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MISIONEROS EN CAMINO: XXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 13, 22-30) - Ciclo C: ¿EL CIELO? ¡PUERTAS ABIERTAS!
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jueves, 19 de agosto de 2010

XXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 13, 22-30) - Ciclo C: ¿EL CIELO? ¡PUERTAS ABIERTAS!



Antes, puede que muchos… pero ¿ahora? ¿Indagan las generaciones más jóvenes sobre su futuro en la eternidad? Incluso, los católicos más practicantes, ¿creen/creemos en esa realidad misteriosa del infierno, la condenación, la salvación, el abrazo y la visión de Dios?
1.- Todo arquitecto que se tenga por tal, tiene su proyecto. Y Dios, que desde el principio diseñó y creó toda la humanidad, también tiene sus ideas. Una de las más importantes –y no lo olvidemos- es el atraernos a todos hacia El. Ese es su orgullo y, esa, es su gloria: disfrutar de una eterna fiesta rodeado de todos sus hijos e hijas. Qué bien está expresado todo ello en las lecturas de hoy.
Pero ¿nos salvaremos todos? ¿Hay sitio en el cielo para todos los que creen y esperan en Dios? Como siempre, queremos reducir o medir el espacio de Dios con la lógica y el metro del mundo. No hemos alcanzado la altura y ya soñamos con el triunfo. No hemos agarrado con la mano la copa de la salvación, y ya estamos hablando de ella.
Perseverar, seguir adelante con y fe y con esperanza ha de ser nuestro cometido. ¿Que el dar con la puerta del cielo es difícil? Puede que sí. Pero la pregunta tendría que ser la siguiente: ¿quiero o no quiero salvarme? ¿Deseo o no deseo ver a Dios? ¿Prefiero vivir en mis paraísos terrenales –que pronto se acabarán- o dejar un espacio en mi corazón, en mi mente y en todo mi ser para esa realidad que el Señor me ofrece en el cielo?
2.- La fe es exigente. Acercarse al Antiguo y Nuevo Testamento (podemos leer con detenimiento la vida de los profetas, las pruebas de los apóstoles) o incluso el martirologio de las primeras comunidades cristianas, es comprobar que la fe es exigente. Pero, esa fe, era tan fuerte, tan decisiva….que con su vida honrada, comprometida, evangélica y llena de Dios daban testimonio de lo que creían. Cumplir la voluntad del Creador era, para todos ellos, un privilegio, un don, un regalo bajado del cielo y perder la vida, por Jesucristo, un inmenso placer.
¿Qué ocurre con nosotros? Ni más ni menos que, miramos al cielo, y pensamos que en el cielo “todo son puertas abiertas”. Por supuesto que la bondad de Dios es tremenda, gigantesca. Pero no menos cierto es que al Señor le gustaría que nuestra vida fuera más agradable ante sus ojos y no tan blanda o tan falta de sentido. ¿Que nos parece que en el cielo todo es “Jauja”? ¿Que creemos que Dios, por ser nuestro Padre, puede comprender y pasar por alto todas nuestras travesuras, incoherencias, caprichos? ¿Y? ¿Es bueno pensar así?
3.- En el fondo, amigos, el relativismo (sobre todo de los valores eternos, de todo lo referente a la religión) se nos ha metido también por “la gatera” en nuestra conciencia, en nuestra forma de pensar y de vivir a Dios. En el sentir y estar con la Iglesia. Y lo cierto es que “no todo vale” “no todo cuela”. Y que, corregirse, no es de necios sino de inteligentes. Saber que podemos ser mejores, perfeccionarnos un poco más y, cuando Dios quiera, que con su mano nos salve para gozar con El en la eternidad.
Ver sólo puertas abiertas en el cielo, en la tierra, en la escuela de los valores que ciertas leyes nos ofrecen, en la familia, en la conciencia y en la sociedad nos puede llevar a una autodestrucción y a un mundo con poco futuro.
4.- CORRÍGEME, SEÑOR
En el camino, por donde avanzo,
porque no siempre construyo ni siembro.
Quiero levantarme, y caigo
Hacer el bien, y edifico en el mal
Aventurarme, y me quedo en los mínimos
Seguirte, y me quedo en mí mismo
CORRÍGEME, SEÑOR
Porque, la salvación que Tú me ofreces
es eterna frente a lo efímero que veo
Es futura, no de hoy para mañana
Es universal, no para unos pocos
CORRÍGEME, SEÑOR
Necesito vivir en tu presencia
para que la soledad no me atrape
Necesito de tu Palabra eterna
y huir de las falsas y huecas
Que la vida, Señor, se acaba, pasa…y no vuelve
Que temo mal vivir, si no vivo contigo
Desgastarme sin ofrecerte de mí lo mejor
Morir y, por el sendero, haber dejado sólo tropiezos
Y, adentrarme por puertas espaciosas
que me han conducido a la infelicidad y desencanto
CORRIGEME, SEÑOR
Aún estoy a tiempo:
de dar con la puerta que conduce a tu Paraíso
de abrir la puerta que lleva a la felicidad auténtica
de empujar la puerta que me enseña la eternidad
de contemplar, detrás de tu puerta,
que sólo vives Tú, que sólo reinas Tú
y que, en el cielo, aún siendo difícil entrar
la llave y la clave la tenemos en la FE que Tú nos das
Amén

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WebJCP | Abril 2007