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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y reflexiones para el XXV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 16, 1-13) - Ciclo C
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viernes, 17 de septiembre de 2010

Homilías y reflexiones para el XXV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 16, 1-13) - Ciclo C

Publicado por Iglesia que Camina

ESPECIALISTAS EN ARREGLOS

Somos especialista en hacer arreglos. Nos cuesta poco creer en Dios y luego vivir sin Él. Nos cuesta poco bautizarnos y luego vivir de cualquier manera. Nos cuesta poco casarnos por la Iglesia y vivir luego como paganos. Nos cuesta poco armar una gran boda y divorciarnos a los dos años. El hábito, la costumbre o simplemente la inconsciencia nos especializa en hacer arreglitos para que todo quede en armonía sin que tengamos demasiados disgustos por ello.

Confesamos solemnemente: “Creo en la Iglesia una, santa, católica”, aunque luego seamos los primeros en negarla, criticarla o simplemente prescindir de ella. Alguien pudiera llamar a todo esto el “arte de armonizar los contrarios”.

La parábola del “mal administrador” del Evangelio de hoy es el caso de uno de esos que enseguida soluciona las cosas. Va a ser despedido por su mala administración y ahora la remata cambiando y modificando todas las facturas. Hasta el dueño le admira de la inteligencia y agudeza para arreglar chanchullos. Habría que echar una miradita por ahí a nuestros libros de contabilidad para ver cómo andan las cosas.

Sin embargo, Jesús termina con una advertencia muy clara y que, de ordinario, nos resbala un poco: “No se puede servir a dos amos.” Nadie puede servir a la verdad y a la mentira al mismo tiempo. Nadie puede ser luz y sombra a la vez. Nadie puede decirse creyente e incrédulo o pagado al mismo tiempo. O somos una cosa o no lo somos. O estamos en la verdad o en la mentira. Nada de componendas y arreglos para que la mentira parezca verdad. Ser o no ser, es el principio del Evangelio. O somos o no somos. Pero nada de ponerle cremas a la mentira y al engaño. Nada de ponerle cremas a la infidelidad y al amor. Si somos infieles no podemos decir que amamos, porque nadie podrá decir que amamos mintiendo y engañando.

Jesús hace una afirmación bien explícita: no se puede servir a la billetera y a Dios al mismo tiempo. Tampoco se puede lavar la billetera echando unos centavos en el sombrero o en la mano de un necesitado. Es decir, el Evangelio de hoy es un aviso: hay que vivir en la verdad. Nada de camuflajes y engaños. Nada de confundir las cosas. O somos creyentes o no lo somos. O somos Iglesia o no lo somos. O Dios es el centro de nuestra vida o no lo es. O Dios ocupa el lugar que le corresponde, pero nada de engañarle luego con la Novena a San Antonio o a San Juan Nepomuceno. No podemos confundir el uno con el dos y menos con el tres o el cuatro. Cada uno es lo que es. Lo primero será primero y no tercero o cuarto. Dios no puede ser una “Post Data” a una carta, como tampoco puede ser una “Post Data” de nuestras vidas.


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CONSEJOS BARATOS Y ÚTILES

Si te encuentras con un niño: valóralo.
Tú también fuiste niño alguna vez.
Si te encuentras con joven: anímalo.
Tú también fuiste joven alguna vez.
Si te encuentras con un adulto: fortalécelo.
Tú también lo fuiste alguna vez.
Si te encuentras con un anciano: admíralo.
Tú lo serás alguna vez.

Si te encuentras con un rico: dile que utilice bien su riqueza.
Alguna vez tú también has deseado serlo.
Si te encuentras con un pobre: dale algo de lo tuyo.
Es posible que alguna vez tú lo seas.
Si te encuentras con un enfermo: dale esperanza.
También puedes enfermarte.
Si te encuentras con uno que ha caído: levántalo.
Puede que tú caigas algún día.
Si te encuentras con un fuerte: felicítalo.
Tú también quieres ser fuerte.
Si te encuentras con un débil: hazle sentir que también él puede.
Si te encuentras con un cansado: dale aliento para que siga adelante.
Tú también puedes cansarte.

Si te encuentras con uno que se ha equivocado: muéstrale el camino.
También tú puedes equivocarte.
Si te encuentras con un pecador: invítalo a la conversión.
También tú necesitas convertirte.
Si te encuentras con un santo: imítalo.
También tú puedes serlo.

Si te encuentras con el sol: déjate iluminar.
También tú estás llamado a ser luz.
Si te encuentras con la luna: sonríele.
También tú eres luz en la noche de los hombres.
Si te encuentras con una flor: admira su belleza.
También tú estás llamado a adornar el mundo.
Si te encuentras con el canto de un pájaro: escúchalo.
Tú también puedes cantar.
Si te encuentras conmigo: no me cierres el paso.
Yo también soy peregrino como tú.


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INÚTILES PERO PELIGROSOS

Hay gente muy inútil, pero que hace mucho daño.
Hay gente que no hace nada, pero tampoco deja hacer a los demás.
Hay gente que nunca piensa e impide que piensen los demás.
Hay gente que nunca sonríe y le molesta que sonrían los demás.
Hay gente que nunca sueña y no deja soñar a los demás.
Hay gente que vive en el pasado y prohíbe a los demás vivir en el presente.
Hay gente que nunca ha amado y se molesta que otros amen.
Hay gente que nunca ha servido a los otros y le fastidia que otros sean serviciales.

Los que murmuran, se dedican a destruir. No saben construir.
Los que murmuran, no construyen la historia, pero destruyen a quienes quieren construirla.
Los que murmuran, no construyen comunidad, pero destruyen a quienes la quieren construir.
Los que murmuran, no crean solidaridad, pero destruyen a los solidarios.
Los que murmuran, no hacen el bien, pero destruyen a quienes lo quieren hacer.
La murmuración es como la polilla: carcome las vidas por dentro, es como la un virus del que uno sólo se da cuenta cuando ya nos viene la fiebre.

Hay gente que se pasa la vida mirando a los demás. Los tienen siempre vigilados.
Hay gente que sólo le preocupa por lo que piensan y dicen los demás. En el fondo les tienen miedo. Hay gente que necesita de los malos. Es la única manera de sentirse ellos mejor.
Hay gente que necesita que los otros fallen. Condenándolos, se sienten ellos mejores.
Hay gente que necesita que los demás se equivoquen, les encanta corregir. De ordinario, se trata de gente que nunca se mira en su propio espejo. Si alguna vez se mira, primero se maquilla bien.
Hay gente que le encanta condenar a los demás, es que no tienen otra cosa que hacer.
Hay gente que le encanta juzgar a los demás. Es la única manera de utilizar su cabeza.
Hay gente que le encanta acusar a los demás. Es un punto que se ganan con los de arriba.



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BUSCANDO LA ARMONÍA CONTIGO MISMO

- Alimenta tu mente con pensamientos positivos, ilusiones, ideales.
- Decide mirar sólo lo positivo que encuentres en tu camino.
- Decide descubrir las bondades de los demás.
- Escoge unos minutos para estar a solas contigo mismo.
- Escoge unos minutos para estar con Dios, los dos a solas.

- Acostúmbrate a regalar siempre tu sonrisa.
- Acostúmbrate a hablar con Dios en silencio, aunque estés con la gente.
- Acostúmbrate a alabar las cualidades de los demás.
- Acostúmbrate a disimular los defectos de los otros, al menos, si no tienes el coraje de corregirle amablemente.
- Acostúmbrate a recordar las cosas buenas de tu vida, tus momentos más felices.
- Acostúmbrate a decir siempre sí, aunque esto perturbe tu comodidad.
- Acostúmbrate a hablar siempre bien de los otros, sobre todo, si no están presentes.
- Acostúmbrate a disculpar las debilidades de los otros.
- Acostúmbrate a ser fiel a la hora de tus compromisos.
- Acostúmbrate a decir siempre la verdad. Si no tienes nada bueno que decir, cállate.

- Si no tienes nada bueno que decir, mejor te dedicas a escuchar.
- Si tienes cosas buenas que comunicar, no te quedes en silencio.
- Si tienes algo que pueda ayudar a los demás, compártelo.
- Si tu palabra puede herir, mejor te la callas. La mejor palabra es aquella que no se dice.

Ya ves. Las cosas no son tan complicadas como a veces pensamos. Hay momentos en los que te dicen que necesitas de un psicólogo, pero la mayor parte de las veces tú eres tu mejor psicólogo. Además te resulta más barato, no tienes por qué pedir cita, no pierdes tiempo en ir a su consultorio, no pierdes la plata de tu bolsillo. Y te apuesto que los éxitos son los mismos. ¿Qué no lo crees? Haz la prueba y verás.



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EL ECO DE LAS MONTAÑAS

Una de las cosas que más me sorprendía siendo niño era sentir el eco de mi voz en las montañas. Era yo el que gritaba y las montañas me devolvían mi voz. Mientras cuidaba del ganado me pasaba horas gritando y escuchándome, admirado de poder escucharme a mí mismo, como si yo estuviese allá lejos y me respondiese con la misma voz. Este fenómeno acústico que sólo tarda unos segundos en regresar a nosotros, parece una bella parábola de la vida.

La mejor palabra de los padres son los hijos
y los hijos son el eco de la palabra de los padres.
La mejor Palabra de Dios es Jesús
y Jesús es el eco de la Palabra de Dios.
Cuando decimos a alguien “yo te amo”,
alguien nos responde “yo te amo”.
Porque nuestro amor al otro,
vuelve a resonar en nuestro corazón.
Cuando decimos a alguien “te odio”,
alguien nos responde “yo te odio”.
Porque nuestro odio a los demás,
vuelve a resonar en nuestros corazones.

El prójimo es como la montaña que nos devuelve el eco de la voz de nuestro corazón, de nuestra generosidad o de nuestra indiferencia y olvido. Si alguien quiere escucharse a sí mismo, lo mejor no es grabar su voz en un CD, sino escuchar el eco que nos viene de nuestros hermanos, de la esposa o esposo que tengo a mi lado, de los hijos que crecen o de los hombres y mujeres que se cruzan en mi camino. El prójimo es para nosotros el eco de la voz de Dios que nos ama y nos bendice.

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WebJCP | Abril 2007