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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequeticos: XVI Domingo del T.O. (Lc 10, 38-42) - Ciclo C
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viernes, 16 de julio de 2010

Materiales liturgicos y catequeticos: XVI Domingo del T.O. (Lc 10, 38-42) - Ciclo C


Monición de entrada

(A)
La vida auténtica se compone de encuentros. Un encuentro, si es auténtico, no se produce nunca en la superficie, sino en lo más profundo del corazón. Los textos bíblicos hablan hoy de encuentros, al parecer fortuitos, que se convirtieron en encuentros con Dios. Sucede siempre esta clase de encuentros cuando los hombres se esfuerzan por buscar con sincero corazón a Dios, el «único necesario».
Si reflexionamos sobre el contenido de las lecturas bíblicas podremos hacer una apreciación de nuestras relaciones con Dios a partir de nuestras relaciones humanas. Cuando se recibe una visita, ¿qué se considera lo principal, la persona o los detalles de la mesa? Cuando venimos a encontrarnos con el Señor, ¿a qué damos mayor importancia, a lo exterior que sucede en la iglesia o a la preparación interior para el encuentro con Dios?

(B)

Hemos venido hoy aquí, como lo hacemos todos los domingos, movidos por la fe que tenemos en Jesús, que nos invita:
A escuchar su Palabra.
A participar de su Mesa.
A recibir su perdón.
Y a sentirnos hermanos unos de otros.
Con fe y con agradecimiento celebremos esta Eucaristía en recuerdo de Jesús.
Y en un momento de silencio, preparémonos para recibir el perdón de Dios.


(C)

Vivimos en una sociedad poco acogedora y comprensiva. Cualquier pretexto nos sirve para abrir abismos entre nosotros. Las diferencias sociales, la edad, el dinero, el color de la piel..., crean barreras difíciles de superar.
Estamos organizando un mundo en el que cada vez cuesta más acoger y aceptar a los demás tal como son. Lo que prima es el competir, luchar contra los otros para ser más que ellos.
También nuestras reuniones en la Iglesia nos resultan frías y distantes. Hasta los mismos creyentes en Jesús parecemos extraños unos a otros, aunque estemos sentados juntos.
Si queremos que nuestras Eucaristías recuperen su verdadero sentido, debemos empezar por abrir nuestro corazón a los demás. "El que acoge y escucha al prójimo, escucha y acoge a Jesús”, nos dice el Evangelio.


Pedimos perdón

(A)

Por eso, antes de celebrar la eucaristía, debemos preparar nuestra alma:

Tú vienes a nuestra vida por la fe en la fuerza de tu Palabra. ¡Señor, ten piedad!
Tú vienes a nuestra vida con la eficacia del alimento de tu Cuerpo. ¡Cristo, ten piedad!
Tú vienes a nuestra vida en silencio, con la fecundidad del Espíritu. ¡Señor, ten piedad!

(B)

La verdad es que nos cuesta ser hospitalarios y verdaderos amigos. Vamos a aprovechar este momento, antes de continuar la Eucaristía, para pedir perdón por no ser demasiado abiertos y acogedores con nuestros amigos y vecinos.

• Muchas veces hacemos" la vista gorda ", cuando los amigos necesitan nuestra ayuda... SEÑOR, TEN PIEDAD...
• Nos cuesta acoger y ayudar a los amigos y vecinos ante una situación dura y difícil... CRISTO, TEN PIEDAD...
Casi siempre olvidamos que en el mundo existen seres humanos mucho más necesitados que nosotros, y nos encerramos en nuestros pequeños problemas ... SEÑOR, TEN PIEDAD...


Escuchamos la Palabra

Monición a la lectura

Abrahán acoge a tres forasteros y comparte con ellos el pan y la palabra. Eran enviados de Dios.


EVANGELIO DIALOGADO (Niños)

Narrador: Jesús tenía unos amigos, Lázaro, Marta y María. Eran hermanos. Y de vez en cuando, solía ir a su casa a pasar un rato con ellos y a descansar.
Un día de los que fue, Marta enseguida se puso a preparar la comida y a dar vueltas de aquí para allá para que Jesús estuviera a gusto y cómodo.
Sin embargo, su hermana María, se sentó al lado de Jesús para escucharle y no perderse nada de lo que decía.
Entonces, Marta, al ver que su hermana estaba allí sentada sin ayudarla a preparar las cosas, le dice a Jesús:

Marta: Señor, ¿te parece bien que mi hermana me deje sola con todo el trabajo de la casa? Dile que me eche una mano.

Narrador: Y Jesús, digiriéndose a Marta le dijo:

Jesús: Marta, Marta: estás inquieta y nerviosa preparando las cosas para que yo esté a gusto. Eso está bien y te lo agradezco. Pero, no olvides que en la vida hay cosas muy importantes como es la de escuchar la Palabra de Dios. Y, eso es lo que está haciendo tu hermana María.

Palabra del Señor
Homilías

(A)

Érase una vez un padre de familia que intentaba leer el periódico después de un largo día de trabajo. A cada instante era importunado por sus hijos. Uno le pedía dinero para ir a comprarse un helado. Otro se le acercaba llorando, se había hecho daño en el pie y quería que un beso lo curara. El mayor le pedía que le ayudara a resolver un problema de matemáticas. Finalmente el más pequeño entró corriendo en la sala en busca del buen padre. Éste le preguntó cansado: "¿y tú que quieres?" El pequeño le contestó: "Papá, yo no quiero nada. Sólo quiero que me cojas en tus brazos".
Marta y María, trabajo y oración, lucha y contemplación, tierra y cielo, el trabajo en la fábrica y el descanso en la iglesia, los hombres y Dios.
Nuestra vida es como una gran tela de araña tejida con muchos hilos y cada hilo es necesario e importante.
El evangelio de hoy nos recuerda que todo es importante pero cuando estamos con Jesús, Él es el más importante y sólo una cosa es necesaria, escucharle y caer en sus brazos.
Supongamos que Dios, nuestro Padre, nos preguntara hoy: "¿Y tú que quieres?".
Me imagino que se sorprendería muchísimo si nuestra respuesta fuera como la del niño pequeño: "No quiero nada. Sólo quiero que me cojas en tus brazos, disfrutar de tu compañía, estar contigo".
El domingo es el día en que practicamos esta lección del Señor: "Una sola cosa es necesaria". Cualquiera que escoge esto, escoge la mejor parte.
Los que desprecian las cosas del espíritu viven la desunión interior, viven en la dimensión temporal, cerrados a la trascendencia.
A los que les gusta la juerga y los juegos, difícilmente serán criticados; a los que les gustan las cosas de Dios están expuestos a la crítica y, a veces, a la burla.
Marta criticó a María e incluso se quejó al Señor que no le decía nada.
"Una sola cosa es necesaria", le contestó a Marta. El corazón humano de Jesús tenía hambre de amor y no de la cena de siete platos que Marta le estaba preparando.
Si no somos alimentados con el plato del amor nunca seremos felices.
Jesús vino a ofrecernos su amor y la Buena Noticia de la salvación y Marta estaba afanándose en la cocina.
Jesús no le dijo a Marta que le hubiera desatendido, dijo simplemente que María le había ofrecido el mejor regalo.
Dios nos llama a amarle y a servirle. Nuestro amor se expresa en la oración. La oración es la hospitalidad para con Dios. Le escuchamos y le hablamos. Jesús nos mandó orar siempre; nunca nos dijo que trabajáramos siempre.
"Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y os daré el descanso".
No estamos en la iglesia para cumplir con una pesada obligación sino para descansar en la presencia del Señor.
Necesitamos muchas cosas pero sólo unas pocas son necesarias y una sola cosa es absolutamente necesaria conocer, amar y servir a Dios nuestro Padre.
Hay un tiempo para trabajar y un tiempo para orar.
Hay un tiempo para olvidar y un tiempo para recordar.
Hay días laborables y hay domingos. El domingo es el día en que cada cristiano da hospedaje a Dios y escucha a Jesucristo


(B)

El relato de la primera lectura del Génesis no necesita comentarios, rezuma humanidad, un exquisito espíritu de acogida, de hospitalidad...
En el Evangelio, Jesús, acepta gozoso la cálida hospitalidad de los amigos de Betania. Le reconforta compartir con ellos sentimientos y mesa...
Cuando practicamos la hospitalidad en la persona de aquellos a los que abrimos nuestros brazos y nuestra casa, acogemos al mismo Cristo...
La hospitalidad es una cualidad que nunca se aprende en los libros. Es una actitud interior que lleva a abrirse y a compartir las cosas... Pertenece al misterio de quien es verdaderamente hombre o mujer...
Para reencontrar la auténtica hospitalidad debemos observar a los pobres. Me decía una vez un misionero: en el Norte de África, el pobre te invita a su mísera barraca hecha de barro, de palos y cartón y no cesa de repetir: ¡Mi casa es tu casa! Ven y bebe un poco de té. Ven a comer. Y, si se hace de noche, no te dejará marchar. Tendrás que quedarte a dormir. Para ti extenderá en el suelo sus mejores esteras, y Dios sabe dónde irá él a dormir. Después, cuando ese hombre venga a Europa o a España, encontrará en nuestras fronteras un cartel: ¡Prohibido la entrada a los africanos!...
Ser hospitalario significa ofrecer el corazón, la casa y lo que tengas...
“Haz de tu casa un lugar permanente de acogida, decía la Madre Teresa, haz de tu hogar un lugar de perdón y de paz. Invita a tu mesa. El espíritu resaltará más en la sencillez que en la abundancia de alimentos”.
Lo importante es el calor de la acogida y la exquisitez en la relación, no la abundancia de manjares ni lo lujoso y confortable de la casa. Esto es lo que parece tenía agitada a Marta que no quería que le faltara detalle al Maestro y a su grupo.
Pero el Maestro le viene a decir que ¡muy bien su preocupación, la buena voluntad con la que hace las tareas para tenerlo todo pronto!, pero que para él lo más importante es el encuentro, el gozo de la presencia de los amigos. Le dice a la hacendosa Marta que María, sentada a sus pies conversando con él, ha acertado con lo que a él más le gusta.
“Sabed que siempre que vengáis a Roma encontraréis un amigo que os espera con una habitación con la luz encendida y un pan fresco en la mesa” (dijo Juan XXIII a sus feligreses de Venecia cuando fue elegido Papa). Las formas, ciertamente, cambian, pero la hospitalidad seguirá siempre vigente.
Hay mil formas de practicar la hospitalidad: Yo he estado reunido en pisos que los dueños de ellos, habían acomodado para acoger en ellos a grupos cristianos. He conocido algunas familias de parroquias que tienen una casa en la playa o en el monte... y que es la casa de todos, la casa del pueblo: para reunirse, para celebrar una convivencia... Y sobre todo para dejársela a personas o parejas pobres que necesitan descansar o no tienen recursos económicos para ello...
¡Qué gozosas son las molestias que ocasionan la aglomeración de personas en las casas y en los pisos con motivo de acontecimientos familiares, de visitas, de encuentros..! Donde caben dos caben tres y donde comen dos comen tres, como afirma el dicho. Las molestias quedan sobradamente compensadas por la alegría de la convivencia, de estar unidos y reunidos.
“El pan compartido sabe mejor”, dice un proverbio. Lo mismo habría que decir de la comida compartida, que, aunque sea más escasa, sabe mejor, y las habitaciones, que aunque sean más incómodas son más reconfortantes...

(C)

La misa de cada domingo tendría que ser como un remanso de paz y serenidad, fuera de los agobios y ajetreos de la semana. Pero a veces traemos a la misa nuestras prisas y agobios y no nos libramos de nuestras preocupaciones de fuera. Hay personas que llegan tarde a la misa porque tienen mucho que hacer. Demasiada gente tiene siempre mucho que hacer. Hay personas que no rezan, no leen el evangelio, no meditan sobre su vida, no asisten a reuniones parroquiales o no participan en tareas de su comunidad porque tienen mucho que hacer. Quizás estén ahogando su vida cristiana y se vayan embruteciendo día a día; quizás sean cada día un poco más egoístas o más orgullosas o más insolidarias, pero no se dan cuenta porque no sacan ni "un rato de tiempo para mirar su vida por dentro”. Quizás es que rezar, leer el evangelio, meditar o cultivar la vida cristiana les parece perder el tiempo o malgastarlo en cosas de poca importancia. Sería necesario hacer una buena lista de prioridades.
Frente a las prisas y agobios que pueden producir infarto, los cristianos estamos llamados también a serenarnos, a disfrutar de la paz del corazón, a sacar tiempo para sentir la cercanía y el cariño de nuestro Dios. No recordamos ahora estas cosas porque estemos en tiempo de vacaciones o porque sea bueno para nuestra salud corporal. Es que el evangelio de este domingo nos ofrece algunas enseñanzas sobre esto.
Empieza el evangelio diciendo que «Jesús entró en una aldea, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa». Sabemos que esta casa era también la casa de María y de Lázaro. Eran tres hermanos en los que Jesús encontraba acogida, cariño y hospitalidad. La presencia de Jesús con sus discípulos debió de producir un revuelo considerable en aquella casa. No sería una tarea fácil preparar algo de comer para tantas personas. Cabe pensar en los muchos detalles de la hospitalidad oriental con los que se pretendía hacer agradable la estancia de la persona invitada. La primera lectura contaba los detalles preciosos de la hospitalidad de Abrahán con Dios mismo. El evangelio dice que «Marta estaba atareada con los muchos quehaceres del servicio». Podemos pensar que Marta pretendía hacer agradable la estancia de Jesús en su casa. Pero en el agobio de esta mujer nosotros podemos ver a muchas personas que siempre tienen prisa, con tareas urgentes por hacer y sin tiempo para otras cosas. Quizás en nosotros reconozcamos alguno de estos rasgos.
Por el contrario, el evangelio también cuenta que María, la hermana de Marta, estaba sentada tranquilamente a los pies de Jesús, escuchando sus palabras. Estaba disfrutando de la presencia de Jesús. Podemos imaginarla también embelesada, feliz, tranquila, sin perder un detalle, disfrutando de cada gesto y de cada palabra de Jesús. Al final, Jesús sentenció que esta mujer había elegido lo mejor, como diciéndonos a todos que también es bueno gozar escuchando y contemplando al Señor, y no sólo andar preocupados por trabajar y hacer muchas cosas. Seguramente hay personas que tienen dificultad para comprender esta forma de pensar porque creen que estamos en la vida para trabajar y producir. Nosotros sabemos que necesitamos también el tiempo de gozar de la presencia y el cariño de Dios, sin prisas ni agobios, con paz en el corazón. Puede ser la simple experiencia de sentirnos ante el Señor, sin pensar ni decir nada, disfrutando de su cercanía y su cariño, sintiendo que amamos a Dios y, sobre todo, que él también nos quiere. La vida cristiana no es sólo un esfuerzo duro y tedioso. También es ponemos delante de Dios a disfrutar de su presencia y su cariño.

(D)

Vivimos en un mundo nada hospitalario, en el que cualquier motivo nos parece bueno para levantar barreras entre nosotros.
Estamos dispuestos a colaborar con los demás con cualquiera cosa, incluso con dinero; menos con lo principal: la atención personal, la compañía, la hospitalidad.
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús que es bien recibido por Marta y María en una aldea.
Jesús es recibido con cariño, y se le atiende y se le escucha. Es recibido como una persona humana querida.
En nuestra sociedad en la que todo se compra y se vende y todo tiene un precio, nos parece extraño encontrar personas que saben acoger, recibir a otros sin esperar nada a cambio. Nos parece que la hospitalidad es una virtud fuera de servicio, pasada de moda.
Sin embargo, todos necesitamos ser acogidos y todos debemos acoger con cariño a los demás.
La hospitalidad cristiana es algo más que acoger a alguien. Es acoger a un hermano reconociendo en él, al mismo Jesús.
Acoger al hermano es compartir con él, compartir el pan, el cariño y la palabra.
Nos lo acaba de decir la primera lectura:
"Lo primero para vivir es agua, pan y vestido ... y un techo para
cobijarse ... El rico se afana por juntar riquezas, sin disfrutar nunca de una buena amistad".
Lo hemos escuchado mil veces, pero aún no acabamos de entender este modo de ver la vida que nos ha sido transmitido con gran sabiduría, desde los tiempos más antiguos.
Lo importante es la vida sencilla, la amistad, el compañerismo, la hospitalidad.
El tender los brazos hacia los demás, el abrir las manos a todos es lo que nos hace ser felices.
También, desde luego, el saber aceptar la invitación de los demás, el dejarnos acoger, el aceptar el cariño, la ayuda y la hospitalidad de los otros.
¡Cuántas veces vivimos tristes, solos y amargados por no saber repartir y compartir lo poco que tenemos!
¡Cuántas veces estamos tristes, solos y amargados, por no querer aceptar lo poco que nos ofrecen los demás con cariño!
La enseñanza es clara:
Si queremos vivir felices, ya conocemos el camino.
- No debemos encerramos dentro de nosotros mismos y con nuestras cosas.
- Debemos salir hacia los demás.
- Debemos acoger y compartir con el necesitado.
- Debemos dejarnos acoger por el que nos da cariño, su vida y todo.
Si queremos ser felices, debemos compartir nuestras vidas,
nuestro cariño y nuestras cosas".

(E)


Los cristianos decimos que Jesús es el Maestro que nos enseña y que sus enseñanzas -recogidas en el Evangelio- debemos tenerlas siempre presentes en nuestra vida y deben ser para nosotros la NORMA de nuestra conducta.
¿Cuáles son las enseñanzas de Jesús en este domingo?
La Primera Enseñanza es la valoración de la amistad.
Jesús era muy amigo de aquella familia, formada por tres jóvenes: Marta, María y Lázaro.
Y siempre que tenía ocasión gozaba de aquella buena amistad, disfrutando de su compañía y quedándose en su casa.
La Biblia nos dice:"El que tiene un amigo, tiene un tesoro".
Pero ¡qué difícil es tener amigos de verdad! Desgraciadamente, con los dedos de una mano se pueden contar los amigos verdaderos.
Y sin embargo, !qué necesaria es la amistad, pero qué difícil la hacemos las personas!
La segunda enseñanza de este evangelio es la hospitalidad, la acogida, con que aquella familia recibió a Jesús.
Marta, la hermana mayor, como tantas mujeres sacrificadas que todos conocemos, pone todo su esfuerzo e interés en acoger bien a sus invitados: A Jesús y a los apóstoles.
Aprendamos a valorar y a practicar la hospitalidad y la acogida, con espíritu de amistad, de servicio, de generosidad.
Y una tercera enseñanza de este evangelio es saber escuchar.
Si Marta es un ejemplo de buena acogida y de hospitalidad al amigo que llega, María su hermana, es ejemplo de SABER ESCUCHAR: Escuchar a Jesús, que habla y nos enseña.
Los cristianos tenemos que ser una mezcla de Marta y de María:
CONTEMPLATIVOS, REFLEXIVOS: Porque la fe necesita de Dios y de su Palabra.
ACTIVOS: Porque la fe es un compromiso con los demás.
y debemos rehuir de los extremos: ni ser tan contemplativos que nunca hagamos nada por los demás, ni ser tan activos que nunca tengamos tiempo para la reflexión.


Oración de los fieles

(A)

En este clima de encuentro y de oración presentamos al Señor nuestras necesidades.

1.- Para que en la Iglesia vivamos la hospitalidad, la acogida, el compromiso de compartir…, como consecuencia de nuestro trato personal con Jesús. Roguemos al Señor.
2.- Por los más queridos de Dios, los pobres y todos los que sufren por cualquier causa. Que nunca les olvidemos, y hagamos todo lo que esté en nuestra mano para ayudarles en su necesidad. Roguemos al Señor.
3.- Para que sepamos unir la acción y la oración, el amor a Dios y al prójimo, fundamental en nuestra vida cristiana. Roguemos al Señor.
4.- Por quienes se afanan excesivamente por las cosas materiales, para que comprendan que “no sólo de pan vive el hombre”, Roguemos al Señor.
5.- Para que nuestra comunidad parroquial ayude a cuantos viven entre nosotros a descubrir sus valores y capacidades. Roguemos al Señor.

Concédenos, Señor, todo lo que necesitamos para vivir en tu presencia. Por Jesucristo.

(B)

El Señor nos ha acogido como hijos a pesar de nuestros olvidos y descuidos. Vamos a pedirle por todos los necesitados y a ofrecerle nuestro deseo de acogerlos.

Por los emigrantes, para que encuentren buenos amigos y una acogida digna entre sus nuevos vecinos ... Roguemos al Señor.
Por los refugiados, por los que huyen del horror de la guerra y de la miseria, para que encuentren una mano amiga ...Roguemos al Señor.
Por los conductores, transportistas, y todos los que trabajan y luchan fuera de sus hogares, para que encuentren auxilio en los momentos de necesidad ... Roguemos al Señor.
Por los miembros de esta Comunidad Cristiana y por todos nuestros vecinos aunque tengan otras ideas y otras creencias para que seamos comprensivos y acogedores con todos ... Roguemos al Señor.

Oremos: Escucha, Padre, nuestra oración, acoge con amor a tus hijos peregrinos por esta tierra. Amén.

(C)

Antes de participar en la Mesa del Señor, presentemos al Padre nuestra oración, por nosotros y por todos los hombres.

Por todos los que formamos la Iglesia de Jesús: para que -con nuestras obras- demos testimonio de nuestra fe, en todo lugar y en todo momento. ROGUEMOS AL SEÑOR
Para que las Enseñanzas de Jesús, que escuchamos todos los domingos, sean el fundamento de nuestra fe y la norma de nuestra conducta. ROGUEMOS AL SEÑOR
Por este mundo que Dios ha puesto en nuestras manos: para que valoremos y respetemos la naturaleza, como un bien necesario para la vida del hombre. ROGUEMOS AL SEÑOR
Por todos nosotros: para que aprendamos a ser "serviciales" como Marta y a estar "atentos" a la Palabra de Jesús como María. ROGUEMOS AL SEÑOR.

Oremos: Escucha, Padre, nuestra oración; atiende nuestras súplicas y derrama tu amor sobre toda la humanidad.

Gesto- Ofrenda

Herramientas de trabajo profesional y doméstico: Padre, ilumínanos para que la acción no nos impida escucharte.

Bandeja preparada para tomar un aperitivo: Padre, para Abrahán y para las hermanas Marta y María la visita fue una bendición; ahora celebramos que estás entre nosotros.


Prefacio

Te damos las gracias, Señor,
por este mundo que nos has regalado,
por los campos, los ríos y mares
que proporcionan al hombre
trabajo y alimentos para su sustento.
Te damos las gracias, Señor,
porque sigues amando al mundo y a todos sus habitantes.
Un día, nos enviaste a tu Hijo Jesús
que vivió entre nosotros y fue acogido por los pobres y sencillos.
Tú nos enseñas a acoger al hermano
y ayudarle como si fueras Tú mismo.
Unidos a todas las personas buenas,
a los santos que viven en el cielo,
y a toda la creación,
entonamos en tu honor un himno de alabanza,
diciendo:

Santo, Santo, Santo...


Padre Nuestro

Un padre siempre acoge a sus hijos y les sienta a su mesa para compartir el mismo pan. Dios quiere reunir a todos sus hijos de todas las razas y países en la mesa de la fraternidad universal. Vamos a pedirle que a ninguno de sus hijos le falte el pan de la vida y el pan de cada día...

Rito de la Paz

Donde hay amistad reina la paz; donde hay cariño y acogida reina la alegría. Vamos a sentir todos la alegría y la paz que nos trae
Jesús en esta Celebración y todos los días
La Paz del Señor esté con todos nosotros...

Comunión

Ya podemos acercarnos a comulgar. Hemos hecho las paces y nos sentimos solidarios. Nos espera Jesús, el amigo más bueno que el pan...

Oración Final

Señor, vivimos siempre con prisas, agobios y ajetreos...
Y cuando venimos a estar contigo, seguimos con las prisas... y muchas veces, incluso delante de ti, estamos más pendientes del reloj, que de lo que tú nos dices...
Nos acordamos poco de ti, y cuando estamos contigo estamos pensando que lo importante es que se acabe cuanto antes...
Tu nos invitas a orar, a que leamos tu mensaje a que cultivemos más nuestra vida cristiana, pero a nosotros todo esto nos parece perder el tiempo o nos parece dedicarnos a cosas que a nadie interesan...
Hoy, Señor, como a Marta nos invitas a serenarnos y a sacar tiempo para escucharte y sentir tu cercanía y tu cariño...
Hoy nos dices, que en la vida cristiana no todo es esfuerzo duro y tedioso. Que también es importante que aprendamos a disfrutar, sentados a tus pies, de tu compañía y de tu conversación...


Bendición
(A)

No olvidemos el mensaje de hospitalidad. Podemos ejercitar durante la semana actitudes de acogida y de escucha, en clave de generosidad y del compartir. Que el Señor nos ayude. Para ello la bendición de Dios todopoderoso...

(B)

Hermanos: necesitamos aprender el arte de ESCUCHAR. Necesitamos hacer silencio, curarnos de tanta prisa, desprendernos de tanto agobio, detenernos despacio en nuestro interior, sincerarnos con nosotros mismos, sentir la vida a nuestro alrededor, sintonizar con las personas, escuchar la llamada silenciosa de Dios.

Dedicar un tiempo de nuestra vida a estar sencillamente en silencio, a la escucha de las alegrías y tristezas de los demás y a captar la ternura de Dios. Ojalá esta semana, que ahora comienza, nos propongamos buscar un tiempo para vivir el silencio, encontrarnos con nuestra verdad y estar cara a cara con el Señor. ¡Feliz caminar durante estos días!

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WebJCP | Abril 2007