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MISIONEROS EN CAMINO: Evangelio Misionero del Dia: 12 de Agosto de 2010 - SEMANA XIX DURANTE EL AÑO - Ciclo C
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miércoles, 11 de agosto de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 12 de Agosto de 2010 - SEMANA XIX DURANTE EL AÑO - Ciclo C


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 21--19, 1

Se acercó Pedro y le preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes". El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Éste lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?" E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Una Escuela de Padres sobre el Perdón
“Perdonar de corazón a su hermano”

Hagamos hoy una Escuela de Padres –relectura desde la perspectiva familiar- a partir del evangelio del día.

Para ilustrar la enseñanza sobre el perdón “setenta veces siete” al hermano que nos ofende, Jesús contó la parábola del siervo que no tuvo compasión con su compañero. Esta parábola habla de la relación Patrón-empleado y también compañeros de trabajo. Hoy podríamos leerla cambiando los personajes por el esposo y la esposa.

Recreemos el momento central de la parábola

Una persona le dice a otra: “¡Paga lo que debes!” (18,28ª).

Un denario corresponde a la paga de un día que recibe un trabajador. Por eso puede suceder que tener que pagar cien denarios parezca una cifra bastante alta, al menos para quien recibe un salario mínimo: se trata de ¡cien días de trabajo!

Ahora bien, aquél que está esperando que le paguen ese dinero, porque lo está necesitando, no puede menos que irritarse si el deudor se niega a darle de vuelta lo que fue generosamente dado en préstamo. Como sucede con el siervo de la parábola, cuando uno nota que el otro se está haciendo el loco, dan ganas de estrangularlo. Hay momentos en los que la paciencia se acaba, en los que parece que ya no vale la pena seguir esperando y entonces ponemos en nuestros labios las palabras que oyen en la parábola: “Es hora de que me pagues lo que me debes”.

Un caso familiar

Una señora le decía bastante irritada a su marido: “¡Ya van veinte años que llevo esperando que cambies!”. Luego, con profundo dolor, le agrega: “Por lo que veo, no te interesas verdaderamente por mí, no tienes iniciativas, nunca tienes tiempo para los de tu propia casa, es más importante tu trabajo, tus amigos o quien sabe qué más tendrás por la calle”.

Puede suceder que una señora esposa que ya ha llegado a este extremo, se sienta tan herida que el marido que tiempo atrás amaba con tanta intensidad se le comience a salir del corazón. El amor comienza a cambiarse en rabia y en resentimiento. Es posible que el corazón de esta esposa de repente se vaya volviendo duro y piense incluso en ponerle fin a esta situación -¡Oh triste situación!- con la ruptura de su matrimonio.

Precisamente esto es lo que hace uno de los siervos de la parábola cuando toma la decisión de mandar a la cárcel a su viejo amigo que le debía los cien denarios. Aquellos cien denarios se volvieron una deuda insolvente. Como en el caso de aquella pareja, llega el momento de la ofuscación en que no se ven caminos de solución al problema, entonces se toman actitudes arrogantes y pasa al paso al plano jurídico, dejando de lado la misericordia. Como quien dice: “¡Tú me debes, me pagas y punto!”.

Y puede suceder que si en ese momento la contraparte intenta recapacitar, se le de la espalda, sea porque lo que quiere hacer todavía es muy poco o porque llegó demasiado tarde (“Ya para qué, si cuando te necesité no apareciste”) o simplemente porque ya perdió toda credibilidad.

Pero un cónyuge sin misericordia, que no es capaz de inclinarse ante la debilidad de su pareja, tampoco será capaz de captar –yendo más allá de la herida del propio resentimiento- sus buenas intenciones de su pareja, sino que se instalará en el punto de que “tiene derecho”.

¿Por qué perdonar?

En el caso de los siervos de la parábola valdría la pena preguntarse: ¿Por qué aquél siervo afectado tendría que sentir por dentro una gran compasión hacia su compañero? La razón es: porque él es conciente de que ha sido perdonado por el único Señor (ver 18,27). Ninguno de nosotros es perfecto, todos tenemos nuestras debilidades, y con relación a nuestro lado flaco, muy probablemente más de una vez otros han tenido misericordia con nosotros.

Según la parábola, aquel siervo que exigió sus derechos al otro siervo, había recibido de mano de su patrón el perdón de una deuda que era casi un millón de veces más alta (diez mil talentos) con relación a aquello que su compañero le debía. Mientras uno debía cien denarios, el cobrador por su parte debía diez mil talentos. Cien denarios contra diez mil talentos es una desproporción enorme.

No es necesario que el cónyuge que ya agotó la paciencia con su pareja haya cometido algún delito monstruoso, puede ser incluso que nunca le haya sido infiel a su pareja, pero esta persona sabe muy bien cuántas ingratitudes, cuántas malas contestaciones e imprudencias, cuántos pecados pequeños o grandes también ella ha cometido. Esta persona sabe que cada vez ha sido perdonada. A lo mejor alguna vez ha podido decir en el Templo: “Mi Señor me acoge, me asume como soy, no me echa nada en cara nada, me abraza con su ternura”, y así ha llorado por sus pecados y ha vivido la grata emoción del sentir el perdón.

¿No habrá que poner en práctica la oración: “Perdónanos nuestras deudas como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (6,12)?

En la parábola que estamos releyendo hoy, esta enseñanza es mucho más incisiva. El Señor dice: “¿No debías tú también tener misericordia con tu compañero del mismo modo que yo tuve misericordia contigo?” (18,33). Pues esta misma frase se puede pronunciar en el matrimonio: “¿No debías tú también tener misericordia con tu pareja?”.

En fin…

Perdonar es lo más específico del matrimonio como también de toda relación. Uno puede pedir la gracia de perdonar porque el nuestro misericordioso Dios ya nos puso en el corazón esta capacidad desmedida cuando perdonó nuestros pecados. Este es el verdadero “perdón de corazón” de que haba la parábola en la última línea.



Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿He pasado o estoy pasando por alguna situación difícil con mi pareja o con algún otro miembro de mi familia? ¿Cómo podría releerla a partir de la parábola de hoy?

2. ¿Han sucedido experiencias similares en mi vida comunitaria cristiana?

3. ¿Por qué debo perdonar? ¿De dónde proviene la “gracia” para hacerlo?


"Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo". (Santa Teresa de Jesús)

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WebJCP | Abril 2007