Por Javier Leoz
La ciencia, unida a la técnica, se convierten en dos corrientes que acotan irremediablemente el horizonte de todo lo que no sea algo práctica, experimentable. Se han convertido, y hay que asumirlo, como una ideología dominante. Nuestro bienestar, y no pasa nada por reconocerlo, está supeditado al mundo de lo sensorial:
-Vales tanto tienes
-Existe aquello que ves
-Fíate de lo que tocas
-No hay otra realidad superior al propio hombre
1.- San Pablo, en el impresionante texto que acabamos de proclamar en la segunda lectura, nos recuerda una vez más la clave de nuestra experiencia religiosa, de nuestro seguimiento a Jesús: “La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”.
El cristianismo, desde la promesa que nos hizo Jesús antes de marchar al cielo, es una religión en permanente guardia: esperamos la venida del Salvador. Por ser palabra de Jesús sabemos que se cumplirá. No sabemos cuándo ni de qué forma, pero el Señor vendrá. ¿Encontrará fe en nuestra tierra? ¿Topará con corazones interesados por las cosas de su Padre o totalmente volcados en lo efímero? ¿Heraldos manteniendo en lata de conserva su Evangelio o profetas denunciando y anunciando su Reino?
A veces, los cristianos, podemos aparecer un tanto acomplejados ante la coyuntura que nos toca vivir. Si esperamos algo bueno ¿por qué no damos razón de ello? ¿Por qué brillan –brillamos- por su ausencia los cristianos en las mesas redondas, medios de comunicación, tertulias, etc., en los que se debaten temas tan importantes como la vida, la Iglesia, los sacerdotes, la obra ingente que la comunidad cristiana realiza? En parte, la respuesta a este interrogante, viene dado no por el fallo de las enseñanzas de Cristo sino por la debilidad de los que decimos creer en ellas. Fuera entonces complejos, medias tintas, timideces absurdas o temores a ser señalados. ¿Acaso no es mejor morir con la cabeza alta que cerrar los ojos al mundo con la sensación de haber sido simples gallinas de corral?
2. - Alcanzar un tesoro en el cielo no es empresa fácil. Lo de la puerta estrecha es más verdad que un santo. Somos tan proclives a las puertas anchas de lo efímero que, querámoslo o no, preferimos lo aparente a lo eterno, el ahora al después, la calderilla al oro que no vemos. ¿O no?
Un anciano, a su nieto, le instruía con lo siguiente: “tengo en esta mano una moneda de dos euros; pero, si te esfuerzas un poco más, te garantizo que en el jardín, en un lugar escondido, tienes cien más”. El niño le contestó: “abuelo, dame esa moneda hoy, que los otros….ya los buscaré otro día”. En el fondo todos somos un poco como este niño. Lo inmediato nos puede y nos vence. El esfuerzo, la vigilancia, el sacrificio no son buenos amigos de las nuevas generaciones y, por ende, tampoco de los cristianos. Optamos por “los servicios mínimos” “cumplir el expediente” “unas oraciones de vez en cuando” “hoy sí, pero mañana no” “fe sí pero Iglesia no”, etc., etc.
Que seamos capaces de tomarnos en serio las cosas de Dios. Por treinta monedas vendió Judas al mejor amigo y, a veces, por cuanto menos entregamos, delegamos, olvidamos o marginamos a Jesús de nuestra propia vida.
Estar preparados, sin renunciar a lo elemental, es el mejor servicio que nos podemos hacer a nosotros mismos como creyentes; a una sociedad hedonista y caprichosa y al mismo Reino de Dios que se plantea y se construye a través de nuestra propia forma de ver el mundo.
-Vales tanto tienes
-Existe aquello que ves
-Fíate de lo que tocas
-No hay otra realidad superior al propio hombre
1.- San Pablo, en el impresionante texto que acabamos de proclamar en la segunda lectura, nos recuerda una vez más la clave de nuestra experiencia religiosa, de nuestro seguimiento a Jesús: “La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”.
El cristianismo, desde la promesa que nos hizo Jesús antes de marchar al cielo, es una religión en permanente guardia: esperamos la venida del Salvador. Por ser palabra de Jesús sabemos que se cumplirá. No sabemos cuándo ni de qué forma, pero el Señor vendrá. ¿Encontrará fe en nuestra tierra? ¿Topará con corazones interesados por las cosas de su Padre o totalmente volcados en lo efímero? ¿Heraldos manteniendo en lata de conserva su Evangelio o profetas denunciando y anunciando su Reino?
A veces, los cristianos, podemos aparecer un tanto acomplejados ante la coyuntura que nos toca vivir. Si esperamos algo bueno ¿por qué no damos razón de ello? ¿Por qué brillan –brillamos- por su ausencia los cristianos en las mesas redondas, medios de comunicación, tertulias, etc., en los que se debaten temas tan importantes como la vida, la Iglesia, los sacerdotes, la obra ingente que la comunidad cristiana realiza? En parte, la respuesta a este interrogante, viene dado no por el fallo de las enseñanzas de Cristo sino por la debilidad de los que decimos creer en ellas. Fuera entonces complejos, medias tintas, timideces absurdas o temores a ser señalados. ¿Acaso no es mejor morir con la cabeza alta que cerrar los ojos al mundo con la sensación de haber sido simples gallinas de corral?
2. - Alcanzar un tesoro en el cielo no es empresa fácil. Lo de la puerta estrecha es más verdad que un santo. Somos tan proclives a las puertas anchas de lo efímero que, querámoslo o no, preferimos lo aparente a lo eterno, el ahora al después, la calderilla al oro que no vemos. ¿O no?
Un anciano, a su nieto, le instruía con lo siguiente: “tengo en esta mano una moneda de dos euros; pero, si te esfuerzas un poco más, te garantizo que en el jardín, en un lugar escondido, tienes cien más”. El niño le contestó: “abuelo, dame esa moneda hoy, que los otros….ya los buscaré otro día”. En el fondo todos somos un poco como este niño. Lo inmediato nos puede y nos vence. El esfuerzo, la vigilancia, el sacrificio no son buenos amigos de las nuevas generaciones y, por ende, tampoco de los cristianos. Optamos por “los servicios mínimos” “cumplir el expediente” “unas oraciones de vez en cuando” “hoy sí, pero mañana no” “fe sí pero Iglesia no”, etc., etc.
Que seamos capaces de tomarnos en serio las cosas de Dios. Por treinta monedas vendió Judas al mejor amigo y, a veces, por cuanto menos entregamos, delegamos, olvidamos o marginamos a Jesús de nuestra propia vida.
Estar preparados, sin renunciar a lo elemental, es el mejor servicio que nos podemos hacer a nosotros mismos como creyentes; a una sociedad hedonista y caprichosa y al mismo Reino de Dios que se plantea y se construye a través de nuestra propia forma de ver el mundo.
3.- YO QUIERO TU TESORO, SEÑOR
Sin verlo, creo que merece la pena
porque, aun estando cerrado,
sus destellos me dicen
que me espera una gran sorpresa.
Ayúdame, Señor, a descubrirlo:
a estar preparado, en cuerpo y alma,
para cuando Tú llegues sin anunciarlo
a mirar en la dirección correcta
sin miedo a que, otros dioses, me distraigan.
YO QUIERO TU TESORO, SEÑOR
Aunque no sea inmediato,
aunque, su conquista, me cueste esfuerzo
aunque, algunos, me digan
que no merece la pena intentarlo.
YO QUIERO TU TESORO, SEÑOR
Si por lo que sea, prefiero el hierro al oro,
hazme recuperar el sentido común de las cosas
Que te ame por encima de todo
Que te espere más aquello de lo que yo veo y toco
Que vigile para que,
si llamas de mañana o por la tarde,
me encuentres despierto, anhelante, de pie
interesado por todo lo tuyo
YO QUIERO TU TESORO, SEÑOR
Frente a lo efímero, porque sé que es eterno
Frente a lo débil, porque sé que es fuerte
Frente a lo caduco, porque sé que es indestructible
Frente a lo presente que, hoy vive y mañana muere
porque sé, que en Ti, Señor, está el futuro
Amén
Sin verlo, creo que merece la pena
porque, aun estando cerrado,
sus destellos me dicen
que me espera una gran sorpresa.
Ayúdame, Señor, a descubrirlo:
a estar preparado, en cuerpo y alma,
para cuando Tú llegues sin anunciarlo
a mirar en la dirección correcta
sin miedo a que, otros dioses, me distraigan.
YO QUIERO TU TESORO, SEÑOR
Aunque no sea inmediato,
aunque, su conquista, me cueste esfuerzo
aunque, algunos, me digan
que no merece la pena intentarlo.
YO QUIERO TU TESORO, SEÑOR
Si por lo que sea, prefiero el hierro al oro,
hazme recuperar el sentido común de las cosas
Que te ame por encima de todo
Que te espere más aquello de lo que yo veo y toco
Que vigile para que,
si llamas de mañana o por la tarde,
me encuentres despierto, anhelante, de pie
interesado por todo lo tuyo
YO QUIERO TU TESORO, SEÑOR
Frente a lo efímero, porque sé que es eterno
Frente a lo débil, porque sé que es fuerte
Frente a lo caduco, porque sé que es indestructible
Frente a lo presente que, hoy vive y mañana muere
porque sé, que en Ti, Señor, está el futuro
Amén
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