LUGAR DE ENCUENTRO DE LOS MISIONEROS DE TODO EL MUNDO
MISIONEROS EN CAMINO: MARTA Y MARIA, ¿VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA?
NO DEJES DE VISITAR
www.caminomisionero.blogspot.com
El blog donde encontrarás abundante material para orar y meditar sobre la liturgia del Domingo. Reflexiones teológicas y filosóficas. Videos y música para meditar. Artículos y pensamientos de los grandes guías de nuestra Iglesia y Noticias sobre todo lo que acontece en toda la vida eclesial
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

sábado, 17 de julio de 2010

MARTA Y MARIA, ¿VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA?


XVI Domingo del T.O. (Lc 10, 38-42) - Ciclo C
Por Josep Rius-Camps

Cuando nos disponemos a leer la Escritura no vamos con una mente transparente. La memoria hace de las suyas. Proyec tamos nuestro reticulado mental sobre los textos y los prejuzga mos. ¡ Oh si pudiésemos borrar de la memoria la interpretación tradicional del paradigma de «Marta y María» como dos concre ciones complementarias, «la vida activa y la contemplativa»! ¡ El plato nos lo han servido siempre así! El encabezamiento sitúa la perícopa en el «camino» que Jesús ha emprendido hacia Jeru salén para cantar las cuarenta a la institución: «Sucedió que, mientras ellos iban de camino, también él entró en una aldea» (10,38a). Jesús (« él ») -mientras los discípulos («ellos») iban de camino- entra en una aldea («aldea» = reducto de fanatismo, símbolo de una mentalidad cerrada, donde predomina una deter minada ideología común a todos los que habitan allí). La aldea, a diferencia de Marta y María, no lleva nombre. Se subraya así el realismo de la situación descrita a través de Marta y María, personajes reales (llevan nombre), en detrimento de una hipoté tica concreción histórica. Sólo Jesús entra en ella. Lucas puntua liza que algún personaje o colectividad había hecho antes algo parecido: «también él entró en una aldea». Una vez conozcamos el contenido de la perícopa, será posible identificar esta situación del pasado.

«Cierta mujer, de nombre Marta, lo recibió en su casa» (10,38b). Marta es un personaje representativo («cierta») y real («de nombre Marta»). A diferencia de los samaritanos, que no 'recibieron' a Jesús porque los discípulos los habían indispuesto con él, Marta lo 'recibe' como discípula que es. Después veremos cómo. Tiene una casa, de su propiedad («en su casa»): siendo «casa» una expresión para designar la familia, Marta domina como señora («Marta» significa en arameo «señora») la comuni dad o familia que, conjuntamente con María ('dos' -mínima expresión comunitaria- y 'hermanas' -relaciones de intimidad y afectivas-), representa.

Por eso Lucas no ha hecho entrar a los discípulos (represen tación masculina) en esta aldea, para describir así el grupo de Jesús desde la vertiente femenina. Tampoco aquí la comunidad será homogénea. Saber relacionar es el secreto de una comprensión más profunda.



EL LIDERAZGO DEL CELOSO OBSERVANTE

Pero Marta no tiene solamente una casa o familia en abstrac to; tiene también una hermana: «y ésta tenía una hermana llama da María» (10,39a). De María se precisa que «se sentó a los pies del Señor y se puso a escuchar sus palabras» (10,39b): 'sentada' como un discípulo ante el maestro, escuchando con atención el mensaje de Jesús. De Marta no se ha dicho con qué disposiciones lo ha recibido. Ahora Lucas puntualiza: «Marta, en cambio, se afanaba con todo el trajín (gr. diakonia)» (10,40a). De por sí, la diakonia, es decir, el servicio hecho a los demás, no es negativa; todo depende de cómo se haga. En el presente contexto es negativa y equivale al «trajín» de la casa, según la letra, y, según el espíritu, al «cumplimiento del deber» llevado a su máxima expresión. El acento está puesto en el hacer porque está mandado por la Ley, mientras que en el caso de María está puesto en escuchar la novedad del mensaje de Jesús. Marta está tan segura de sí misma y tan predispuesta a juzgar la conducta de los demás, como toda persona observante, que no se arredra ante la situa ción y planta cara a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con el servicio?» (10,40b). El celo de buena cumpli dora de la Ley la impele a involucrar al «Señor», para que ponga más interés y use de su ascendente para hacer observar la Ley, y a que «su» hermana se deje de cuentos y la cumpla. «Dile que me eche una mano» (1 0,40c). El imperativo traiciona el ascen dente que ella se ha arrogado sobre Jesús. En lugar del «mensa je», ¡ lo que Jesús debe inculcarle es la Ley! ¡Todo es de su posesión! Y es que la Ley despierta en el que la cumple el instinto de posesión.



LA HERENCIA DEL REINO

Jesús responde al regaño de Marta con una severa advertencia: « ¡Marta, Marta, te inquietas y te pones nerviosa por tantas cosas...! Sólo una es necesaria» (10,41-42a). Marta anda de cabeza: lo quiere dominar todo, es esclava de las muchas necesidades que crea la casa. Poniéndolo en clave legalista, Marta, que es partidaria de la observancia minuciosa de la Ley, quiere ser fiel en los más míni mos detalles y no puede dar abasto a las múltiples imposiciones que la institución va creando. Para Jesús todo es secundario, a excepción de la escucha atenta del mensaje. El que escucha, acoge; y quien acoge el mensaje, lo acoge a él. «María, en efecto, ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará» (10,42b). Marta había escogido la parte que le ofrecía más seguridades, la herencia del Antiguo Testamento compendiada en la Ley mo saica; María que se encontraba también en la aldea-, «la parte mejor», que nadie le podrá quitar, puesto que no se expresa en símbolos externos, como son casa, tierras, observancia le gal, etc. Jesús, como antiguamente Josué (= Jesús, en griego), ha entrado «también él en una aldea», camino de la Tierra Pro metida, que tiene como meta Jerusalén. Mientras Marta ha tomado posesión de la tierra («tenía una casa»), como las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, que heredaron territo rios de la Transjordania (cf. Nm 32; Jos 13), María, igual que la tribu de Leví, tiene al Señor como única heredad (cf. Jos 13,14). Vive materialmente en la «aldea», pero sin comulgar en la ideología que allí predomina.

0 comentarios:


WebJCP | Abril 2007