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domingo, 12 de septiembre de 2010

Anunciando a cada paso el amor del Resucitado

Homenaje y gratitud a los misioneros argentinos en Angola, dando vida a las comunidades, desde el servicio paciente y heroico, anunciando a Cristo y su Evangelio


Queridos Secretarios Nacionales de las OMP, miembros de Secretariados y Equipos Nacionales de las OMP, Comunidad de Hermanas, Personal, Colaboradores de esta Sede Nacional de las Obras Misionales, Directores Diocesanos de las OMP, Equipos Diocesanos y Miembros de la Pastoral Misionera, queridos amigos y amigas de las OMP de Argentina:

Regresando a nuestra patria, luego de 19 días en los cuales se llevó a cabo la Visita Pastoral a los misioneros/as argentinos/as presentes en Angola (África), y por medio de ellos a toda la Iglesia angoleña, hemos podido hacer realidad el objetivo planteado desde la Comisión Episcopal de Misiones de la CEA. Junto a Mons. Luís A. Collazuol, Obispo de la diócesis de Concordia y miembro de la CEM y en esta ocasión con la compañía del Pbro. Daniel C. Petelín, sacerdote diocesano de Concordia, misionero por 6 años en Benin (África) y miembro del Equipo Nacional de Misión Ad Gentes (dependiente de la Pontificia Obra de la Propagación de la Fe), visitamos desde el 18 de julio al 5 de agosto a los argentinos/as que se encuentran prestando su servicio misionero en Angola.

Dicha visita pastoral fue alentada y organizada por el P. Marcelo Ciavatti (sacerdote argentino, salesiano, misionero en Angola desde hace más de 20 años) a quien le agradezco mucho sus gestos y delicadezas para con nosotros, su atención y compañía. El objetivo primordial fue el conocer a los misioneros argentinos y su labor, hacerles sentir la gratitud y cercanía espiritual, afectiva, de la CEM, de las OMP y de cada una de nuestras Iglesias diocesanas de Argentina, llevando a cabo lo que nos enseña el Magisterio de la Iglesia acerca de la “Corresponsabilidad por todas las Iglesias”. Por eso fuimos a ver, escuchar, compartir, aprender de ellos, y de la entrega generosa a la misión que cada uno de ellos ha hecho y vuelve a hacer cada día.

“No podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20)

Fue una visita con ritmo muy intenso, dando inicio a la jornada a las 5:00hs. cada mañana, para finalizar a las 22:00hs. aproximadamente. Los misioneros argentinos son alrededor de 40, un número importante de Salesianos, pero también de distintas Congregaciones: Hnas. Auxiliares Parroquiales de Santa María, Siervas del Espíritu Santo, Pobres Siervas de la Divina Providencia, Esclavas del Divino Corazón, Misioneras Franciscanas de la Natividad de María, Operarios Diocesanos y Sociedad de Misiones Africanas. Pero así como nos hemos encontrado con religiosos/as, sacerdotes, también hemos podido compartir con numerosos laicos, familias misioneras y voluntarios.

Recorriendo la ciudad de Luanda, capital de Angola, de aproximadamente seis millones de habitantes (con capacidad para contener solo a 400.000), hemos visto un crecimiento poblacional que nos ha sorprendido. El aumento de la población ha sido a causa de los refugiados de la guerra; una guerra que aniquiló el país entre los años 1975 - 2002 y que muchos la llamaron como una “guerra fraticida” (guerra entre hermanos). Luanda es hoy una ciudad que carece de lo indispensable: agua, seguridad, orden público, educación, salud, viviendas dignas, etc.

Transitar por la ciudad fue todo una aventura, observar el drama y el flagelo del hambre, la enfermedad, la falta de higiene y las “leyes acomodadas” para unos pocos en detrimento de la inmensa mayoría (signos visibles de las mutilaciones sufridas por las minas que aún hoy siguen estallando), muchos de los cuales se arrastran, literalmente hablando, por las calles de Luanda, buscando sobrevivir. Esta es la mayor vergüenza de un país cuya riqueza es el petróleo y el diamante, de lo cual la mayoría de la población no recibe beneficio alguno, ni lo conoce.

Durante nuestra estadía en Angola, transitamos más de 3.500 kilómetros por rutas y “caminos” para poder llegar a ciudades, poblados y aldeas e ir al encuentro de los misioneros argentinos. Llegamos a Viana, Kala Kala, Cabiri, Dondo, Kibala, Mussende, Huambo, Calulo, Sumbe, Kikolo, Kifangondo, Ndalatando, Kalandula, Malanje, Kakulama, Pungo Ndongo, entre otros.

El martes 27 viajamos vía aérea hacia Lwena, la diócesis más grande de Angola, a 1200 km de distancia de la capital, cuya extensión es de 223.000 km2, el Obispo diocesano es argentino, misionero salesiano, Mons. Jesús Tirso Blanco.
Recorrimos las distintas obras y proyectos que llevan adelante los Padres Salesianos junto al Hno. Gastón (argentino) y un equipo de voluntarios. Al día siguiente viajamos acompañando el Obispo Tirso Blanco por caminos muy difíciles de transitar, aunque el nos demostró que conocía muy bien todos los caminos. Llegamos a comunidades y aldeas: Luao, Lumeje Cameia, Liangongo.

Visitamos el Seminario Diocesano “San Juan María Vianney”, donde se forman actualmente 19 seminaristas, compartimos la misa y vísperas. Nuestra estadía en aquel lugar fue solo de 48 hs. pero de intenso diálogo, compartir y descubrir la gran necesidad de brindarle apoyo misionero a este Obispo compatriota que se moviliza para acercar un poco más a su gente a Dios, cuenta con unos pocos sacerdotes y unas grandes extensiones geográficas.

Luego regresamos a Luanda, para retomar las visitas y encuentros. Visitaríamos a varios Obispos, entre ellos al auxiliar de la Arquidiócesis de Luanda, Mons. Anastacio Cahango; al Obispo de la Diócesis de Caxito, Mons. Antonio Francisco Jaca, sdv; al Obispo de la Diócesis de Sumbe, Mons. Benedito Roberto; y al de la Diócesis de Dundo Lunda Norte, Mons. Joaquim Ferreira Lopes ofm cap.

En nuestros días de visita y permanencia en Luanda, fuimos acompañados por los sacerdotes Marcelo Ciavatti, Martín Lasarte y Roberto Mussante (todos ellos de la comunidad salesiana); visitamos la casa provincial, la pastoral juvenil, la comunidad del Buen Pastor, la casa de acogida “Mamá Margarita”, el jardín de infantes en el Mercado, la comunidad de Cristo Rey, Ilha, Mabubas (Santo Domingo Sabio), Trilhos (San Francisco), Santa Bakita, Palanca y la enorme extensión que abarca la “Lixeira” (“basura”), nombre que adopta un barrio muy popular, de extrema pobreza, formando parte de una “villa miseria” de 30 km de extensión, donde la familia salesiana lleva adelante un Centro Educativo con tres turnos de escolaridad y más de 3.600 alumnos, donde se comprometen día a día a través de distintos emprendimientos sociales y de evangelización en el caminar de un pueblo que sufre, que se entierra en la pobreza que los ahoga, pero a la vez un pueblo que canta, baila, cree y espera…..un pueblo que tiene fe y lo demuestra.

Todo lo que he visto y oído en distintos puntos del país, sobre la obra salesiana, en poco más de 25 años de presencia, me lleva a alabar y dar gracias a Dios, porque el espíritu de Don Bosco esta vivo en tantos hombres y mujeres, laicos y consagrados que lo hacen presente como al hombre que supo encarnar el rostro vivo de Jesús resucitado.

Queridos amigos, muchos han sido los caminos y los kilómetros recorridos, mucha la pobreza extrema que he podido ver, mucho dolor y sufrimiento de niños, mujeres y ancianos, mucha es el hambre de pan, mucha inseguridad y el atropello de quienes dicen “tener la autoridad”, mucho por hacer después de 27 años de guerra cruel…
Pero…muchos misioneros, de muchos países y lenguas que se hacen uno para anunciar a Jesús, su Evangelio y valores, más allá de su nacionalidad, de su diócesis o congregación, se hacen uno para servir en la misión, día a día…con paciencia y valentía.

He recibido, al igual que mis compañeros de viaje, la mejor atención, delicadezas y gestos de fraternidad. La casa “su casa” que nos dejó la Hna. Cristina en Mussende para alojarnos; la compañía y fraternidad permanente del P. Marcelo, al igual que de toda la comunidad salesiana. El pan caliente, recién preparado para compartir al llegar a los hogares; las ofrendas en frutas, verduras y gallinas en las aldeas…los cantos, danzas y bailes en homenaje a los visitantes, el inclinarse y besar nuestras manos; levantar sus manos para saludarnos al paso del vehículo por caminos tapados de tierra colorada; el pescado o la comida para compartir sobre la mesa…el testimonio de querer levantarse, reconstruir la nación quebrada, hacer presente una Iglesia servidora, que se inclina para lavar los pies al hermano que sufre, que padece, que grita, que clama pidiendo ayuda…allí están ellos y ellas: los misioneros/as argentinos/as, en la vanguardia, haciendo realidad lo que nos dice Jesús… ir hasta los confines del mundo a anunciar el Evangelio. Gracias a ustedes, queridos/as misioneros/as por enseñarme con su testimonio a descubrir de manera tan amorosa y misericordiosa el paso de Dios por mi vida…por nuestras vidas.

Gracias por permitirme entrar aunque sea un momento en sus vidas, gracias por la apertura, por darse todo, como si no tuvieran otra cosa que hacer (comprobando yo mismo todo lo contrario), gracias queridos/as misioneros/as argentinos por hacer más grande nuestro país y por enseñarme a derribar las fronteras y límites que no construyen, que no edifican, sino que solamente dividen. Gracias por el abrazo que nos estrechamos, y así poder acercar un poco más los dos continentes.

A mis hermanos y hermanas, amigos y colaboradores de OMP, gracias a todos los que me acompañaron en esta vivencia cargada de la fuerza, del soplo de Dios, con la cercanía y oración. Hay mucho por hacer… la misión continua!


Publicado por OMP Argentina

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WebJCP | Abril 2007