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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales litúrgicos y Catequéticos: Asunción de María (Lc 1, 39-45) - Domingo 15 de Agosto
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martes, 10 de agosto de 2010

Materiales litúrgicos y Catequéticos: Asunción de María (Lc 1, 39-45) - Domingo 15 de Agosto


Monición de entrada

Nos reunimos para celebrar la Eucaristía en la solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora.
En miles de pueblos se celebra la fiesta de la Asunción de María. La fiesta y la alegría se extiende a todos porque la fiesta de la Asunción lleva consigo un mensaje de esperanza y también de fortaleza. En María se hacen realidad las promesas de Dios. Es como el "frescor de un chaparrón" en medio de los calores del verano.

(B)

Hermanos: sed bienvenidos a esta celebración.

Hoy, la Iglesia celebra una fiesta profundamente arraigada en el alma de muchos de nuestros pueblos. La sabiduría popular ha sabido captar la importancia de esta mujer: María, ejemplo de madre y espejo del creyente.

No nos resulta fácil aceptar el mensaje evangélico de hoy: tenemos que ponernos en camino. A nosotros, que nos gusta vivir en la comodidad, Dios nos invita a desinstalarnos; a nosotros, que vivimos encerrados en nuestros pequeños mundos, el Señor nos llama a salir hacia los demás. Es la actitud de María: tras aceptar la voluntad del Señor corre a casa de su prima Isabel.

Despertemos nuestro corazón ante la presencia del Señor y, con inmenso gozo, vamos a dar comienzo a nuestra celebración.

(C)

Celebramos, en la Eucaristía de hoy, la fiesta del triunfo de María, la Asunción de María al cielo.
Es una fiesta en la que no sólo celebramos el triunfo de una mujer que supo decir un sí y ser consecuente con él, sino también el grito de esperanza de todos los creyentes que, en María, expresan su confianza de que los cielos nuevos y la tierra nueva son posibles para todos. Por eso, la fiesta de María debe ser nuestra fiesta, su alegría nuestra alegría, y su canto, nuestro canto de vida y lucha.

Pedimos perdón

En un momento de silencio reconocemos nuestra debilidad.

- Tú, el hijo de María, el Hijo de Dios. Señor, ten piedad.
- Tú el vencedor del pecado y de la muerte. Cristo, ten piedad.
- Tú, que has hecho participar a María de tu victoria. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso, el Padre del amor, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

Gloria

Dios nos ha concedido su perdón. Unidos a su Madre María, le damos gracias diciendo: Gloria...


Escuchamos la Palabra

Monición a la lectura

La lectura del Apocalipsis nos dibuja un cuadro estremecedor: rayos, truenos, terremotos, dragones y en medio de todo nos presenta a una mujer encinta a punto de dar a luz a su hijo. En medio del ruido, del movimiento, se encuentra la sencillez, la confianza, la ilusión y esperanza de una mujer. Parece débil pero su debilidad se hace luz y fortaleza.


Monición al Evangelio

Uno de los rasgos más característicos de la fe en Dios es saber acudir junto a quien puede estar necesitado de nuestra presencia. Ése es el primer gesto de María después de acoger con fe su misión de ser madre del Salvador: ponerse en camino y marchar aprisa junto a otra mujer que necesita en estos momentos su cercanía.

Las lecturas de la fiesta…

Homilías…

(A)

¿Cuál es tu Magnificat?

¡Qué peligrosas son dos mujeres juntas! A Isabel, sorprendida por la visita de la prima, se le agranda y ensancha el corazón con unas alabanzas a María que ponen al descubierto todo el misterio que María lleva dentro. Y María que se siente inundada del misterio que lleva en seno, se despacha con el himno del Magníficat, que es como un resumen anticipado del Evangelio. Se siente la esclava. Pero se siente también la esclava en la que Dios ha desplegado todo su poder. Ella prefiere verse no desde sí misma sino desde lo que Dios hace en ella.

Siempre he sentido un gran cariño hacia el Magnificat de María, pues me ofrece una pedagogía de fe conmigo mismo.
Desde niños nos han enseñado más el pecado que la gracia, más a sentir que somos nada o casi nada, y no lo grandes que somos para Dios, nos han enseñado una humildad que era un rebajarnos hasta sentirnos una basura, y no la humildad que es reconocer los dones de Dios en nosotros.
Nos han enseñado a hacer el examen de conciencia de lo malo que hacíamos y nunca nos han enseñado a reconocer lo bueno que había en nuestro corazón.
Desde niños nos han cortado las alas del espíritu que nos impedía volar más alto hacia las cumbres.
Eran más los “no” que los “sí”.
Y todo esto nos ha llevado a una espiritualidad de la negatividad. La espiritualidad del “no”. En vez de esa otra espiritualidad del “sí” y la vivencia de nuestra fe . Y esa espiritualidad es posible que siga todavía muy metida dentro del corazón.
Por eso mi pregunta cada día es: ¿Y cuál es hoy mi “magnificat”?
Porque en todos nosotros hay mucho más de bueno que de malo, hay mucho más de gracia que de pecado.
Es posible que, a lo largo del día, hayamos hecho muchas cosas malas. Pero ¿y cuántas cosas buenas no quedan como huellas humanas de que Dios camina con nosotros? ¿Acaso no debiéramos también nosotros proclamar, como María, “las maravillas que Dios hace en nosotros”?
En vez de esos exámenes de conciencia negativos de los pecados que hemos hecho, ¿no sería mejor escribir cada día nuestro propio “Magnificat”?
El “Magnificat” de la bondad que hemos regalado a los demás, de las sonrisas que hemos obsequiado a los que están a nuestro lado, de tantos gestos de servicio para con los demás, de esas penas y sufrimientos que hemos aliviado, de esas soledades que hemos acompañado, de esos sentimientos de generosidad que Dios ha despertado en nosotros.
¿No crees que sería bueno escribir tu Magnificat el día de tu cumpleaños o cada fin de año?
¿Qué ha hecho Dios en mí este año? ¿Cuáles son las maravillas que hay en mí?
¿Quieréis conocer mi “Magnificat” personal?
“Proclama mi alma la grandeza del Señor. Se alegra mi espíritu cada vez que contemplo las cosas que El ha hecho en mí”.
“Me miró, cuando nadie se interesaba por mí, cuando nadie daba nada por mí.
Dios inclinó su cabeza y mi miró con sus ojos de bondad.
Me miró y me llamó. Me hizo sentir que yo era importante para él. Me hizo sentir que yo no podía quedarme en simple ferroviario u oficinista.
Me miró y me hizo revivir. Me hizo soñar. Me despertó interiormente.
Desde muy pequeño acaparó mi corazón.
El Señor hizo en mí cosas grandes, que jamás se me hubiesen pasado por la mente.
Me miró y me consagró a su servicio en la vida sacerdotal. Ministro de su Eucaristía y ministro de su perdón. Ministro de su Palabra.
Me miró y derramó en mi corazón el gozo y la alegría de la vocación.
Me miró y “creyó en mí” cuando los demás no creían.
“Si mi sobrino vale para cura, dijo un tío mío, yo valgo para Obispo”. Y mi tío no fue Obispo, pero el sobrino sí llegó a cura.
Proclama mi alma la grandeza del Señor: Por las almas a las que puedo consolar. Por las vidas a las que puedo ayudar. Por los caídos a los que puedo ayudar a levantarse. Por los levantados que puedo empujar a caminar.
Y ahora, dime, ¿cuál es tu Magnificat? Porque también tú tienes el tuyo, aunque no lo creas.


(B)

No cito el autor, porque no estoy seguro donde lo leí. Pero cuentan que un padre de familia fue a visitar a su hijo que había entrado en la Compañía de Jesús. Mientras le pasaban la voz al hijo el superior le enseñó en una sala, los bustos de todos los santos de la Compañía.
El aldeano que tenía mucha filosofía “parda” y mejor humor, le dijo, luego del recorrido:
- Padre, le confieso que santos como éstos puede ser cualquiera.
¿Quién no puede ser santo de la cintura para arriba?
Es posible que el aldeano no supiese mucho de teología pero algo conocía: siempre nos hemos imaginado a los santos sin cuerpo, y sin dientes, porque nadie ve sonreír a ningún santo en el altar.
Todos tienen una cara de cuaresma qué dan pena.
Como si la alegría fuese un pecado.
Digan lo que digan, el cuerpo siempre ha sido considera como el “malo de la película”. La cárcel del alma
O una especie de maleta donde llevamos escondida el alma. Y ser bueno significaba hacerle pasar hambre al cuerpo, darle latigazo limpio, ayunar, y bueno, lo de verlo .... “mejor con un ojo” que con los dos. Algo así como si Dios al crearnos nos diese la mitad de nuestro ser buena y la otra mitad mala, peligrosa.

Por eso, celebrar la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, uno respira profundo.¡Por fin alguien entra en el cielo con un cuerpo! Porque muchos, estoy seguro, de que imaginan que el alma va derechita al cielo y el cuerpo a pudrirse en el sepulcro.

La Asunción de María es el grito de Dios diciéndonos que cuerpo y alma, alma y cuerpo son buenos.
Cuando Dios se quiso encarnar, lo primero que hizo es entrar el cuerpo de María.
Y él mismo asumió un cuerpo como el nuestro.
María no solo le prestó su sí a Dios, también le prestó su cuerpo.
Y Jesús no tuvo ascos de asumir nuestra carne mortal.
Durante nueve meses fue germinando en el vientre de María.
Y nadie se imagine que María le dio el biberón con esa leche moderna que hoy se vende para niños. Lo alimentó, lo amamantó, como cualquier otra madre, calentándolo al calor sus pechos.

Y querámoslo o no, Jesús llevó siempre en su cuerpo la carne de María y la sangre de María. El DNA de Jesús es de María. Y en su resurrección, al volver a su condición divina, Jesús se llevó consigo parte del cuerpo de María en su cuerpo resucitado.

El cuerpo es parte de nosotros mismos. Sin él el alma no puede existir.
Sin él no podemos comunicarnos.
Sin él no podemos amarnos.
Sin él no podemos expresarnos nuestros cariños y sentimientos.
Sin él no podemos rezar y hablar con Dios.
Sin él no habría encarnación de Jesús. No tendríamos Navidad.

Dicen que Dios hizo al hombre de barro.
Se ensució la manos, pero le salió bonita la cosa.
Dios nunca nos pensó como puras almas. Dios nos pensó como somos.
Alma y cuerpo.
Pero tan unidos y fundidos la una en el otro, que separados no pueden existir.

Estamos llamados a la eternidad, pero no “salvando el alma” sino en cuerpo y alma.
Porque también allí tendremos cuerpo.
No un cuerpo material, sino nuestro cuerpo glorioso y glorificado.
La Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, no es sino un abrirnos a la esperanza.
Primero fue Jesús quien nos abrió el camino.
Luego, María, la Madre, en su Asunción que nos muestra el camino y nos habla de nuestro destino.

No, amigos, Dios no quiere santos de “cintura para arriba”.
Dios no quiere santos de medio cuerpo, tipo foto carnet.
Dios nos quiere santos de cuerpo entero.
De cuerpo entero como Jesús.
De cuerpo entero como María.
Y con una gran ventaja. De que hasta los feos allí seremos bien guapos


(C)

Se ha dicho que muchos cristianos de hoy vibran menos que los creyentes de otras épocas ante la figura de María.

Quizás somos víctimas de bastantes recelos y sospechas ante deformaciones habidas en la piedad mariana.

Y es que a veces se insistía de manera excesivamente unilateral en la función protectora de María, la Madre que protege a sus hijos de todos los males, sin convertirlos a una vida más de acuerdo con el Espíritu de Jesús. Otras veces, algunos tipos de devoción mariana no han sabido exaltar a María como madre sin crear una dependencia de una madre idealizada y fomentar una inmadurez y un infantilismo religioso.

Quizás esta misma idealización de María como la “mujer única” ha podido también alimentar un cierto menosprecio a la mujer real y ser un refuerzo más del dominio masculino. Pienso que al menos, no deberíamos desatender ligeramente estos reproches que desde frentes diversos se nos hace a los católicos.

Y sin embargo sería lamentable que los católicos empobreciéramos nuestra vida religiosa olvidando el regalo que María puede significar para nosotros los creyentes.

Porque una piedad mariana bien entendida no encierra a nadie en el infantilismo, sino que asegura en nuestra vida de fe la presencia enriquecedora de lo femenino.

Porque el mismo Dios ha querido encarnarse en el seno de una mujer. Y desde entonces, podemos decir que “lo femenino es camino hacia Dios y camino que viene de Dios”.

La humanidad necesita siempre de esa riqueza que asociamos a lo femenino porque aunque también se da en el varón, se condensa de una manera especial en la mujer. Es la riqueza de la intimidad, de la acogida, solicitud, cariño, ternura, entrega al misterio, gestación, donación de vida.

Ciertamente, no manifiestan este aprecio quienes violentan con malos tratos a mujeres, una dramática realidad que preocupa y escandaliza hoy. No sólo por la repugnancia de los hechos, sino por las circunstancias que los rodean. Pero, además, es claro que la sobreabundancia de estas agresiones domésticas manifiesta una enfermedad, deformación, patología social, de la que todos hemos de declararnos responsables. Porque todo indica que tanto el problema en sí como su ocultación tienen su origen en una grave deformación cultural. El machismo rampante de nuestra sociedad no es un tópico, algo imaginario.

Hoy también en muchos ambientes la mujer sigue personificando la dependencia, subsidiaridad y la sumisión al hombre y es esa injusta mentalidad la que está en el origen de la humillación y del maltrato. Ahí radica la gran tarea pendiente para todos: la plena equiparación de la mujer con el hombre y su consideración definitiva y consecuente como ser humano en todas las culturas. En definitiva es apreciar lo femenino como uno de los dos elementos esenciales de lo humano.

Pero es que además, para nosotros los creyentes, siempre que despreciamos lo femenino, nos cerramos a cauces posibles de acercamiento a ese Dios que se nos ha ofrecido en los brazos de una madre. Siempre que marginamos a María de nuestra vida, los creyentes empobrecemos nuestra fe.

La Virgen siempre nos es una figura querida, que supo actuar con sencillez, con eficacia amable, con constancia sin refunfuñar. Suya es la frase “haced lo que El os diga”. Una buena actitud, sin duda.

¿Cuál es tu compromiso como cristiano para transformar la sociedad y la Iglesia?

¿Qué significa la figura de María en tu vida religiosa?

(D)

He aquí, por fin, al discípulo por excelencia, al auténtico, al más valiente, al más leal, al entregado en su totalidad, y no hablo de Pedro, Santiago o Pablo; he aquí al auténtico discípulo de Dios: María.

¡Con cuanta sencillez, humildad y fe infinita se entrega a la voluntad de Dios!, sin reservas, sin condiciones, con el corazón lleno de miedo y el alma rebosante de amor sin límite.

Acepta la humillación y el destierro voluntario de asumir la vergüenza de un embarazo,... ¡a su edad, soltera y en su cultura!

Ella ha dicho “SI”, aún a riesgo de una condena a morir lapidada si José no se desposa con ella y con el fruto de su vientre.

¿Qué arriesgamos nosotros al decir si a Dios? Ella arriesgó su vida, su honra, el nombre de su familia... lo arriesgó todo, y ni siquiera tenía certezas, razones, promesas o futuras recompensas: lo arriesgó todo por amor y, aun así, se sintió agradecida, honrada, no merecedora del privilegio de temer constantemente por su hijo, de sufrir el dolor de la incomprensión, de guardar silencio y conservar en su corazón el sufrimiento del sinsentido, el privilegio de la incertidumbre constante y de la falta de explicaciones.

¿Dónde estaríamos sin el SI de María? Su consentimiento al plan de Dios abre a toda la humanidad el camino hacia el Padre. Su debilidad femenina (en una época en que la mujer no contaba NADA), su fragilidad, su absoluta discreción (siempre en tercer o cuarto plano al menos), su fidelidad hasta la muerte,... su perfecta humanidad, nos desenmascara, nos demuestra lo imposible: el si absoluto a Dios, como hizo Jesús, como hizo ella, abiertos en canal al amor que engendra VIDA.

En estos momentos hay en mi círculo próximo una pareja cuyo amor ha engendrado el don de la vida, una vida todavía amenazada, frágil y en esperanzadora expectativa.

No ha sido un camino fácil, son una de tantas parejas a las que la vida pone a prueba su amor fecundo. Y ahora, a la espera de que pasen los días en la incertidumbre de la alegría o la tristeza me enseñan, sin teologías ni grandes aspavientos a decir si, pues en la última conversación que mantuve con él, en mi voluntad de mantenerle el ánimo y la esperanza, le dije: “¡Bueno!, tranquilo, sólo queda esperar”. Y él, ni tan sabio ni tan cristiano, me contestó: “Nosotros hemos hecho lo que estaba en nuestra mano; ahora será lo que quiera “el de arriba”,...y posiblemente siempre será lo mejor.”

Hablábamos antes que María lo arriesgó todo, y nosotros ¿qué arriesgamos al decir si a Dios? Pues lo arriesgamos TODO: el sentido de nuestra vida, nuestra felicidad, nuestra salvación, y todo aquello que el Señor es capaz de bendecir en nuestro corazón: el AMOR.

Agradezco a María, auténtico discípulo amado, y a otros anónimos discípulos el testimonio y ejemplo de una vida entregada a la voluntad del Padre, sin reservas ni condiciones. Ellos nos enseñan desde la sencillez y la discreción a afrontar la vida desde el SI del corazón.

(E)


Como le gusta mucho el cine y antes trabajaba en una
repostería, en el barrio lo llaman «el ex tortista». Miguel es más bueno que el pan. Su mujer dice que ahora está «haciendo horas extra». Lo cierto es que, como tiene turno de noche, durante el día está con Carlos, que lo está pasando fatal porque al año y poco de casado ha muerto su esposa de un infarto. Él no quiere ni comer, ni dormir ni nada de nada. Solo no puede estar y no tiene a nadie.
La señora Carmen comentaba en la pescadería este gesto de solidaridad: «Con Miguel se le ha aparecido la Virgen».

Tere, que los jueves da catequesis a los de primera comunión, le contestó: «Sí, es como la visitación de María a su prima santa Isabel». ¿Ve como somos el evangelio que mejor lee la gente?
Sí nuestras vidas, es el mejor evangelio… el que todo el mundo puede entender…

María no hizo el viaje para cantar el Magníficat en gregoriano: ella e Isabel se querían mucho, siempre hubo buen rollo entre ellas. Se sentía fuerte y feliz, con un montón de energía dentro. Fue para ayudar. No era cuestión de que con cualquier esfuerzo imprudente se le malograse a su prima aquel niño tan esperado. Y por supuesto, también iba para darle personalmente la noticia de que ella también iba a ser madre. La felicidad no es perfecta hasta que no se comparte. Al encontrarse, se dieron un abrazo interminable. Se mezclaban las risas y las lágrimas. Cuando no se encuentran palabras adecuadas para expresar lo que sentimos, el abrazo es la mejor manera.
¿Quién ha dicho que Dios no está en los besos o en los abrazos?
¡Vaya disparate!
Eran felices aquellas dos mujeres: manifestaban gratitud por el presente, gozo por el pasado y fe en el futuro.
Durante el tiempo de la visita, las dos embarazadas lo pasaron genial. Hablaban, reían, daban gracias a Dios por sus hijos, sus esposos y su país, extendían un babi sobre la cama y así hasta las tantas dale y dale...
Como decían los persas, la mitad de la alegría reside en hablar de ella. Zacarías, que se había quedado mudo, intentaba cantar y pensaba para sus adentros: menos mal que se le ocurrió venir a María… sino ¡menudo facturón, si se hubieran contado todo esto por teléfono!
María era una persona que sabía estar en las duras y en las maduras; lo mismo se alegraba con Isabel que era capaz de estar al pie de la cruz.
Miguel, el ex tortista, también lo hizo bien, pero...
¿y a ti y a mi?, ¿qué tal se nos da lo el saber estar?
Hay gente que no es nadie para nadie, que no son parte de la vida de ninguna otra persona, que parecen solamente elementos del panorama, ¿no nos inquieta su situación?
Ese evangelio (el de María o el de Miguel) es el que mejor lee la gente y el que hoy tienen mucho necesidad de leer…
Esta es la invitación de María, hoy en su fiesta.


Oración de los fieles

Animados por la fuerza del Espíritu Santo, dirijamos nuestras súplicas y necesidades a Dios, nuestro Padre, por medio de su Hijo y por intercesión de María, la Madre. Podemos confiar en que nos dará cuanto necesitamos para la vida.

1.- Por la Iglesia, para que, siguiendo el ejemplo de María, viva como peregrina en este mundo, siempre atenta a las necesidades de los demás, especialmente de los más débiles y desatendidos. OREMOS...

2.- Por todos los gobernantes de los pueblos, para que trabajen sin descanso a favor de un mundo más humano, justo y liberado y así sean verdaderos servidores de la paz. OREMOS...

3.- Por todos los hombres y mujeres que sufren por cualquier causa, para que encuentren en su difícil caminar una mano cálida y cercana capaz de aliviar sus sufrimientos. OREMOS...

4.- Por cuantos están de fiesta o de vacaciones en estos días, para que sean conscientes de que la verdadera alegría se fundamente en la paz del corazón, en el encuentro con los hermanos y en el compartir generoso. OREMOS...

5.- Por todos nosotros, para que vivamos siempre atentos a las necesidades de los demás, despiertos ante quien nos necesita y sin flaquear en el servicio gratuito y desinteresado. OREMOS...

(B)


Por la segura intercesión de María presentamos nuestra oración a Dios Padre, diciendo: ¡Escúchanos, Señor!

- Por la Iglesia, para que, como María, viva fiada de Dios, atenta a cumplir su voluntad y a llevar a todos el mensaje de Jesús. Oremos.
- Por todas las madres, para que con la entrega y sencillez de María sepan educar a sus hijos en el respeto y los valores humanos. Oremos. .
- Por todos los cristianos, para que viendo a María de la Asunción ya en el cielo sepamos que Dios nos espera a todos en la Vida plena. Oremos.
- Por nuestra comunidad parroquial, para que su fe en María, el tenerla como Madre y Patrona, nos ayude a vivir más entregados a las personas que sufren abandono y soledad. Oremos.

Escúchanos, Señor, acoge nuestra oración por medio de María, a quien has llevado al cielo, y por Jesús, nuestro Señor. Que vive y reina.


Ofrendas

PRESENTACIÓN DE LAS FLORES

Hoy queremos, Señor, adornar de forma especial tu altar, porque queremos festejar, de la mejor manera posible, a la Madre de tu Hijo, y Madre nuestra. Con estas flores, queremos simbolizar también la hermosura de María, de la cual Tú te prendaste, antes de su concepción, para hacerla el sagrario de tu Hijo en la tierra. Con ellas, por último, queremos ofrecerte nuestros deseos y compromiso de ser nosotros, también hoy día, templos del Espíritu Santo, punto de mira para las personas de tu presencia en la tierra.

PRESENTACIÓN DE UN PUÑADO DE SAL

Señor, por mi parte, te traigo este puñado de sal, símbolo de la conservación de tantos productos perecederos y, si lo miramos con mayor profundidad, de cómo Tú preservaste de pecado a la que iba a ser Madre de tu Hijo. Es tu propia gracia la que hoy te presentamos, porque no tenemos nada mejor que darte. Sin embargo, como María te respondió con su entrega y disponibilidad, nosotros queremos añadir a tu gracia nuestra humildad y obediencia. Si Tú las llenas, se obra en nosotros maravillas semejantes a las que hiciste con la persona de María.

PRESENTACIÓN DE UN COFRE

Este cofre, Señor, que te presentamos quiere ser el signo que define la actitud de María. Ella guardaba en su corazón, como su mejor tesoro, todas las palabras que Tú la dirigías y las que su propio Hijo pronunciaba en cada momento de su vida. Nosotros, hoy, al ofrecerte este cofre, queremos, como ella, vivir pendientes de tus labios, escuchar todas y cada una de tus palabras, y guardarlas en nuestros corazones, porque no tenemos nada más preciado.

PRESENTACIÓN DE UNA CESTA DE FRUTAS

Señor, nosotras te traemos esta hermosa cesta de frutas, bellas a la vista y ricas al paladar. Con ellas te damos gracias por la hermosura con la que has dotado a la naturaleza y a toda la creación. Parte de ella goza en tu presencia en los cuerpos de tu Hijo Jesucristo y de su Madre, la Virgen María. Nosotros, sin embargo, Señor, por nuestros afanes de desarrollo puramente económico, estamos llenando de fealdad el mundo que Tú pusiste lleno de belleza en nuestras manos. Haz, Señor, que descubramos que lo importante es el ser y no el tener, y que esto lo traduzcamos en respetar la naturaleza y devolver la hermosura con que salió de tus manos.


Prefacio...

Es justo que te demos las gracias,
Señor, siempre y en todo lugar.
Es bueno alabar, bendecir
y proclamar tu gloria en esta fiesta de Santa María Virgen.
Con humildad escuchó tus palabras,
las conservó en su corazón
se mantuvo fiel y perseveró hasta el final.
Ahora brilla en nuestro camino de cada día como faro,
estrella y lucero del alba,
como consuelo, abogada y esperanza nuestra.
Unidos a los ángeles y santos
entonamos nuestros cantos
y proclamamos tus alabanzas
diciendo:

Santo, Santo, Santo...


Nos damos la paz

El mejor homenaje en el día de la fiesta de una madre, el mejor regalo que podemos ofrecerle… es que ella vez que sus hijos se quieren. Con el deseo de hacer feliz a nuestra Madre del Cielo, nos damos fraternalmente la paz.

Comunión

La verdadera amistad se refuerza comiendo juntos. Ahora Jesús, nos invita a acercarnos a su mesa a comer el Pan de la Vida y del Amor. Dichosos los invitados…

Despedida y bendición

Hermanos, no hay otro camino que el de María. Si queremos que Dios actúe en nosotros "cosas grandes", si queremos que nos llene con su gracia, si esperamos que nos bendiga, tenemos que parecernos a María. Vivir sencilla y humildemente, con nuestra confianza puesta sólo en Dios; desgastándonos en el servicio a los más desfavorecidos y necesitados. Estamos llamados a vivir siendo conscientes de todos los regalos que cada día nos hace Dios. ¡Feliz día a todos!

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WebJCP | Abril 2007