos damos la paz
Si no somos fieles en las cosas pequeñas, no podemos vivir en paz. Si la honradez no empapa nuestras relaciones humanas de familia, de amigos, de vecinos, no podemos vivir en paz. Vamos a pedirle a Dios que venga su paz y la vamos a repartir entre nosotros... La paz del Señor esté siempre con vosotros...
Compartimos el pan
Si comulgamos es porque estamos unidos a Dios y a Jesús. Necesitamos la comunión para ser honrados hasta en los más mínimos detalles.
Oración después de la comunión
Con la fuerza de la Eucaristía que hemos compartido, te damos gracias, Señor, y te rogamos que la fuerza siempre presente de tu Espíritu Santo nos mantenga activos para vivir en todo momento como a ti te agrada. Por Jesucristo...
Bendición
Nos podemos desentender de los problemas de nuestros hermanos, pero Dios no deja de ser sensible y compasivo. Más aún, nos reprocha que no seamos más comprometidos.
Intentemos vivir con dignidad siendo inconformistas con todo lo que nos rodea que no sea querido por Dios.
Para ello que la bendición de Dios...
Feliz semana para todos.
Reflexión final
La avaricia, el lujo, los gastos superfluos de unos pocos continúan favoreciendo la desnudez, la carencia de otros. Sólo un dato: un niño nacido en Estados Unidos consume como 12 chinos, 30 indios, 280 tanzanos o 422 etíopes. Aunque éste sea un peso que recaiga sobre la humanidad, el evangelio habla claramente de la inversión de valores, concretamente en el aspecto de posesiones materiales, entre esta vida y la otra. Y desde ahí es una denuncia al orden injusto que hace que el ser humano viva sin ver a sus semejantes. Quien atesora riquezas se olvida de Dios y de sus hermanos.
Y Lucas llama a la conversión de todos los que vivan apegados a sus bienes. ¿Es difícil que un rico cambie? Ahí tenemos el ejemplo de Zaqueo, y la exhortación de las bienaventuranzas o del Magníficat. La parábola sigue siendo de escalofriante actualidad. Pero hoy, aquí y ahora, puede tener un final distinto.
(A)

Hoy se habla mucho de rendimiento de cuentas, no solamente sobre nuestros empleos y trabajos, nuestras finanzas, nuestras familias y nuestras parroquias, sino también sobre nuestras propias vidas. Dios ha puesto tanto en nuestras manos…: las cosas materiales que poseemos, así como nuestros talentos y dones espirituales. Éstos no son dones personales solamente para nuestro propio disfrute, sino para servicio de nuestras comunidades y pueblos, para el Reino de Dios. Procuremos dar buena cuenta de ellos al Señor.
(B)
Fieles a nuestro encuentro de cada domingo, nuevamente nos encontramos, hoy aquí en esta Iglesia, convocados por la fuerza y la vida de la Palabra del Señor. Venimos a celebrar la Resurrección de Jesús, es decir a alegrarnos de la muestra más grande de la misericordia de Dios, que es más fuerte que la misma muerte.
(C)
Haciendo un alto en los trabajos de la semana nos reunimos de nuevo en torno al altar, para escuchar la Palabra de Dios y renovar la fe y la esperanza. Necesitamos de este espacio que es la Eucaristía para guardar silencio en nosotros mismos, para sentirnos renovados y apoyados con el calor de los hermanos. Necesitamos gustar y compartir, sentirnos partícipes de un mismo proyecto de Amor que hemos de saber llevar a las demás personas allí donde estén: en el trabajo, en las organizaciones, en el tiempo libre...
Que esta celebración, cumbre y fuente de nuestra vida cristiana, nos haga más y mejores testigos en el mundo del Amor de Dios. Sed todos bienvenidos.
(D)
Bienvenidos, hermanos, a la celebración de la fe, que es como el corazón de la semana cristiana. Este encuentro, vivido con intensidad nos ha de alimentar espiritualmente para poder continuar con entusiasmo el seguimiento a Jesús.
Hoy nos vamos a encontrar con un mensaje que tal vez sacuda nuestras conciencias. Las lecturas denuncian que el amor al dinero y a las riquezas conduce a cometer graves injusticias. El dinero nunca ha de ser el valor principal ni el bien absoluto. Más aún, Dios y el dinero son radicalmente incompatibles, no los podemos colocar a la misma altura.
Acojamos, pues, el mensaje de la Palabra con un corazón abierto para vivir con la calidad que propone el Evangelio.
(E)
El Evangelio de este domingo nos presenta la parábola del mayordomo infiel. Al ser despedido por su amo, se las arregla para rebajar las facturas de los deudores de su amo, y así consigue amigos que le aceptan y le reciben.
El amo alaba la astucia del administrador infiel: “Ciertamente los hijos de este mundo, son más astutos con su gente, que los hijos de la luz”.
Pero nos invita a todos a ser honrados y a no ser esclavos del dinero. “El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar”.
Saludo
El ejemplo de Jesús, el amor del Padre y la fortaleza del Espíritu estén con todos vosotros...
Acto Penitencial
(A)
Reconozcamos con humildad que a veces servimos a otros señores y que olvidamos a Dios (silencio).
Tú, que levantas del polvo al desvalido. Señor, ten piedad.
Tú, que siendo rico te hiciste pobre por nosotros, Cristo, ten piedad.
Tú, que eres nuestro camino y nuestra vida, Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso, "que quiere que todos los hombres se salven", tenga misericordia de...
(B)
Al comienzo de nuestra fiesta hemos de pedir perdón de todas las actitudes y limitaciones que nos apartan de los hombres y del mismo Padre:
Tú, que eres fuente de alegría, de entrega y de perdón. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Tú, fuerza para todo compromiso en favor de la verdad y de la paz. CRISTO, TEN PIEDAD.
Tú, que acompañas sin cesar el deseo de las personas de alcanzar la esperanza y la justicia. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Oración: Tú, Señor, que siempre escuchas la oración de quienes acuden a ti; danos tu gracia y perdón por la entrega del mismo Jesús, Señor nuestro. Que vive y reina.
(C)
El Señor nos invita hoy a reflexionar sobre nuestra honradez y nuestro egoísmo. Como siempre hay algún fallo en nuestras vidas, vamos a pedir perdón a Dios y a nuestros hermanos.
Nos cuesta ser honrados en lo poco y engañamos y defraudamos a los demás. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Somos egoístas y no sabemos repartir, sino acaparar dinero y cosas y más cosas. CRISTO TEN PIEDAD...
Pedimos a Dios que nos dé el pan nuestro de cada día, pero no sabemos repartirlo y nos olvidamos del de los demás. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Escuchamos la Palabra
Monición a las lecturas
(A)
En el texto del profeta Amós se ataca claramente la codicia humana y el afán de lucro, la falta de escrúpulo de unas personas hacia otras. Dios actúa siempre en favor del oprimido, pidiendo cuentas a quienes no actúen de forma solidaria con los hermanos, especialmente si éstos están sufriendo o pasan dificultades.
(B)
Amós y Lucas denuncian las malas artes y la injusticia de los que sólo buscan sus intereses y sus riquezas. Y Jesús nos advierte que no se puede servir a Dios y al dinero. Tenemos que optar por lo mejor: servir a Dios y no al dinero, porque servir a Dios es reinar.
Homilías
(A)
“No podéis servir a Dios y al dinero...”
No dice Jesús que el dinero sea malo. No dice que no tengamos dinero.
Lo que nos dice es que no seamos “esclavos”, “siervos” del dinero, que es otra música...
El dinero será bueno cuando me ayude a ser libre...
Porque también el dinero puede ser fuente de libertad.
Un poco de dinero hace un poco más libre a los pobres...
Un poco de dinero puesto al servicio de los necesitados, hace más libre al que lo da...
Un poco de dinero puede salvar muchas vidas que hoy se mueren de hambre, de falta de medicinas, de falta de una vida humanamente digna.
El problema está cuando el dinero no sirve, sino que servimos al dinero.
Entonces el dinero puede esclavizar.
Me esclaviza cuando se convierte en el Dios de mi corazón.
Me esclaviza cuando me hace insensible a las necesidades de los demás.
Me esclaviza cuando vivo para tener y no para ser.
Me esclaviza cuando se convierte en una especia de dios en el bolsillo, encerrado en la billetera.
Jesús nos recomienda una y mil veces que nuestro corazón no esté pegado a lo que tenemos, que consigamos la libertad de estar por encima de nuestras cosas y de ir desprendiéndonos. Nos invita a la austeridad, cosa extraña en estos tiempos que nos ha tocado vivir, de derroche y abundancia. Y el caso es que tenemos claro y comprobamos que cuando uno vive con menos y sin apegos se siente mucho más libre en su interior.
Para vivir en cristiano hay que ir despegándose poco a poco de todo. Y esta invitación no sólo se refiere el dinero..., también hay que ir haciéndose pobre de prestigio y de poder.... Pobre, realmente pobre en el sentido evangélico, es el que necesita menos para ser feliz y en consecuencia está más dispuesto a dar.
Hay un bellísimo cuento hindú de un peregrino que se quedó a pasar la noche debajo de un árbol en un bosque cercano al pueblo. En lo más profundo de las tinieblas, oyó que alguien le gritaba:
- ¡La piedra! ¡La piedra!, dame la piedra preciosa, peregrino de Shiva.
El hombre se levantó, se acercó al hombre que le gritaba y le dijo:
- ¿Qué piedra quieres, hermano? - La noche pasada -le dijo el hombre con voz agitada- tuve un sueño, en el que el Señor Shiva me dijo que si venía aquí esta noche encontraría a un peregrino que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre.
El peregrino hurgó en su bolsa y le dio la piedra diciendo:
- La encontré en un bosque cerca del río, puedes quedarte con ella.
El desconocido agarró la piedra y se marchó a su casa. Al llegar; abrió su mano, contempló la piedra y vio que era un enorme diamante. Durante toda la noche no pudo dormir de la emoción. Daba vueltas y vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Se levantó con el alba, volvió al lugar donde había dejado al peregrino y le dijo:
- Dame, por favor, la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de un diamante.
La verdadera riqueza no consiste en amontonar cosas, sino en saberse desprender de ellas..
En momentos en que impera la cultura del tener, el aparentar y el consumir, y se presenta el egoísmo como un valor fundamental, debemos cultivar con la palabra y el ejemplo el valor del desprendimiento y de la generosidad. Es lo que le sucedió al hombre vela que comprendió que su misión de dar luz, vencer las tinieblas y encender vidas suponía el gastarse y derretirse en la entrega.
Creo que está tan claro este tema y no me extiendo más. Sólo os recuerdo una hermosa historia que ya os he contado otras veces, pero que nos viene bien recordarla hoy ...
Hace algunos años, en los paraolímpicos de Seattle, nueve concursantes, todos con alguna discapacidad física o mental, se reunieron en la línea de salida para correr los 100 metros lisos.
Al sonido del disparo, todos salieron, no exactamente como bólidos, pero con gran entusiasmo de participar en la carrera, llegar a la meta y ganar.
Todos, es decir, menos uno, que tropezó en el asfalto, dio dos vueltas y empezó a llorar.
Los otros ocho oyeron al niño llorar, disminuyeron la velocidad y volvieron hacia atrás.
Todos dieron la vuelta y regresaron... todos.
Una niña con síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida, y le dijo:
-Eso te lo va a curar.
Entonces, los nueve se agarraron de las manos y juntos caminaron hasta la meta.
¡Cuánto me gustaría a mí actuar así en la vida! Ser capaz de abandonar mi prestigio o mi poder, o mi comodidad o mi dinero... y echar la vista atrás, atento a los que me necesitan...
Seguro que hay muchas cosas que nos impiden mirar a los compañeros, amigos o familiares caídos. Y eso sí que nos empobrece...
(B)
El texto de hoy de Amós, que ha sido calificado como el "profeta de la justicia social", refleja una sociedad rural sencilla, pero sus críticas duras pueden repetirse hoy desde nuestro modelo económico: se siguen usando balanzas con trampa; hay mecanismos micra y macro económicos que permiten el enriquecimiento fácil y espectacular; ya no se compra al mísero por un par de sandalias, pero se pueden establecer sistemas de financiación que pueden hundir al que más lo necesita.
El evangelio de hoy es la continuación, sin interrupción, de las parábolas de la misericordia que escuchamos el domingo pasado. Allí se nos presentaba a un Dios Padre, que quiere a todos los hombres: al hijo pródigo y a su hermano mayor, a la oveja perdida, que hace salir el sol sobre buenos y malos. Precisamente este será el mensaje del rudo profeta Amós: No puede haber alianza con Dios, si no existe alianza y justicia entre los hombres; la alianza con Dios es inseparable de la justicia y hermandad entre los hombres. ¿Cómo podemos llamar Padre al Dios que nos acoge con ternura a la vuelta de nuestros caminos, si no nos sentimos hermanos de los hombres?
Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos los hombres y vivir, al mismo tiempo, esclavo del dinero y del propio interés. Sólo hay una manera de vivir como "hijo" de Dios, y es, vivir realmente como "hermano" de los demás. Por eso el que vive al servicio de sus bienes, dinero e intereses, no puede preocuparse de sus hermanos y no puede, por tanto, ser hijo fiel de Dios". Así se explica la dura frase final de Jesús: "No se puede servir a dos señores...no podéis servir a Dios y al dinero".
Es lo que subrayaron con gran energía los santos padres. Así san Basilio preguntaba al rico" ¿Qué cosas son tuyas? Es como si un espectador, por haber ocupado su puesto en el teatro, impidiera la entrada a los demás, creyendo que era propio de él lo que se ha hecho para uso común de todos. Así son los ricos. Si cada uno se contentase con tomar lo indispensable para satisfacer sus necesidades y dejase para el pobre los bienes superfluos, no habría ricos ni pobres, no existiría la cuestión social" O lo de san Gregorio Magno: "Al darles lo necesario a los indigentes no hacemos más que darles lo que es suyo y de ninguna manera nuestro; pagamos más bien una deuda de justicia, en vez de hacer una obra de misericordia".
Si nos contentásemos con lo indispensable, "no existirían pobres". Desgraciadamente, los pobres siguen existiendo aún con mayor gravedad que en tiempos de san Basilio, hace dieciséis siglos o en tiempos de Amós hace veintiocho siglos. San Basilio se preguntaba también: "¿De dónde has traído a la vida lo que has recibido?". "¿Qué mérito tienen nuestros niños, que nacen rodeados de cuidados y regalos, y qué mérito no tienen los niños famélicos y comidos por las moscas, sin fuerzas para espantarlas, de los campos de refugiados de cualquier país del tercer mundo? ¿Qué sentirá ese Padre del cielo, que quiere a todos los hombres por igual, ante el sufrimiento de estos pobres niños? ¿No tienen todos los niños, los del tercer mundo y los nuestros, el mismo mérito de ser, todos ellos, hijos de Dios?
El pecado del hijo pródigo fue el de derrochar su fortuna...
De la misma forma que nos indignamos contra las películas de pornografía infantil, por qué no protestamos de igual manera contra un "orden" internacional que hace posible que los niños se mueran de hambre en Sudán.
¿No tendremos que reconocer, con la mano en el corazón, que nuestro pecado es también el derrochar nuestra fortuna y el pretender servir a Dios y al dinero?
(C)
No podéis servir a Dios y al dinero. Lc 16, 1-13
El mensaje de Jesús obliga a un replanteamiento total de la vida. Quien escucha sinceramente el evangelio intuye que se le invita a comprender, de una manera radicalmente nueva, el sentido último de todo y la orientación decisiva de toda su conducta.
Es difícil permanecer indiferente ante la palabra de Jesús, al menos, si uno sigue creyendo en la posibilidad de ser más humano cada día. Difícil no sentir inquietud y hasta cierto malestar al escuchar palabras como las que hoy nos recuerda el texto evangélico: «No podéis servir a Dios y al dinero».
Y, sin embargo, se entiende bien el pensamiento de Jesús. Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos los hombres y vivir, al mismo tiempo, esclavo del dinero y del propio interés.
Sólo hay una manera de vivir como «hijo» de Dios, y es, vivir realmente como «hermano» de los demás. Por eso, el que vive al servicio de sus bienes, dineros e intereses, no puede preocuparse de sus hermanos y no puede, por tanto, ser hijo fiel de Dios.
Hay algo que los cristianos olvidamos con excesiva facilidad. Ser cristiano exige cambiar radicalmente nuestros criterios de actuación y encauzar nuestra vida por caminos completamente diferentes a los que nos ofrece la sociedad actual.
En concreto, el que toma en serio a Jesús, sabe que no puede organizar su vida desde el proyecto egoísta de poseer ilimitadamente siempre más y más, sino que debe aprender a compartir y solidarizarse con los más necesitados. Al hombre que vive dominado por el interés económico, aunque viva una vida piadosa y recta, le falta algo esencial para ser cristiano: romper la servidumbre del «poseer» que le quita libertad para escuchar y responder a las necesidades de los más pobres.
No tiene otra alternativa. Y no puede engañarse, creyéndose «pobre de espíritu» en lo íntimo de su corazón. Porque el que realmente tiene alma de pobre, no puede seguir disfrutando tranquilamente de sus bienes mientras junto a él hay hombres necesitados hasta de lo más elemental.
Y no podemos tampoco engañarnos nadie, creyendo que «los ricos» siempre son los otros. La situación de crisis económica que está dejando en paro a tantos hombres y mujeres nos puede obligar a revisar nuestros presupuestos de vida, para ver si no debemos reducirlos y solidarizarnos de manera concreta con ellos. Sería un buen «test» para descubrir si servimos a Dios o a nuestro dinero.
(D)
No podéis servir a Dios y al dinero Lc 16,1-13
Probablemente, todavía no nos hemos percatado del profundo cambio socio-cultural que se ha producido entre nosotros, cuando grandes sectores de la sociedad han tenido acceso a un consumismo masivo.
En pocos años, la tecnología ha hecho posible la producción de toda clase de objetos, ingenios y aparatos. Pero, naturalmente, para poder venderlos, ha sido necesario estimular el apetito de los posibles compradores. Se han producido entonces dos hechos revolucionarios que van a configurar en adelante el estilo de vida del hombre contemporáneo.
Por una parte, se pone en marcha una publicidad cada vez más intensa y agresiva que acosa a las personas a lo largo de toda su vida, tratando de seducirlas con un mensaje muy sencillo: el ideal más deseable consiste en poseer cosas y disfrutarlas. Sin eso, la vida queda manca y sin aliciente.
Por otra parte, con el fin de facilitar la compra, se introduce el sistema de la venta a plazos. De esta manera, todos pueden tener ya acceso al consumismo masivo y adquirir toda clase de productos.
Sin duda, todo ello ha traído consigo una mejora de las condiciones de vida, que hemos de valorar y agradecer debidamente. Pero, al mismo tiempo, ha introducido un estilo de vivir enormemente peligroso, que no hemos de ignorar.
Para muchas personas, el ideal supremo consiste en ganar más, para tener más y disfrutar más. Se ha despertado en la sociedad un deseo insaciable de cosas. «De la satisfacción de necesidades hemos pasado a la insaciabilidad de las necesidades» (l. M.Mardones).
Poco a poco, este consumismo descontrolado va configurando la vida de no pocas personas. «El hombre consumista» lo ve todo desde la utilidad o satisfacción que le puede reportar. Incluso en las relaciones con las demás personas, se acostumbra a buscar la rentabilidad o el placer que el otro le puede proporcionar, no el encuentro amoroso y la mutua entrega.
De esta manera, «el consumista» corre el riesgo de volverse insolidario. No ve las necesidades y sufrimientos de los otros. Sólo vive para acaparar cosas, acumular experiencias placenteras y atrapar posesivamente a las personas.
Tampoco Dios tiene sitio en su corazón. Su religión es el consumo. No puede acoger a Alguien que es Amor. En último caso, sólo entendería una relación mercantilista con Dios: darle misas, oraciones y culto para ganar méritos y poseer el cielo.
En esta cultura del consumo resuenan con nueva fuerza las palabras de Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero.» No se puede vivir consumiendo egoístamente toda clase de bienes y pretender, al mismo tiempo, ser fieles a un Dios que pide amor y fraternidad.
(E)
En el evangelio de hoy Jesús termina diciendo: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Seguro que esta incompatibilidad Jesús la había visto con sus propios ojos en muchas personas en las que había entrado la obsesión por el dinero. Ese afán de dinero y de riquezas se convierte en un tirano o en un dios que destroza y esclaviza a las personas y las incapacita para saborear las cosas más bonitas del evangelio y del Reino de Dios. Pero es que también la codicia de dinero produce otras muchas desgracias.
El profeta Amós, en la primera lectura, describe los rasgos terribles de esas personas poseídas por la codicia de dinero. Dice que exprimen al pobre, que despojan a los miserables, que la sed de dinero les impide guardar las fiestas, que hacen trampas aumentando el precio o usando balanzas trucadas y que llegan a comprar por dinero al pobre y por un par de sandalias a los más necesitados. Son acusaciones terribles de realidades que ocurrían en tiempos del profeta Amós, pero que siguen ocurriendo en nuestro tiempo, dominado por las leyes inhumanas del mercado. Nadie podrá negar que ahora también se compra por dinero al pobre y que, cuando hay muchos pobres, resultan muy baratos. Bastaría con mirar las condiciones en que se contratan a los pobres emigrantes sin papeles o a personas angustiadas por su extrema pobreza. Son la llamada «mano de obra barata» que permite a unos pocos enriquecerse escandalosamente a costa del sufrimiento y de la miseria de otras muchas personas. Por más que las leyes del mercado permitan estas cosas, a los cristianos esto nos suena a robo, a injusticia y a atropello contra los pobres de Dios. Viendo eso, llegamos a la conclusiónespantosa de que, en esta sociedad capitalista en que vivimos, los pobres valen menos que el dinero y los caprichos de los ricos. ¿Dónde está ahí la fraternidad y el amor entre todos los hombres que Jesús predicaba en el evangelio? Sabemos que el afán de riquezas es un veneno que envenena las relaciones entre las personas y los pueblos y hace sufrir inmensamente a los pobres del mundo.
A la vista de todo esto, no es extraño que Jesús proclamara la incompatibilidad entre Dios y el dinero. En nuestra vida, aunque queramos hacer equilibrios, no podemos unir nuestra sed de Dios con nuestra sed de riquezas. En lo profundo de nosotros mismos, nuestro Señor no puede ser el dinero, que nos esclaviza, sino nuestro Dios, que nos libera. Y si el afán de dinero se nos metiera en el corazón, quizás algún día pudiéramos llegar a ricos, pero seguramente sería al precio de abandonar y desentendernos de los pobres y de arrinconar a Dios en el rincón más oscuro de nuestra vida, y nos llevaría a perder el gusto por las cosas de Dios, a valorar menos la oración, el evangelio, la misa del domingo, el trabajo en la parroquia y la intensidad de la vida cristiana. Es que, como decía Jesús, no es posible servir a Dios y al dinero.
Y si no somos de fiar en cosas de tan poca monta como el dinero y las riquezas, el Señor no nos confiará otros tesoros más valiosos y más hermosos que guarda en su gracia y en su cariño hacia nosotros. El Señor y su evangelio es nuestro tesoro y nuestra paga. Él sacia de verdad nuestra sed más profunda. Nosotros tendremos que vigilar mucho para que nuestras aspiraciones no vayan por el camino de hacernos más ricos cada día, sino por el de ser mejores personas según el evangelio que nos predicó Jesús.
Oración de los Fieles
(A)
Acudimos llenos de confianza a Dios Padre para presentarle nuestras necesidades: ¡Acoge, Señor, nuestra oración!
Para que la Iglesia no se quede nunca anclada en formas y ritos, sino que se deje renovar por el aire limpio del Evangelio. Oremos.
Para que crezcamos en humanidad y en entrega, haciendo nuestras las causas nobles de las personas. Oremos.
Para que todos los pueblos y naciones alcancen el verdadero desarrollo y sus gentes puedan vivir dignamente y en paz. Oremos.
Para que los que llevamos el nombre de cristianos vivamos sirviendo a los más necesitados. Oremos.
Para que nuestra comunidad (parroquial) sea un espacio de entrega y de apertura a las personas. Oremos.
Oración: Acoge, Señor, nuestra oración y concédenos aquello que nos ayude a ser mejores testigos tuyos. Por Jesucristo.
(B)
Siguiendo la llamada de Pablo oremos a Dios, Padre bueno, por todos, presentando nuestras necesidades.
Por la Iglesia; que la opción preferencial por los pobres esté presente en toda la acción pastoral. Oremos:
Todos: Ayúdanos a vivir de tu Espíritu
Por todos los que ocupan cargos; para que contribuyan a que todas las personas vivan dignamente, en paz y libertad. Oremos...
Para que nunca nos cansemos de trabajar ni nos avergoncemos de pedir ayuda para los hermanos que lo necesitan. Oremos...
Para que optemos convencidos y alegres por el Dios de Jesús y no por el becerro de oro. Oremos...
Para que no nos dejemos maniatar por los bienes materiales y los utilicemos siempre al servicio de las personas. Oremos...
Dios Padre, por tu Hijo Jesús supimos que las señales de tu Reino son hacer el bien y evangelizar a los pobres; danos fe y amor para seguir su ejemplo. Te lo pedimos por el mismo Jesús que vive y nos ama por los siglos de los siglos. AMÉN.
(C)
Oremos, hermanos y hermanas, por toda la humanidad y por todas sus necesidades; para que nunca falte a nadie la ayuda de nuestro amor:
A cada petición respondemos: Señor, ten piedad.
Para que la Iglesia esté al lado de los pobres con testimonio liberador. OREMOS...
Por los que detentan la autoridad, para que sean conscientes de su responsabilidad y la ejerzan como servicio. OREMOS...
Para que demos el justo valor al dinero y nunca queramos mejorar oprimiendo a los otros. OREMOS...
Para que nuestra Comunidad sea un símbolo de humanidad y de Evangelio en medio del pueblo. OREMOS...
Por los enfermos, por las necesidades de nuestros vecinos y por todas nuestras intenciones. OREMOS...
Dios nuestro, que nos llamas a amarte y a servirte como a único Señor, ten piedad de nuestra débil condición humana y escucha nuestras oraciones; líbranos del deseo de poseer riquezas y haz que, alzando al cielo nuestras manos limpias, te rindamos un culto puro, agradable a tus ojos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Rito y gesto de ofrendas
Nómina: Señor, te presentamos la honradez del trabajo diario, para que te fíes de nosotros en cualquier proyecto que nos pidas.
Libreta de ahorros: Señor, necesitamos cosas, pero nada es más importante que Tú.
Gesto: Alguien aparece en medio de la asamblea con una almohada. Dice: El cristiano auténtico no sueña con el dinero, no está obsesionado. Le preocupan otras urgencias. las de Dios.
Plegaría Eucarística
Te damos gracias y te reconocemos, Señor,
como autor de todo lo creado
que nos hace la vida más fácil y agradable.
En este momento sobran las discordias,
los recelos, el desamor,
y ésa es la realidad que Tú quieres que transformemos,
porque tu proyecto salvador es siempre de entrega y de servicio. Y para esta tarea, frágiles como somos,
te haces presente, Señor,
como pan de vida en la Eucaristía,
que alimenta nuestra vida y renueva la esperanza.
Unidos a todos los cristianos
y a todas las personas buenas de todos los tiempos,
te decimos:
Santo, Santo, Santo...
Padre nuestro
Tú eres el único Dios, los demás son ídolos. Por eso eres el primero en nuestro corazón y por eso te decimos con confianza.
Padre nuestro...
Nos damos la paz
Si no somos fieles en las cosas pequeñas, no podemos vivir en paz. Si la honradez no empapa nuestras relaciones humanas de familia, de amigos, de vecinos, no podemos vivir en paz. Vamos a pedirle a Dios que venga su paz y la vamos a repartir entre nosotros... La paz del Señor esté siempre con vosotros...
Compartimos el pan
Si comulgamos es porque estamos unidos a Dios y a Jesús. Necesitamos la comunión para ser honrados hasta en los más mínimos detalles.
Oración después de la comunión
Con la fuerza de la Eucaristía que hemos compartido, te damos gracias, Señor, y te rogamos que la fuerza siempre presente de tu Espíritu Santo nos mantenga activos para vivir en todo momento como a ti te agrada. Por Jesucristo...
Bendición
Nos podemos desentender de los problemas de nuestros hermanos, pero Dios no deja de ser sensible y compasivo. Más aún, nos reprocha que no seamos más comprometidos.
Intentemos vivir con dignidad siendo inconformistas con todo lo que nos rodea que no sea querido por Dios.
Para ello que la bendición de Dios...
Feliz semana para todos.
Reflexión final
La avaricia, el lujo, los gastos superfluos de unos pocos continúan favoreciendo la desnudez, la carencia de otros. Sólo un dato: un niño nacido en Estados Unidos consume como 12 chinos, 30 indios, 280 tanzanos o 422 etíopes. Aunque éste sea un peso que recaiga sobre la humanidad, el evangelio habla claramente de la inversión de valores, concretamente en el aspecto de posesiones materiales, entre esta vida y la otra. Y desde ahí es una denuncia al orden injusto que hace que el ser humano viva sin ver a sus semejantes. Quien atesora riquezas se olvida de Dios y de sus hermanos.
Y Lucas llama a la conversión de todos los que vivan apegados a sus bienes. ¿Es difícil que un rico cambie? Ahí tenemos el ejemplo de Zaqueo, y la exhortación de las bienaventuranzas o del Magníficat. La parábola sigue siendo de escalofriante actualidad. Pero hoy, aquí y ahora, puede tener un final distinto.
0 comentarios:
Publicar un comentario